La Epístola a los Gálatas: Capítulo 2 (versículos 1-10)

agosto 29, 2023

Enviado por Peter Amsterdam

[The Book of Galatians: Chapter 2 (verses 1–10)]

En Gálatas, capítulo 1, Pablo narra el testimonio de su propia conversión, su posterior viaje a Arabia y su retorno a Damasco. Tres años después visitó Jerusalén, donde conoció a Pedro y Santiago (Jacobo) y pasó 15 días con ellos. De ahí partió para Siria y Cilicia[1].

El pasaje en que Pablo presenta el testimonio de su conversión a creyente y de su ministerio empieza en Gálatas, capítulo 1:11-24[2] y prosigue aquí, en el capítulo 2.

Luego, después de catorce años, subí otra vez a Jerusalén, junto con Bernabé, y llevé conmigo también a Tito[3].

Pablo continuó hablando de su relación con los apóstoles en Jerusalén y las iglesias de Judea. Pasarían catorce años para que viajara nuevamente a Jerusalén. El largo periodo transcurrido desde su última visita acentúa la independencia de la misión y mensaje de Pablo. No dependía de la iglesia de Jerusalén.

A lo largo del libro de los Hechos se aprecia que Bernabé fue compañero de larga data de Pablo. El Espíritu Santo dijo: «Apártenme a Bernabé y a Saulo para la obra a la que los he llamado»[4]. Una vez despedida la congregación, muchos de los judíos y de los prosélitos piadosos siguieron a Pablo y a Bernabé, quienes les hablaban y les persuadían a perseverar fieles en la gracia de Dios[5]. A Bernabé lo apodaron «Hijo de consolación»[6].

Subí de acuerdo con una revelación y les expuse el evangelio que estoy proclamando entre los gentiles. Esto lo hice en privado ante los de alta reputación, para asegurarme de que no corro ni he corrido en vano[7].

Pablo viajó a Jerusalén guiado por revelación divina. No se nos ofrecen detalles sobre la revelación recibida, por lo que no tenemos conocimiento alguno de su contenido. Al arribar en Jerusalén les explicó a los apóstoles el mensaje que predicaba a los gentiles, el cual le fue transmitido en el camino a Damasco. Pablo sabía que su evangelio se lo había comunicado Jesús; pero también estaba consciente de la importancia de que los apóstoles estuvieran de acuerdo con el mensaje que anunciaba. La reunión entre Pablo y los apóstoles tuvo lugar en privado. En cuatro oportunidades durante esta epístola se califica a Pedro, Santiago y Juan de personas reconocidas como de mayor autoridad o «de alta reputación»[8]. Pablo probablemente se refería así a ellos porque merecían dicho título.

Aunque Pablo no tenía obligación de reunirse con los apóstoles, probablemente consideró pragmático hacerlo. Habría sido muy perjudicial para el ministerio de Pablo que los apóstoles declararan que su mensaje era falso.

Sin embargo, ni siquiera Tito, quien estaba conmigo, siendo griego fue obligado a circuncidarse[9].

El tema de la circuncisión era un asunto de peso, ya que según el Antiguo Testamento, para formar parte del pueblo de Dios era necesario estar circuncidado[10]. Algunos cristianos judíos pensaban que los gentiles que se hacían cristianos debían practicarse la circuncisión y seguir las leyes de Moisés para ser salvos[11]. Consideraban que siendo gentil, Tito no podía formar parte del pueblo de Dios a menos que se circuncidara.

Pablo describe el desenlace de su reunión privada en Jerusalén. Algunos exégetas expresan que Tito se circuncidó voluntariamente y que no fue obligado a hacerlo. Opinan que la situación de Tito era similar a la de Timoteo en Hechos 16:3. Pablo quiso que este [Timoteo] fuera con él, y tomándole lo circuncidó por causa de los judíos que estaban en aquellos lugares, porque todos sabían que su padre era griego[12].

Timoteo accedió a circuncidarse, no porque eso evidenciara que estaba salvo, sino porque le permitía ingresar con Pablo a las sinagogas y así predicar en ellas el evangelio. A Timoteo se lo consideraba judío porque, pese a tener padre gentil, era hijo de madre judía[13]. Por contraste, si Tito, que era griego, se circuncidaba, se infería con ello que todos los creyentes de Galacia también debían hacerlo. Pablo expone claramente que los dirigentes de Jerusalén no exigieron que Tito se circuncidara. De haber circuncidado a Tito, Pablo no hubiera podido argumentar que la circuncisión no era una obligación para los gentiles.

A pesar de los falsos hermanos quienes se infiltraron secretamente para espiar nuestra libertad que tenemos en Cristo Jesús a fin de reducirnos a esclavitud[14].

Pablo menciona a los falsos hermanos introducidos subrepticiamente en la iglesia. No se nos revela qué trascendió en aquella reunión y lo que se nos dice acerca de ello es más bien vago. Algunos exégetas interpretan que, según el texto, el tema de la circuncisión de Tito no surgió durante la reunión con los dirigentes de Jerusalén, sino luego, cuando llegaron los falsos hermanos. Otros piensan que esos hechos tuvieron lugar al mismo tiempo. Los cuestionamientos acerca de la circuncisión de Tito se expusieron abiertamente por influencia de los falsos hermanos.

Pablo catalogó de falsos hermanos a quienes crearon la controversia. Insistían en que Tito debía circuncidarse para poder ser cristiano. Si bien creían que Jesús era el Mesías, Pablo determinó que no eran hermanos en el Señor. A su juicio, exigirles la circuncisión y la observancia de la ley mosaica para ser salvos los excluía del círculo de la redención.

Ya había dicho que quienes predicaran otro evangelio eran anatema (estaban bajo maldición)[15]. Observó que los que presionaban para que se obedeciera la ley mosaica no solo erraban en una cuestión de poca monta. Exigir la observancia de las leyes torna la salvación en una obra efectuada por seres humanos en vez de una obra de Dios.

Pablo expresó claramente que los falsos hermanos habían sido introducidos en secreto a la iglesia. Eran unos entrometidos, infiltrados en el cuerpo, y no auténticos cristianos. Se afiliaban a la iglesia para espiar a los creyentes y su presencia era motivo de disensión. Pablo los vio como falsos hermanos sujetos a esclavitud, que en lugar de liberarse ellos mismos, pretendían someter a otros a esclavitud.

Ni por un momento cedimos en sumisión a ellos para que la verdad del evangelio permaneciera a favor de ustedes[16].

Los falsos hermanos no lograron convencer a Pablo de la doctrina que sostenían. Pablo resistió la presión para circuncidar a Tito a fin de mantenerse fiel al evangelio. Reconoció que la presión para circuncidar a Tito era una falsa enseñanza y la repudió. De haberse inclinado ante los judaizantes que insistían en que esos nuevos creyentes se circuncidaran, habría negado el evangelio, el cual enseña que los gentiles son justificados del mismo modo que los judíos: por la fe en Cristo.

Aquellos que tenían reputación de ser importantes —quiénes hayan sido en otro tiempo, a mí nada me importa; Dios no hace distinción de personas— a mí, a la verdad, los de alta reputación no me añadieron nada nuevo[17].

Aquí Pablo se refiere a las columnas de la iglesia, los apóstoles. Señala que los gálatas no deben tener a esas columnas (pilares) en demasiada estima. No se los debe venerar solo porque fueron discípulos de Cristo durante la misión de este en la Tierra. Pablo no rechazó su autoridad, pero sí se opuso a que se los reverenciara. Es probable que los falsos hermanos y los judaizantes instalados en Galacia consideraran que los apóstoles y no Pablo eran las autoridades fidedignas. Él no se sentía intimidado por los dirigentes de Jerusalén. No negaba la autoridad de los apóstoles, pero tampoco parecía darle mucha importancia a su rango.

Los judaizantes de Galacia, que probablemente contaban con que los apóstoles de Jerusalén validaran su evangelio, se equivocaron, ya que los apóstoles estuvieron de acuerdo con Pablo. Su adhesión a Pablo supuso una fuerte refutación del punto de vista de los judaizantes de Galacia.

Más bien, al contrario, cuando vieron que me había sido confiado el evangelio para la incircuncisión igual que a Pedro para la circuncisión[18].

Los apóstoles se adhirieron al mensaje de Pablo y no vieron motivo para modificar ninguna de sus enseñanzas. Vieron que su enseñanza les hablaba a los incircuncisos, es decir, a los no judíos. Se entiende que la construcción pasiva me había sido confiado empleada acá corresponde a una acción divina, o sea que fue Dios quien le confió a Pablo el evangelio para los incircuncisos. Así pues, no fueron los apóstoles de Jerusalén los que establecieron la autoridad de Pablo; ellos más bien reconocieron que fue Dios quien le otorgó dicha autoridad.

La frase «el evangelio para la incircuncisión» es alusiva al evangelio que Pablo predicaba a los gentiles (gente no judía). Él no exigía que la circuncisión era imperativa para la salvación. Sin embargo, no puso objeciones al evangelio que le fue confiado a Pedro «para la circuncisión» (los circuncidados). Dios le confió a Pedro el evangelio, pero su ámbito de servicio era la circuncisión, los judíos. Pablo establece la distinción y demuestra que tanto él como Pedro tienen autoridad como apóstoles, solo que trabajan en esferas diferentes. Pablo no cuestionó la autoridad apostólica de Pedro. A Pedro se le confió el evangelio, y Pablo creía que Pedro predicaba el mismo evangelio que él.

El que actuó en Pedro para hacerlo apóstol de la circuncisión actuó también en mí para hacerme apóstol a favor de los gentiles[19].

Tanto Pedro como Pablo predicaban el mismo evangelio. La vocación de Pedro era ser apóstol para la circuncisión, es decir, el pueblo judío, ya que Dios había obrado en su vida de tal modo que estuviese preparado para hacer apostolado entre ellos. Asimismo, Dios había obrado en la vida de Pablo de tal manera que pudiese ser apóstol para los gentiles.

Aunque a Pablo no se lo califica de apóstol en este texto, el hecho de que Pedro validara el evangelio de Pablo lleva aparejado que también validó su autoridad apostólica.

Cuando percibieron la gracia que me había sido dada, Jacobo, Pedro y Juan, quienes tenían reputación de ser columnas, nos dieron a Bernabé y a mí la mano derecha en señal de compañerismo, para que nosotros fuéramos a los gentiles y ellos a los de la circuncisión[20].

La segunda razón por la que los dirigentes de Jerusalén dieron reconocimiento al ministerio de Pablo a los gentiles fue que vieron a Dios obrar en la vida de Pablo. Acreditaron su apostolado y reconocieron que la gracia de Dios le había sido otorgada. Refrendaron el mensaje que predicaban Pablo y Bernabé y les tendieron la mano en señal de acuerdo. Dar la mano derecha en señal de compañerismo representaba un acto solemne de camaradería, aceptación, acuerdo y confianza. Pablo reconoció la autoridad de las columnas, aunque también advirtió que no debían ser objeto de veneración.

Lo principal que se desprende de esto es que la dirigencia de la iglesia de Jerusalén ofreció su compañerismo a Pablo y su equipo. Esta reconoció la verdad del evangelio que pregonaba Pablo. No exigieron que Tito se circuncidara[21] ni añadieron nada al mensaje de Pablo. Más bien entendieron que coincidían fraternalmente con Pablo y Bernabé en la proclamación del mismo evangelio.

Coincidieron en que Pablo y sus acompañantes tenían un llamamiento particular para predicar el evangelio entre los gentiles, mientras los apóstoles se concentraban en el pueblo judío. Eso no quería decir que a los apóstoles nunca se les permitiera predicar a los gentiles ni que ministrar la Palabra a los judíos le estuviera prohibido a Pablo. Era más bien un reconocimiento de las principales esferas de acción apostólica que tenían Pablo y su equipo como también quienes constituían las columnas de la iglesia en esa época.

Solamente nos pidieron que nos acordáramos de los pobres, cosa que procuré hacer con esmero[22].

Lo único que los dirigentes de Jerusalén pidieron a Pablo era que asistiera a los creyentes pobres. Pablo escribe que esa solicitud era algo que él ya estaba haciendo (véase la versión NVI), pues había estado recaudando dinero para ayudar a los menesterosos.

Habiendo validado el evangelio de Pablo, las columnas de la iglesia no añadieron nada al mensaje que predicaba. Por eso Pablo aseguró a los Gálatas que el evangelio que anunciaba era el mismo que predicaban los apóstoles de Jerusalén. Lo único que él agregó fue la petición de que los Gálatas se acordaran de los pobres y continuaran ayudándolos.

(Continuará.)


Nota

A menos que se indique otra cosa, todos los versículos de la Biblia proceden de las versiones Reina-Valera, revisión de 1995, © Sociedades Bíblicas Unidas, 1995, y Reina Valera Actualizada (RVA-2015), © Editorial Mundo Hispano. Utilizados con permiso.


[1] Gálatas 1:18,19, 21.

[2] La epístola a los Gálatas: Capítulo 1 (versículos 11-24)

[3] Gálatas 2:1.

[4] Hechos 13:2.

[5] Hechos 13:43.

[6] Hechos 4:36.

[7] Gálatas 2:2.

[8] Gálatas 2:2, 6 (2x), 9.

[9] Gálatas 2:3.

[10] Genesis 17:9–14.

[11] Hechos 15:1–31.

[12] Hechos 16:3.

[13] Hechos 16:1, 3.

[14] Gálatas 2:4.

[15] Gálatas 1:8,9.

[16] Gálatas 2:5.

[17] Gálatas 2:6.

[18] Gálatas 2:7.

[19] Gálatas 2:8.

[20] Gálatas 2:9.

[21] Gálatas 2:3.

[22] Gálatas 2:10.