Jesús, Su vida y mensaje: Enseñanzas sobre el amor (1ª parte)

junio 26, 2018

Enviado por Peter Amsterdam

[Jesus—His Life and Message: Jesus on Love (Part 1)]

En cada uno de los evangelios sinópticos[1], Jesús cita dos mandamientos del Antiguo Testamento. El primero es del libro de Deuteronomio:

Amarás al Señor, tu Dios, de todo tu corazón, de toda tu alma y con todas tus fuerzas[2].

El segundo, del libro de Levítico:

Amarás a tu prójimo como a ti mismo[3].

La ley mosaica decía:

No te vengarás ni guardarás rencor a los hijos de tu pueblo, sino amarás a tu prójimo como a ti mismo[4].

Para los judíos, el prójimo eran los demás judíos. Cierto autor explica:

«En el judaísmo, el prójimo eran los que tenían creencias religiosas similares, no los que tenían concepciones opuestas y eran hostiles. […] Dentro del judaísmo, en algunos movimientos se enseñaba justo lo contrario, como en Qumrán, donde se reconocía el derecho a odiar a los enemigos religiosos»[5]. (Qumrán es un yacimiento arqueológico situado a menos de dos kilómetros del mar Muerto, donde están las cuevas en las que se encontraron los Manuscritos del Mar Muerto. Algunos biblistas creen que en Qumrán vivió una comunidad religiosa de los esenios. Estos tenían algunas doctrinas que no concordaban con las creencias judías generales de la época.)

El hecho de que algunos judíos interpretaran las Escrituras de otra manera explica, quizá, que en el Evangelio de Mateo Jesús aluda a un dicho que no se halla en la Biblia:

Ustedes han oído que se dijo: «Amaras a tu prójimo y odiarás a tu enemigo». Pero Yo les digo: amen a sus enemigos y oren por los que los persiguen, para que ustedes sean hijos de su Padre que está en los cielos[6].

En el Evangelio de Lucas, Jesús amplía el concepto de amar a nuestros enemigos dando algunos ejemplos de cómo Sus seguidores pueden manifestar tal amor. Dice que las expresiones de nuestro amor por los demás tienen que llegar más lejos que las del común de la gente. Vamos a centrarnos en Lucas 6:27–38, que enumera distintos aspectos de amar al prójimo.

Jesús comienza diciendo:

A vosotros los que oís, os digo: Amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os odian; bendecid a los que os maldicen y orad por los que os calumnian[7].

Se dirige a los que «oyen», en otras palabras, a los que están dispuestos a escuchar y aplicar Sus enseñanzas. Algunos pasajes del Antiguo Testamento contienen instrucciones para hacer el bien a los enemigos que uno tenga, por ejemplo:

Si encuentras el buey de tu enemigo o su asno extraviado, regresa a llevárselo. Si ves el asno del que te aborrece caído debajo de su carga, ¿lo dejarás sin ayuda? Antes bien le ayudarás a levantarlo[8].

No te regocijes cuando caiga tu enemigo, ni cuando él tropiece se alegre tu corazón, no sea que el Señor lo vea y le desagrade, y aparte de sobre él Su enojo[9].

Si el que te aborrece tiene hambre, dale de comer pan, y si tiene sed, dale de beber agua; pues, haciendo esto, harás que le arda la cara de vergüenza, y el Señor te recompensará[10].

Si bien versículos como estos del Antiguo Testamento exhortaban a los creyentes a tratar amablemente a sus enemigos, Jesús fue bastante más lejos y mandó a Sus seguidores que los amaran y perdonaran. Él mismo lo predicó con Su ejemplo, como evidencian las palabras que pronunció estando en la cruz: «Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen»[11]. Sus seguidores también lo hicieron. Cuando Esteban, el primer mártir, estaba siendo apedreado, exclamó: «Señor, no les tomes en cuenta este pecado»[12]. El apóstol Pablo escribió: «Mirad que ninguno pague a otro mal por mal, antes seguid siempre lo bueno unos para con otros y para con todos»[13]. El apóstol Pedro dijo: «No devolváis mal por mal, ni maldición por maldición, sino por el contrario, bendiciendo, sabiendo que fuisteis llamados a heredar bendición»[14].

Tras expresar el principio general de que uno debe amar a sus enemigos, Jesús entra en detalles: «Haced bien a los que os odian»[15]. Se refiere a realizar acciones positivas, a hacer cosas que beneficien a los que se nos oponen. Está llamando a Sus seguidores no solo a amar a sus enemigos en principio o de un modo pasivo, sino a manifestarles amor con sus actos.

Jesús también exhortó a Sus seguidores: «Bendecid a los que os maldicen»[16], esto es, a los que nos agreden con insultos, expresiones de desprecio o violencia verbal. Lo natural es responder de la misma manera, pero Jesús enseñó a Sus discípulos a romper el ciclo de ira y odio y bendecir a los que los vilipendien. Si bien a veces es lícito contestar a alguien que nos ataca verbalmente, las Escrituras enseñan que debemos hacerlo con sabiduría y amor.

El siervo del Señor no debe ser amigo de contiendas, sino amable para con todos, apto para enseñar, sufrido. Debe corregir con mansedumbre a los que se oponen[17].

Al hablar la verdad en amor, creceremos en todos los aspectos en Aquel que es la cabeza, es decir, Cristo[18].

La respuesta suave aplaca la ira, pero la palabra áspera hace subir el furor[19].

Si nos maldicen, bendecimos; si nos persiguen, lo soportamos; si nos calumnian, los tratamos con gentileza[20].

Jesús también dijo: «Oren por aquellos que los lastiman»[21]. La versión BLPH dice «por los que los injurian», y otras versiones «por los que los maltratan». La palabra griega epēreazō se traduce también como insultar, abusar, denigrar o amenazar. La exhortación a orar por los que los maltraten que hace Jesús a Sus discípulos va en contra del instinto natural de responder de la misma manera. Representa una forma sobrenatural de amor, es un reflejo del amor de Dios por la humanidad. Por supuesto que el llamado de Jesús a amar a los que nos maltratan y abusan de nosotros y orar por ellos no significa que debamos tolerar continuamente dichos maltratos. Apartarse de una situación abusiva y tomar las medidas necesarias para protegerse no es incompatible con orar por los que nos tratan mal.

Tras decir a Sus discípulos que amen a sus enemigos, que hagan bien a los que los aborrecen, a los que los maldicen, y que oren por los que los maltraten, insulten y amenacen, Jesús da cuatro ilustraciones de cómo se puede amar a una persona aunque actúe de formas que a uno le duelan o le causen perjuicio. La primera es: «Al que te hiera en una mejilla, preséntale también la otra»[22]. Aquí se refiere muy probablemente a una bofetada con el dorso de la mano, que en tiempos de Jesús se consideraba un gesto deliberado de desprecio, un grave insulto. Al mandar a Sus discípulos que pongan la otra mejilla les está diciendo que, cuando los insulten, reaccionen con amor y permanezcan en silencio en vez de desquitarse devolviendo los insultos. Una faceta del amor consiste en no procurar vengarse de las ofensas, desaires e insultos recibidos. En vez de devolver el golpe, el discípulo está dispuesto a romper el ciclo de represalias.

La segunda parte del versículo 29 es un poco similar a la primera: «Al que te quite la capa, ni aun la túnica le niegues»[23]. Jesús está diciendo que si alguien te exige que le entregues la prenda que llevas por fuera, deberías darle también tu camiseta. Es una alusión a un atraco. De la misma manera que en la primera parte del versículo Jesús habla de poner la otra mejilla, aquí manda no tomar represalias ni buscar vengarse, sino amar a nuestro enemigo y estar dispuestos a sufrir un perjuicio en vez de desquitarnos.

Seguidamente Jesús dice: «A cualquiera que te pida, dale»[24]. Ayudar a los pobres, lo que se conoce como dar limosna, era considerado un reflejo de la piedad de una persona. Jesús se refería a los pobres y menesterosos que ni siquiera tenían suficiente para satisfacer sus necesidades básicas. Señaló que una faceta del amor era estar dispuestos a ayudar sin prejuicios a los indigentes, puesto que dice que debemos ayudar a cualquiera que nos lo pida. Eso, por supuesto, requiere sacrificio y abnegación, ya que implica renunciar a bienes personales. Jesús está invitando a Sus seguidores a ser generosos con los demás como una expresión de amor.

La cuarta ilustración del amor es: «Al que tome lo que es tuyo, no pidas que te lo devuelva»[25]. Aquí Jesús dice a Sus discípulos que no busquen compensación por los agravios que sufran. Aunque les quiten algo, no deben insistir en que se lo devuelvan. Esa misma manera de pensar se observa en un pasaje que escribió Pablo:

Ciertamente, ya es una falta en vosotros que tengáis pleitos entre vosotros mismos. ¿Por qué no sufrís más bien el agravio? ¿Por qué no sufrís más bien el ser defraudados?[26]

Jesús nos exhorta a ser abnegadamente generosos.

Estas enseñanzas de Jesús son bastante radicales y están expresadas de esta manera con la intención de chocar a los oyentes. Jesús enuncia estos mandamientos en un lenguaje deliberadamente hiperbólico, exagerado, con el fin de enfatizar Su mensaje. No se deben tomar necesariamente al pie de la letra.

Al hablar de «enemigos», es posible que no se refiriera exclusivamente a los adversarios de Sus discípulos. Cierto autor escribe:

Puede que la categoría de enemigos incluya a otros […], no solo a los que deliberadamente se opongan a los discípulos de Jesús. Como habitualmente se entiende que el mendigo está excluido de todos los círculos de compañerismo menos los de los demás mendigos, no se lo clasificaría como «amigo», sino como «enemigo», como extraño. También a él se le debe amar como camarada y pariente, y en su caso el amor se expresa con gestos generosos[27].

Jesús está exhortando a Sus seguidores a no limitarse a la manera general de pensar, la ética y las acciones de los judíos de Su época, que al restringir la definición de prójimo reducían el número de personas a las que debían tratar con amor. Él invita a Sus discípulos de todos los tiempos a amar de formas que se salgan de lo común, de formas más difíciles, pero sublimes. El amor que Él proclama es la clase de amor por la que debemos regirnos nosotros una vez que nuestros pecados han sido perdonados; un amor atento, generoso, misericordioso, abnegado y perdonador.

(Continúa en la segunda parte.)


Nota

A menos que se indique otra cosa, todos los versículos de la Biblia proceden de la versión Reina-Valera, revisión de 1995, © Sociedades Bíblicas Unidas, 1995. Utilizados con permiso.


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[1] Mateo, Marcos y Lucas.

[2] Deuteronomio 6:5.

[3] Levítico 19:18.

[4] Levítico 19:18.

[5] Bock, Luke Volume 1: 1:1–9:50, 588.

[6] Mateo 5:43–45 (NBLH).

[7] Lucas 6:27,28.

[8] Éxodo 23:4,5.

[9] Proverbios 24:17,18.

[10] Proverbios 25:21,22.

[11] Lucas 23:34.

[12] Hechos 7:60.

[13] 1 Tesalonicenses 5:15.

[14] 1 Pedro 3:9.

[15] Lucas 6:27.

[16] Lucas 6:28.

[17] 2 Timoteo 2:24,25.

[18] Efesios 4:15 (NBLH).

[19] Proverbios 15:1.

[20] 1 Corintios 4:12,13 (NVI).

[21] Lucas 6:28 (NTV).

[22] Lucas 6:29.

[23] Lucas 6:29.

[24] Lucas 6:30.

[25] Lucas 6:30.

[26] 1 Corintios 6:7.

[27] Green, The Gospel of Luke, 272.