Jesús, Su vida y mensaje: La prueba

marzo 10, 2015

Enviado por Peter Amsterdam

[Jesus—His Life and Message: The Test]

(Si lo deseas, puedes consultar el artículo introductorio en el que se explican el propósito y el plan de esta serie.)

Cuando Jesús fue bautizado por Juan el Bautista, la voz de Dios proclamó que Él era Su Hijo. Al mismo tiempo el Espíritu Santo le confirió poder para el ministerio de predicar el reino de Dios y cumplir la misión que Su Padre le había encomendado: llevar la salvación a la humanidad.

Los tres evangelios sinópticos hablan de un período de prueba por el que pasó justo después de Su bautismo. La narración de Marcos es la más breve:

Luego el Espíritu lo impulsó al desierto. Y estuvo allí en el desierto cuarenta días. Era tentado por Satanás y estaba con las fieras, y los ángeles lo servían[1].

Las versiones de Lucas y de Mateo son mucho más extensas y se parecen, si bien contienen alguna que otra diferencia. Ambas especifican tres tentaciones y el desenlace de cada una, aunque invierten el orden de la segunda y la tercera. El Evangelio de Mateo relata de esta manera lo que sucedió:

Entonces Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto para ser tentado por el diablo[2]. Después de haber ayunado cuarenta días y cuarenta noches, sintió hambre. Se le acercó el tentador y le dijo: «Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en pan». Él respondió y dijo: «Escrito está: “No solo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”».

Entonces el diablo lo llevó a la santa ciudad, lo puso sobre el pináculo del Templo y le dijo: «Si eres Hijo de Dios, tírate abajo, pues escrito está: “A Sus ángeles mandará acerca de Ti”, y “En sus manos te sostendrán, para que no tropieces con Tu pie en piedra”». Jesús le dijo: «Escrito está también: “No tentarás al Señor tu Dios”».

Otra vez lo llevó el diablo a un monte muy alto y le mostró todos los reinos del mundo y la gloria de ellos, y le dijo: «Todo esto te daré, si postrado me adoras». Entonces Jesús le dijo: «Vete, Satanás, porque escrito está: “Al Señor tu Dios adorarás y solo a Él servirás”». El diablo entonces lo dejó, y vinieron ángeles y lo servían[3].

El Espíritu Santo, que cuando Jesús fue bautizado descendió sobre Él y permaneció sobre Él[4], lo conduce al desierto para que sea sometido a unas pruebas. Eso nos indica que las tentaciones a las que estuvo expuesto no se debieron a nada malo que Él hubiera hecho, sino que fueron consecuencia directa de la guía de Dios[5]. El desierto es Su terreno de pruebas antes del inicio de Su vida pública, donde el Diablo trata de desviarlo para que no haga la voluntad de Su Padre.

El ayuno de cuarenta días de Jesús hace pensar en el de Moisés y el de Elías. «Moisés estuvo allí con el Señor cuarenta días y cuarenta noches; no comió pan ni bebió agua. Y escribió en tablas las palabras del pacto, los diez mandamientos»[6]. «[Elías] se levantó, pues, comió y bebió. Fortalecido con aquella comida anduvo cuarenta días y cuarenta noches hasta Horeb, el monte de Dios»[7].

Como veremos, hay otros elementos que conectan las tentaciones de Jesús con Moisés y el pasado de Israel.

La raíz de las palabras griegas traducidas como tentación, tentado y tentador tiene el sentido —aquí y en otros pasajes del Nuevo Testamento— de probar o examinar a alguien para determinar o demostrar su valía o fidelidad. Se entiende como una prueba o examen. Después de ser bautizado y comisionado, Jesús es probado. Sus pruebas son similares a las que afrontó la nación de Israel (llamada «el hijo de Dios» en el Antiguo Testamento[8]) durante los cuarenta años que estuvo en el desierto.

La primera tentación es convertir las piedras en pan: «Se le acercó el tentador y le dijo: “Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en pan”». En el original en griego, la expresión «si eres» puede interpretarse como «puesto que eres», así que muy probablemente Satanás reconoce que Jesús, por ser Hijo de Dios, tiene autoridad para ordenar a las piedras que se conviertan en panes. Tanto el desafío como la respuesta de Jesús dan a entender que podría hacerlo si quisiera[9].

¿Por qué es esto una prueba y por qué habría estado mal que Jesús convirtiera las piedras en panes? Tiene que ver con cómo va a llevar a cabo Su ministerio, qué clase de Mesías va a ser y cómo usará el poder y la autoridad que se le ha conferido. ¿Usará Su poder en beneficio propio, para satisfacer Sus necesidades personales? ¿O lo hará conforme a la voluntad de Su Padre, en sumisión a Él? Jesús, que va a enseñar a Sus discípulos a confiar en que Dios les dé el pan de cada día, ¿confiará en que Su Padre haga lo mismo con Él cuando tiene hambre? ¿Confiará en que Dios le dé comida de la misma manera que alimentó a Israel durante cuarenta años en el desierto?

Al concluir el tiempo que pasó Israel en el desierto, Moisés dijo a los que estaban a punto de entrar en la Tierra Prometida:

Te acordarás de todo el camino por donde te ha traído el Señor, tu Dios, estos cuarenta años en el desierto, para afligirte, para probarte, para saber lo que había en tu corazón, si habías de guardar o no Sus mandamientos. Te afligió, te hizo pasar hambre y te sustentó con maná, comida que ni tú ni tus padres habían conocido, para hacerte saber que no solo de pan vivirá el hombre, sino de todo lo que sale de la boca del Señor vivirá el hombre[10].

En el desierto, Dios cuidó y sustentó a Israel, Su hijo. «Cuando Israel era muchacho, Yo lo amé, y de Egipto llamé a Mi hijo»[11]. ¿Qué va a hacer Jesús, Su Hijo? ¿Confiar en Él? ¿O tratar de resolver la cuestión por Su cuenta? Esa decisión va a determinar Su ministerio y la clase de Mesías que va a ser. Esa es la prueba.

La respuesta de Jesús consiste en citar un pasaje de Deuteronomio 8 que dice que «no solo de pan vivirá el hombre», sino de toda palabra que sale de la boca de Dios. Con eso declara que, en tanto que Hijo unigénito de Dios, hará lo que no hizo Israel. Confiará en Dios. Se regirá por la voluntad y las instrucciones divinas. No tratará de resolver las cosas por Sí mismo. Si al Hijo, que ha sido llevado por el Espíritu Santo al desierto, se le debe dar comida, confiará en que el Padre se la proporcione en vez de actuar de forma independiente. No cuestionará la providencia divina ni rechazará Su dependencia de Su Padre. Se está comprometiendo a dejar que el Padre gobierne Su vida.

En el Evangelio de Mateo, la siguiente tentación o prueba es el desafío que le lanza el Diablo a Jesús para que salte desde el pináculo del Templo en Jerusalén, diciéndole que si lo hace, Dios lo protegerá. No se nos explica cómo ha llevado el Diablo a Jesús al Templo; solo dice que lo llevó. La palabra griega pterigion, que está traducida como pináculo o, en algunas versiones, como alero, se usaba figurativamente para referirse al borde o a la parte alta y visible del Templo[12]. Aunque nadie sabe exactamente qué parte del Templo era el pináculo, muchos comentaristas se imaginan que era una parte del complejo religioso desde la que había una caída en picada hacia el valle de Cedrón, que es un profundo barranco.

El Diablo le dice: «Si eres Hijo de Dios, tírate abajo». Jesús ha respondido a la primera tentación con un pasaje de las Escrituras, y esta vez el Diablo le cita el Salmo 91:11,12: «A Sus ángeles mandará acerca de ti» y «En las manos te llevarán para que tu pie no tropiece en piedra». ¿Por qué ha llevado el Diablo a Jesús al Templo y por qué lo desafía a arrojarse? Lo está desafiando a poner a prueba la protección divina, a forzar a Dios a hacer un milagro de protección en vez de confiar simplemente en Sus promesas. Como el Templo era considerado la morada de Dios en la Tierra, se sobreentiende que esa proximidad a Dios convertirá el salto en un acto seguro para Jesús. El pasaje citado dice claramente que los ángeles de Dios lo protegerán. El argumento de Satanás es que, como Dios lo va a proteger, Jesús debería atreverse a saltar. Así la gente que esté en el Templo y en sus alrededores verá que Dios lo ha protegido y de un momento a otro obtendrá reconocimiento, fama y gloria.

Jesús entiende que el Diablo pretende que ponga a prueba la protección divina. Morris escribe:

Lo que propone Satanás es que Jesús se arroje y se ponga en peligro sin necesidad, que cree un peligro donde no lo hay. Y ¿para qué? Para obligar a Dios a salvarlo milagrosamente. Se trata de una tentación de manipular a Dios, de crear una situación no deseada por Dios en la que este se vea obligado a intervenir como dicte Jesús[13].

La sutil inferencia en esta tentación es que quizá Dios no lo protegería. Poner a prueba a Dios de esa manera sería un acto de incredulidad disfrazada de fe.

Esta tentación consiste en desafiar a Dios —basándose en una supuesta «fe»— para que salve sobrenaturalmente a Su Hijo cuando se arroje desde la cúspide del templo. Jesús entendió la tenue distinción entre confiar en que Dios proveyera para Sus necesidades y desafiarlo para que lo rescatara de dificultades creadas de manera artificial. Lo primero es un acto de fe; lo segundo, una malévola y desafiante provocación a Dios[14].

Jesús no desaprueba que Satanás cite las Escrituras, pero responde con otro pasaje que muestra que el Diablo hace mal uso de ellas. Dicho pasaje es Deuteronomio 6:16, y el versículo completo dice: «No tentaréis al Señor, vuestro Dios, como lo tentasteis en Masah». Se refiere a un incidente en que el pueblo de Israel se quejó a Moisés en el desierto de que no había agua para beber. Moisés respondió: «¿Por qué disputáis conmigo? ¿Por qué tentáis al Señor?» Seguidamente Dios le indicó a Moisés que lo esperaría sobre la peña de Horeb, le dio instrucciones para que golpeara la roca y le dijo que saldría agua de ella. Moisés «dio a aquel lugar el nombre de Masah y Meriba, por la rencilla de los hijos de Israel y porque tentaron al Señor al decir: “¿Está, pues, el Señor entre nosotros o no?”»[15]

Poner a prueba al Señor como planteaba el Diablo habría evidenciado falta de fe por parte de Jesús, como lo hizo en el caso de Israel. Jesús confía en Su Padre; no le hace falta desafiarlo ni ponerlo a prueba. No tiene necesidad de que Él le manifieste milagrosamente Su amor y protección. Se ha comprometido a una vida de fe y obediencia y tiene la tranquilidad y la seguridad de que Su vida está en manos de Su amoroso Padre.

Para la tercera prueba, «lo llevó el diablo a un monte muy alto y le mostró todos los reinos del mundo y la gloria de ellos, y le dijo: “Todo esto te daré, si postrado me adoras”». La mayoría de los comentaristas considera que se trató de una visión que tuvo. Morris escribe: «El hecho de que no haya una montaña desde la que se pueda ver literalmente el mundo entero es un argumento en favor de que el tentador hizo que Jesús se formara en la mente una imagen de todo esto»[16]. Lucas en su Evangelio no menciona ninguna montaña: «El diablo lo llevó a un lugar alto y le mostró en un instante todos los reinos del mundo»[17]. Como sea que lo hiciera, el caso es que le mostró a Jesús la gloria de los reinos del mundo y se los ofreció. Lucas expresa de esta manera la tentación de Satanás:

A Ti te daré todo el poder de estos reinos y la gloria de ellos, porque a mí me ha sido entregada y a quien quiero la doy. Si Tú, postrado, me adoras, todos serán Tuyos[18].

Darrell Bock explica la significación que habría tenido el que Jesús adorara a Satanás:

La condición que pone Satanás es que el Hijo abjure de Su lealtad al Padre. Debe arrodillarse y rendirle culto a él, lo cual requiere más que un simple acto pasajero y de hecho es algo que habría alterado Su vida. A menudo se describe la tentación como si todo lo que tenía que hacer Jesús era hincarse de rodillas una sola vez, y todo sería Suyo. Pero el desafío implica un abandono de Dios, y tal defección habría tenido consecuencias para toda Su vida. El Diablo le pidió a Jesús que le ofreciera el respeto y el honor que solo Dios se merece, pues al postrarse ante él habría aceptado su autoridad y su soberanía. El significado de la oferta estaba claro: si Jesús le entregaba Su corazón a Satanás y se arrodillaba ante él, este le dejaría gobernar[19].

Una vez más, Jesús responde con un pasaje de las Escrituras:

«Vete, Satanás, porque escrito está: “Al Señor tu Dios adorarás y solo a Él servirás”»[20].

Este versículo está en Deuteronomio 6, donde Moisés, cuando se disponían a entrar en la Tierra Prometida, advierte a los israelitas contra la idolatría. En el Antiguo Testamento, la idolatría y la demonolatría estaban estrechamente ligadas la una a la otra[21]. La respuesta de Jesús deja bien claro que Él le es leal a Su Padre, el cual es el Señor nuestro Dios y como tal es el único que merece adoración y servicio[22].

Satanás le ofrece a Jesús poder, autoridad y la gloria del mundo a cambio de que le rinda culto y lo sirva. Al rechazar esa oferta, Jesús se muestra fiel a Su Padre y al plan de este para redimir al mundo. Demuestra ser un Hijo leal que no está interesado en el poder mundano, que ha escogido recorrer la senda en la que Dios lo ha puesto, que se entregará por la salvación de la humanidad. Demuestra ser un Hijo digno de la misión que tiene por delante. Ha resistido las tentaciones, ha superado las pruebas. Aunque el Diablo le ha ofrecido este mundo y toda su gloria, al escoger a Su Padre Jesús obtiene mucho más. Más tarde podrá decir: «Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra»[23]. Si hubiera optado por la potestad que le ofrecía Satanás en la Tierra, no tendría potestad también en el Cielo.

Mateo escribe: «El diablo entonces lo dejó, y vinieron ángeles y lo servían»[24]. Lucas termina con esta frase: «Cuando acabó toda tentación el diablo, se apartó de Él por un tiempo»[25].

Ha terminado el período de pruebas. Jesús ha demostrado ser digno y leal, y son enviados ángeles a servirlo y atender Sus necesidades. La palabra griega traducida como servir también significa cuidar, proporcionar comida, atender las necesidades de alguien, cuidar a los pobres y enfermos.

El hecho de que el Diablo se aparte no significa que Jesús nunca más vaya a ser tentado por él, sino que ha superado las pruebas y frustrado las tentativas de Satanás de descarriarlo al principio de Su ministerio.

La información sobre la tentación de Jesús en el desierto solo podría proceder de Él mismo, pues no había nadie más presente. En algún momento de Su vida pública debió de contarles a Sus discípulos esta experiencia.

En los Evangelios hay otros pasajes en los que Jesús relata encuentros con Satanás o tentaciones que Él le puso, por ejemplo cuando les contó a Sus discípulos que en Jerusalén lo iban a matar. Pedro lo reprendió por decir eso, y Jesús reaccionó enérgicamente con estas palabras: «¡Quítate de delante de Mí, Satanás!» Lo que Pedro decía tenía reminiscencias de lo que Satanás le había dicho en el desierto. Pedro insistía en que Jesús no necesitaba morir, sino que podía tomar una vía más fácil y evitar sufrir. En esencia, eso es lo que el Diablo le ofreció en el desierto.

Desde entonces comenzó Jesús a declarar a Sus discípulos que le era necesario ir a Jerusalén y padecer mucho a manos de los ancianos, de los principales sacerdotes y de los escribas, y ser muerto, y resucitar al tercer día. Entonces Pedro, tomándolo aparte, comenzó a reconvenirlo, diciendo: «Señor, ten compasión de Ti mismo. ¡En ninguna manera esto te acontezca!» Pero Él, volviéndose, dijo a Pedro: «¡Quítate de delante de Mí, Satanás! Me eres tropiezo, porque no pones la mira en las cosas de Dios, sino en las de los hombres»[26].

Jesús se refirió a Sus pruebas cuando dijo a Sus discípulos:

«Vosotros sois los que habéis permanecido conmigo en Mis pruebas» (tentaciones en la versión RVR 1909)[27].

Cuando acusaron a Jesús de echar demonios por el poder de Satanás, Él respondió con una breve parábola en la que dio a entender que echaba demonios porque había derrotado a Satanás.

Nadie puede entrar en la casa de un hombre fuerte y saquear sus bienes, si antes no lo ata; solamente así podrá saquear su casa[28].

Cuando regresaron los 72 discípulos después de haber salido de dos en dos, regocijándose de que los demonios se les sometían en el nombre de Jesús, Él comentó: «Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo»[29], indicando que Satanás había sido derrotado por Él y que por medio de Él Sus discípulos podían saquear la casa del Diablo. Jesús venció al tentador en el encuentro que tuvo con él en el desierto, y aunque a lo largo de Su vida pública este siguió tratando de derrotarlo, Jesús fue en todo momento leal a Su Padre, hasta morir en la cruz; y por ese acto de lealtad venció a Satanás de una vez por todas.


Nota

A menos que se indique otra cosa, todos los versículos de la Biblia proceden de la versión Reina-Valera, revisión de 1995, © Sociedades Bíblicas Unidas, 1995. Utilizados con permiso.


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[1] Marcos 1:12,13.

[2] Desierto: Extensión de tierra que es básicamente silvestre, no arable, y o bien escasamente poblada o no apta para asentamientos permanentes. Tanto puede referirse a un pedregal como a una montaña, un bosque o un pantano. En el Cercano Oriente, el desierto es característicamente seco, desolado, más que nada rocoso y arenoso. Es un terreno agreste, desigual, atravesado por barrancos.

La palabra española desierto se emplea para traducir varias palabras hebreas (y griegas), entre ellas midbar, «lugar para llevar ganado», que se utiliza para estepas, tierras calcinadas por el calor del verano y en general pedregales y arenales que reciben un mínimo de lluvia, en los que únicamente hay asentamientos nómades; jeshimon, que se aplica principalmente a la zona deshabitada situada a ambas márgenes del Jordán al norte del mar Muerto; y arabá, que cuando se usa con un artículo se refiere a la continuación de ese mismo valle hacia el golfo de Aqaba, pero también puede aplicarse a cualquier extensión seca de tierra. Por consiguiente, la palabra desierto en la Biblia se emplea para referirse tanto a regiones montañosas como a llanuras que tras la lluvia pueden servir de pastizales.  L. Ryken, J. Wilhoit, T. Longman, C. Duriez, D. Penney y D. G. Reid: Diccionario enciclopédico de imágenes y símbolos de la Biblia, Vida, 2015.

[3] Mateo 4:1–11.

[4] Juan 1:32.

[5] Bock, Luke Volume 1 1:1–9:50, 368.

[6] Éxodo 34:28. También Deuteronomio 9:9: «Cuando yo subí al monte para recibir las tablas de piedra, las tablas del pacto que el Señor hizo con vosotros, estuve entonces en el monte cuarenta días y cuarenta noches, sin comer pan ni beber agua».

[7] 1 Reyes 19:8.

[8] «Dirás al faraón: “El Señor ha dicho así: Israel es Mi hijo, Mi primogénito. Ya te he dicho que dejes ir a Mi hijo, para que me sirva; pero si te niegas a dejarlo ir, Yo mataré a tu hijo, a tu primogénito”» (Éxodo 4:22,23).

[9] Stein, Jesús el Mesías, 129.

[10] Deuteronomio 10:2,3.

[11] Oseas 11:1.

[12] G. H. Twelftree, Dictionary of Jesus and the Gospels, 827.

[13] Morris, The Gospel According to Matthew, 76.

[14] Stein, Jesús el Mesías, 131.

[15] Éxodo 17:2–7.

[16] Morris, The Gospel According to Matthew, 77.

[17] Lucas 4:5 (NVI).

[18] Lucas 4:6,7.

[19] Bock, Luke Volume 1 1:1–9:50, 379.

[20] Mateo 4:10.

[21] «Sacrificaron a los demonios, y no a Dios; a dioses que no habían conocido, a nuevos dioses venidos de cerca, que no habían temido vuestros padres» (Deuteronomio 32:17).

«Sacrificaron sus hijos y sus hijas a los demonios, y derramaron la sangre inocente, la sangre de sus hijos y de sus hijas, a quienes ofrecieron en sacrificio a los ídolos de Canaán; y la tierra fue contaminada con sangre» (Salmo 106:37,38).

[22] Twelftree, Dictionary of Jesus and the Gospels, 824.

[23] Mateo 28:18.

[24] Mateo 4:11.

[25] Lucas 4:13.

[26] Mateo 16:21–23.

[27] Lucas 22:28.

[28] Marcos 3:27.

[29] Lucas 10:18.