La Epístola a los Gálatas: Capítulo 2 (versículos 11-21)

septiembre 12, 2023

Enviado por Peter Amsterdam

[The Book of Galatians: Chapter 2 (verses 11–21)]

(En el artículo anterior cubrimos los primeros 10 versículos del capítulo 2.)

Cuando Pedro vino a Antioquía, yo me opuse a él frente a frente porque era reprensible[1].

Antioquía era una de las ciudades más grandes del Imperio romano, con una población aproximada de 250.000 habitantes, de los cuales 25.000 eran judíos. Esta reunión con Pedro (Cefas) en Antioquía probablemente tuvo lugar antes del concilio de Jerusalén descrito en Hechos, capítulo 15.

Pablo no trajo a colación este incidente con Pedro con el ánimo de promoverse a sí mismo y declarar su superioridad; lo más probable es que lo mencionara para demostrar la independencia y autoridad de su evangelio. Pedro merecía una reprensión pública, pues cometió su pecado en público y este tuvo consecuencias públicas, toda vez que otros siguieron su ejemplo.

Pues antes que vinieran ciertas personas de parte de Jacobo, él comía con los gentiles; pero cuando llegaron, se retraía y apartaba temiendo a los de la circuncisión[2].

Pablo explicó lo que lo motivó a amonestar a Pedro. Antes que llegaran ciertas personas de parte de Jacobo, Pedro comía con los gentiles. Además, es factible que consumiera alimentos prohibidos por las leyes del Antiguo Testamento. Las acciones de Pedro estaban en regla con la visión que recibió en Hechos 10:9-16, cuando Dios le declaró que todas las comidas eran puras. Sin embargo, llegaron ciertas personas que probablemente estaban allí porque Jacobo (Santiago), el hermano de Jesús, les encargó que fueran. Por lo visto las noticias de los actos de Pedro y otros cristianos judíos habían llegado a Jerusalén.

Es concebible que Jacobo y los otros judíos cristianos de Palestina sospecharan que Pedro y los que se hallaban con él estaban abandonando la fe judía al no adherirse ya a las normas de alimentación judaicas. Eso, a los ojos de los judíos de Jerusalén e incluso de muchos cristianos judíos de Antioquía, se hubiera considerado escandaloso.

Pedro comía con gentiles y consumía alimentos «impuros»; no obstante, al llegar los enviados de Jacobo, dejó de hacerlo. Esas personas probablemente le dijeron que a Jacobo y otros creyentes judíos les preocupaba que él estuviera consumiendo alimentos impuros. Pedro reaccionó alejándose y separándose de los gentiles. Dejó de comer con ellos para que los enviados por Jacobo no pudieran seguir acusándolo de profanar su cuerpo.

El que Pedro dejara de comer con los gentiles no significaba que hubiera cambiado su postura; se debía más bien al temor que abrigaba hacia los de la circuncisión, los cuales pensaban que esta era vital. Puede que al llegar, los hombres de Jacobo le advirtieran que la amenaza de persecución contra los judíos cristianos se incrementaba por rumores de que los judíos cristianos de Antioquía se apartaban de las normas de alimentación y comían con los gentiles. Preocupado por las repercusiones de sus actos, Pedro se abstuvo de comer con los gentiles a fin de evitar un cisma entre judíos cristianos.

Y los otros judíos participaban con él en su simulación, de tal manera que aun Bernabé fue arrastrado por la hipocresía de ellos[3].

Las acciones de Pedro también llevaron a otros cristianos judíos a dejar de comer con los gentiles. Hasta el mismo Bernabé, que había trabajado estrechamente con Pablo en su misión a los gentiles, dejó de comer con ellos. Pablo señaló y tildó de hipócritas a Pedro y a los que lo secundaron en eso. A juicio de Pablo, Pedro y los otros no actuaron por convicción sino por miedo.

Es muy posible que Pedro respondiera favorablemente a la reprimenda de Pablo, puesto que había actuado por temor y no basado en sus convicciones. En posteriores epístolas Pablo no tuvo problemas con la teología de Pedro. En 1 Corintios 15:3-11 Pablo afirmó que él, Pedro y Jacobo —todos— proclamaban el mismo evangelio. Pedro también se expresaba muy positivamente acerca de los escritos de Pablo. Escribió: Consideren que la paciencia de nuestro Señor es para salvación; como también nuestro amado hermano Pablo les ha escrito, según la sabiduría que le ha sido dada. Él habla de estas cosas en todas sus epístolas[4]. No obstante, al momento de escribir la Epístola a los Gálatas, Pedro había cedido a la presión de los judíos cristianos.

Cuando vi que no andaban rectamente ante la verdad del evangelio, le dije a Pedro delante de todos: «Si tú, que eres judío, vives como los gentiles y no como judío, ¿por qué obligas a los gentiles a hacerse judíos?»[5]

La respuesta de Pablo a Pedro y a los que seguían su ejemplo demuestra que Pablo poseía autoridad como apóstol, toda vez que corrigió a Pedro por su desviación. Al actuar así Pedro claudicaba de lo que sabía que era cierto. Además, por medio de esos actos anulaba la verdad y llegaba a dar mal ejemplo a los demás. Pablo entendía que el mensaje mismo y Pedro, de hecho, corrían peligro al exigir a los creyentes gentiles la observancia de las leyes alimenticias judías para ser salvos. Si él solo comía con los gentiles en caso de que estos acataran las leyes judías de alimentación, lo que en esencia infería es que no eran verdaderos cristianos a menos que obedecieran las leyes de purificación judías. Es decir, conminaba a los gentiles a hacerse judíos para poder pertenecer al pueblo de Dios.

Ya que el pecado de Pedro era público, Pablo debía corregirlo en público. Pedro había sido hipócrita. Étnicamente era judío y durante buena parte de su vida observó la ley judía. Sin embargo, desde que tuvo su visión dejó de vivir como judío; en lo referente a observar la ley, vivía más bien como gentil. Estando en Antioquía no guardaba las leyes de purificación judías ni se separaba de los gentiles. Mediante sus acciones afirmaba que bajo la nueva alianza dichas normas eran improcedentes e innecesarias para pertenecer al pueblo de Dios. De ahí que Pablo se sorprendiera de que Pedro de repente exigiera a la gente que cumpliera las leyes de purificación judías. Esta misma cuestión surgió al principio de este capítulo[6], cuando falsos hermanos presionaban para que Tito se circuncidara. Tito había acompañado a Pablo en su viaje a Jerusalén, y allí Santiago (Jacobo), Pedro y Juan coincidieron con Pablo en que no era necesario que Tito —y por extensión los creyentes gentiles— se circuncidaran.

Los que trataron de obligar a Tito a circuncidarse no eran verdaderos cristianos, pues creían que para ser salvo había que circuncidarse. Pese a que Pablo sabía que Pedro era cristiano, igual lo reprendió, ya que sus acciones comprometían el evangelio.

Nosotros somos judíos de nacimiento y no pecadores de entre los gentiles[7].

Pablo le señala a Pedro que los dos nacieron judíos y por ende eran parte del pacto judío y acreedores de las promesas de Dios. Los gentiles en cambio estaban fuera del pacto y no eran beneficiarios de esas promesas. Pablo indicaba con ello los privilegios que él y Pedro tenían por ser parte de Israel.

…pero sabiendo que ningún hombre es justificado por las obras de la ley sino por medio de la fe en Jesucristo, hemos creído nosotros también en Cristo Jesús, para que seamos justificados por la fe en Cristo y no por las obras de la ley. Porque por las obras de la ley nadie será justificado[8].

Seguidamente afirmó que ningún ser humano, sea judío o gentil, puede ser justo delante de Dios por practicar lo que exige la ley mosaica. Tanto Pedro como Pablo sabían que aunque ambos formaban parte del pueblo de la alianza divina por ser judíos, eso no quería decir que estuvieran justificados ante Dios. Entendían que uno no es justificado por las obras de la ley, sino que la justificación es producto de la fe en Jesús y de nada más.

Siendo cristianos, Pedro y Pablo sabían que el antiguo pacto era insuficiente, que la justicia o virtud ante Dios no es consecuencia de cumplir las obras de la ley. No se consigue por ningún otro medio que por la fe en Jesús. Al predicar este mensaje, Pablo apeló al denominador común que tenía con Pedro. Si bien Pedro manifestaba con sus actos que para formar parte del pueblo de Dios los gentiles debían seguir las leyes alimenticias, él mismo sabía que nadie puede ser justo ante Dios por seguir la ley mosaica. La salvación procede únicamente de la fe en Jesús.

…hemos creído nosotros también en Cristo Jesús, para que seamos justificados por la fe en Cristo y no por las obras de la ley…

Pablo pasó luego a aplicarse a sí mismo y a Pedro lo que había dicho sobre la gente en general. El «nosotros» en la frase hemos creído nosotros también se refiere a Pedro y Pablo en su condición de judíos. Ellos también creían en Jesús y por tanto, aun siendo judíos, solo podían estar bien con Dios mediante la confianza en Jesús y no mediante la observancia de la ley. Pablo argumentó que si los miembros del pueblo de la alianza debían poner su fe en Jesús para ser justos ante Dios y que tampoco podían considerarse rectos ante los ojos de Dios por el hecho de cumplir la ley mosaica, no tenía entonces ningún sentido exigir a los gentiles que guardasen la ley para entablar una relación con Dios.

Al declarar que por las obras de la ley nadie será justificado, Pablo hizo hincapié en que judíos como él y Pedro eran justificados por la fe en Jesús y que nadie puede ser justo delante de Dios mediante el cumplimiento de la ley. Es probable que con esa afirmación hiciera eco del Salmo 143:2, en el que el rey David declara: No se justificará delante de ti ningún ser viviente. Un autor escribió: David implora misericordia en este salmo, pues comprendió que no podía sostenerse delante de Dios apoyado en sus propias obras, sino solo en virtud de la misericordia divina[9].

En tres ocasiones Pablo reitera que la aceptación ante Dios no se obtiene mediante el cumplimiento de la ley, sino mediante la fe en Jesús. Nadie puede presentarse ante Dios basado en lo que ha hecho, ya que la salvación se recibe exclusivamente por fe.

Pero si es que nosotros, procurando ser justificados en Cristo, también hemos sido hallados pecadores, ¿será por eso Cristo servidor del pecado? ¡De ninguna manera![10]

Se ha hecho patente que Pedro y Pablo, tal como los gentiles, son pecadores delante de Dios. Buscaron su integridad en Cristo; no en la obediencia a la ley mosaica. El nosotros también se aplica a cristianos judíos como Pedro y Pablo, en contraste con los gentiles de Antioquía. Las acusaciones son ciertas: Pedro y Pablo (antes que se hicieran creyentes) habían sido pecadores, y como tales reconocieron que no tenían ninguna superioridad sobre los gentiles.

La frase en Cristo muy posiblemente denota unión con Cristo, como se verá en los versículos que vienen a continuación (2:19,20), donde Pablo expone que los creyentes murieron al poder de la ley cuando fueron crucificados con Cristo. El que judíos como Pedro y Pablo procuraran ser vindicados delante de Dios en el día postrero a través de su unión con Cristo, significaba que su condición de judíos no les proporcionaba ninguna ventaja sobre los gentiles. Eran pecadores, tal como los gentiles. La ley mosaica no bastaba para brindar salvación.

¿Será por eso Cristo servidor del pecado? ¡De ninguna manera!

Pablo preguntó si acaso Cristo era culpable de los pecados de los judíos cristianos que habían abandonado el judaísmo y sus leyes y en cambio dependían de Jesús para su salvación. Según los opositores, Cristo promovía el pecado, en el sentido de que ya no era obligación seguir las leyes de Moisés. Pablo, sin embargo, procede a explicar por qué Jesús no era servidor del pecado.

Pues cuando edifico de nuevo las mismas cosas que derribé, demuestro que soy transgresor[11].

Para Pablo o para cualquier creyente, volver a la adhesión a las leyes de Moisés luego de establecida la salvación en Cristo, sería inútil. La salvación no puede obtenerse observando la ley. Las cosas derribadas o destruidas se refieren a la ley del Antiguo Testamento. De pretender Pablo reconstruir la ley véterotestamentaria como medio de obtener la salvación y de lograr aceptación con Dios, lo que ya se invalidó desde que vino Cristo y se inició una nueva era de redención, se lo consideraría un transgresor. Así pues, que Pedro dijera en efecto que los gentiles debían seguir la ley del Antiguo Testamento para pertenecer al pueblo de Dios era contrario a la voluntad de Dios.

Restablecer la observancia de la ley es negar la justicia en Cristo. La era del Antiguo Testamento se enfocaba en la ley y el pecado; en cambio, la nueva era en Cristo está signada por la salvación a través de la gracia y la fe en Cristo. Pablo sería un transgresor si tratara de reintroducir la ley, pues ya había muerto a la ley cuando murió con Cristo. La ley ya había tocado a su fin con la muerte y resurrección de Cristo, que dijo que había venido a cumplir la ley y los profetas (Mateo 5:17).

Porque mediante la ley he muerto a la ley…[12]

Pablo murió a la ley porque Cristo había puesto fin a la era de la ley por medio de su muerte en la cruz. Jesús vivió bajo la ley y la guardó a la perfección; y Su muerte liberó a los creyentes de la ley.

Pablo explicó por qué volver a la ley y exigir a los gentiles que la guardasen era pecaminoso en lugar de virtuoso. Pablo habla aquí en primera persona para representar a los cristianos judíos. Pedro en ese momento exigía a los gentiles que guardaran la ley, sugiriendo con ello que era necesario seguir la ley para vivir de modo que agrade a Dios. Por otra parte, Pablo expresó que dicha postura contradecía la cruz y el nuevo pacto introducido por Jesús. Ninguno de los creyentes, incluidos los judíos, está bajo la ley. Murieron a la ley. En Romanos, Pablo escribió algo parecido: Ustedes también han muerto a la ley por medio del cuerpo de Cristo[13]. La ley ya no tenía autoridad sobre ellos.

Dado que Jesús vivió bajo la ley y la cumplió llevando una vida sin pecado, pudo liberar a los que vivían bajo el dominio del pecado y la ley. Al morir en la cruz asumió la pena o castigo de la ley, pese a que estaba libre de pecado. Su muerte marcó el fin de la era de la ley.

…a fin de vivir para Dios[14].

El propósito de morir a la ley quedó expresado. Puesto que los creyentes ya no están bajo la ley, viven en una nueva era de salvación. Cristo es el nuevo Adán, ha llegado, y los creyentes son nuevas personas. El vínculo matrimonial de los creyentes con la ley ha terminado y ahora están casados con Cristo, a fin de dar fruto para Dios[15].

Con Cristo he sido juntamente crucificado[16].

El momento clave en la historia de la salvación es la muerte de Cristo. La era de la ley terminó cuando Jesús murió en la cruz. Los creyentes murieron al dominio que la ley tenía sobre ellos cuando murieron con Cristo. La unión con Cristo en Su muerte marca el comienzo de una nueva vida para los creyentes. Al insistir en que los gentiles siguieran la ley, Pedro negaba la importancia de la cruz. Si para comer con los gentiles es imperativo que obedezcan la ley, la muerte de Jesús en la cruz no cumple entonces el papel primordial en la redención. En tal caso, la ley y no Cristo se convierte en el foco de la salvación. Esa apreciación está equivocada y minimiza la muerte de Jesús en la cruz.

Ya no vivo yo sino que Cristo vive en mí[17].

Pablo cambió porque fue crucificado con Cristo. El viejo «yo» que antes era, no vive ya. La antigua era de pecado y muerte ha quedado relegada debido a la muerte sacrificial de Jesús. Ahora los creyentes son «nuevas personas» en Cristo, por cuanto han muerto en Cristo.

Ha nacido una nueva era, caracterizada porque Cristo se aloja en los creyentes. Cuando Pablo habla de alojarse o morar por lo general se refiere al Espíritu Santo, aunque a veces plantea que Cristo vive en los creyentes. ¿O no conocen en cuanto a ustedes mismos que Jesucristo está en ustedes?[18] Pero si Cristo está en ustedes, aunque el cuerpo muera a causa del pecado, el espíritu vive en virtud de la fuerza salvadora de Dios[19]. Cristo en ustedes, la esperanza de gloria[20].

Lo que ahora vivo en la carne, lo vivo por la fe en el Hijo de Dios quien me amó y se entregó a sí mismo por mí[21].

El cumplimiento de las promesas de Dios en la cruz y la resurrección no significa que el pecado y el mal hayan desaparecido. Pablo todavía vivía en su cuerpo (la carne), y por ende los creyentes llevan a cabo su vida basados en la fe en Cristo. La referencia a la carne no acarrea el sentido de vivir bajo la antigua era maligna. Aquí se refiere a la vida en el cuerpo y no debiera equiparársela con vivir en pecado. Así y todo, la vida en el cuerpo muestra la debilidad que caracteriza a la antigua era, lo que indica que la nueva era no ha llegado en toda su plenitud.

Pablo confía en Cristo, que ha demostrado Su amor entregando Su vida en la cruz por él (y por todos los creyentes). Esto es parecido a lo que escribió a los efesios. Cristo también nos amó y se entregó a sí mismo por nosotros[22]. Cristo amó a la iglesia y se entregó a sí mismo por ella[23]. Ese amor está arraigado en la cruz, en la cual Jesús dio Su vida «por» Pablo (y por todos nosotros). La expresión «por mí» sugiere la idea de sustitución, que Cristo murió en lugar de Pablo.

No desecho la gracia de Dios; porque si la justicia fuera por medio de la ley, entonces por demás murió Cristo[24].

La justicia (rectitud) no puede alcanzarse por medio de la ley. De ser así, el sacrificio de Jesús en la cruz habría sido innecesario y la aceptación con Dios derivaría de la observancia de la ley.

Las acciones de Pedro con relación a los Gálatas habían dado el mensaje de que los gentiles deben cumplir la ley para estar bien con Dios.

Al parecer Pedro hizo caso del consejo de Pablo. De haberlo desestimado, Pablo lo habría considerado un falso hermano. Por el contrario, Pablo escribió favorablemente acerca de Pedro en 1era a los Corintios[25], y Pedro igualmente elogió a Pablo en una de sus epístolas[26].

Con esto damos por finalizado el capítulo 2 de Gálatas.


Nota

A menos que se indique otra cosa, todos los versículos de la Biblia proceden de las versiones Reina-Valera, revisión de 1995, © Sociedades Bíblicas Unidas, 1995, y Reina Valera Actualizada (RVA-2015), © Editorial Mundo Hispano. Utilizados con permiso.


[1] Gálatas 2:11.

[2] Gálatas 2:12.

[3] Gálatas 2:13.

[4] 2 Pedro 3:15,16.

[5] Gálatas 2:14.

[6] Gálatas 2:3,4.

[7] Gálatas 2:15.

[8] Gálatas 2:16.

[9] Schreiner, Thomas R., «Comentario exegético-práctico del Nuevo testamento: Gálatas» (Editorial Andamio, 2020).

[10] Gálatas 2:17.

[11] Gálatas 2:18.

[12] Gálatas 2:19a.

[13] Romanos 7:4.

[14] Gálatas 2:19b.

[15] Romanos 7:4.

[16] Gálatas 2:20a.

[17] Gálatas 2:20b.

[18] 2 Corintios 13:5.

[19] Romanos 8:10 (BLPH).

[20] Colosenses 1:27.

[21] Gálatas 2:20c.

[22] Efesios 5:2.

[23] Efesios 5:25.

[24] Gálatas 2:21.

[25] 1 Corintios 1:12; 3:22; 9:5; 15:5.

[26] 2 Pedro 3:15.