Jesús, Su vida y mensaje: La Fiesta de los Tabernáculos (1ª parte)
junio 18, 2019
Enviado por Peter Amsterdam
Jesús, Su vida y mensaje: La Fiesta de los Tabernáculos (1ª parte)
[Jesus—His Life and Message: The Feast of Tabernacles (Part 1)]
Los capítulos siete y ocho del Evangelio de Juan hablan de las enseñanzas de Jesús cuando estuvo en Jerusalén durante parte de la Fiesta de los Tabernáculos, conocida también como Fiesta de las Cabañas. Se trata de una festividad que el pueblo judío celebraba en septiembre o principios de octubre a lo largo de siete días, en los cuales vivían en cabañas. En tiempos de Jesús era una de las tres grandes festividades judías, para la cual todos los varones judíos «naturales de Israel» debían ir a Jerusalén. La fiesta se celebraba después de la recogida de la cosecha, no solo de cereales, sino también de uvas y aceitunas.
Celebrarás también la fiesta de la siega, es decir, de los primeros frutos de lo que hayas sembrado en el campo; y al terminar el año, cuando hayas recogido los frutos de tus labores del campo, celebrarás la fiesta de la cosecha[1].
Cierto autor escribe:
Junto con ser una acción de gracias por la cosecha, en la festividad se rememoraba la bondad de Dios para con Su pueblo cuando este estuvo deambulando por el desierto. Las enramadas o emparrados que daban su nombre a la fiesta se levantaban en los patios o en las azoteas de las casas[2].
La fiesta fue ordenada por Dios como recordatorio de que los israelitas habían morado en carpas cuando Dios los sacó de Egipto[3]. Los tabernáculos que se usaban en la fiesta eran estructuras temporales hechas de hojas y ramas.
El capítulo siete de Juan comienza así:
Después de esto andaba Jesús en Galilea, pues no quería andar en Judea, porque los judíos intentaban matarlo[4].
Si bien este versículo menciona que «los judíos intentaban matarlo»,parece que alude más concretamente a los judíos de Judea, ya que en Galilea vivían cantidad de judíos. Los judíos a los que se refiere aquí eran probablemente las autoridades religiosas de Jerusalén. En un pasaje anterior de este evangelio, cuando Jesús estaba en Jerusalén con ocasión de otra festividad judía (no dice cuál), sanó a un hombre en sábado[5]. En ese pasaje dice que «los judíos perseguían a Jesús […] porque hacía estas cosas en sábado»[6].
Por esto los judíos aún más intentaban matarlo, porque no solo quebrantaba el sábado, sino que también decía que Dios era Su propio Padre, haciéndose igual a Dios[7].
Las autoridades religiosas de Jerusalén se oponían con vehemencia a Jesús, y eso hacía que para Él fuera muy peligroso estar allí; por eso se retiró al norte. Durante este período tuvo un ministerio itinerante en Galilea, que era más segura para Él. Juntamente con Sus discípulos, recorrió la región predicando y atendiendo a la gente.
Estaba cerca la fiesta de los judíos, la de los Tabernáculos, y le dijeron Sus hermanos: «Sal de aquí, y vete a Judea, para que también Tus discípulos vean las obras que haces, porque ninguno que procura darse a conocer hace algo en secreto. Si estas cosas haces, manifiéstate al mundo». Ni aun Sus hermanos creían en Él[8].
Sus hermanos lo retaron a hacer milagros en la capital de la nación durante la festividad, dándole para ello dos razones: «para que también Tus discípulos vean las obras que haces» y para que Él se manifestara al mundo. No está claro por qué querían que Sus discípulos vieran las obras que hacía, puesto que el grupo compuesto por Sus seguidores más cercanos ya había estado con Él y presenciado Sus milagros. Es posible que Sus hermanos estuvieran pensando en Sus discípulos de otras partes que se iban a reunir en Jerusalén. Los biblistas interpretan esta frase de diversas maneras; en cualquier caso, el argumento era que alguien que dijera ser el Mesías debía hacer Sus señales en la ciudad santa, no solo en las regiones circundantes. La idea que tenían los judíos era que «el Mesías solo es Mesías en tanto que haga abiertamente señales mesiánicas»[9]. En Galilea Jesús había hecho obras a la vista de todos, pero Galilea estaba muy lejos de Jerusalén.
La sugerencia de Sus hermanos era de carácter político, ya que veían una oportunidad de que estuviera a la vista del público en la capital durante una importante festividad. Sabían que, si quería ser un personaje público y el centro de la atención, no podía quedarse trabajando entre bambalinas y en zonas remotas. Cierto autor escribe:
Galilea se hallaba lejos de la capital. Para los habitantes de la metrópolis, todo lo que se hiciera allá era como si se hiciera «en secreto». Las pretensiones mesiánicas y otros asuntos por el estilo debían resolverse en la capital, ante los líderes religiosos[10].
Si Jesús hubiera ambicionado fama y la gloria de este mundo, Jerusalén habría sido el mejor sitio donde conseguirla. Podría haber hecho señales mesiánicas y maravillas, y la gente lo habría aceptado como Mesías. Sin embargo, el concepto que tenían Sus hermanos del papel del Mesías distaba mucho del que tenía Jesús. Él terminó yendo a Jerusalén, pero el desenlace fue muy distinto del que esperaban Sus hermanos.
Dice que «ni aun Sus hermanos creían en Él»[11]. En los evangelios se menciona varias veces a los hermanos de Jesús[12]; también en el libro de los Hechos[13] y en 1 Corintios[14]. En el Evangelio de Mateo dice:
¿No es este el hijo del carpintero? ¿No se llama Su madre María, y Sus hermanos, Jacobo, José, Simón y Judas? ¿No están todas Sus hermanas con nosotros?[15]
Si bien en ese período de la vida de Jesús Sus hermanos no creían en Él, tras Su muerte y resurrección sí creyeron.
En el libro de los Hechos dice que Su madre y Sus hermanos estuvieron presentes en el aposento alto con los discípulos después de la resurrección de Jesús.
Todos estos perseveraban unánimes en oración y ruego, con las mujeres, y con María la madre de Jesús, y con Sus hermanos[16].
Posteriormente Jacobo, que probablemente era el mayor de Sus hermanos, dirigió la iglesia de Jerusalén. Los biblistas sostienen que Judas, también hermano de Jesús, fue el autor de la epístola de Judas.
La respuesta de Jesús a Sus hermanos incrédulos fue:
«Mi tiempo aún no ha llegado, pero vuestro tiempo siempre está preparado. No puede el mundo odiaros a vosotros; pero a Mí me odia, porque Yo testifico de él, que sus obras son malas. Subid vosotros a la fiesta; Yo no subo todavía a esa fiesta, porque Mi tiempo aún no se ha cumplido». Y habiéndoles dicho esto se quedó en Galilea[17].
Jesús permaneció en Galilea hasta que Su Padre le indicó que fuera a la Fiesta de las Cabañas. Hay quienes cuestionan por qué Jesús dijo a Sus hermanos que no iba a ir a la fiesta y luego terminó yendo. Algunas traducciones de la Biblia añaden apropiadamente la palabra todavía para dar claridad al texto, como la versión NVI y otras, que dicen: «Suban ustedes a la fiesta. Yo no voy todavía a esta fiesta porque Mi tiempo aún no ha llegado»[18].
Al decir «Mi tiempo aún no se ha cumplido», probablemente no se refería al tiempo de Su muerte o Su resurrección, ya que en el Evangelio de Juan, para referirse a Su muerte y Su resurrección se emplea la palabra hora en vez de tiempo. Por ejemplo:
Intentaban prenderlo; pero ninguno le echó mano, porque aún no había llegado Su hora[19].
La hora viene, y ha venido ya, en que seréis esparcidos cada uno por su lado y me dejaréis solo[20].
Estas cosas habló Jesús, y levantando los ojos al cielo, dijo: «Padre, la hora ha llegado: glorifica a Tu Hijo, para que también Tu Hijo te glorifique a Ti»[21].
Este pasaje da a entender que todos los movimientos de Jesús estaban en manos de Su Padre que lo había enviado a este mundo, y que todavía no había llegado el momento determinado por Dios para que Él fuera a Jerusalén.
El caso de Sus hermanos era distinto, ya que a diferencia de Él no habían sido enviados por el Padre. Sus movimientos no estaban dirigidos por Dios de la misma manera que los de Jesús. Formaban parte del mundo que Jesús había sido enviado a salvar, ese mismo mundo que lo odiaba «porque Yo testifico de él, que sus obras son malas»[22]. Algunas de las palabras con que Jesús respondió a Sus hermanos eran las mismas que ellos habían empleado. Ellos querían que fuera a Jerusalén para que la gente viera las «obras» que hacía y para que se manifestara al «mundo». Tal como explica cierto autor:
Jesús toma esas dos palabras y califica de malos al «mundo» y las «obras» del mundo (a diferencia de las Suyas)[23].
El mundo no odiaba a Sus hermanos porque ellos eran parte del mundo; pero sí aborrecía a Jesús, porque Él mostraba que las obras del mundo eran malas.
Dice que Jesús, tras enviar a Sus hermanos a la fiesta y renunciar a acompañarlos, «se quedó en Galilea» por un espacio de tiempo no especificado[24]. Un tiempo después se fue a Jerusalén, pero justo al revés de cómo Sus hermanos le habían recomendado.
Después que Sus hermanos subieron, entonces Él también subió a la fiesta, no abiertamente, sino como en secreto[25].
Otras traducciones de la Biblia dicen: «No públicamente, sino en secreto» (NVI), o: «En secreto, y se quedó fuera de la vista del público» (NTV). Jesús se distanció deliberadamente de Sus hermanos al no acompañarlos y estuvo ausente durante al menos parte de las ceremonias. Como veremos más adelante en este pasaje, Su objetivo al dirigirse a Jerusalén no era participar en las ceremonias de la festividad, sino enseñar y predicar.
(Continúa en la segunda parte.)
Nota
A menos que se indique otra cosa, todos los versículos de la Biblia proceden de la versión Reina-Valera, revisión de 1995, © Sociedades Bíblicas Unidas, 1995. Utilizados con permiso.
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[1] Éxodo 23:16 (RVC).
[2] Morris, El Evangelio según Juan.
[3] Levítico 23:39,42,43. V. también Deuteronomio 16:13–16.
[4] Juan 7:1.
[5] Juan 5:1–16.
[6] Juan 5:16.
[7] Juan 5:18.
[8] Juan 7:2–5.
[9] Morris, El Evangelio según Juan.
[10] Ibíd.
[11] Juan 7:5.
[12] Juan 2:12, 7:3–5; Mateo 12:46–50; Marcos 3:31–35; Lucas 8:19–21.
[13] Hechos 1:13,14.
[14] 1 Corintios 9:5.
[15] Mateo 13:55,56.
[16] Hechos 1:14.
[17] Juan 7:6–9.
[18] Juan 7:8 (NVI).
[19] Juan 7:30.
[20] Juan 16:32.
[21] Juan 17:1.
[22] Juan 7:7.
[23] Michaels, The Gospel of John.
[24] Juan 7:9.
[25] Juan 7:10.