La Epístola a los Gálatas: Capítulo 4 (versículos 1-20)

octubre 24, 2023

Enviado por Peter Amsterdam

[The Book of Galatians: Chapter 4 (verses 1–20)]

Pablo concluye el capítulo 3 de la Carta a los Gálatas con la siguiente declaración: Y ya que son de Cristo, ciertamente son descendencia de Abraham, herederos conforme a la promesa[1]. En Gálatas 4 pasa a explicar la trascendencia de ser herederos de Abraham.

Digo, además, que entre tanto que el heredero es niño en nada difiere del esclavo, aunque es señor de todo; más bien, está bajo guardianes y mayordomos hasta el tiempo señalado por su padre[2].

Pablo da un ejemplo cotidiano acerca de recibir una herencia. Un menor que no haya cumplido todavía la edad para obtener legalmente una herencia estará bajo tutela; solo podrá acceder a su patrimonio cuando alcance cierta edad, determinada por su padre. Antes de alcanzar la mayoría de edad el menor no tiene ningún derecho para disponer de los bienes heredados.

De igual modo nosotros también, cuando éramos niños, éramos esclavos sujetos a los principios elementales del mundo[3].

Aquí Pablo aplica el ejemplo a los gálatas, enseñándoles que antes que viniera Cristo ellos también estaban esclavizados a las fuerzas espirituales y a los poderes de este mundo. La etapa de infancia, cuando éramos niños, se refiere al periodo en que la ley mosaica estaba en vigor. Pablo dice que el régimen de la ley terminó cuando vino Cristo.

Pero cuando vino la plenitud del tiempo, Dios envió a Su Hijo, nacido de mujer y nacido bajo la ley[4].

Una nueva era en la historia de la salvación se había iniciado con la venida del Hijo de Dios, que era humano y vivía bajo la ley. Pablo describe el periodo de la ley mosaica comparándolo con la etapa en que uno es menor de edad; también lo equipara con la esclavitud. Asimismo, establece un paralelo entre el crecimiento y maduración de un niño y el cumplimiento de las promesas de Dios al enviar a Su Hijo Jesús. La plenitud de los tiempos se cumplió con la venida de Jesús. Al referirse a Jesús como «nacido de mujer» no alude al nacimiento virginal; más bien subraya la plena humanidad de Jesús.

Para que redimiera a los que estaban bajo la ley a fin de que recibiéramos la adopción de hijos[5].

El plan de Dios que consistía en que el pueblo se libraría de la potestad del pecado se realizó cuando envió a Su Hijo. Jesús ha redimido «a los que estaban bajo la ley», de manera que los creyentes son ahora hijos e hijas de Dios. En Gálatas, Pablo describe el poder del pecado con la preposición bajo. Los que están «bajo la ley» (3:23; 4:4) están «bajo maldición» (3:10), «bajo pecado» (3:22), «bajo tutor» (3:25) y bajo los rudimentos del mundo (4:3). El pecado había sometido a la gente bajo su dominio.

El Hijo de Dios vivió bajo la ley y asumió la maldición del pecado mediante Su muerte en la cruz, con lo cual redimió a los que se hallaban bajo el dominio del pecado. La palabra redimir ya se empleó en Gálatas 3:13: Cristo nos redimió de la maldición de la ley. Su uso apunta a Su muerte en la cruz a favor de los pecadores y al mismo tiempo indica que la liberación de los que se encontraban bajo la ley se logró a costa de la muerte de Jesús en la cruz. Los redimidos de la esclavitud del pecado son adoptados en calidad de hijos de Dios. Como tales, los creyentes son hijos de Dios gracias a la muerte de Jesús. Pablo demostró claramente que desde entonces los gentiles son adoptados dentro de la familia de Dios como hijos Suyos. Son descendencia de Abraham, porque son uno con Cristo.

Y por cuanto son hijos, Dios envió a nuestro corazón el Espíritu de Su Hijo que clama: «Abba, Padre»[6].

La principal prueba de que los gálatas son verdaderamente hijos adoptivos de Dios es que Él les concedió el Espíritu Santo; además, su relación de hijos se hace evidente por su aclamación de que Dios es su Padre. Pablo vuelve al tema abordado en gálatas 3:1-5, en el que la presencia del Espíritu sella a los gálatas como parte del pueblo de Dios. En Gálatas 4:4 leemos que Dios «envió» a Su Hijo; aquí leemos que Él también «envió» el Espíritu. La estrecha relación entre el Padre, el Hijo y el Espíritu se refleja en la frase «el Espíritu de Su Hijo».

Pablo introduce el envío del Espíritu para confirmar que son realmente hijos de Dios. El Espíritu confirma su calidad de hijos. Es parecido a lo que él escribió a los romanos: Recibieron el espíritu de adopción como hijos, en el cual clamamos: «¡Abba, Padre!» El Espíritu mismo da testimonio juntamente con nuestro espíritu de que somos hijos de Dios[7].

El verbo clamar en la frase clama: «Abba, Padre» significa gritar con fervor. Por la acción del Espíritu Santo los creyentes exclaman que Dios es su Padre. La palabra «abba» es el término arameo que corresponde a «Padre» y que Jesús empleó para dirigirse a Dios (Marcos 14:36). Significa que Dios es el Padre amoroso de los que creen en Jesús, Su Hijo. Los gálatas se saben creyentes, porque el Espíritu lo confirma en sus corazones.

Así que ya no eres más esclavo sino hijo; y si hijo, también eres heredero por medio de Dios[8].

Esta sección concluye con esta oración. Los creyentes gálatas ya no son esclavos del pecado. En su condición de hijos de Dios han alcanzado ya la plena adultez. Se han redimido de la ley y han recibido el Espíritu Santo. Siendo hijos, son también herederos de las promesas de Abraham.

Sin embargo, en otro tiempo, cuando no habían conocido a Dios, sirvieron a los que por naturaleza no son dioses[9].

Antes que se convirtieran, los gálatas vivían esclavizados a falsos dioses. La vida bajo la ley es semejante a un estado en que los seres humanos viven bajo el dominio del pecado (Gálatas 3:22), custodiados bajo la ley (3:23) o sujetos a los principios elementales del mundo (4:3). Así y todo, Pablo escribe que han sido liberados del cautiverio que los entrampaba y que ya no son esclavos.

Siendo incrédulos servían a los ídolos en lugar de servir al Dios verdadero. Los presuntos dioses no eran en verdad dioses. De ahí que Pablo escribiera en 1 Corintios 8:4: «Sabemos que el ídolo nada es en el mundo y que no hay sino un solo Dios». La razón por la que los gálatas estaban subyugados a falsos dioses es que no habían conocido a Dios.

En cambio, ahora que han conocido a Dios o, mejor dicho, ya que han sido conocidos por Dios, ¿cómo es que se vuelven de nuevo a los débiles y pobres principios elementales? ¿Quieren volver a servirlos otra vez?[10]

Pablo aborda aquí la conversión mientras contrasta la vida que antes llevaban con la que llevan en Cristo. Anteriormente no conocían a Dios, pero al convertirse llegaron a conocerlo. A partir de ahí lo llaman Padre amado (Abba, Padre). Los gálatas llegaron a conocer a Dios porque Él los conocía primero y porque los amó y los eligió para que fueran Suyos.

A Pablo le sorprendió que los gálatas estuvieran volviendo a sus viejos caminos. Consideró que su retroceso a la ley mosaica era una forma de paganismo, ya que con ello abjuraban de su fe en Cristo. Quedó asombrado[11] y perplejo[12] de que canjearan su libertad por la esclavitud y retornaran a los dioses que antes servían. Las palabras de Pablo, que en esencia equiparaban la sujeción a la Torá con el paganismo, probablemente escandalizaron a los judaizantes.

¡Ustedes guardan los días, los meses, las estaciones y los años![13]

Los creyentes gálatas empezaban ya a seguir el calendario del Antiguo Testamento, lo que indicaba que estaban recayendo en la ley del Antiguo Testamento. «Los días» son una alusión a la observancia del sabbat, aunque es posible que el apóstol tuviera también en mente otros días. Pablo utiliza una variedad de términos para expresar la observancia del calendario judío por parte de los gálatas. Si bien antes de su conversión a Cristo rendían devoción a falsos dioses (4:8), Pablo equipara su atracción al judaísmo con el paganismo.

Me temo por ustedes, que yo haya trabajado en vano a su favor[14].

El apóstol se pregunta si la obra que hizo con ellos no fue tal vez en vano. Como escribió con anterioridad, si los gálatas se apartasen del mensaje de la gracia de Dios, enfrentarían una maldición. Pero aun si nosotros mismos o un ángel del cielo les anunciara un evangelio diferente del que les hemos anunciado, sea anatema. Como ya lo hemos dicho, ahora mismo vuelvo a decir: Si alguien les está anunciando un evangelio contrario al que recibieron, sea anatema[15].

En otros pasajes de los escritos de Pablo vemos que solo los que continúan en la fe reciben la herencia. De ahí que Pablo piense en la posibilidad de que su obra será en vano si los que se hicieron creyentes no continúan en la fe. Dicha advertencia tenía por objeto contrarrestar el letargo de los gálatas y reincorporarlos a las enseñanzas de Pablo.

Les ruego, hermanos, que se hagan como yo, ya que yo me hice como ustedes. No me han hecho ningún agravio[16].

Pablo demuestra su amor por los gálatas calificándolos de hermanos, interpelándolos e instruyéndolos como quien aspira a verlos crecer y madurar en la fe. Pablo les suplica que sean como él, libre de la ley mosaica. Explica por qué no deben someterse a la circuncisión ni subyugarse a la ley mosaica. Al rogar a los creyentes que lo imiten lo hace con la intención de que no vivan bajo la ley mosaica. En cierto modo Pablo se había integrado a los gentiles, en el sentido de que estaba libre de la ley. En consecuencia, no tenía ningún sentido que los gentiles, los gálatas, vivieran como judíos y se impusieran la obligación de cumplir las leyes del Antiguo Testamento.

Las buenas relaciones entre Pablo y los gálatas se evidencian cuando él hace referencia al momento en que les predicó inicialmente el evangelio. El cálido recibimiento que le tributaron no solo representaba la amabilidad de los gálatas; tenía también un significado teológico, ya que Pablo llegó como apóstol que proclamaba el evangelio. El modo de reaccionar ellos ante Pablo era expresivo de su reacción a Cristo. Sin embargo, aunque no agraviaron a Pablo mientras estaba con ellos, para entonces las circunstancias ya habían cambiado.

Saben que fue a causa de una debilidad física que les anuncié el evangelio la primera vez[17].

Al principio, cuando Pablo predicó a los gálatas, por lo visto sufría de algún mal o debilidad. Algunos exégetas han especulado sobre qué enfermedad sufría Pablo. Se ha planteado que era una dolencia ocular; otros piensan que se trataba de epilepsia o malaria. En todo caso son solo conjeturas, pues no existen suficientes datos para corroborarlo. Fuera lo que fuera, no le impidió divulgar el evangelio. Pablo no pensaba que su dolencia y sufrimientos fueran motivo para detener su ministerio. Su debilidad, materializada en una enfermedad, era un medio por el que se manifestaba en él la fortaleza de Cristo. Así lo escribió en otra parte.

Y para que no me enaltezca sobremanera por la grandeza de las revelaciones, me ha sido dado un aguijón en la carne, un mensajero de Satanás, que me abofetee para que no me enaltezca. En cuanto a esto, tres veces he rogado al Señor que lo quite de mí y me ha dicho: «Bástate Mi gracia, porque Mi poder se perfecciona en la debilidad»[18].

Y lo que en mi cuerpo era prueba para ustedes, no lo desecharon ni lo menospreciaron. Al contrario, me recibieron como a un ángel de Dios, como a Cristo Jesús[19].

La debilidad de Pablo fue probablemente causa de tentación para los gálatas, pues podría tomarse como señal de que su mensaje no era de Dios. Con todo y con eso, no lo rechazaron por su sufrimiento. Comprendieron que era mensajero de Dios y que Jesús hablaba a través de él.

¿Dónde está, pues, su bienaventuranza? Porque les doy testimonio de que, si hubiera sido posible, se habrían sacado sus ojos para dármelos[20].

La pregunta alude nuevamente a la salvación de los gálatas y el inicio de su relación con Pablo. Cuando él llegó la primera vez enfermo, lo recibieron muy bien y su presencia era una bendición. Hay comentaristas que creen que este versículo confirma que Pablo padecía alguna enfermedad de los ojos. Sin embargo, eso no está tan claro; es más probable que la expresión empleada fuera un modo de decir que los gálatas estaban dispuestos a despojarse de lo que para ellos era muy valioso a fin de favorecer a Pablo. Al decir eso, el apóstol destaca la cálida relación que existía entre él y los gálatas.

¿Resulta que ahora me he hecho su enemigo por decirles la verdad?[21]

La estrecha relación que Pablo había tenido con los gálatas se tensionó luego que estos se apartaran del evangelio. La pregunta que les hizo era retórica. No los estaba acusando de ser enemigos, sino preguntando si la situación había llegado al punto en que él se había convertido en un opositor en vez de un amigo. Abrigaba la esperanza de que sus fuertes palabras recompusieran el compañerismo que gozaban con él y los llevara a alinearse otra vez con él.

Ellos tienen celo por ustedes, pero no para bien; al contrario, quieren aislarlos para que ustedes tengan celo por ellos[22].

El celo de los judaizantes no era del agrado de Dios. Deseaban sacar de la iglesia a los creyentes gálatas. En tres ocasiones durante esta carta Pablo se refiere a los deseos de los falsos maestros, que pretendían apartar a los creyentes de él para que los gálatas recurrieran a ellos como maestros. Los judaizantes tenían un afán de que se los alabase y se los honrase. Sus motivos estaban viciados por su deseo de ser adulados por los creyentes. Los gálatas se hallaban, pues, ante una alternativa: o seguían a los judaizantes o seguían a Pablo; o demostraban celo por el verdadero evangelio o seguían el falso evangelio, que exigía la circuncisión.

Bueno es ser siempre celosos del bien, y no solamente cuando estoy presente con ustedes[23].

Las distintas traducciones de la Biblia expresan este versículo de diferentes modos. En la fuente a la que recurrí para este estudio de Gálatas, el autor comenta: El celo es una cualidad encomiable siempre que esté dirigido a un buen objeto. Si uno es celoso de lo bueno, su vida agradará a Dios. Es decir que Pablo no era celoso de su propia reputación. De haber llegado otros a Galacia, que hubieran predicado el evangelio y fortalecido a los gálatas en la fe, él se habría regocijado[24].

Hijitos míos, por quienes vuelvo a sufrir dolores de parto hasta que Cristo sea formado en ustedes[25].

Pablo, siendo hombre, dice que sufre dolores de parto, como quien está por dar a luz. Prosigue, alegorizando que Cristo es el que va a nacer y que los gálatas son la madre. Cambia adrede la imagen, pues teme que los gálatas estén retornando al paganismo. Se personifica a sí mismo como su madre espiritual, que por segunda vez debe soportar los dolores de parto. La alusión a los dolores de parto se refiere al sufrimiento que ha soportado como apóstol.

La palabra vuelvo evoca el sufrimiento que Pablo soportó cuando testificó por primera vez a los gálatas. Al parecer ese sufrimiento debía repetirse, puesto que los gálatas estaban tentados por un evangelio ajeno. La debilidad de estos afecta a Pablo, de manera que se preocupa por su futuro.

Yo quisiera estar ahora con ustedes y cambiar el tono de mi voz porque estoy perplejo en cuanto a ustedes[26].

Pablo preferiría estar visitando a los gálatas en persona; estar cara a cara con ellos sería mucho mejor, ya que así podría responder enseguida a sus preguntas y discutir sus asuntos. Al estar ausente tenía que comunicarse con ellos por escrito, lo que resultaba mucho más difícil. Le intrigaba la atracción que sentían los gálatas por el judaísmo y la ley veterotestamentaria. No obstante, siguió tratando en su epístola los temas en cuestión.

(Continuará.)


Nota

A menos que se indique otra cosa, todos los versículos de la Biblia proceden de las versiones Reina-Valera, revisión de 1995, © Sociedades Bíblicas Unidas, 1995, y Reina Valera Actualizada (RVA-2015), © Editorial Mundo Hispano. Utilizados con permiso.


[1] Gálatas 3:29.

[2] Gálatas 4:1,2.

[3] Gálatas 4:3.

[4] Gálatas 4:4.

[5] Gálatas 4:5.

[6] Gálatas 4:6.

[7] Romanos 8:15,16.

[8] Gálatas 4:7.

[9] Gálatas 4:8.

[10] Gálatas 4:9.

[11] Gálatas 1:6.

[12] Gálatas 4:20.

[13] Gálatas 4:10.

[14] Gálatas 4:11.

[15] Gálatas 1:8,9.

[16] Gálatas 4:12.

[17] Gálatas 4:13.

[18] 2 Corintios 12:7–9.

[19] Gálatas 4:14.

[20] Gálatas 4:15.

[21] Gálatas 4:16.

[22] Gálatas 4:17.

[23] Gálatas 4:18.

[24] Schreiner, Thomas R., «Comentario exegético-práctico del Nuevo Testamento: Gálatas» (Editorial Andamio, 2020).

[25] Gálatas 4:19.

[26] Gálatas 4:20.