Jesús, Su vida y mensaje: Milagros (13ª parte)
julio 4, 2017
Enviado por Peter Amsterdam
Jesús, Su vida y mensaje: Milagros (13ª parte)
Expulsiones de demonios (3ª parte)
[Jesus—His Life and Message: Miracles (Part 13). Casting Out Demons (Part 3)]
El segundo de los dos pasajes que estudiaremos en esta serie sobre expulsiones de demonios realizadas por Jesús narra unos hechos sucedidos en la orilla suroriental del mar de Galilea. Tuvieron lugar en una región llamada Decápolis, una alianza de diez antiguas ciudades griegas de la parte oriental de Palestina, constituida en el año 63 a. C., después de la conquista romana. La zona estaba habitada mayormente por griegos, y esas ciudades fueron centros de comercio y de la cultura helenística. Los Evangelios la mencionan en tres ocasiones[1].
El relato sobre un endemoniado de esta región figura en los tres Evangelios sinópticos[2]. Tomaremos como base la versión más extensa, que es la del Evangelio de Marcos, aunque veremos también algunos detalles que introducen Mateo y Lucas[3]. En Marcos (y en Lucas), los hechos ocurren inmediatamente después de que Jesús calma el mar tras ser despertado por Sus discípulos, que temían que la barca en la que navegaban se fuera a hundir[4].
Comienza así:
Llegaron al otro lado del lago, a la región de los gerasenos[5].
Mateo la llama «la tierra de los gadarenos»[6]. Entre los comentaristas de la Biblia existen diversas teorías sobre por qué se le dan dos nombres a esta región, derivados de los de unas ciudades cercanas, distantes entre 8 y 50 kilómetros. Pero básicamente todos concuerdan en que el punto de la orilla en que Jesús desembarcó estaba en una zona rural adscrita a una ciudad que quedaba a cierta distancia y formaba parte de la Decápolis, una región gentil, o sea, cuya población era mayoritariamente no judía. Eso queda de relieve más adelante cuando dice que en el lugar había un hato de cerdos de considerable tamaño. Ningún judío practicante habría tenido un rebaño de tales características, ya que los chanchos eran considerados impuros, y la ley judía prohibía criarlos. En tiempos de Jesús, el cerdo se había convertido, en cierto modo, en símbolo del paganismo[7].
Cuando salió Él de la barca, en seguida vino a Su encuentro, de los sepulcros, un hombre con un espíritu impuro que habitaba en los sepulcros y nadie podía atarlo, ni aun con cadenas. Muchas veces había sido atado con grillos y cadenas, pero las cadenas habían sido hechas pedazos por él, y desmenuzados los grillos. Nadie lo podía dominar. Y siempre, de día y de noche, andaba gritando en los montes y en los sepulcros, e hiriéndose con piedras[8].
Dice que ese pobre desdichado salió «de los sepulcros». En Lucas se aclara que vivía en ellos:
Por mucho tiempo no se había puesto ropa alguna, ni vivía en una casa sino en los sepulcros.
El hecho de que viviera entre los sepulcros lo volvía ritualmente impuro, ya que estaba en contacto con los muertos. Por consiguiente, se lo consideraría impuro por dos motivos: porque habitaba en las tumbas y porque tenía «un espíritu impuro».
El Evangelio de Lucas nos indica que antes «lo ataban con cadenas y grillos, pero, rompiendo las cadenas, era impelido por el demonio a los desiertos»[9]. Marcos da más detalles: cuenta de qué manera afectaba el espíritu al hombre. Este se hacía daño a sí mismo y estaba continuamente gritando y cortándose. Era también un peligro para los demás, y con frecuencia lo habían sujetado con cadenas y grilletes. Tenía una conducta antisocial y había sido excluido de la sociedad. Presentaba los cuatro síntomas de demencia según el judaísmo: deambular por la noche, pernoctar en un cementerio, desgarrar la propia ropa y destruir lo que a uno se le ha dado[10]. Tenía asimismo una fuerza incontrolable, hasta el punto de que era capaz de romper cadenas y grilletes. Todo eso demuestra lo tremendamente fuerte que era el demonio que lo poseía —pronto veremos que en realidad eran múltiples espíritus malos—. El pobre hombre sufría una enormidad, y por lo visto llevaba así bastante tiempo.
Cuando vio, pues, a Jesús de lejos, corrió y se arrodilló ante Él. Y clamando a gran voz, dijo: «¿Qué tienes conmigo, Jesús, Hijo del Dios Altísimo? ¡Te conjuro por Dios que no me atormentes!» (Porque le decía: «Sal de este hombre, espíritu impuro».)[11]
Controlado por el espíritu malo, el hombre se arrodilla o se postra ante Jesús. No se trata de un acto de adoración, sino más bien de admisión de que la autoridad de Jesús es superior a la suya. A través del hombre, el demonio reconoce quién es Jesús. A lo largo de los Evangelios, otros demonios también lo hacen[12]. La expresión «el Dios Altísimo» tiene particular relevancia en ese entorno gentil, dado que casi siempre brota de labios gentiles o se dice en un ambiente gentil[13]. La frase «¿qué tienes conmigo?» se suele usar en las Escrituras en situaciones de conflicto. «David respondió: “¿Qué tengo yo con vosotros, hijos de Sarvia, para que hoy me seáis adversarios?”»[14] Puede entenderse que equivale a «¿por qué te entrometes en mi vida?» u «ocúpate de tus asuntos»[15].
Al rogarle a Jesús que no lo atormente, el demonio dice «te conjuro», empleando una palabra que en las Escrituras se usa al hacer un exorcismo y que no suele estar en labios de un demonio a punto de ser expulsado[16]. La súplica del demonio pone de manifiesto que los espíritus malos son conscientes de que el poder de Jesús es muy superior al suyo y de que Él tiene poder para atormentarlos. Es posible que se refieran al tormento del juicio final, y así se expresa en Mateo: «¿Has venido acá para atormentarnos antes de tiempo?»[17], y en Lucas: «Le rogaban que no los mandara al abismo»[18]. También puede interpretarse que se trata de un tormento presente, consistente en ser expulsados de su lugar de habitación dentro del hombre. En cualquier caso se pone de relieve que Jesús tiene poder para atormentarlos y que ellos lo reconocen y admiten. Es más bien irónico que quienes han estado torturando a ese pobre hombre le supliquen a Jesús que no los atormente.
Jesús le preguntó: «¿Cómo te llamas?» Y respondió diciendo: «Legión me llamo, porque somos muchos». Y le rogaba mucho que no los enviara fuera de aquella región[19].
En la antigua literatura judía no bíblica, obtener el nombre del demonio era una parte importante de la fórmula de un exorcista. En el caso de Jesús no era así. Este es el único exorcismo descrito en los Evangelios en que se le pregunta al demonio su nombre o se alude a él[20]. En este caso el nombre, Legión, indica la intensidad de la posesión a la que ha estado sujeto el hombre, ya que son muchos los espíritus malos que lo poseen. La palabra legión es de raíz latina y se refiere a una unidad grande de soldados romanos, integrada por unos cinco o seis mil hombres. Eso no significa que el hombre estuviera poseído por más de cinco mil demonios, pero sí que eran bastantes, por lo que su fuerza combinada era impresionante. Hay otros pasajes de los Evangelios que hablan de casos de posesión por múltiples espíritus:
Algunas mujeres que habían sido sanadas de espíritus malos y de enfermedades: María, que se llamaba Magdalena, de la que habían salido siete demonios[21].
Va y toma consigo otros siete espíritus peores que él, y entran y habitan allí; y el estado final de aquel hombre viene a ser peor que el primero[22].
No está del todo claro por qué el demonio o los demonios le ruegan a Jesús que les permita quedarse en la zona; pero el hecho de que le imploren que no los mande lejos pone de manifiesto que Jesús tiene autoridad sobre ellos.
Estaba allí cerca del monte un gran hato de cerdos paciendo. Y le rogaron todos los demonios, diciendo: «Envíanos a los cerdos para que entremos en ellos»[23].
Tampoco está claro por qué los demonios quieren poseer a los cerdos. Los chanchos son un factor más dentro del tema general de la impureza de la situación: en una región impura un hombre poseído por un espíritu impuro sale de un sepulcro impuro, y los demonios impuros solicitan entrar en cerdos impuros.
Jesús, de inmediato, les dio permiso. Y saliendo aquellos espíritus impuros, entraron en los cerdos, los cuales eran como dos mil. El hato se precipitó al mar por un despeñadero, y en el mar se ahogaron[24].
Jesús, que controla la situación, permite a los demonios poseer a los cerdos. A pesar de que los autoriza a entrar en los chanchos, en cuanto a salir o no del hombre no tienen alternativa, ya que Jesús está ejerciendo Su autoridad suprema sobre los demonios. El número de chanchos —dos mil— en que entran los demonios justifica el nombre Legión. También refleja la influencia y el poder de las fuerzas que se habían apoderado de aquel hombre. La muerte de los cerdos ilustra el carácter destructivo de esos espíritus. Ha quedado claro que, aun con todo su poder, han reconocido desde un principio la autoridad superior de Jesús y se han sometido a ella[25].
Los que cuidaban los cerdos huyeron y dieron aviso en la ciudad y en los campos. Y la gente salió a ver qué era aquello que había sucedido. Llegaron a Jesús y vieron al que había estado atormentado por el demonio, el que había tenido la legión, sentado, vestido y en su juicio cabal; y tuvieron miedo. Y los que lo habían visto les contaron lo que le había acontecido al que había tenido el demonio, y lo de los cerdos. Entonces comenzaron a rogarle a Jesús que se fuera de sus contornos[26].
¡El hombre está completamente curado! Tiene ropa puesta y ha vuelto a la normalidad. Claro que hay dos mil cerdos muertos, lo cual ha debido de suponer una pérdida económica para los dueños; pero el relato no se centra en eso. La gente del lugar, al ver al hombre sentado en presencia de Jesús en vez de estar entre los sepulcros, vestido en vez de desnudo, en su sano juicio en vez de gritando, se asusta y le pide a Jesús que se marche.
Jesús accede a lo que le pide la gente y se va de la región. El relato vuelve a centrarse en el hombre que se ha curado:
Cuando Jesús abordó la barca, el que había estado endemoniado le rogó que lo dejara estar con Él; pero Jesús, en vez de permitírselo, le dijo: «Vete a tu casa, con tu familia, y cuéntales las grandes cosas que el Señor ha hecho contigo. Cuéntales cómo ha tenido misericordia de ti». El hombre se fue, y en Decápolis comenzó a contar las grandes cosas que Jesús había hecho con él. Y todos se quedaban asombrados[27].
Las palabras empleadas cuando el hombre que acaba de liberarse le suplica a Jesús que lo deje «estar con Él» son idénticas a las que se utilizan en el pasaje en que Jesús nombra a los doce apóstoles:
Designó entonces a doce para que estuvieran con Él, para enviarlos a predicar[28].
Debido a esa similitud, se puede entender que el hombre le está pidiendo que le permita seguirlo como hacen los doce. Si bien Jesús no deja que sea uno de los doce, no es que lo rechace como creyente, como discípulo, sino que le manda que dé testimonio de la bondad y el poder de Dios, que les cuente a otros lo que Jesús ha hecho por él, que viene a ser lo mismo que les encargó a Sus discípulos, y de hecho a todos los cristianos. El hombre cumple fielmente su cometido y divulga la noticia en toda la Decápolis.
Cierto autor presenta una idea interesante sobre el discipulado al comentar la respuesta de Jesús cuando el hombre le pide que le permita quedarse con Él.
Jesús, en cambio, le dice que vuelva a su pueblo y lleve de nuevo una vida normal, con la diferencia de que además de eso debe dar testimonio. Su respuesta muestra lo imposible que es tener una definición estereotipada de lo que es un discípulo. Una persona es apartada de su hogar y su familia[29], otra es enviada de nuevo con su familia, contra sus deseos[30].
En este pasaje, Jesús viaja a una región gentil, que habría sido considerada impura para los judíos, y se encuentra con un hombre poseído por multitud de espíritus impuros, a los que expulsa y deja que entren en unos cerdos impuros. Estos salen en estampida, se precipitan al mar y mueren, con lo que no solo el hombre queda limpio, sino también, en cierto sentido, la región, que queda libre de chanchos y espíritus impuros. Con todo esto se proclama el poder de Jesús. Ni una legión de demonios puede contra Él; ellos mismos se dan cuenta de que Él es más fuerte que ellos.
(Este tema se terminará de tratar en Expulsiones de demonios, 4ª parte.)
Nota
A menos que se indique otra cosa, todos los versículos de la Biblia proceden de la versión Reina-Valera, revisión de 1995, © Sociedades Bíblicas Unidas, 1995. Utilizados con permiso.
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[1] Mateo 4:25; Marcos 5:20, 7:31.
[2] Mateo, Marcos y Lucas.
[3] En la versión de Mateo son dos los endemoniados, mientras que en Marcos y Lucas es uno solo. Los comentaristas de la Biblia ofrecen diversas explicaciones para el hecho de que el relato de Mateo hable de dos endemoniados en vez de uno, pero nadie sabe con certeza el porqué.
[4] Marcos 4:35–41. V. Jesús, Su vida y mensaje: Milagros (9ª parte).
[5] Marcos 5:1 (RVC).
[6] Mateo 8:28.
[7] Witherington, The Gospel of Mark, 179. V. Mateo 7:6; Lucas 15:16; 2 Pedro 2:21,22.
[8] Marcos 5:2–5.
[9] Lucas 8:29.
[10] Guelich, Mark 1–8:26, 278.
[11] Marcos 5:6–8.
[12] Marcos 1:24,34; Lucas 4:34.
[13] Guelich, Mark 1–8:26, 279. V. Génesis 14:18–20; Números 24:16; Isaías 14:14; Daniel 3:26, 4:2.
[14] 2 Samuel 19:22.
[15] Witherington, The Gospel of Mark, 181.
[16] Algunos de los judíos, exorcistas ambulantes, intentaron invocar el nombre del Señor Jesús sobre los que tenían espíritus malos, diciendo: «¡Os conjuro por Jesús, el que predica Pablo!» (Hechos 19:13).
[17] Mateo 8:29.
[18] Lucas 8:31.
[19] Marcos 5:9,10.
[20] Stein, Mark, 255.
[21] Lucas 8:2.
[22] Mateo 12:45.
[23] Marcos 5:11,12.
[24] Marcos 5:13.
[25] Guelich, Mark 1–8:26, 282.
[26] Marcos 5:14–17.
[27] Marcos 5:18–20 (RVC).
[28] Marcos 3:14.
[29] Marcos 1:16–20.
[30] Witherington, The Gospel of Mark, 184.