Jesús, Su vida y mensaje: Juan 17: Oración de Jesús (2ª parte)

agosto 17, 2021

Enviado por Peter Amsterdam

[Jesus—His Life and Message: John 17: Jesus’ Prayer (Part 2)]

La oración de Jesús por Sus discípulos, que comenzamos a estudiar en el artículo anterior, continúa hasta el final de Juan 17. En el versículo 12, Jesús se refiere en Su oración a los discípulos: dice que los ha protegido, que los ha guardado y que ninguno de ellos se ha perdido, con la excepción de Judas, al que llama «el hijo de perdición».

La oración de Jesús prosigue de la siguiente manera:

Pero ahora vuelvo a Ti, y hablo esto en el mundo para que tengan Mi gozo completo en sí mismos[1].

Jesús continúa con el pensamiento expresado en el versículo 11: «Ya no estoy en el mundo; pero estos están en el mundo, y Yo voy a Ti. Padre santo, a los que me has dado, guárdalos en Tu nombre, para que sean uno, así como nosotros»[2]. En Su oración, Jesús repite algo que ya había dicho a Sus discípulos en este evangelio, cuando se refirió a que Su gozo y el de ellos sería completo.

Estas cosas os he hablado para que Mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea completo[3].

Hasta ahora nada habéis pedido en Mi nombre; pedid, y recibiréis, para que vuestro gozo sea completo[4].

Jesús quiere que Sus discípulos tengan el mismo gozo que Él tiene, incluso en ese período de pesar que tendrán en el mundo. «También vosotros ahora tenéis tristeza, pero os volveré a ver y se gozará vuestro corazón, y nadie os quitará vuestro gozo»[5]. Tendrán gozo «completo en sí mismos» por efecto de su relación con Jesús, no por las difíciles circunstancias en las que vivirán, y a las cuales Jesús se refiere a continuación.

Yo les he dado Tu palabra, y el mundo los odió porque no son del mundo, como tampoco Yo soy del mundo[6].

Aquí Jesús repite algo que ya ha dicho en este capítulo: «Las palabras que me diste les he dado»[7]. Pero esta vez añade que el mundo ha odiado a los discípulos. No es la primera vez que alude al odio del mundo: «Si el mundo os odia, sabed que a Mí me ha odiado antes que a vosotros»[8]. También repite el motivo de ese odio: «Porque no sois del mundo, antes Yo os elegí del mundo, por eso el mundo os odia»[9]. A causa del odio del mundo, los discípulos necesitan protección. En Su oración, Jesús dice que los ha cuidado.

Cuando estaba con ellos en el mundo, Yo los guardaba en Tu nombre; a los que me diste, Yo los guardé[10].

Los guardará una vez más antes de irse al Cielo, cuando lo arresten y diga a Sus captores: «Si me buscáis a Mí, dejad ir a estos»[11].

Jesús continúa orando:

No ruego que los quites del mundo, sino que los guardes del mal. No son del mundo, como tampoco Yo soy del mundo[12].

En ese punto, Jesús retoma la oración de intercesión que estaba haciendo antes y que había terminado con las palabras «para que sean uno, así como nosotros»[13]. Los discípulos, que tal como ha dicho han sido elegidos del mundo, no deben ser quitados del mundo, sino permanecer en él. En la petición de Jesús, el énfasis está en que se los guarde del mal. Es similar a lo que dice el Padrenuestro: «Líbranos del mal»[14], o según algunas versiones, «del maligno»[15]. Guardarlos del mal es guardarlos a salvo en un mundo hostil. Cuando Jesús afirma que no son del mundo, está repitiendo lo que ya ha dicho dos versículos antes: «No son del mundo, como tampoco Yo soy del mundo»[16].

Santifícalos en Tu verdad: Tu palabra es verdad[17].

Jesús pide al Padre que santifique a los discípulos en la verdad. Seguidamente explica que la verdad es la palabra de Dios. Al decir «Tu verdad» no se refiere a las escrituras del Antiguo Testamento (la Torá y los Profetas), sino a la palabra, el mensaje del Padre que ha comunicado a los discípulos y que ellos «recibieron» y «han guardado»[18]. «Si vosotros permanecéis en Mi palabra, seréis verdaderamente Mis discípulos; y conoceréis la verdad y la verdad os hará libres»[19]. La verdad los ha liberado, de modo que ya no son siervos, sino amigos. «Ya no os llamaré siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor; pero os he llamado amigos, porque todas las cosas que oí de Mi Padre os las he dado a conocer»[20].

Como Tú me enviaste al mundo, así Yo los he enviado al mundo[21].

La misión de Jesús, cuando el Padre lo envió al mundo, marca la pauta para la de los discípulos. Jesús se refiere a la misión de los discípulos en pretérito, como si ya hubiera comenzado. Sin embargo, no empezará oficialmente hasta el capítulo 20, cuando Él les diga: «Como me envió el Padre, así también Yo os envío»[22]. Los evangelios sinópticos[23] narran que, en el curso de Su ministerio, Jesús envió a los discípulos en viajes misioneros[24]. Pero aquí usa la expresión «al mundo», que no aparece en los evangelios sinópticos. Da la impresión de que aquí el énfasis está en la misión de alcance mundial que comenzaría tras la resurrección de Jesús.

Por ellos Yo me santifico a Mí mismo, para que también ellos sean santificados en la verdad[25].

La santificación de los discípulos todavía no se ha producido; de ahí que Jesús diga: «Por ellos Yo me santifico a Mí mismo». Él se separa y se aparta con el fin de hacer la voluntad del Padre, que es que ponga Su vida por los discípulos (y por todos los futuros creyentes). Dará Su vida para que los discípulos puedan ser santificados y separados para Dios.

Pero no ruego solamente por estos, sino también por los que han de creer en Mí por la palabra de ellos, para que todos sean uno; como Tú, Padre, en Mí y Yo en Ti, que también ellos sean uno en Nosotros, para que el mundo crea que Tú me enviaste[26].

Ahora Jesús ora por todos los creyentes, por los de generaciones anteriores y por nosotros hoy. Sus palabras evocan un pasaje anterior de este evangelio: «Tengo, además, otras ovejas que no son de este redil; a esas también debo atraer y oirán Mi voz, y habrá un rebaño y un pastor»[27]. Jesús ruega por que todos los creyentes de todas partes estén unidos en su entrega a Jesús y al Padre.

Yo les he dado la gloria que me diste, para que sean uno, así como Nosotros somos uno. Yo en ellos y Tú en Mí, para que sean perfectos en unidad, para que el mundo conozca que Tú me enviaste, y que los has amado a ellos como también a Mí me has amado[28].

Jesús dice que ha dado a Sus seguidores la gloria que el Padre le dio. ¿Cuál es esa gloria? Cierto autor explica:

Del mismo modo que para Él la gloria verdadera consistió en seguir la senda de la humildad y el servicio que culminó en la cruz, para [Sus discípulos] la gloria verdadera está en la senda de la humildad y el servicio, sin importar a dónde los conduzca[29].

A los discípulos se les da gloria con el propósito de que estén unidos. Jesús ruega por que estén unidos como lo están el Padre y Él. Jesús mora en los creyentes, y el Padre mora en Él. Los creyentes alcanzan la unidad con el Padre por medio de Jesús, algo que Él ya ha mencionado en un pasaje anterior de este evangelio: «Nadie viene al Padre sino por Mí»[30].

Padre, aquellos que me has dado, quiero que donde Yo esté, también ellos estén conmigo, para que vean Mi gloria que me has dado, pues me has amado desde antes de la fundación del mundo[31].

En Su oración, Jesús ha presentado peticiones al Padre en tres ocasiones. Para ello lo ha llamado «Padre» tres veces (vers. 1, 5, 21) y «Padre santo» una vez (vers. 11). Aquí vuelve a llamarlo Padre, solo que esta vez, en lugar de hacerle una petición como antes, emplea la palabra quiero. Eso cuadra con algo que Él ha enseñado a Sus discípulos sobre la oración en un pasaje anterior: «Pedid todo lo que queráis y os será hecho»[32].

Jesús en Su oración habla de «aquellos que me has dado», refiriéndose a Sus discípulos. Se trata principalmente de los Doce[33] (menos Judas, que lo traicionó) que lo acompañaron a lo largo de Su ministerio. Pero también incluye a otros que creyeron en Él y lo siguieron durante Su vida pública, como María Magdalena (Marcos 15), Marta (Juan 11), los samaritanos de Sicar (Juan 4), el hombre que nació ciego (Juan 9), Juana, la esposa de Chuza (Lucas 8); y aparte de ellos, los que creerían en Él por la palabra de esos primeros creyentes[34].

Al mencionar en Su oración que desea que Sus discípulos estén con Él donde Él esté, Jesús no se refiere al presente, sino a la presencia de los discípulos con Él tras Su ascensión al Cielo. La frase en la que dice: «Para que vean Mi gloria que me has dado, pues me has amado desde antes de la fundación del mundo»,lleva a preguntarse cómo verán los discípulos la gloria que tendrá Jesús cuando regrese al Padre.

Cierto autor escribe:

¿De qué manera esa visión de gloria futura excederá lo que ya han «visto» a lo largo de Su vida pública? En cierto modo, es imposible saberlo. ¿Cómo cuantifica uno la «gloria»? Quizá la mejor respuesta sea decir que la gloria que tenía Jesús antes de que el mundo fuera y que volverá a tener cuando regrese al Padre es la medida del amor del Padre por Él. La gloria del Hijo es la que el Padre le ha dado porque lo ha amado «desde antes de la fundación del mundo». Lo que quiere que «vean» los discípulos es la magnitud de ese amor[35].

Los discípulos con mucha probabilidad no captarán plenamente el amor de Dios hasta que comparezcan con Jesús en presencia del Padre y vean por sí mismos la gloria del amor del Padre por el Hijo y por ellos.

Padre justo, el mundo no te ha conocido, pero Yo te he conocido, y estos han conocido que Tú me enviaste. Les he dado a conocer Tu nombre y lo daré a conocer aún, para que el amor con que me has amado esté en ellos y Yo en ellos[36].

Esa forma de tratamiento, «Padre justo», es única. Solo aparece en este versículo de las Escrituras, aunque el significado se aproxima al de «Padre santo», expresión empleada en el versículo 11. Si bien Jesús ha mencionado que el mundo posiblemente creerá y conocerá (vers. 21 y 23), y hablado de que los discípulos verán en el futuro la gloria de Jesús, todavía puede decirle al Padre: «El mundo no te ha conocido».Lo mismo se menciona al principio de este evangelio: «En el mundo estaba, y el mundo fue hecho por medio de Él; pero el mundo no lo conoció»[37].

En cambio, a diferencia del mundo, Jesús sí conoce al Padre. «El Padre me conoce y Yo conozco al Padre»[38]. Añade que los discípulos también lo conocen. «Estos han conocido que Tú me enviaste. Les he dado a conocer Tu nombre»[39]. Conocen el nombre del Padre porque Jesús les ha revelado que es el Padre de ellos. Seguidamente Jesús declara que continuará dando a conocer el nombre del Padre. Es una alusión al futuro, dice que Su ministerio continuará. Probablemente se refiere a la venida del Espíritu Santo que Jesús había anunciado. «Cuando venga el Espíritu de verdad, Él os guiará a toda la verdad»[40].

Jesús termina Su oración diciendo: «Para que el amor con que me has amado esté en ellos y Yo en ellos»[41]. Se refiere al amor del que nacen todas las demás formas de amor: el del Padre por el Hijo. De ese amor emana el amor del Hijo por los discípulos, y del amor de Jesús por los discípulos nace su amor entre ellos.


Nota

A menos que se indique otra cosa, todos los versículos de la Biblia proceden de la versión Reina-Valera, revisión de 1995 © Sociedades Bíblicas Unidas, 1995. Utilizados con permiso.


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[1] Juan 17:13.

[2] Juan 17:11.

[3] Juan 15:11.

[4] Juan 16:24.

[5] Juan 16:22.

[6] Juan 17:14.

[7] Juan 17:8.

[8] Juan 15:18.

[9] Juan 15:19.

[10] Juan 17:12.

[11] Juan 18:8.

[12] Juan 17:15,16.

[13] Juan 17:11.

[14] Mateo 6:13.

[15] Mateo 6:13 (NVI).

[16] Juan 17:14.

[17] Juan 17:17.

[18] V. Juan 17:6,8.

[19] Juan 8:31,32.

[20] Juan 15:15.

[21] Juan 17:18.

[22] Juan 20:21.

[23] Mateo, Marcos y Lucas.

[24] Macos 6:7–13; Mateo 10:5–16; Lucas 9:1–6; 10:1–12.

[25] Juan 17:19.

[26] Juan 17:20,21.

[27] Juan 10:16.

[28] Juan 17:22,23.

[29] Morris, El Evangelio según Juan, Vol. 2, 362.

[30] Juan 14:6.

[31] Juan 17:24.

[32] Juan 15:7.

[33] Juan 6:70.

[34] Juan 17:20.

[35] Michaels, The Gospel of John, 880.

[36] Juan 17:25,26.

[37] Juan 1:10.

[38] Juan 10:15.

[39] Juan 17:25,26.

[40] Juan 16:13.

[41] Juan 17:26.