La Epístola a los Gálatas: Capítulo 1 (versículos 11-24)

agosto 1, 2023

Enviado por Peter Amsterdam

[The Book of Galatians: Chapter 1 (Verses 11–24)]

En el versículo 10 de Gálatas, capítulo 1, Pablo plantea la pregunta de si lo que él buscaba era la aprobación de los hombres o la de Dios y afirma que si estuviera tratando de agradar a los hombres no sería siervo de Cristo. Continúa diciendo:

Les hago saber, hermanos, que el evangelio que fue anunciado por mí no es según hombre[1].

Las enseñanzas de Pablo no eran simplemente humanas, sino de origen divino. Con ello probablemente respondía a acusaciones vertidas contra él por sus opositores judeocristianos, que consideraban que el evangelio de Pablo era de naturaleza humana y que carecía de autoridad o validez. Según ellos, era un evangelio que agradaba a la gente, pero omitía algunos elementos importantes y esenciales, como por ejemplo, la obligación de circuncidarse y de guardar la ley mosaica.

No lo recibí ni me fue enseñado de parte de ningún hombre, sino por revelación de Jesucristo[2].

Aunque Pablo hacía hincapié en que su enseñanza no procedía de seres humanos, eso no quería decir que ningún creyente instruyó nunca a Pablo sobre la fe cristiana. El argumento que él presenta aquí es que la enseñanza medular del evangelio se la comunicó Jesús en el camino a Damasco (v. Hechos 9:1-22). Es probable que antes de su conversión, cuando perseguía a la iglesia, ya tuviera algún conocimiento de lo que creían los cristianos. No obstante, siendo incrédulo aún, no entendía el mensaje que predicaban estos y estaba convencido de que la fe cristiana menoscababa la importancia de la ley mosaica. Solo después que llegó a ser creyente entendió por fin que reconocer en Jesús al Mesías e Hijo de Dios no constituía una amenaza para las enseñanzas de Antiguo Testamento, sino que más bien cumplía lo que este exponía.

Ya oyeron acerca de mi conducta en otro tiempo en el judaísmo: que yo perseguía ferozmente a la iglesia de Dios y la estaba asolando[3].

Pablo alude a su antigua conducta en el judaísmo antes que conociera a Cristo en el camino a Damasco y la contrasta con su vida postconversión. Cuando Cristo se le apareció, lo llamó y lo convirtió. Durante su antigua vida profesaba las creencias judías y seguía sus costumbres codificadas en la ley mosaica y la Torá. Luego de su conversión siguió siendo étnicamente judío, aunque no participaba ya en el judaísmo. Algunos de sus oponentes cristianos estimaban que la fe en Cristo incluía la adhesión a la ley mosaica; Pablo, sin embargo, discrepaba de esa postura[4].

Lo que afirmó sobre su persecución de la iglesia refleja lo escrito en el libro de los Hechos[5] y en otros pasajes de sus epístolas[6]. Ello refuerza el testimonio de que el llamado y la conversión de Pablo ocurrieron en el camino a Damasco.

Antes de convertirse, Pablo creía que persiguiendo a los cristianos demostraba su celo de Dios[7]. Estaba convencido de que Jesús no era el Mesías y que quienes creían que lo era erraban. De ahí que cuando Dios le reveló a Jesús en el trayecto a Damasco, Pablo quedó estupefacto, pues cayó en cuenta que su pasión había estado mal encauzada y que estaba totalmente equivocado con respecto a Jesús y Sus seguidores.

Me destacaba en el judaísmo sobre muchos de mis contemporáneos en mi nación, siendo mucho más celoso de las tradiciones de mis padres[8].

Pablo era un joven muy brillante y promisorio en el judaísmo, que descollaba sobre sus compañeros de estudio. Era alumno de Gamaliel, un influyente fariseo, miembro del sanedrín, el supremo consejo de los judíos. (En Hechos 5:34 leemos que Gamaliel defendió a Pedro y otros apóstoles ante el consejo judío que pretendía ajusticiarlos.) En su condición de fariseo, Pablo se esmeraba por complacer a Dios en todo aspecto de su vida. Era celoso de las tradiciones judías, lo que significaba que seguía el modo de vida de los fariseos. Consideraba que persiguiendo a los cristianos demostraba su compromiso con el judaísmo.

Pero cuando Dios —quien me apartó desde el vientre de mi madre y me llamó por Su gracia— tuvo a bien revelar a Su Hijo en mí para que yo lo anunciara entre los gentiles, no consulté de inmediato con ningún hombre[9].

El cambio de vida que experimentó Pablo, cuando de ser perseguidor de los creyentes de Cristo pasó a ser apóstol Suyo, fue instrumentado por la mano de Dios. No hay motivo para que él, un activo opositor de Jesús y de los que creían en Él, lo acogiera de repente como Señor. Pablo en este pasaje califica a Jesús de Hijo de Dios, como lo hace diecisiete veces a lo largo de sus epístolas. Su calidad de Hijo implica la preexistencia de Jesús, así como también señala la relación única y especialísima que tiene con Dios.

Pablo continúa subrayando que su transformación fue obra de Dios, quien lo destinó desde el vientre de su madre para ser apóstol y lo llamó en ese momento particular de la Historia. El lenguaje que emplea aquí hace eco del llamamiento de los profetas Isaías y Jeremías. En Isaías 49 leemos: El Señor me llamó desde el vientre; desde las entrañas de mi madre mencionó mi nombre[10]. En el libro de Jeremías leemos que Dios le dijo: Antes que Yo te formara en el vientre, te conocí; y antes que salieras de la matriz, te consagré y te di por profeta a las naciones[11].

Dios llamó a Pablo por Su gracia, llamamiento que tuvo efecto, pues Pablo respondió. No se ofreció voluntariamente a ser apóstol; más bien, Dios lo convocó. Su ministerio de apóstol se debió a la gracia de Dios, que le perdonó los pecados cometidos previo a su conversión.

Dios había llamado a Pablo para que pudiera predicar el evangelio. Él era muy consciente de la tarea que Dios le había encargado de dirigirse a los gentiles. En el libro de los Hechos leemos que un discípulo llamado Ananías recibió del Señor instrucciones para que fuera y le impusiera las manos a Pablo, que había sido azotado con ceguera. Ve, porque este hombre me es un instrumento escogido para llevar Mi nombre ante los gentiles, los reyes y los hijos de Israel[12]. Pablo se había dedicado a perseguir a los cristianos; pero eso cambió cuando Ananías le impuso las manos y dijo: «Saulo, hermano, el Señor Jesús, que te apareció en el camino por donde venías, me ha enviado para que recuperes la vista y seas lleno del Espíritu Santo». De inmediato le cayó de los ojos algo como escamas, y volvió a ver. Se levantó y fue bautizado[13].

Cuando Dios transmitió a Pablo la vocación de apóstol y le reveló el evangelio, Pablo no consultó de inmediato con nadie. No se apresuró a preguntar a otros sobre la legitimidad de la revelación. Por mucho que los falsos maestros de Galacia cuestionaran la legitimidad de su apostolado, desde el principio Pablo sabía sin asomo de duda que había sido llamado a ser apóstol y que debía predicar el evangelio entre los gentiles.

…ni subí a Jerusalén a los que fueron apóstoles antes que yo, sino que partí para Arabia y volví de nuevo a Damasco[14].

Aparte de no consultar con nadie, Pablo tampoco se apresuró a ir a Jerusalén para indagar sobre la legitimidad de la revelación que Dios le había dado con miras a que los apóstoles la validaran. Habiendo recibido su evangelio mediante revelación de Jesucristo no necesitaba que nadie validara su verdad. Luego de pasar un tiempo en Damasco, Pablo se marchó a Arabia, tras lo cual regresó a Damasco. Si bien el libro de los Hechos no menciona los viajes de Pablo por Arabia, su epístola a los Gálatas sí nos informa de ello.

Luego, después de tres años, subí a Jerusalén para entrevistarme con Pedro y permanecí con él quince días[15].

Pablo predicó su evangelio durante tres años antes de viajar a Jerusalén para reunirse con el apóstol Pedro, conocido también como Cefas. Allí tuvo su primer encuentro con él. Salvo algunas excepciones (Gálatas 2:7,8), Pablo se refiere a Pedro como Cefas, su nombre en arameo[16].

El evangelio que Pablo enseñó no dependía de los apóstoles, pues él ya había estado pregonando las buenas nuevas a los gentiles de Arabia y de Damasco. Los tres años a los que Pablo se refería probablemente fueron los transcurridos desde su conversión, lo que coincide con el recuento de Hechos 9:26-30 acerca de la visita de Pablo a Jerusalén, cuando Bernabé se lo presentó a los apóstoles.

Entre los comentaristas existen opiniones discrepantes sobre el motivo por el que Pablo fue a Jerusalén a ver a Pedro. Algunos dicen que Pablo quería adquirir conocimientos de él. Otros creen que fue para llegar a conocer a Pedro, sin ninguna intención de adquirir conocimientos de él. Sea como fuere, el tema central es la independencia que mantiene Pablo con respecto a Pedro al proclamar el evangelio. Pablo no acudió a Pedro con el objetivo de adquirir conocimientos sobre el evangelio, ya que recibió este de manera independiente en el camino a Damasco[17]. Por otra parte, es probable que sí le pidiera a Pedro que lo informara acerca de Jesús y también que se mostrase agradecido de poder aprender más sobre las enseñanzas y acciones del Señor. Cabe la posibilidad de que Pedro también aprendiera de Pablo acerca de lo que Jesús le enseñó a este último en el camino de Damasco.

No vi a ningún otro de los apóstoles sino a Jacobo, el hermano del Señor[18].

Además de que Pablo pasó un tiempo muy limitado con Pedro —15 días—, tampoco vio a los otros apóstoles, excepto a Jacobo (Santiago), el hermano de Jesús. Antes de la muerte de Jesús, Santiago y Sus otros hermanos, Simón y Judas, no creían que Jesús fuera el Mesías. Pues ni aun Sus hermanos creían en Él[19]. Cuando los Suyos [Sus hermanos] lo oyeron, fueron para prenderlo porque decían que estaba fuera de sí[20]. No obstante, después de la muerte y resurrección de Jesús, creyeron, y Santiago asumió el papel de dirigente de los cristianos judíos de Jerusalén[21]. Se nos dice que Jesús se le apareció a Santiago luego de Su resurrección[22].

Pablo prosigue diciendo:

En cuanto a lo que les escribo, he aquí delante de Dios que no miento[23].

Este juramento, en el que garantiza que está diciendo la verdad, demuestra la importancia que esta discusión tenía para Pablo. Indica asimismo que los judaizantes cuestionaban su autoridad apostólica. Pablo hace juramentos en otras partes cuando quiere resaltar la importancia de lo que dice o cuando piensa que los oyentes discutirán lo que afirma o dudarán de ello[24].

Después fui a las regiones de Siria y de Cilicia[25].

Pablo describe su itinerario para defender la independencia de su evangelio. Se detuvo en Jerusalén por un periodo de tiempo corto nada más, y fue hasta allá tres años después de su conversión. Luego de su breve visita a Jerusalén, salió de Palestina y se dirigió a Siria y Cilicia. Esas dos regiones conformaban una sola provincia romana en la época en que Pablo escribió la carta a los gálatas. Los viajes de Pablo a Siria y Cilicia concuerdan con Hechos 9:30. Luego, cuando los hermanos lo supieron, le acompañaron hasta Cesarea y le enviaron a Tarso[26]. Tarso quedaba en la región de Cilicia.

Y yo no era conocido de vista por las iglesias de Judea, las que están en Cristo[27].

Pablo incluyó esta línea para poner de relieve el breve periodo que pasó en Jerusalén y en general, en Palestina. No dedicó tiempo a encontrarse con otros. La mayor parte de los creyentes de Judea no conocían a Pablo ni se reunieron con él personalmente.

Solamente oían decir: «El que antes nos perseguía ahora proclama como buena nueva la fe que antes asolaba»[28].

Pese a que no muchas de las iglesias de Judea vieron a Pablo, sí sabían de él, ya que noticias sobre su persona circulaban por toda Judea. Se habían enterado de que había experimentado una transformación espectacular y que de perseguidor de los cristianos pasó a ser divulgador del evangelio.

Se nos cuenta que para entonces Pablo ya proclamaba la fe, lo que en ese contexto quería decir que estaba enseñando la fe cristiana, el «cuerpo de doctrina».

Y daban gloria a Dios por causa de mí[29].

Las iglesias de Judea fueron testigos de la transformación que experimentó Pablo, a pesar de que no lo conocían en persona. No dudaban de su conversión o vocación ni cuestionaban su experiencia en el camino a Damasco. Más bien alababan a Dios por su conversión. Entendían que Dios merecía la gloria, dado que fue Él quien rescató a Pablo de «la presente época malvada»[30].

(Continuará.)


Nota

A menos que se indique otra cosa, todos los versículos de la Biblia proceden de las versiones Reina-Valera, revisión de 1995, © Sociedades Bíblicas Unidas, 1995, y Reina Valera Actualizada (RVA-2015), © Editorial Mundo Hispano. Utilizados con permiso.


[1] Gálatas 1:11.

[2] Gálatas 1:12.

[3] Gálatas 1:13.

[4] Gálatas 1:8,9.

[5] Hechos 7:58–8:3; 9:1,2,13,14, 21; 22:3–5,19,20; 26:4,5, 9–11,14,15.

[6] 1 Corintios 15:9; Filipenses 3:6; 1 Timoteo 1:13–16.

[7] Filipenses 3:6.

[8] Gálatas 1:14.

[9] Gálatas 1:15,16.

[10] Isaías 49:1.

[11] Jeremías 1:5.

[12] Hechos 9:15.

[13] Hechos 9:17,18.

[14] Gálatas 1:16,17.

[15] Gálatas 1:18.

[16] 1 Corintios 1:12; 3:22; 9:5; Gálatas 2:9, 11, 14 (NBLA, RVR1995, NVI).

[17] Hechos 9:3–19.

[18] Gálatas 1:19.

[19] Juan 7:5.

[20] Marcos 3:21.

[21] Hechos 12:17; 15:13–21; 21:18–25.

[22] 1 Corintios 15:7.

[23] Gálatas 1:20.

[24] Romanos 1:9; 9:1; 2 Corintios 1:23; 11:10; 1 Timoteo 2:7.

[25] Gálatas 1:21.

[26] Hechos 9:30.

[27] Gálatas 1:22.

[28] Gálatas 1:23.

[29] Gálatas 1:24.

[30] Gálatas 1:4,5.