Jesús, Su vida y mensaje: Los «Yo soy»

abril 17, 2018

Enviado por Peter Amsterdam

La puerta

[Jesus—His Life and Message: The “I Am” Sayings. The Door]

En el capítulo 10 de Juan, Jesús dice «Yo soy» en dos ocasiones: «De cierto, de cierto os digo: Yo soy la puerta de las ovejas»[1], y; «Yo soy el buen pastor»[2]. En este artículo examinaremos los primeros diez versículos de ese capítulo, que contienen el primer «Yo soy».

El capítulo comienza con estas palabras:

De cierto, de cierto os digo: El que no entra por la puerta en el redil de las ovejas, sino que sube por otra parte, ese es ladrón y salteador[3].

El término griego traducido como «redil» se utilizaba para referirse a un recinto murado, por lo general contiguo a una edificación, y sin techo, como un patio. En aquel tiempo, las estructuras de ese tipo servían a diversos fines. En este pasaje debía de ser un aprisco o corral en el que el pastor encerraba las ovejas por la noche con el fin de resguardarlas de los elementos y de las fieras. El patio tenía un solo acceso y una puerta que, como veremos más adelante en este pasaje, vigilaba un portero. Dentro del recinto, las ovejas estaban protegidas y a salvo de depredadores como los lobos. No obstante, cabía la posibilidad de que unos ladrones o salteadores escalaran el muro y se metieran en el recinto para robar una oveja.

Jesús describió al pastor en contraposición a los ladrones y salteadores, diciendo: «El que entra por la puerta, el pastor de las ovejas es. A este abre el portero, y las ovejas oyen su voz; y a sus ovejas llama por nombre y las saca»[4]. El que vigila la puerta —denominado «portero» o «guarda» según las versiones— conoce al pastor. Este, a diferencia de los ladrones, tiene acceso legítimo a las ovejas.

Las ovejas conocen la voz del pastor. Cierto autor comenta:

Los pastores solían tener una relación muy cercana con sus ovejas, lo cual por lo general resultaba fácil teniendo en cuenta que los rebaños en promedio tenían unas cien ovejas. La expresión «llamar por nombre» denota más que nada cercanía, y con frecuencia cierto grado de afecto[5].

Otro escribe:

Temprano una mañana presencié algo extraordinario no lejos de Belén. Vi a dos pastores que a todas luces habían pasado la noche con sus rebaños en una cueva. Las ovejas estaban todas entremezcladas, y había llegado el momento de que los pastores se fueran en distintas direcciones. Uno de ellos se paró a cierta distancia de las ovejas y comenzó a llamarlas. Primero corrió hacia él una, luego otra, a continuación cuatro o cinco; y así siguieron hasta que terminó de contar todo su rebaño[6].

Las ovejas reconocen la voz o la llamada de su pastor y responden.

Sigamos con el capítulo 10 de Juan:

Y cuando ha sacado fuera todas las propias, va delante de ellas; y las ovejas lo siguen porque conocen su voz. Pero al extraño no seguirán, sino que huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños[7].

El pastor va delante de su rebaño, y las ovejas lo siguen, porque se les ha enseñado a reconocer Su voz y Sus órdenes. A veces los pastores utilizaban un tipo de flauta y comunicaban instrucciones al rebaño tocando diferentes melodías. Cuando el pastor se disponía a sacar las ovejas del redil, las llamaba de un modo especial, y si utilizaba una flauta tocaba una melodía particular; las ovejas la reconocían y lo seguían. Cierto autor señala:

Por lo visto los extraños, aunque se vistan como el pastor y traten de imitar su llamada, solo logran ahuyentar las ovejas. Estas conocen la voz de su pastor, pero no la de los extraños, por lo que no responden a la llamada de estos[8].

El texto sigue diciendo:

Esta alegoría les dijo Jesús, pero ellos no entendieron qué era lo que les quería decir[9].

El vocablo griego paroimía, traducido como «alegoría», aparece solo dos veces en el Nuevo Testamento: aquí y en 2 Pedro 2:22, donde se traduce como «proverbio». La definición de paroimía es «dicho que se sale de lo normal o se desvía del modo habitual de expresarse». En la versión RV1909 se traduce como «parábola», y en otras como «ejemplo» o «figura».

Dice que los que escuchaban a Jesús no lo entendieron. ¿Quiénes eran esas personas? El capítulo anterior termina con Jesús diciendo a los fariseos: «Si fuerais ciegos no tendríais pecado, pero ahora, porque decís: “Vemos”, vuestro pecado permanece»[10]. Por eso se sobreentiende que los que no lo entendieron eran muy probablemente fariseos.

Volvió, pues, Jesús a decirles: «De cierto, de cierto os digo: Yo soy la puerta de las ovejas. Todos los que antes de Mí vinieron, ladrones son y salteadores, pero no los oyeron las ovejas»[11].

Jesús, al llamarse a Sí mismo la puerta del redil, dejó bien claro que era el protector de las ovejas. Por otra parte, cuesta entender la referencia a los que lo antecedieron, ya que no está claro quiénes son. En cierto sentido, los que vinieron antes de Él podrían ser los siervos de Dios que lo precedieron, como Abraham, Moisés, los profetas y Juan el Bautista. Pero es poco probable que aquí se refiriera a ellos, ya que en otros pasajes habló de esos predecesores en términos elogiosos[12].

Lo más probable es que estuviera comparándose con la jerarquía religiosa judía de la época, que se preocupaba más por su propio bienestar que por cuidar de la gente. En los Evangelios se tilda de «avaros» a los fariseos[13]. Refiriéndose a los escribas, Jesús dijo que «devoran las casas de las viudas»[14].

Lo de devorar las casas de las viudas puede entenderse de diversas maneras: es posible que los escribas aceptaran pagos de ellas por prestarles asistencia y asesoría legal, a pesar de que estaba prohibido; que las estafaran en su función de custodias del patrimonio de su marido; que se aprovecharan de su hospitalidad; que administraran mal sus bienes; que les quitaran dinero a cambio de largas oraciones en su nombre; que aceptaran casas en prenda de deudas impagables[15].

Jesús, por ser la puerta, protege las ovejas frente a ladrones y salteadores a los que se les cierra la puerta. Ahora bien, las puertas no siempre están cerradas; y Jesús dice que Él es una puerta abierta para los que entran por Él.

Yo soy la puerta: el que por Mí entre será salvo; entrará y saldrá, y hallará pastos[16].

A las ovejas no se les niega la entrada por la puerta abierta; para ellas es la vía de acceso al patio, donde están seguras.

La frase: «El que por Mí entre será salvo», nos hace pensar en otras declaraciones similares de Jesús que muestran lo inclusivo que Él es al poner la salvación a nuestra disposición.

Yo soy el pan vivo que descendió del cielo; si alguien come de este pan, vivirá para siempre[17].

El que quiera hacer la voluntad de Dios, conocerá si la doctrina es de Dios o si Yo hablo por Mi propia cuenta[18].

De cierto, de cierto os digo que el que guarda Mi palabra nunca verá muerte[19].

Si bien se nos hace una invitación abierta para alcanzar la salvación, solo podemos acceder a ella por medio de Jesús. Él dijo: «Yo soy el camino, la verdad y la vida; nadie viene al Padre sino por Mí»[20]. Cierto autor escribió:

Dada su posición, las palabras «por Mí» están enfatizadas. Él, y solo Él, es quien nos permite acceder a la salvación. Hablar de «la» puerta denota cierta exclusividad. Si hay una puerta, uno tiene que entrar por ella o quedarse fuera. No puede exigir que haya otra[21].

La muerte a la que se refería Jesús no era la física, sino la espiritual. Aunque físicamente moriremos, nuestro espíritu vivirá para siempre.

Dios, que levantó al Señor, también a nosotros nos levantará con Su poder[22].

El que resucitó al Señor Jesús, a nosotros también nos resucitará con Jesús, y nos presentará juntamente con vosotros[23].

Jesús termina mostrando la diferencia entre Él y los ladrones y salteadores.

El ladrón no viene sino para hurtar, matar y destruir; Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia[24].

El ladrón, en este caso, no solo roba; también mata. Se sobreentiende que roba las ovejas para matarlas y comérselas. En este Evangelio se contrasta el ser destruido o perderse con la vida eterna.

De tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a Su Hijo unigénito, para que todo aquel que en Él cree no se pierda, sino que tenga vida eterna[25].

La voluntad del Padre, que me envió, es que no pierda Yo nada de todo lo que Él me da, sino que lo resucite en el día final[26].

Al revés que el ladrón que viene para matar y destruir, Jesús vino para que tuviéramos vida.

De cierto, de cierto os digo: El que oye Mi palabra y cree al que me envió tiene vida eterna, y no vendrá a condenación, sino que ha pasado de muerte a vida[27].

Como el Padre levanta a los muertos y les da vida, así también el Hijo a los que quiere da vida[28].

Esta es la voluntad del que me ha enviado: que todo aquel que ve al Hijo y cree en Él tenga vida eterna; y Yo lo resucitaré en el día final[29].

Yo soy la luz del mundo; el que me sigue no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida[30].

En esta primera parte del capítulo 10 de Juan, Jesús se presenta como la puerta que evita que entren ladrones y salteadores y por consiguiente brinda protección a las ovejas, a la vez que les permite acceder a la salvación. En el resto del capítulo, Jesús habla de que Él es el buen pastor que ama y cuida Sus ovejas. Lo veremos en el siguiente artículo.


Nota

Todos los versículos de la Biblia proceden de la versión Reina-Valera, revisión de 1995, © Sociedades Bíblicas Unidas, 1995. Utilizados con permiso.


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[1] Juan 10:7.

[2] Juan 10:11.

[3] Juan 10:1.

[4] Juan 10:2,3.

[5] Keener, The Gospel of John, A Commentary, Volume 2, 805.

[6] In the Steps of the Master (Londres, 1931), 155, en Morris, El Evangelio según Juan.

[7] Juan 10;4,5.

[8] Morris, El Evangelio según Juan.

[9] Juan 10:6.

[10] Juan 9:41.

[11] Juan 10:7,8.

[12] Juan 8:39,40; 5:46,47; 5:33,35.

[13] Lucas 16:14.

[14] Marcos 12:40.

[15] Stein, Mark, 575.

[16] Juan 10:9.

[17] Juan 6:51.

[18] Juan 7:17.

[19] Juan 8:51.

[20] Juan 14:6.

[21] Morris, El Evangelio según Juan.

[22] 1 Corintios 6:14.

[23] 2 Corintios 4:14.

[24] Juan 10:10.

[25] Juan 3:16.

[26] Juan 6:39.

[27] Juan 5:24.

[28] Juan 5:21.

[29] Juan 6:40.

[30] Juan 8:12.