Jesús, Su vida y mensaje: Milagros (14ª parte)

julio 11, 2017

Enviado por Peter Amsterdam

Expulsiones de demonios (4ª parte)

[Jesus—His Life and Message: Miracles (Part 14). Casting Out Demons (Part 4)]

En este último artículo sobre los exorcismos de Jesús y la autoridad que poseía para expulsar demonios, nos concentraremos en Su respuesta a los dirigentes religiosos que alegaban que Su facultad para arrojar demonios indicaba que estaba aliado con Satanás. La respuesta de Jesús a los fariseos nos ilustra sobre la percepción que tenía Él de Su poder para exorcizar demonios. Si bien cada uno de los Evangelios sinópticos[1] incluye ese episodio[2], nos basaremos principalmente en el relato del Evangelio de Mateo, con algunos aportes de Marcos y Lucas.

Entonces le llevaron un endemoniado, ciego y mudo; y lo sanó, de tal manera que el ciego y mudo veía y hablaba. Toda la gente estaba atónita y decía: «¿Será este el Hijo de David?» Pero los fariseos, al oírlo, decían: «Este no echa fuera los demonios sino por Beelzebú, príncipe de los demonios»[3].

La curación y exorcismo de aquel hombre ciego y mudo sacó a colación opiniones encontradas acerca de Jesús. La gente común se maravilló y se preguntó: «¿Será este el Hijo de David?» Esas palabras sugieren que algunas personas ya intuían que Jesús podía ser el Mesías, toda vez que la frase Hijo de David tenía matices mesiánicos. Como se advierte en otros pasajes de los Evangelios, los fariseos reaccionaron con contrariedad ante los indicios de que el pueblo estimaba que Jesús podía ser el Mesías. Por ejemplo, Mateo expresa que los principales sacerdotes y los escribas, viendo las maravillas que hacía y a los muchachos aclamando en el Templo y diciendo: «¡Hosana al Hijo de David!», se enojaron[4].

De otros pasajes se desprende claramente que las autoridades religiosas querían desacreditar a Jesús pretendiendo vincular Su misión con el Diablo, identificándolo con Satanás.

Si al padre de familia [Jesús] llamaron Beelzebú, ¡cuánto más a los de su casa![5]

En el Evangelio de Juan leemos que a Jesús lo acusaron de poseer un demonio:

Respondió la multitud y dijo: —Demonio tienes, ¿quién intenta matarte?[6]

Respondieron entonces los judíos, y le dijeron: —¿No decimos bien nosotros, que tú eres samaritano y que tienes demonio?[7]

Muchos de ellos decían: —Demonio tiene y está fuera de sí. ¿Por qué lo oís?[8]

En esa ocasión los fariseos no cuestionaron la efectividad del poder sobrenatural de Jesús, sino que atribuyeron dicho poder a Satanás. Su objetivo era difamarlo y derrumbar el crédito de que gozaba entre la gente. Querían impedir que toda noción de que Jesús era el Mesías echara raíz en la conciencia de quienes presenciaban Su poder; de ahí que inventaran que Jesús había realizado aquel milagro a través de Beelzebú, el príncipe de los demonios. Existen discrepancias acerca del origen del nombre Beelzebú (Beelzebul o Belcebú en algunas versiones). Entre otras posibilidades, se han aventurado estas: señor de la morada, señor de la boñiga y señor de la altura. No está claro cómo el título llegó a aplicarse a Satanás; en todo caso, Beelzebú parece haber sido un nombre alternativo muy corriente para referirse a Satanás. Así pues, los fariseos en este pasaje aducen que Jesús expulsa demonios por el poder de Satanás.

Sabiendo Jesús los pensamientos de ellos, les dijo: «Todo reino dividido contra sí mismo es asolado, y ninguna ciudad o casa dividida contra sí misma permanecerá. Si Satanás echa fuera a Satanás, contra sí mismo está dividido; ¿cómo, pues, permanecerá su reino?[9]

Jesús responde a su acusación con dos contraargumentos. Primero, que cuando una entidad, como por ejemplo un reino, ciudad u hogar está unida en causa común, triunfa; en cambio, de producirse una desunión entre la gente que conforma dicha entidad, los bandos luchan entre sí en desmedro de la misma. Derrochan su energía peleando contra quienes debieran ser sus aliados. En esas circunstancias, el reino, ciudad o familia se desplomará. Si Beelzebú —el Diablo— llegase a expulsar demonios, estaría arrojando a sus propios aliados, lo que sembraría el caos en su propio reino y en consecuencia lo derribaría. Por ende, la acusación de que Él estaba expulsando demonios por el poder de Satanás carecía de lógica y de autenticidad.

El segundo argumento que esgrimió Jesús fue: Si yo echo fuera los demonios por Beelzebú, ¿por quién los echan vuestros hijos? Por tanto, ellos serán vuestros jueces[10]. Jesús reconoce que ha habido otros dentro de la fe judía que efectivamente expulsaron demonios. R. T. France escribió:

Relatos, tanto de fuentes judías como paganas, revelan que el exorcismo era un rasgo aceptado de la labor espiritual de quienes aducían ser hombres de Dios[11].

Craig Keener añade:

Los exorcistas judíos eran muy frecuentes y empleaban diversas técnicas mágicas, en agudo contraste con Jesús, que simplemente ordenaba con autoridad a los demonios y estos, aterrados, le obedecían[12].

Ya que había más judíos —posiblemente del círculo de los fariseos, «vuestros hijos»— que lograban expulsar demonios, Jesús pregunta con qué poder eran capaces de hacerlo. Los fariseos sostenían que sus compañeros que realizaban exorcismos lo hacían mediante el poder de Dios y no de Satanás. Si algunos judíos tenían la facultad de echar demonios por el poder de Dios, los exorcismos que Jesús practicaba con éxito eran igual de válidos. Jesús señaló que los judíos que conseguían hacer exorcismos juzgarían a los fariseos por atribuir a Satanás el poder que esos exorcistas sabían que emanaba de Dios[13].

Luego Jesús afirmó: Pero si Yo por el Espíritu de Dios echo fuera los demonios, ciertamente ha llegado a vosotros el reino de Dios[14]. En los tres Evangelios sinópticos leemos que el Espíritu de Dios descendió y se posó visiblemente sobre Jesús, invistiéndolo de poder para realizar Su ministerio.

Jesús, después que fue bautizado, subió enseguida del agua, y en ese momento los cielos le fueron abiertos, y vio al Espíritu de Dios que descendía como paloma y se posaba sobre Él[15].

Gracias a aquella investidura, Jesús, a través del Espíritu de Dios, tenía la autoridad para expulsar demonios y hacer los milagros que hizo. En el Evangelio de Lucas leemos: Pero si por el dedo de Dios echo yo fuera los demonios, ciertamente el reino de Dios ha llegado a vosotros[16]. La frase «el dedo de Dios» también se empleó en el libro del Éxodo, en el episodio en que los magos del faraón fueron incapaces de copiar uno de los milagros hechos por Aarón, lo que demostró que este había sido obra de Dios.

Los hechiceros también intentaron sacar piojos con sus encantamientos, pero no pudieron. Hubo, pues, piojos tanto en los hombres como en las bestias. Entonces los hechiceros dijeron al faraón: —Es el dedo de Dios. Pero el corazón del faraón se endureció, y no los escuchó, tal como el Señor lo había dicho[17].

Jesús expresó que Su expulsión de demonios estaba motivada por el Espíritu de Dios y que por lo tanto los fariseos no solo estaban deshonrando las obras que hacía Jesús, sino el poder del propio Dios. Fue más lejos aún y expresó que el hecho de que Él echara demonios por medio del Espíritu de Dios significaba que el reino de Dios había llegado.

El empleo del poder del Espíritu no es meramente un medio de combatir la posesión demoniaca, sino una señal de algo mucho más trascendental: el establecimiento de la soberanía de Dios en lugar del imperio de Satanás[18].

Jesús continuó: Pues ¿cómo puede alguno entrar en la casa del hombre fuerte y saquear sus bienes, si primero no lo ata? Entonces podrá saquear su casa[19]. En lenguaje estilo parábola Jesús demostró claramente que había derrotado al hombre fuerte, al Diablo; lo había atado para poder saquear luego sus bienes. Habiendo vencido a Satanás podía entonces rescatar a los que se hallaban cautivos por posesión demoníaca u otros medios. Contrariamente a lo que le recriminaban los fariseos, Jesús no actuaba con el poder de Satanás; al revés: lo había atacado directamente, lo había derrotado y estaba saqueando sus bienes.

El acto de atar representa [...] la total supremacía de la autoridad de Cristo sobre la ejercida por Satanás y por ende la entrada en vigor de la soberanía de Dios. Es ese «atar» lo que distingue el asalto total y frontal contra el reino de Satanás de las incursiones en pequeña escala realizadas por los exorcistas de la época[20].

Se infiere de todo ello que hubo un momento determinado, antes del inicio de Su labor, en que Jesús ató a Satanás. Algunos exégetas de la Biblia —no todos— sostienen que Jesús aludía a la derrota que le infligió a Satanás cuando fue tentado por este en el desierto[21].

Jesús manifiesta que Su integridad ante Dios por haber vencido la tentación le otorgó poder sobre Satanás. Al establecer las primeras etapas de Su reino, Jesús había derrotado ya al Diablo y delegado Su autoridad sobre los espíritus malignos en quienes eran verdaderamente Sus seguidores, los que se sujetan a Su reinado[22].

Habiendo determinado que Sus exorcismos eran obra de Dios, Jesús trazó una línea en la arena entre los que creen en Él y los que, como los fariseos, se opusieron a Él y pretendieron desacreditarlo y derrotarlo.

El que no está conmigo, está contra Mí; y el que conmigo no recoge, desparrama[23].

Los que se oponen a Jesús son comparables a los que dispersan a las ovejas en lugar de reunirlas. Jesús dice a Sus seguidores que los fariseos, y cualquiera que rivalice contra Él, pretenden frustrar el objetivo divino de traer salvación al mundo.

En el Evangelio de Marcos encontramos otra instancia en que Jesús afirma que no hay término medio, pero esta vez con un enfoque positivo.

Juan le respondió diciendo: —Maestro, hemos visto a uno que en Tu nombre echaba fuera demonios, pero él no nos sigue, y se lo prohibimos porque no nos seguía. Pero Jesús dijo: —No se lo prohibáis, porque ninguno hay que haga milagro en Mi nombre, que luego pueda hablar mal de Mí, pues el que no está contra nosotros, por nosotros está[24].

Sirviéndose de esas dos expresiones Jesús enseñó que la gente se define por uno u otro bando en el conflicto entre el bien y el mal, y que los que optan por oponérsele o prefieren no definirse, a la larga se alinean contra Él.

En el caso de los fariseos, optaron por oponérsele. Al haber atribuido al Diablo la obra del Espíritu de Dios, según Jesús pecaron gravemente, hasta el punto en que no serán perdonados.

Por tanto os digo: Todo pecado y blasfemia será perdonado a los hombres, pero la blasfemia contra el Espíritu no les será perdonada. Cualquiera que diga alguna palabra contra el Hijo del hombre, será perdonado; pero el que hable contra el Espíritu Santo, no será perdonado, ni en este siglo ni en el venidero[25].

Es importante analizar la blasfemia contra el Espíritu en el contexto de este versículo. Se refiere explícitamente al caso en que los fariseos achacan a Satanás la obra del Espíritu de Dios. France escribió:

Es por tanto una completa tergiversación de los valores espirituales, la cual revela una marcada preferencia por el lado equivocado en la batalla entre el bien y el mal, entre Dios y Satanás. Es eso lo que pone en evidencia que esos fariseos estaban decididamente en contra de Jesús. Y es esa rotunda oposición al buen propósito de Dios la que en últimas resulta imperdonable[26].

Morris explica:

No es que Dios se niegue a perdonar, sino que la persona que trastoca el bien por el mal y el mal por el bien es completamente incapaz de arrepentirse y por ende de acudir humildemente a Dios para hallar perdón [...]. Tildaron de malo el bien. La gente que está en esa situación no puede arrepentirse y solicitar perdón; carece del sentido de pecado; rechaza la competencia de Dios para declarar lo que está bien. Es esa continua actitud la que constituye el supremo pecado[27].

Es trágico que algunas personas tomen esa decisión, ya que por ello pagan un altísimo precio.

A lo largo de los Evangelios Jesús expulsó demonios; encargó esa misión a Sus discípulos. Cuando se lo culpó de arrojar demonios mediante el poder de Satanás, rechazó tajantemente la acusación. Respaldó Su postura señalando que el mismo Satanás no causaría división dentro de su propio feudo otorgando a Jesús ni a nadie la potestad de expulsar otros demonios. Además preguntó sabiamente: «¿Por quién los expulsan otros exorcistas judíos?» Jesús era más poderoso que Satanás, más fuerte. Ató a Satanás y saqueó sus bienes. Gracias a la vida, muerte y resurrección de Cristo, el poder de Satanás ha sido finalmente aniquilado. Jesús lo declara cuando responde a los discípulos que acababan de regresar de predicar el evangelio, sanar a los enfermos y echar fuera demonios:

Regresaron los setenta con gozo, diciendo: —¡Señor, hasta los demonios se nos sujetan en Tu nombre! Les dijo: —Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo[28].


Nota

A menos que se indique otra cosa, todos los versículos de la Biblia proceden de la versión Reina-Valera, revisión de 1995, © Sociedades Bíblicas Unidas, 1995. Utilizados con permiso.


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[1] Mateo, Marcos y Lucas.

[2] Mateo 12:22–32; Marcos 3:21–30; Lucas 11:14–26.

[3] Mateo 12:22–24.

[4] Mateo 21:15.

[5] Mateo 10:25.

[6] Juan 7:20.

[7] Juan 8:48.

[8] Juan 10:20.

[9] Mateo 12:25,26.

[10] Mateo 12:27.

[11] France, The Gospel of Matthew, 338.

[12] Keener, The Gospel of Matthew: A Socio-Rhetorical Commentary, 363.

[13] Morris, The Gospel According to Matthew, 316.

[14] Mateo 12:28.

[15] Mateo 3:16.

[16] Lucas 11:20.

[17] Éxodo 8:18,19.

[18] France, The Gospel of Matthew, 480.

[19] Mateo 12:29.

[20] France, The Gospel of Matthew, 481.

[21] Matthew 4:1–11. Para mayor información, véase: https://directors.tfionline.com/es/post/jesus-su-vida-y-mensaje-la-prueba/

[22] Keener, The Gospel of Matthew: A Socio-Rhetorical Commentary, 364.

[23] Mateo 12:30.

[24] Marcos 9:38-40.

[25] Mateo 12:31,32.

[26] France, The Gospel of Matthew, 482.

[27] Morris, The Gospel According to Matthew, 318,319.

[28] Lucas 10:17,18.