Jesús, Su vida y mensaje: Jesús y Juan (2ª parte)

febrero 24, 2015

Enviado por Peter Amsterdam

[Jesus—His Life and Message: John and Jesus (Part 2)]

(Si lo deseas, puedes consultar el artículo introductorio en el que se explican el propósito y el plan de esta serie.)

Han pasado 18 años desde que Jesús, a los 12, se quedó atrás en el Templo. En el ínterin, dice que «crecía en sabiduría, en estatura y en gracia para con Dios y los hombres»[1]. Lo más probable es que trabajara muchos años al lado de José, hasta la muerte de este, y que entonces, por ser el primogénito, se convirtiera en cabeza de su familia. La Biblia no da detalles sobre Su vida desde que tenía 12 años hasta que inició Su ministerio, período conocido como los años ocultos o los años de silencio; pero al llegar a este punto, se produce un cambio.

Juan el Bautista está causando sensación, y las noticias de su predicación y sus bautismos han llegado no solo a Jerusalén y la provincia de Judea, sino también hasta Galilea. Jesús ha oído hablar del profeta del desierto y va «de Galilea al Jordán, donde estaba Juan, para ser bautizado por él»[2]. Lucas precisa que «era como de treinta años»[3].

Aunque cada uno de los evangelistas nos cuenta el bautismo de Jesús en el contexto de su Evangelio, todos mencionan los aspectos más destacados de lo que sucedió ese día.

El Evangelio de Marcos lo explica así:

Aconteció en aquellos días que Jesús vino de Nazaret de Galilea, y fue bautizado por Juan en el Jordán. Luego, cuando subía del agua, vio abrirse los cielos y al Espíritu como paloma que descendía sobre Él. Y vino una voz de los cielos que decía: «Tú eres Mi Hijo amado, en Ti tengo complacencia»[4].

Lucas agrega el detalle de que Jesús se puso a orar:

También Jesús fue bautizado y, mientras oraba, el cielo se abrió y descendió el Espíritu Santo sobre Él en forma corporal, como paloma; y vino una voz del cielo que decía: «Tú eres Mi Hijo amado; en Ti tengo complacencia»[5].

Mateo cuenta que «Jesús, después que fue bautizado, subió enseguida del agua, y en ese momento los cielos le fueron abiertos, y vio al Espíritu de Dios que descendía como paloma y se posaba sobre Él. Y se oyó una voz de los cielos que decía: «Este es Mi Hijo amado, en quien tengo complacencia»[6].

Juan ya había declarado que después de él vendría uno más poderoso que él[7], y este es el momento en que hace Su aparición. Cuando Jesús recibe el bautismo de Juan, se produce un suceso sobrenatural que cambia dramáticamente la vida de Jesús. Al orar, ve abrirse los cielos y oye la voz de Dios. Marcos y Lucas cuentan que la voz se dirige a Jesús: «Tú eres Mi Hijo amado»; Mateo, en cambio, escribe que la voz dice: «Este es Mi Hijo amado», lo cual parece indicar que otras personas la oyeron, de lo que puede inferirse que también vieron abrirse los cielos y al Espíritu Santo descender sobre Jesús. La generalidad de los comentaristas considera que fue un evento privado; que Jesús, después de Su bautismo, fue el único que vio abrirse los cielos y oyó la voz. Se imaginan que Mateo lo expresa como lo hace por el hecho de que se está dirigiendo a sus lectores.

El Evangelio de Marcos cuenta que, cuando Jesús salió del agua, «vio abrirse los cielos»[8]. Al decir que se abrieron los cielos da a entender que tuvo una visión, tal como se aprecia en otros pasajes de las Escrituras. Ezequiel escribió: «Los cielos se abrieron y vi visiones de Dios»[9]. Esteban, al ser lapidado, dijo: «Veo los cielos abiertos»; él puso los ojos en el cielo y vio la gloria de Dios[10]. Cuando el apóstol Pedro estaba en Jope, subió a la azotea para orar, y mientras oraba «vio el cielo abierto, y que descendía algo semejante a un gran lienzo, que atado de las cuatro puntas era bajado a la tierra»[11]. En el libro del Apocalipsis, el apóstol Juan menciona en dos ocasiones que, mientras estaba teniendo una visión, el cielo estaba abierto[12]. Eso indica que es probable que Jesús tuviera una visión en la que vio abrirse los cielos y al Espíritu Santo descender sobre Él.

Es posible que Juan el Bautista tuviera la misma u otra visión del Espíritu que descendía sobre Jesús, porque el cuarto Evangelio dice:

Juan testificó, diciendo: «Vi al Espíritu que descendía del cielo como paloma, y que permaneció sobre Él. Yo no lo conocía; pero el que me envió a bautizar con agua me dijo: “Sobre quien veas descender el Espíritu y permanecer sobre Él, ese es el que bautiza con Espíritu Santo”. Y yo lo he visto y testifico que este es el Hijo de Dios»[13].

Las Escrituras del Antiguo Testamento ya hablaban de que el Espíritu Santo vendría sobre el Mesías:

Saldrá una vara del tronco de Isaí; un vástago retoñará de sus raíces y reposará sobre Él el espíritu del Señor: espíritu de sabiduría y de inteligencia, espíritu de consejo y de poder, espíritu de conocimiento y de temor del Señor[14].

Más adelante, cuando Jesús habló en la sinagoga de Su ciudad, leyó del libro de Isaías:

El Espíritu del Señor Dios está sobre mí, porque me ha ungido el Señor para traer buenas nuevas a los afligidos…[15]

El Espíritu y la unción de Dios vinieron sobre Jesús y permanecieron sobre Él el día en que fue bautizado.

Los comentaristas tienen dificultades para explicar el hecho de que el Espíritu descendiera sobre Él en forma corporal, como una paloma[16]. Algunos relacionan la paloma con el Espíritu Santo que en Génesis 1:2 se movía sobre las aguas; otros lo entienden de otra manera. Brad Young explica:

«Contrariamente a lo que suele suponerse, en el pensamiento judío la paloma no siempre está asociada con el Espíritu Santo»[17]. Green declara: «En la literatura anterior a los Evangelios o contemporánea de ellos no se ha hallado ninguna equiparación simbólica del Espíritu con una paloma. Puede que la intención de ese símil sea evocar el simbolismo de la paloma como heraldo o como portadora de buenas nuevas: eso realzaría el retrato del empoderamiento de Jesús para proclamar la buena nueva. La expresión “en forma corporal” que emplea Lucas enfatiza de una manera característica la materialidad de esa escena apocalíptica»[18].

Aquí lo esencial que se pretende establecer es que el Espíritu descendió sobre Jesús, aunque la relación con el simbolismo de la paloma no está perfectamente clara. La principal significación del bautismo es que el Espíritu de Dios se movió y llenó de poder a Jesús[19].

Aparte de que el Espíritu descendió, una voz del cielo dijo: «Tú eres Mi Hijo amado, en Ti tengo complacencia»[20]. Esa declaración de Dios en la que manifiesta Su aprobación de Jesús es parecida a otra que hace más adelante en los Evangelios cuando Jesús se transfigura (v. Mateo 17:5). El concepto del Hijo amado en quien Dios tiene complacencia aparece en dos versículos del Antiguo Testamento:

«Yo publicaré el decreto; el Señor me ha dicho: “Mi Hijo eres Tú; Yo te engendré hoy”[21], y: «Este es Mi Siervo, Yo lo sostendré; Mi escogido, en quien Mi alma tiene contentamiento. He puesto sobre Él Mi Espíritu; Él traerá justicia a las naciones»[22].

El primero se centra en el carácter mesiánico del título de hijo; y el segundo, el de Isaías, destaca la imagen de servidor. A lo largo de los Evangelios se combinan y entretejen ambas facetas de Jesús como Hijo: Su papel mesiánico y Su condición de siervo[23].

Algunos comentaristas han propuesto que el momento en que Dios dijo: «Tú eres Mi Hijo amado, en Ti tengo complacencia», fue cuando Él adoptó a Jesús como Hijo. No obstante, es evidente que los evangelistas no lo entendieron así. Stein explica:

Para Juan [autor del cuarto Evangelio], Jesús era/es el Hijo aun antes de Su encarnación (Juan 1:1–4 precede a 1:14). Para Lucas y Mateo, Jesús era ya el Hijo de Dios en el instante de la concepción virginal (Lucas 1:35,42–45; Mateo 1:20–25). De manera similar, para Marcos estas palabras tampoco indican un cambio en el estatus de Jesús ante Dios. No es que Su bautismo representara un «ascenso». La voz constituye más bien una afirmación de quién era Jesús y una felicitación de Dios, que está complacido con los años de silencio. Sin duda esa felicitación consoló a Jesús durante las crisis y los momentos de desaliento que tuvo durante Su ministerio[24].

La significación de lo que ocurrió en el momento del bautismo de Jesús y los cambios que se produjeron a partir de entonces en Su vida se entienden por el hecho de que Dios lo ungió como Mesías y lo alistó para ser Su mensajero y el Salvador del mundo.

Robert Stein lo expresa de la siguiente manera:

En el momento de Su bautismo, Jesús era consciente de que había sido ungido para una tarea divina. Atrás habían quedado los días de servir a Dios tranquilamente como carpintero en Nazaret. El Espíritu lo había ungido, y Su misión mesiánica había comenzado[25].

Volvamos atrás un poco: En su Evangelio, Mateo nos cuenta que, cuando Jesús fue a ver a Juan para ser bautizado, «Juan se le oponía, diciendo: “Yo necesito ser bautizado por Ti, ¿y Tú acudes a mí?” Jesús le respondió: “Permítelo ahora, porque así conviene que cumplamos toda justicia”»[26].

El bautismo de Juan era un bautismo de arrepentimiento, un llamado a todos los que habían pecado para que confesaran sus faltas y cambiaran de conducta; sin embargo, Jesús, que estaba libre de pecado, acudió a Juan para ser bautizado. Mateo explica que Juan era consciente de que Jesús iba a desempeñar un papel más importante que él y que indicó que era ese mensajero mayor que él que había de venir. Sabía que Jesús no necesitaba su bautismo y trató de impedirlo. Es como si dijera: «Yo necesito Tu bautismo del Espíritu y con fuego; pero Tú no necesitas mi bautismo de arrepentimiento en agua»[27]. De todos modos, Jesús manifestó que convenía que realizaran el bautismo, que era menester hacerlo para cumplir todo como debía ser.

Jesús participó del bautismo de Juan, no porque necesitara arrepentirse, sino para poder identificarse con los pecadores y a través de esa identificación convertirse en su reemplazo. La Escritura dice:

Al que no cometió pecado alguno, por nosotros Dios lo trató como pecador, para que en Él recibiéramos la justicia de Dios[28].

Isaías escribió:

Por Su conocimiento Mi Siervo justo justificará a muchos, y cargará con las iniquidades de ellos. […] Derramó Su vida hasta la muerte, y fue contado entre los transgresores[29].

Al participar del bautismo de Juan, Jesús declaró Su solidaridad con los pecadores y se hizo uno de ellos en el proceso de salvación[30].

Charles Price explica:

Jesús no tenía pecado y por lo tanto no tenía necesidad de perdón. Entonces ¿por qué fue bautizado? Isaías 53:12, refiriéndose a Él, dice: «Fue contado entre los transgresores». Eso se cumplió en la cruz, pero ya se inició al principio de Su ministerio. Jesús se puso en la fila con todos los demás para ser bautizado, identificándose con nuestro pecado y nuestra necesidad de ser perdonados. Tomó el lugar del pecador, presagiando lo que más tarde Él mismo llamó «un bautismo con el que debo ser bautizado», que sería Su muerte, sepultura y resurrección[31].

Aunque algunos estudiosos especulan que Jesús pudo haber sido un seguidor o discípulo de Juan durante un tiempo antes de Su bautismo, la mayoría rechaza esa idea. De todos modos, hubo similitudes entre el ministerio de uno y del otro. Al igual que Juan, Jesús predicó al aire libre, a diferencia de los escribas de Su época; enseñó una oración a Sus discípulos, de la misma manera que Juan enseñó una a los suyos[32]; exhortó a la gente a arrepentirse[33] e indicó que urgía hacerlo[34]; anunció castigos para Israel[35]; rechazó a los que se creían buenos[36] y aceptó a los pecadores[37].

Si bien hubo semejanzas en algunos de los métodos que emplearon Juan y Jesús y en los mensajes que anunciaron, también hubo grandes diferencias. Juan era un asceta, vivía en el desierto; Jesús se relacionaba con la gente de las aldeas y ciudades. Juan proclamó que el juicio estaba a las puertas; Jesús, que el imponente reino de Dios estaba naciendo, e invitó a los que estaban atribulados y sobrecargados a entrar en él. Juan operaba dentro de un marco de expectación de lo que había de venir; Jesús, dentro de un marco de cumplimiento[38].

Cuando Jesús se presentó para ser bautizado, Juan reconoció que el poderoso había llegado. El cuarto Evangelio nos cuenta lo que dijo de Jesús:

«¡Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo! Este es de quien yo dije: “Después de mí viene un hombre que es antes de mí, porque era primero que yo”. […] Yo no lo conocía; pero el que me envió a bautizar con agua me dijo: “Sobre quien veas descender el Espíritu y permanecer sobre él, ese es el que bautiza con Espíritu Santo”. Y yo lo he visto y testifico que este es el Hijo de Dios»[39].

Después que Jesús fue bautizado por Juan, Dios lo ungió y lo preparó para Su ministerio enviando sobre Él Su Espíritu. La manifestación de la guía y orientación del Espíritu en la vida de Jesús se aprecia en declaraciones como estas: «Jesús, lleno del Espíritu Santo, volvió del Jordán y fue llevado por el Espíritu al desierto. […] Jesús volvió en el poder del Espíritu a Galilea. […] El Espíritu del Señor está sobre Mí, por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres. […] Hoy se ha cumplido esta Escritura delante de vosotros»[40].

La voz de Dios proclama desde el cielo que Jesús es Su Hijo, identificando así Su relación de Padre e Hijo. Jesús está ahora listo para iniciar Su vida pública con el poder del Espíritu Santo, anunciar el reino de Dios, ser la presencia de Dios en la Tierra y cumplir la tarea mesiánica que le había encomendado Su Padre con el fin de redimir a la humanidad.


Nota

A menos que se indique otra cosa, todos los versículos de la Biblia proceden de la versión Reina-Valera, revisión de 1995, © Sociedades Bíblicas Unidas, 1995. Utilizados con permiso.


Bibliografía general

Bailey, Kenneth E.: Jesús a través de los ojos del Medio Oriente, Grupo Nelson, 2012.

Bivin, David: New Light on the Difficult Words of Jesus. Holland: En-Gedi Resource Center, 2007.

Bock, Darrell L.: Jesus According to Scripture, Grand Rapids: Baker Academic, 2002.

Brown, Raymond E.: El nacimiento del Mesías, Madrid: Ediciones Cristiandad, 1982.

Brown, Raymond E.: La muerte del Mesías (2 tomos), Pamplona: Editorial Verbo Divino, 2005 y 2006.

Charlesworth, James H. (editor): Jesus’ Jewishness, Exploring the Place of Jesus Within Early Judaism, Nueva York: The Crossroad Publishing Company, 1997.

Edersheim, Alfred: La vida y los tiempos de Jesús el Mesías, Clie, 1989.

Elwell, Walter A., y Yarbrough, Robert W.: Al encuentro del Nuevo Testamento, Grupo Nelson, 2008.

Evans, Craig A.: World Biblical Commentary: Mark 8:27–16:20, Nashville: Thomas Nelson, 2000.

Flusser, David: Jesus, Jerusalén: The Magnes Press, 1998.

Flusser, David, y Notely, R. Steven: The Sage from Galilee: Rediscovering Jesus’ Genius, Grand Rapids: William B. Eerdmans’ Publishing Company, 2007.

Gnilka, Joachim: Jesús de Nazaret: Mensaje e historia, Barcelona: Editorial Herder, 1993.

Green, Joel B., y McKnight, Scot (editores): Dictionary of Jesus and the Gospels, Downers Grove: InterVarsity Press, 1992.

Green, Joel B.: The Gospel of Luke, Grand Rapids: William B. Eerdmans’ Publishing Company, 1997.

Grudem, Wayne: Teología sistemática: Una introducción a la doctrina bíblica, Miami: Editorial Vida, 2007.

Guelich, Robert A.: World Biblical Commentary: Mark 1–8:26, Nashville: Thomas Nelson, 1989.

Jeremias, Joachim: Jerusalén en tiempos de Jesús, Ediciones Cristiandad, 2000.

Jeremias, Joachim: Jesus and the Message of the New Testament, Minneapolis: Fortress Press, 2002.

Jeremias, Joachim: La Última Cena, Palabras de Jesús, Ediciones Cristiandad, 1980.

Jeremias, Joachim: Teología del Nuevo Testamento, Salamanca: Ediciones Sígueme, 2001.

Lewis, Gordon R., y Demarest, Bruce A.: Integrative Theology, Grand Rapids: Zondervan, 1996.

Lloyd-Jones, D. Martyn: Estudios Sobre el Sermón del Monte.

Manson, T. W.: The Sayings of Jesus, Grand Rapids: William B. Eerdmans’ Publishing Company, 1957.

Manson, T. W.: The Teaching of Jesus, Cambridge: University Press, 1967.

Michaels, J. Ramsey: The Gospel of John, Grand Rapids: William B. Eerdmans’ Publishing Company, 2010.

Morris, Leon: The Gospel According to Matthew, Grand Rapids: William B. Eerdmans’ Publishing Company, 1992.

Ott, Ludwig: Manual de Teología Dogmática, Barcelona, Editorial Herder, 1966.

Pentecost, J. Dwight: The Words & Works of Jesus Christ, Grand Rapids: Zondervan, 1981.

Sanders, E. P.: Jesús y el judaísmo, Trotta, 2004.

Sheen, Fulton J.: Vida de Cristo, Barcelona: Herder, 1959.

Spangler, Ann, y Tverberg, Lois: Sentado a los pies del maestro Jesús, Vida, 2010.

Stein, Robert H.: Jesús el Mesías, Clie, 2008.

Stein, Robert H.: The Method and Message of Jesus’ Teachings, Revised Edition, Louisville: Westminster John Knox Press, 1994.

Stott, John R. W.: El Sermón del Monte, Certeza Unida, 1978.

Wood, D. R. W., Marshall, I. H., Millard, A. R., Packer, J. I., y Wiseman, D. J. (editores): Nuevo Diccionario Bíblico Certeza, Buenos Aires: Certeza Unida, 2003.

Wright, N. T.: Jesus and the Victory of God, Minneapolis: Fortress Press, 1996.

Wright, N. T.: La resurrección del Hijo de Dios, Editorial Verbo Divino, 2008

Wright, N. T.: Matthew for Everyone, Part 1, Louisville: Westminster John Knox Press, 2004.

Yancey, Philip: El Jesús que nunca conocí, Vida, 1996.

Young, Brad H.: Jesus the Jewish Theologian, Grand Rapids: Baker Academic, 1995.


[1] Lucas 2:52.

[2] Mateo 3:13.

[3] Lucas 3:23.

[4] Marcos 1:9–11.

[5] Lucas 3:21,22.

[6] Mateo 3:16,17.

[7] Mateo 3:11; Marcos 1:7,8; Lucas 3:16.

[8] Marcos 1:10.

[9] Ezequiel 1:1.

[10] Hechos 7:55,56.

[11] Hechos 10:11.

[12] Apocalipsis 19:11, 4:1.

[13] Juan 1:32–34.

[14] Isaías 11:1,2.

[15] Isaías 61:1 (NBLH).

[16] Lucas 3:22; Marcos 1:9–11; Mateo 3:16.

[17] Young, Jesus the Jewish Theologian, 20.

[18] Green, The Gospel of Luke, 187.

[19] Young, Jesus the Jewish Theologian, 20.

[20] Marcos 1:11.

[21] Salmo 2:7.

[22] Isaías 42:1.

[23] Guelich, World Biblical Commentary: Mark 1–8:26, 35.

[24] Stein, Jesús el Mesías, 122.

[25] Ibid., 121.

[26] Mateo 3:14,15.

[27] Morris, The Gospel According to Matthew, 64.

[28] 2 Corintios 5:21 (NVI).

[29] Isaías 53:11,12 (NVI).

[30] Morris, The Gospel According to Matthew, 65.

[31] Charles Price, devocional, 15 de julio (en el sitio web Vive la verdad).

[32] Lucas 11:1–4.

[33] Mateo 4:17; Marcos 1:14,15; Lucas 13:3.

[34] Mateo 24:44.

[35] Mateo 23:36–38.

[36] Mateo 23:23–28; Lucas 5:32.

[37] Mateo 9:10; Lucas 15:1.

[38] Este resumen de similitudes y diferencias está tomado de Jeremias, Teología del Nuevo Testamento, 65,66.

[39] Juan 1:29,30,33,34.

[40] Lucas 4:1,14,18,21.