Más como Jesús: Fidelidad y sinceridad

abril 10, 2018

Enviado por Peter Amsterdam

[More Like Jesus: Faithfulness and Honesty]

Fidelidad

A lo largo tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento se hacen numerosas referencias a la fidelidad. Por definición la fidelidad expresa el concepto de ser a toda prueba y en toda circunstancia leal a alguien o a algo. Asimismo expresa una firme adhesión a las promesas que uno hace.

En la Escritura se dice de Dios que es fiel. Cuando Él se le reveló a Moisés en el Monte Sinaí, declaró:

El Señor, el Señor, Dios clemente y compasivo, lento para la ira y grande en amor y fidelidad[1].

En otro pasaje leemos:

Reconoce, pues, que el SEÑOR tu Dios es Dios: Dios fiel que guarda el pacto y la misericordia para con los que lo aman y guardan Sus mandamientos, hasta mil generaciones[2].

Se nos enseña que Él es un Dios fiel[3] y que la fidelidad del Señor permanece para siempre[4].

El Nuevo Testamento califica al Señor de fiel:

Como siervo, Moisés fue fiel en toda la casa de Dios, para dar testimonio de lo que se iba a decir. Cristo, en cambio, como hijo es fiel sobre Su casa[5].

Entonces vi el cielo abierto, y había un caballo blanco. El que lo montaba [Jesús] se llamaba Fiel y Verdadero[6].

En muchas versiones la fidelidad también aparece entre los componentes del fruto del Espíritu Santo[7]. Evidentemente que Dios —Padre, Hijo y Espíritu Santo— es fiel, inamovible en Sus promesas e invariable en el amor que alberga por nosotros. Por más que flaqueemos o perdamos fe, Él permanece fiel, porque no puede negarse a sí mismo[8].

En el contexto de nuestro afán de asemejarnos más a Cristo, la fidelidad puede tomarse en el sentido de ser leales a Jesús, algo parecido a un matrimonio en el que los dos se manifiestan lealtad porque se aman mutuamente y porque se han comprometido a entregarse el uno al otro. La fidelidad significa adhesión a nuestro compromiso de vivir conforme a la Palabra de Dios, ponerlo primero a Él y no dar prioridad a ninguna otra cosa por delante del compromiso adquirido con Él. Este concepto se expresa en el primero de los Diez Mandamientos:

No tendrás dioses ajenos delante de Mí. No te harás imagen ni ninguna semejanza de lo que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra. No te inclinarás a ellas ni las honrarás[9].

El compromiso que tenemos los cristianos es ser fieles a Dios y que nuestra lealtad, amor y consagración sean primordialmente para Él.

La fidelidad significa también ser digno de confianza. Cuando empeñas tu palabra, la guardas. Cumples con tus obligaciones.

Señor, ¿quién puede vivir en Tu templo? ¿Quién puede habitar en Tu santo monte? El que cumple sus promesas aunque salga perjudicado[10].

Cuando hacemos un voto o una promesa al Señor, le hemos dado nuestra palabra y por ende nos estamos comprometiendo a guardarla.

Cuando un hombre haga un voto al Señor, o bajo juramento haga un compromiso, no deberá faltar a su palabra, sino que cumplirá con todo lo prometido[11].

En el momento en que hacemos un compromiso con una persona tenemos la obligación moral de llevar a cabo lo que dijimos que haríamos. Eso incluye las promesas o compromisos que nos hemos hecho a nosotros mismos.

Jesús enseñó sobre la entereza y habló de los resultados y consecuencias de la fidelidad y de la infidelidad:

El que es fiel en lo muy poco, también en lo más es fiel; [...] Si en las riquezas injustas no fuisteis fieles, ¿quién os confiará lo verdadero? Y si en lo ajeno no fuisteis fieles, ¿quién os dará lo que es vuestro?[12]

Se nos llama a ser igualmente fieles en toda materia, sea grande o pequeña. Jesús señaló que si somos incapaces de emplear debidamente el dinero (las riquezas injustas), no se nos podrá confiar la administración de riquezas mayores. Si no podemos cuidar de las cosas ajenas, no se nos puede confiar el cuidado de nuestras propias cosas. Los actos de una persona revelan su carácter. La persona fiel, cumplidora de su palabra, que actúa con honradez, lo hará sea cual sea la situación en que se encuentre. Nuestras decisiones y preferencias, y los actos derivados de ello en asuntos del día a día, nos revelan mucho —a nosotros y a los demás— sobre nuestra fidelidad y nuestro carácter.

Los cristianos nos debiéramos distinguir por ser personas fieles, honradas y dignas de confianza en el habla y en nuestra interacción con los demás. Así seremos un reflejo del Señor para nuestros semejantes.

Que nunca te abandonen el amor y la verdad: llévalos siempre alrededor de tu cuello y escríbelos en el libro de tu corazón[13].

Sinceridad

Otro importante elemento en cuanto a ser imitadores de Jesús es ser veraces y sinceros. Jesús afirmó:

Yo soy el camino, la verdad y la vida[14].

En el Evangelio de Juan leemos que Jesús, la Palabra de Dios, se hizo carne y habitó entre nosotros lleno de gracia y de verdad; y vimos Su gloria, gloria como del unigénito del Padre[15]. En dos ocasiones Jesús aludió al Espíritu Santo como el Espíritu de verdad.

Cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad[16].

Cuando venga el Consolador, a quien Yo os enviaré del Padre, el Espíritu de verdad, el cual procede del Padre, él dará testimonio acerca de Mí[17].

La veracidad es parte de la esencia de Dios.

En el libro de los Efesios, el apóstol Pablo escribió acerca de la sinceridad:

Por eso, desechando la mentira, hablad verdad cada uno con su prójimo, porque somos miembros los unos de los otros[18].

Estad, pues, firmes, ceñida vuestra cintura con la verdad, vestidos con la coraza de justicia[19].

En los Salmos se nos dice que Dios se deleita en la sinceridad:

Tú amas al corazón sincero[20].

En la epístola a los hebreos leemos que es imposible que Dios mienta[21]. Si realmente deseamos interiorizar el espíritu de Cristo, la veracidad y la sinceridad deben ocupar un lugar muy elevado en nuestra escala de prioridades.

El Antiguo y el Nuevo Testamento reprueban clara y duramente la mentira y la falsedad. La Escritura, por otra parte, alienta la veracidad y la sinceridad. Demos un vistazo a algunos versículos que resaltan la veracidad.

Oh SEÑOR, ¿quién habitará en Tu tabernáculo? ¿Quién residirá en Tu santo monte? El que anda en integridad y hace justicia, el que habla verdad en su corazón[22].

Señor, muéstrame Tu camino y en Tu verdad caminaré[23].

Basta con que hagan lo siguiente: sean sinceros los unos con los otros, juzguen con equidad en sus tribunales y construyan la paz[24].

Escuchen, porque hablaré cosas excelentes y abriré Mis labios para decir cosas rectas. Porque Mi boca hablará la verdad y Mis labios abominan la impiedad[25].

Amad, pues, la verdad y la paz[26].

El amor [...] se goza de la verdad[27].

Profesando la verdad en amor, debemos crecer en todo hacia Cristo, que es la cabeza del cuerpo[28].

Además de fomentar la sinceridad y la veracidad, la Escritura también condena la mentira y el engaño y nos instruye a desechar la falsedad.

Los labios mentirosos son abominación al Señor[29].

Hay seis cosas que el Señor aborrece, y siete que le son detestables: [...] la lengua que miente [...] el falso testigo que esparce mentiras[30].

No habitará dentro de Mi casa el que hace fraude; el que habla mentiras no se afirmará delante de Mis ojos[31].

Destruirás a los que hablan mentira; al hombre sanguinario y engañador abomina el SEÑOR[32].

Guarda tu lengua del mal y tus labios de hablar engaño[33].

Ni digas falsedades con tus labios[34].

Dejen de mentirse unos a otros, ahora que se han quitado el ropaje de la vieja naturaleza con sus vicios[35].

Desechad, pues, toda malicia, todo engaño, hipocresía, envidias y toda maledicencia[36].

El hombre perverso promueve contienda[37].

El perverso de corazón nunca hallará el bien; el que intriga con su lengua caerá en el mal[38].

Libra mi alma, Señor, de labios mentirosos, y de lengua engañosa[39].

El que quiere amar la vida y ver días buenos, refrene su lengua de mal y sus labios no hablen engaño[40].

El resto de Israel no hará injusticia ni dirá mentira, ni en boca de ellos se hallará lengua engañosa[41].

Jesús declaró: Yo soy el camino, la verdad y la vida[42]. Con ello manifestó que no solo dijo la verdad, sino que Él es la verdad. 25 veces en el Evangelio de Juan Jesús empleó la frase: De cierto, de cierto os digo[43]. (Otras traducciones usan términos afines: En verdad, en verdad; ciertamente les aseguro; les digo la verdad.) Al emplear esa frase, Jesús da a entender que lo que se disponía a decir no solamente era cierto, sino que Él tenía un conocimiento divino, certero y de primera mano de que aquello era verdad. Jesús es la verdad y habló la verdad.

Un componente vital de nuestro testimonio en el día a día es que nosotros, al igual que Jesús, hablamos la verdad a los demás. En el libro de Isaías, refiriéndose al Mesías prometido, el profeta escribió que ni hubo engaño en su boca[44]. Jesús no habló más que la verdad, y nosotros los creyentes debemos seguir Su ejemplo de franqueza.

La fidelidad y la sinceridad son afines. La fidelidad nos pide que cumplamos nuestros compromisos, que seamos dignos de confianza y actuemos con honradez. El llamado a ser veraces también nos lleva a ser dignos de confianza y honestos. Jesús fue al mismo tiempo veraz y fiel.

«Yo soy [...] la verdad». Entonces vi el cielo abierto, y había un caballo blanco. El que lo montaba se llamaba Fiel y Verdadero, y con justicia juzga y pelea[45].

Hagamos todo lo posible por parecernos más a Él en estos aspectos de nuestra vida.


Nota

A menos que se indique otra cosa, todos los versículos de la Biblia proceden de la versión Reina-Valera, revisión de 1995, © Sociedades Bíblicas Unidas, 1995. Utilizados con permiso.


[1] Éxodo 34:6 (NVI).

[2] Deuteronomio 7:9 (RVA-2015).

[3] Deuteronomio 32:4 (RVA-2015).

[4] Salmo 117:2 (RVC).

[5] Hebreos 3:5,6 (RVC).

[6] Apocalipsis 19:11.

[7] Gálatas 5:22.

[8] 2 Timoteo 2:13.

[9] Éxodo 20:3–5.

[10] Salmo 15:1, 4 (RVC).

[11] Números 30:2 (NVI).

[12] Lucas 16:10–12.

[13] Proverbios 3:3,4 (NVI).

[14] Juan 14:6.

[15] Juan 1:14.

[16] Juan 16:13.

[17] Juan 15:26.

[18] Efesios 4:25.

[19] Efesios 6:14.

[20] Salmo 51:6 (DHH).

[21] Hebreos 6:18.

[22] Salmo 15:1,2 (RVA 2015).

[23] Salmo 86:11 (BLPH).

[24] Zacarías 8:16 (BLPH).

[25] Proverbios 8:6,7 (RVA 2015).

[26] Zacarías 8:19.

[27] 1 Corintios 13:6.

[28] Efesios 4:15 (DHH).

[29] Proverbios 12:22 (LBLA).

[30] Proverbios 6:16,17,19 (NVI).

[31] Salmo 101:7.

[32] Salmo 5:6 (RVA-2015).

[33] Salmo 34:13.

[34] Proverbios 24:28.

[35] Colosenses 3:9 (RVA-2015).

[36] 1 Pedro 2:1.

[37] Proverbios 16:28.

[38] Proverbios 17:20.

[39] Salmo 120:2 (LBLA).

[40] 1 Pedro 3:10.

[41] Sofonías 3:13.

[42] Juan 14:6.

[43] Juan 1:51; 3:3,5,11; 5:19,24,25; 6:26,32,47,53; 8:34,51,58; 10:1,7; 12:24; 13:16,20,21,38; 14:12; 16:20,23; 21:18.

[44] Isaías 53:9.

[45] Apocalipsis 19:11.