Jesús, Su vida y mensaje: Milagros (3ª parte)

febrero 28, 2017

Enviado por Peter Amsterdam

Curación y perdón

[Jesus—His Life and Message: Miracles (Part 3). Healing and Forgiveness]

El relato de cuando Jesús curó a un paralítico figura en todos los Evangelios sinópticos (Marcos 2:1–12; Mateo 9:1–8; Lucas 5:17–26). Narra una curación no exenta de polémica y revela al lector información importante acerca de Jesús. Echemos un vistazo a lo que dice Marcos:

Después de algunos días, Jesús entró otra vez en Capernaúm. Cuando se supo que estaba en casa, inmediatamente se juntaron muchos, de manera que ya no cabían ni aun a la puerta; y les predicaba la palabra. Entonces vinieron a Él unos trayendo a un paralítico, que era cargado por cuatro. Y como no podían acercarse a Él a causa de la multitud, quitaron parte del techo de donde Él estaba y, a través de la abertura, bajaron la camilla en que yacía el paralítico. Al ver Jesús la fe de ellos, dijo al paralítico: «Hijo, tus pecados te son perdonados».

Estaban allí sentados algunos de los escribas, los cuales pensaban para sí: «¿Por qué habla este de ese modo? Blasfemias dice. ¿Quién puede perdonar pecados, sino solo Dios?» Y conociendo luego Jesús en Su espíritu que pensaban de esta manera dentro de sí mismos, les preguntó: «¿Por qué pensáis así? ¿Qué es más fácil, decir al paralítico: “Tus pecados te son perdonados”, o decirle: “Levántate, toma tu camilla y anda”? Pues para que sepáis que el Hijo del hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados —dijo al paralítico—: A ti te digo: Levántate, toma tu camilla y vete a tu casa». Entonces él se levantó y, tomando su camilla, salió delante de todos, de manera que todos se asombraron y glorificaron a Dios, diciendo: «Nunca hemos visto tal cosa»[1].

Dice que, cuando volvió a Capernaúm, estaba «en casa». La mayoría de los comentaristas consideran que «en casa» quiere decir en la de Simón Pedro, porque ahí estaba en el capítulo anterior y ahí curó a la suegra de Simón; y «toda la ciudad se agolpó a la puerta»[2], y «sanó a muchos que padecían de diversas enfermedades, y echó fuera muchos demonios»[3]. Otros comentaristas opinan que Jesús tenía Su propia casa, por versículos como «dejando Nazaret, fue y habitó en Capernaúm, ciudad marítima»[4], y «estando Jesús a la mesa en casa de él, muchos publicanos y pecadores estaban también a la mesa juntamente con Jesús y Sus discípulos»[5]. Tanto unos como otros podrían estar en lo cierto, no hay forma de saberlo con certeza.

Al igual que la vez anterior que Jesús estuvo en Capernaúm, la gente llenó la casa y se agolpó frente a la puerta principal para oírlo enseñar. Al hacer hincapié en el número de personas que se juntaron, Marcos da a entender que estaba creciendo la fama y popularidad de Jesús. Llegaron entonces cuatro hombres que llevaban a un paralítico en una camilla o estera. Como el gentío les impedía entrar en la casa, se dirigieron hacia el techo. En aquel tiempo en Palestina muchas casas tenían una escalera adosada a un lado por la que se accedía al techo. Por lo general los techos eran llanos y estaban hechos de barro y paja. El texto griego dice literalmente que «destecharon el techo». Retiraron la paja cubierta de barro, hicieron una abertura y por ella bajaron al hombre para llevarlo a la presencia de Jesús. Marcos dice que Jesús se dio cuenta de la fe que tenían. Considerando que se atrevieron a levantar el techo de una casa que no era la suya, debían de tener mucha fe en que Jesús podía y querría curar al hombre, y eso es algo que Jesús les reconoció.

En respuesta a su audaz fe y drástica acción (uno se pregunta lo que debió de pensar el dueño de la casa al ver el tremendo agujero en el techo), Jesús dijo: «Hijo, tus pecados te son perdonados». Si le hubiera dicho al hombre que se levantara y caminara, la cosa no habría ido más lejos; pero esas palabras suscitaron controversia. Mencionar el pecado al tiempo que la curación no era nada fuera de lo común, ya que en la Palestina del siglo I el pecado se asociaba íntimamente a las enfermedades[6]. No dijo que el Señor Dios hubiera perdonado los pecados del hombre, sino que Él, Jesús, personalmente se los perdonaba. Eso queda bien claro al ver la reacción de los escribas.

Para contextualizar los pensamientos de los escribas, viene bien entender un poco quiénes eran y a qué se dedicaban.

Los escribas[7]

Antes del exilio a Babilonia del pueblo judío, los escribas eran secretarios profesionales. Se los contrataba para llevar la contabilidad, transcribir información legal y escribir la correspondencia personal de quienes no sabían escribir; también trabajaban como registradores de los asuntos del templo. Tras la cautividad en Babilonia, cuando algunos judíos retornaron a Israel, el término escriba comenzó a asociarse más estrictamente con los que se reunían para estudiar e interpretar la Torá (ley judía). Llegaron a ser un gremio de maestros capacitados para preservar e interpretar con precisión la ley de Moisés. Para el siglo II a. C., los escribas ya se habían convertido en una clase bien diferenciada dentro de la sociedad judía. Fue aproximadamente en esa época cuando comenzaron a estar asociados a los fariseos, que por aquel entonces también habían empezado a adquirir prominencia en Israel. Inicialmente, tras el regreso de Babilonia, los escribas solían proceder de familias sacerdotales; más adelante, la instrucción en la profesión de escriba se hizo accesible a los miembros de todas las clases sociales. En tiempos de Jesús había numerosos e influyentes escribas de familias no sacerdotales.

Por el hecho de que, tras el regreso de Babilonia, la situación era distinta, fue preciso interpretar las leyes escritas de Moisés a fin de saber aplicarlas en las nuevas circunstancias en que se hallaba el pueblo judío. De ahí que los escribas se dedicaran a promulgar la interpretación y aplicación oral de la ley escrita. Con el tiempo, esa ley oral se consideró equivalente a la ley escrita e igual de vinculante. Como los escribas eran expertos en la ley oral, algunos de los principales fueron incluidos en el Sanedrín, la corte suprema de Israel. Se les reconocía autoridad para instruir en la Ley tanto en el Templo como en las sinagogas, por lo que gozaban de mucho respeto. La gente los trataba de «rabí» o «maestro», y se les reservaba un puesto de honor en los cultos y en los eventos sociales.

En los Evangelios (a pesar de que en el de Juan solo se los menciona una vez) se presenta a los escribas como personas preocupadas de que se observe la Ley, tanto la escrita como la oral. Lucas también los llama «intérpretes de la Ley», dado que su principal función era interpretar la ley judía. Como Jesús tenía una visión distinta de la Ley —en particular de la oral—, los escribas, cuando lo oían predicar, lo criticaban y con frecuencia lo acusaban de contravenir la Ley. Él realizaba curaciones en el día de reposo, no observaba sus lavados ceremoniales, no practicaba el ayuno como ellos, y se relacionaba con los impuros y los marginados de la sociedad judía. Ellos a menudo le tendían trampas con preguntas sobre la Ley. Le exigían que se identificara claramente y que revelara el origen de Su autoridad para hacer milagros. Salvo en contadas ocasiones, la actitud de los escribas fue hostil para con Jesús y Su mensaje. La fama de Él representaba una amenaza para la autoridad de ellos.

También se oponían a Jesús porque Él con frecuencia denunciaba su hipocresía y corrupción. Los acusó de estar corrompidos por dentro a pesar de tener una apariencia de santidad. Atacó la ley oral y dijo que era una pesada carga que descarriaba a la gente y que los propios escribas no respetaban. Los acusó de hacer mucho hincapié en aspectos menores de la Ley y de pasar por alto cuestiones más importantes como la justicia, la misericordia y la fe. Afirmó que si los profetas que lo habían precedido hubieran estado vivos en aquella época, los escribas los habrían matado. Todas las enseñanzas y todos los actos de Jesús hacían peligrar la posición y autoridad de ellos dentro de la comunidad, por lo que se unieron a sus adversarios habituales (los principales sacerdotes) para lograr que detuvieran a Jesús. Contribuyeron a presentar acusaciones contra Él para que lo ejecutaran, y juntamente con otros miembros del Sanedrín se burlaron de Él en la cruz.

En los Evangelios sinópticos, a veces se menciona a los escribas junto con los fariseos. Algunos escribas formaban parte de la facción religiosa judía conocida como los fariseos[8]. «Cuando los escribas de los fariseos vieron que Él comía con pecadores y recaudadores de impuestos…»[9]. «Los fariseos y sus escribas se quejaban a los discípulos de Jesús»[10]. Si bien la expresión «escribas y fariseos» aparece 16 veces, hay 24 ocasiones en que dice que los escribas estaban con los principales sacerdotes o los ancianos, y otras 15 en que se los menciona solos. Algunos eran fariseos, pero no todos, y cuando Jesús hablaba de los «escribas y fariseos» se refería a dos grupos distintos.

Al oír a Jesús declarar que los pecados del paralítico estaban perdonados, los escribas presentes, por la instrucción que habían recibido y por su manera de interpretar las Escrituras, se hicieron ciertas preguntas. «¿Por qué habla este de ese modo? Blasfemias dice. ¿Quién puede perdonar pecados, sino solo Dios?» Desde su punto de vista, estaba claro que Jesús pretendía hacer algo que era prerrogativa exclusiva de Dios. Jesús no dio ninguna explicación, no respondió: «Lo siento, no me entendieron bien. Yo solo quería indicar que Dios había perdonado sus pecados». Es más, en el Evangelio de Lucas consta que Jesús le dijo lo mismito a la mujer que lavó Sus pies con lágrimas y se los secó con sus cabellos[11]. Los escribas no malentendieron a Jesús. Consideraron que Sus pretensiones de perdonar pecados eran blasfemas, puesto que se comportaba como si Él fuera Dios. Para ellos no era sino un galileo más, un ser humano normal y corriente, y que una persona así perdonara pecados era blasfemia. El cargo de blasfemia era gravísimo, pues de probarse podía conducir a la muerte. De hecho, fue una acusación de blasfemia la que más adelante provocó la sentencia a muerte de Jesús:

El Sumo sacerdote rasgó sus vestiduras, diciendo: «¡Ha blasfemado! ¿Qué más necesidad tenemos de testigos? Ahora mismo habéis oído Su blasfemia. ¿Qué os parece?» Y respondiendo ellos, dijeron: «¡Es reo de muerte!»[12].

«Conociendo luego Jesús en Su espíritu que pensaban de esta manera dentro de sí mismos…» Los comentaristas de la Biblia tienen opiniones dispares sobre lo que significa en este contexto «conociendo en Su espíritu». La expresión da a entender que Jesús sabía lo que pensaban, pero no dice exactamente cómo. Hay tres posturas generales: 1) Algunos sostienen que fue por perspicacia natural, que Jesús observó la reacción de los escribas y percibió lo que pensaban; por otra parte, en este contexto parece que entra en juego algo más que la percepción natural. 2) Otros consideran que fue por comprensión profética. 3) Otros más creen que aquí se alude a la clarividencia divina, que Jesús tenía un conocimiento divino o que está revelando Su divinidad[13]. Aunque no esté del todo claro, otros pasajes de los Evangelios parecen indicar que Jesús tenía conocimiento divino. Por ejemplo:

Jesús le dijo [a la samaritana]: «Ve, llama a tu marido, y ven acá». Respondió la mujer y dijo: «No tengo marido». Jesús le dijo: «Bien has dicho: “No tengo marido”, porque cinco maridos has tenido y el que ahora tienes no es tu marido. Esto has dicho con verdad»[14].

Cuando se sentaron a la mesa, mientras comían, dijo Jesús: «De cierto os digo que uno de vosotros, que come conmigo, me va a entregar». Entonces ellos comenzaron a entristecerse y a decirle uno tras otro: «¿Seré yo?» Y el otro: «¿Seré yo?» Él, respondiendo, les dijo: «Es uno de los doce, el que moja conmigo en el plato»[15].

Sabiendo lo que pensaban, Jesús les pregunta: «¿Por qué pensáis así? ¿Qué es más fácil, decir al paralítico: “Tus pecados te son perdonados”, o decirle: “Levántate, toma tu camilla y anda”?» Aquí Jesús emplea lo que se denomina qal wahomer (que en hebreo significa «ligero y pesado»), también conocido como argumento a fortiori. «El argumento a fortiori es una forma de argumentación lógica con la que se demuestra que, si una cosa es cierta, se puede inferir que otra lo es todavía más. Se trata de una técnica didáctica empleada por los rabinos judíos para enseñar de menor a mayor, en el sentido de que si una conclusión se aplica a un caso menor, también se aplica a uno más importante. Los argumentos de menor a mayor se reconocen porque el texto dice algo así como: “Si… cuánto más…”»[16].

Jesús les pregunta: ¿Qué es más fácil, afirmar algo que no se puede comprobar visualmente, o algo que sí? Obviamente es más fácil decir: «Tus pecados te son perdonados»,algo imposible de verificar visualmente, que decirle a un paralítico: «Levántate, toma tu camilla y anda». Habiendo aclarado eso, Jesús hace lo más difícil. Mediante el acto de sanar al hombre demuestra que Su pretensión de perdonar pecados no es injustificada. Al curar al paralítico demuestra que también tiene la singular autoridad para perdonar pecados. «“Pues para que sepáis que el Hijo del hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados —dijo al paralítico—: A ti te digo: Levántate, toma tu camilla y vete a tu casa”. Entonces él se levantó y, tomando su camilla, salió delante de todos».

Tanto en el Evangelio de Marcos como en el de Lucas, esta es la primera vez que se emplea la expresión «Hijo del hombre», y la única en que su uso está relacionado con un milagro en particular. El título de Hijo del hombre que se atribuye Jesús a lo largo de los Evangelios es un título no mesiánico tomado del libro de Daniel[17]. (En el siguiente artículo presentaremos una explicación más detallada sobre el título Hijo del hombre.)

Jesús le ordenó al hombre que se levantara, tomara su camilla y se fuera a su casa, lo cual él hizo, con lo que dio testimonio de su curación. El hecho de que fuera capaz de hacer esas tres cosas que le mandó Jesús dejó a todos maravillados: «Todos se asombraron y glorificaron a Dios, diciendo: “Nunca hemos visto tal cosa”». El propósito de Jesús al hacer milagros era expresar que se compadecía de los necesitados, mejorar las circunstancias en que estos se hallaban, manifestar el poder de Dios que obraba por medio de Él, evidenciar el amor y la generosidad del Padre para con los menesterosos y, en este caso, demostrar que Su Padre le había conferido autoridad para perdonar pecados.


Nota

A menos que se indique otra cosa, todos los versículos de la Biblia proceden de la versión Reina-Valera, revisión de 1995, © Sociedades Bíblicas Unidas, 1995. Utilizados con permiso.


Bibliografía general

Bailey, Kenneth E.: Jesús a través de los ojos del Medio Oriente, Grupo Nelson, 2012.

Bivin, David: New Light on the Difficult Words of Jesus. Holland: En-Gedi Resource Center, 2007.

Bock, Darrell L.: Jesus According to Scripture, Grand Rapids: Baker Academic, 2002.

Bock, Darrell L.: Luke Volume 1: 1:1–9:50, Grand Rapids: Baker Academic, 1994.

Bock, Darrell L.: Luke Volume 2: 9:51–24:53, Grand Rapids: Baker Academic, 1996.

Brown, Raymond E.: El nacimiento del Mesías, Madrid: Ediciones Cristiandad, 1982.

Brown, Raymond E.: La muerte del Mesías (2 tomos), Pamplona: Editorial Verbo Divino, 2005 y 2006.

Carson, D. A.: Jesus’ Sermon on the Mount and His Confrontation with the World, Grand Rapids: Baker Books, 1987.

Charlesworth, James H. (editor): Jesus’ Jewishness, Exploring the Place of Jesus Within Early Judaism, Nueva York: The Crossroad Publishing Company, 1997.

Chilton, Bruce, y Evans, Craig A. (eds.): Authenticating the Activities of Jesus, Boston: Koninklijke Brill, 1999.

Edersheim, Alfred: La vida y los tiempos de Jesús el Mesías, Clie, 1989.

Elwell, Walter A., y Yarbrough, Robert W.: Al encuentro del Nuevo Testamento, Grupo Nelson, 2008.

Elwell, Walter A. (ed.): Baker Encyclopedia of the Bible, Grand Rapids: Baker Book House, 1988.

Evans, Craig A.: World Biblical Commentary: Mark 8:27–16:20, Nashville: Thomas Nelson, 2000.

Evans, Craig A., y Wright, N. T.: Jesus, the Final Days: What Really Happened, Westminster John Knox Press, 2009.

Flusser, David: Jesus, Jerusalén: The Magnes Press, 1998.

Flusser, David, y Notely, R. Steven: The Sage from Galilee: Rediscovering Jesus’ Genius, Grand Rapids: William B. Eerdmans’ Publishing Company, 2007.

France, R. T.: The Gospel of Matthew, Grand Rapids: William B. Eerdmans Publishing Company, 2007.

Gnilka, Joachim: Jesús de Nazaret: Mensaje e historia, Barcelona: Editorial Herder, 1993.

Green, Joel B., y McKnight, Scot (editores): Dictionary of Jesus and the Gospels, Downers Grove: InterVarsity Press, 1992.

Green, Joel B.: The Gospel of Luke, Grand Rapids: William B. Eerdmans’ Publishing Company, 1997.

Grudem, Wayne: Teología sistemática: Una introducción a la doctrina bíblica, Miami: Editorial Vida, 2007.

Guelich, Robert A.: World Biblical Commentary: Mark 1–8:26, Nashville: Thomas Nelson, 1989.

Jeremias, Joachim: Jerusalén en tiempos de Jesús, Ediciones Cristiandad, 2000.

Jeremias, Joachim: Jesus and the Message of the New Testament, Minneapolis: Fortress Press, 2002.

Jeremias, Joachim: La Última Cena, Palabras de Jesús, Ediciones Cristiandad, 1980.

Jeremias, Joachim: Teología del Nuevo Testamento, Salamanca: Ediciones Sígueme, 2001.

Jeremias, Joachim. The Prayers of Jesus. Norwich: SCM Press, 1977.

Keener, Craig S.: The Gospel of John: A Commentary, Volume 1, Grand Rapids: Baker Academic, 2003.

Keener, Craig S.: The Gospel of John: A Commentary, Volume 2, Grand Rapids: Baker Academic, 2003.

Keener, Craig S.: The Gospel of Matthew: A Socio-Rhetorical Commentary, Grand Rapids: William B. Eerdmans Publishing Company, 2009.

Lewis, Gordon R., y Demarest, Bruce A.: Integrative Theology, Grand Rapids: Zondervan, 1996.

Lloyd-Jones, D. Martyn: Estudios Sobre el Sermón del Monte.

Manson, T. W.: The Sayings of Jesus, Grand Rapids: William B. Eerdmans’ Publishing Company, 1957.

Manson, T. W.: The Teaching of Jesus, Cambridge: University Press, 1967.

McKnight, Scot: Sermon on the Mount, Grand Rapids: Zondervan, 2013.

Michaels, J. Ramsey: The Gospel of John, Grand Rapids: William B. Eerdmans’ Publishing Company, 2010.

Milne, Bruce: The Message of John, Downers Grove: InterVarsity Press, 1993.

Morris, Leon: The Gospel According to Matthew, Grand Rapids: William B. Eerdmans’ Publishing Company, 1992.

Ott, Ludwig: Manual de Teología Dogmática, Barcelona: Editorial Herder, 1966.

Pentecost, J. Dwight: The Words & Works of Jesus Christ, Grand Rapids: Zondervan, 1981.

Sanders, E. P.: Jesús y el judaísmo, Trotta, 2004.

Sheen, Fulton J.: Vida de Cristo, Barcelona: Herder, 1959.

Spangler, Ann, y Tverberg, Lois: Sentado a los pies del maestro Jesús, Vida, 2010.

Stassen, Glen H., y David P. Gushee: La ética del reino: Siguiendo a Jesús en un contexto contemporáneo, Casa Bautista de Publicaciones, 2008.

Stein, Robert H.: Jesús el Mesías, Clie, 2008.

Stein, Robert H. Mark, Grand Rapids: Baker Academic, 2008.

Stein, Robert H.: The Method and Message of Jesus’ Teachings, Revised Edition, Louisville: Westminster John Knox Press, 1994.

Stott, John R. W.: El Sermón del Monte, Certeza Unida, 1978.

Talbert, Charles H.: Reading the Sermon on the Mount. Grand Rapids: Baker Academic, 2004.

Williams, J. Rodman: Renewal Theology: Systematic Theology from a Charismatic Perspective. Grand Rapids: Zondervan, 1996

Witherington III, Ben: The Christology of Jesus, Minneapolis: Fortress Press, 1990.

Witherington III, Ben: The Gospel of Mark: A Socio-Rhetorical Commentary, Grand Rapids: William B. Eerdmans Publishing Company, 2001.

Wood, D. R. W., Marshall, I. H., Millard, A. R., Packer, J. I., y Wiseman, D. J. (editores): Nuevo Diccionario Bíblico Certeza, Buenos Aires: Certeza Unida, 2003.

Wright, N. T.: After You Believe, New York: Harper Collins Publishers, 2010

Wright, N. T.: Jesus and the Victory of God, Minneapolis: Fortress Press, 1996.

Wright, N. T.: La resurrección del Hijo de Dios, Editorial Verbo Divino, 2008

Wright, N. T.: Matthew for Everyone, Part 1, Louisville: Westminster John Knox Press, 2004.

Yancey, Philip: El Jesús que nunca conocí, Vida, 1996.

Young, Brad H.: Jesus the Jewish Theologian. Grand Rapids: Baker Academic, 1995.


[1] Marcos 2:1–12.

[2] Marcos 1:33.

[3] Marcos 1:34.

[4] Mateo 4:13.

[5] Marcos 2:15.

[6] Stein, The Method and Message of Jesus’ Teachings, 118.

[7] Esta sección sobre los escribas es un extracto del artículo de David C. Carlson en Baker Encyclopedia of the Bible, 1913–15, de Elwell.

[8] En tiempos de Jesús había en Israel una diversidad de grupos religiosos judíos. El más conocido era el de los fariseos, que adquirieron importancia unos 130 años antes del nacimiento de Jesús. No eran necesariamente un grupo numeroso, pero sí muy influyente. El nombre fariseo viene de la palabra aramea que significa «separado», y los fariseos eran considerados como separados del resto. Basaban su postura religiosa tanto en el Tanaj (Antiguo Testamento) como en las tradiciones orales, que para ellos en términos generales gozaban de la misma autoridad. Los fariseos se opusieron a Jesús porque les pareció que Él era laxo con sus leyes. Desaprobaron que se relacionara y comiera con pecadores, y que tuviera contacto con gentiles. Otro factor nada desdeñable es que rechazaron lo que Él decía de Sí mismo y de Su relación con Dios.

[9] Marcos 2:16 (NBLH).

[10] Lucas 5:30 (NBLH).

[11] Lucas 7:48.

[12] Mateo 26:65,66.

[13] Bock, Luke Volume 1: 1:1–9:50, 484.

[14] Juan 14:18–20.

[15] Marcos 14:18–20.

[16] Peter Amsterdam, Jesús, Su vida y mensaje: Técnicas de enseñanza, 2015. Otros pasajes en que Jesús emplea argumentos a fortiori son Mateo 12:9–14, Juan 7:21–24 y Mateo 7:11.

[17] Daniel 7:13,14.