La Epístola a los Gálatas: Capítulo 5 (versículos 13-24)
enero 2, 2024
Enviado por Peter Amsterdam
La Epístola a los Gálatas: Capítulo 5 (versículos 13-24)
[The Book of Galatians: Chapter 5 (verses 13-24)]
El artículo anterior abarcó la primera parte del capítulo 5, concluyendo con el versículo 12. Retomaremos aquí a partir del versículo 13.
Ustedes fueron llamados a la libertad, hermanos; solamente que no usen la libertad como pretexto para la carnalidad. Más bien, sírvanse los unos a los otros por medio del amor[1].
Pablo declara que Dios llamó a los creyentes gálatas a ser libres. Con ello se refiere en particular a ser libres de la ley. Ya en el pasaje anterior el apóstol había prevenido a los gálatas acerca de seguir un mensaje que los esclavizara. Los judaizantes venían influyendo negativamente a los gálatas; esos creyentes, sin embargo, no debían mortificarse pensando que debían observar la ley mosaica.
Cuando Dios llamó a los gálatas, los llamó a librarse de la ley, concretamente de la obligación de circuncidarse. Pablo manifestaba claramente que para estar bien con Dios ya no era necesario que los creyentes se basaran en la obediencia a la ley, toda vez que mediante Su muerte en la cruz, Jesús los había redimido de la maldición de la ley. Pablo había expresado esto con anterioridad en su epístola: Cristo nos redimió de la maldición de la ley. Pero cuando vino la plenitud del tiempo, Dios envió a Su Hijo, nacido de mujer y nacido bajo la ley, para que redimiera a los que estaban bajo la ley a fin de que recibiéramos la adopción de hijos[2]. Como tales —siendo hijos de Dios—, viven en libertad y gozo.
Porque toda la ley se ha resumido en un solo precepto: Amarás a tu prójimo como a ti mismo[3].
Pablo hace una impresionante afirmación al declarar que amar al prójimo cumple con la norma de conducta requerida por Dios para las comunidades cristianas. Aduce que a través del servicio centrado en otros, los creyentes cumplen con las exigencias de la Torá sin estar obligados a satisfacer los requisitos de la misma. Asevera que «toda la ley» se cumple en un solo precepto, en llevar a la práctica un solo mandato: Amarás a tu prójimo como a ti mismo[4]. Pablo probablemente tenía conocimiento de que Jesús había calificado este mandamiento, junto con el de «amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente», como los dos más relevantes[5].
En Romanos 13:8-10 el apóstol explica con mayores detalles en qué sentidos cumplía este mandamiento la ley mosaica. En ese pasaje escribió: No deban a nadie nada salvo el amarse unos a otros, porque el que ama al prójimo ha cumplido la ley. Porque los mandamientos —no cometerás adulterio, no cometerás homicidio, no robarás, no codiciarás, y cualquier otro mandamiento— se resumen en esta sentencia: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. El amor no hace mal al prójimo; así que el amor es el cumplimiento de la ley[6].
Pablo había expuesto claramente su argumento de que los escritos del Antiguo Testamento habían tenido una función limitada por un tiempo limitado, y que ese tiempo ya había pasado. Como ordenamiento jurídico que debía seguirse al pie de la letra para demostrar que uno pertenecía al pueblo de Dios o como medio de ajustarse a los principios divinos, el papel de la ley mosaica había caducado. Someterse a la Torá (ley mosaica) después de la muerte y resurrección de Cristo equivale a vivir en esclavitud, cuando el designio de Dios es la libertad. Se reafirma con ello el concepto erróneo de que ser judío lleva aparejado un valor especial, cuando en realidad Dios unió a judíos y gentiles en Cristo y derribó la barrera de división, es decir, la hostilidad[7].
Pero si se muerden y se comen los unos a los otros, miren que no sean consumidos los unos por los otros[8].
Pablo señala que la libertad no se debe equiparar con las reyertas y la desunión, ya que eso perjudicaría gravemente a la iglesia. Un autor lo explica así: Se exhorta a los gálatas en términos muy llamativos a no volverse animales que se muerden y se devoran entre sí[9]. Los gálatas no deben llegar a pensar jamás que la libertad abre la puerta para las críticas mordaces y el odio al prójimo. Si el habla despectiva se introduce y no se la corrige, la iglesia implosionará.
Anden en el Espíritu, y así jamás satisfarán los malos deseos de la carne[10].
Si los creyentes desean dominar la carne deben someterse continuamente al Espíritu Santo. En los versículos 5:13-15 Pablo enseña lo que significa servirse unos a otros en amor. El verbo andar expresa la necesidad de rendirse al Espíritu día a día. Los creyentes deben optar por vivir conforme al Espíritu; este a su vez los dota de poder para que lleven una vida agradable a Dios.
Si los creyentes viven en el Espíritu no pondrán en práctica los deseos de la carne. A medida que los gálatas se sometan al Espíritu Santo, anularán y dominarán los deseos de la carne. Los creyentes no son inmunes a esos deseos; puede que todavía les resulten atractivos; no obstante, al andar en el Espíritu son capaces de triunfar sobre dichos deseos.
Porque la carne desea lo que es contrario al Espíritu, y el Espíritu lo que es contrario a la carne. Ambos se oponen mutuamente para que no hagan lo que quisieran[11].
Pablo explica enseguida por qué es tan crucial andar en el Espíritu. En el corazón de los creyentes se libra una batalla. El Espíritu Santo mora en ellos y por ende son poseedores del don prometido para la era venidera. Sin embargo, la perniciosa era actual no ha pasado aún. La carne y sus deseos no han desaparecido. Esos deseos carnales se oponen a las cosas del Espíritu. (Cuando Pablo se refiere a los deseos de la carne quiere decir seguir las inclinaciones pecaminosas de nuestro ser degradado y actuar contrariamente a las leyes morales de Dios.) Naturalmente que en los creyentes el Espíritu Santo tiene su morada y los impele a actuar de conformidad con los principios divinos, por lo que tienen una fuerte inclinación a hacer el bien.
El Espíritu y la carne se oponen entre sí. Si bien los creyentes, por medio del Espíritu Santo, gozan de la vida de la edad venidera, persiste una batalla contra la carne. La carne y el Espíritu rivalizan entre sí, y los creyentes enfrentan tentaciones con regularidad. Andar en el Espíritu no es lo mismo que deslizarse sin esfuerzo, toda vez que la carne combate contra el Espíritu y este contra la carne. Así y todo, Pablo es optimista, pues asegura que en tanto que uno ande en el Espíritu y sea guiado por el Espíritu obtiene la victoria sobre la carne.
Pero si son guiados por el Espíritu, no están bajo la ley[12].
Pese a que existe un conflicto entre la carne y el Espíritu, los que se guían por el Espíritu triunfan sobre el pecado, porque ya no están bajo la ley. La presencia del Espíritu da a los creyentes la capacidad de conquistar los deseos de la carne. Cuando somos guiados por el Espíritu, cuando nos sometemos a Su dirección, nos liberamos del legalismo demandado por la ley. Debemos andar en el Espíritu y ser guiados por el Espíritu de Dios, pues cuando nos sometemos a Su guía y orientación, nos liberamos de una vida de sometimiento a toda suerte de inclinaciones carnales y nos emancipamos de modos de proceder legalistas. Pablo saca a relucir que el Espíritu y la ley son dos métodos diametralmente opuestos de llevar una vida cristiana.
Ahora bien, las obras de la carne son evidentes. Estas son: inmoralidad sexual, impureza, desenfreno…[13]
Las obras de la carne (cuya descripción continuará más abajo) son fáciles de reconocer. Generalmente los creyentes tienen muy claro cuáles son las cosas que provienen de la carne. Las listas de vicios figuran con frecuencia en los escritos paulinos. Tienen por objeto indicar las cualidades que no complacen a Dios y que desentonan con la vida del Espíritu. Los primeros tres vicios enumerados aquí se centran en el pecado sexual. El apóstol se refirió a estos mismos tres en 2 Corintios 12:21 para tratar el tema de los pecados sexuales.
La locución «inmoralidad sexual» se emplea en otras partes de los escritos de Pablo y a lo largo del Nuevo Testamento, donde figura en 30 ocasiones. Es una expresión general que se usa para aludir a transgresiones de índole sexual. La palabra «impureza» denota también pecado sexual y se halla 9 veces en los escritos de Pablo[14]. El término «desenfreno» también es de uso común (8 veces) para indicar pecado sexual y significa actuar sin freno ni medida.
…idolatría, hechicería, enemistades, pleitos, celos, ira, contiendas, disensiones[15].
Idolatría y hechicería aparecen juntas en la lista puesto que las dos se enfocan en negarse a adorar al Dios único y verdadero. El principal pecado en la teología paulina es no alabar y agradecer a Dios por Su benevolencia y recurrir en cambio a la adoración de ídolos. Eso es rendir culto a la creatura en vez de al Creador[16]. Tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento se condena la hechicería[17]. En lugar de confiar en Dios, la gente trata de controlar las circunstancias para producir el resultado que desea. La hechicería lo lleva a uno a abandonar la confianza en Dios y depender de otras fuentes.
Las enemistades no se mencionan sino en esta ocasión dentro de las listas de vicios que detalla Pablo. El término denota animosidad y odio mutuos entre dos o más personas. Los pleitos, a los que Pablo ser refiere en numerosas ocasiones en sus escritos, apuntan a la disputa que separa a las personas unas de otras. Los celos son un término que en singular muchas veces tiene una acepción positiva en el sentido de entusiasmo o apasionamiento por Dios o por lo correcto[18]. No obstante, también puede referirse a los celos que se sumen en la autoglorificación[19].
La ira se refiere a arranques de rabia, un mal genio descontrolado que se vuelca sobre los demás causando daño a la persona que es objeto de ira. En otros pasajes las contiendas aluden a la ambición egoísta o interesada[20], la cual genera discordia, pues no se concentra en el bien ajeno sino que trata de alcanzar honra y enaltecimiento para uno mismo.
Disensiones es un término que indica división en una comunidad a consecuencia del pecado. Divisiones es un término que se emplea con poca frecuencia y que también informa de una división en el seno de una comunidad a causa del pecado.
…envidia, borracheras, orgías y cosas semejantes a estas, de las cuales les advierto, como ya lo hice antes, que los que hacen tales cosas no heredarán el reino de Dios[21].
Envidia aparece en otras de las listas de vicios que elaboró Pablo[22]. Se centra en el deseo de poseer lo que tienen otros. La envidia le produce a uno insatisfacción con los dones que Dios le ha dado y se resiente con la propiedad ajena.
Borracheras y orgías son dos palabras que se usan para describir un estilo de vida decadente. En Romanos 13:13 y 1 Pedro 4:3 también se hace referencia a estas. Quienes se entregan a jolgorios de ese tipo demuestran que no viven en la era nueva introducida por Cristo.
Pablo dice que advierte a los gálatas, como ya lo hizo antes, que quienes practican esas cosas no heredarán el reino de Dios. Hacer las obras de la carne no es una cuestión menor. Les avisa que los que persistan en ello no heredarán el reino. Más bien enfrentarán el juicio en el día postrero a la par con los impíos.
Pero el fruto del Espíritu es: amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre y dominio propio[23].
Aquí Pablo contrasta la «lista de vicios» con la de virtudes. Esta lista no guarda ningún orden en particular, salvo que el amor la preside. Esas cualidades divinas son el fruto del Espíritu, en contraposición con el producto de la fuerza humana. Los creyentes no reciben el Espíritu practicando las obras de la ley, sino escuchando el evangelio con fe.
El primer fruto mencionado es el amor. El amor de los creyentes por el prójimo tiene su raíz en el amor que Dios les ha concedido por medio del Espíritu Santo[24]. El origen de dicho amor también puede remontarse al Padre[25], así como al Hijo[26].
El gozo es obra del Espíritu Santo[27]. El tema del gozo es predominante en Filipenses[28], donde se subraya el sacrificio en aras de la unidad de los creyentes. Se insta a estos a confiar en que Dios está haciendo que todas las cosas cooperen para el bien de ellos.
La paz suele aparecer en el preámbulo de las cartas de Pablo. En otros pasajes la vincula con el gozo[29]; además, esa paz es consecuencia de la obra del Espíritu[30]. Cristo ha traído paz, tanto a judíos como a gentiles a través de la cruz[31].
La paciencia se emplea aquí y en otras partes de la lista de virtudes de Pablo[32]. Soportar situaciones difíciles sin perder la calma y la compostura es obra del Espíritu de Dios.
La benignidad se encuentra en otras listas de virtudes[33]. Se usa particularmente para nombrar la bondad de Dios que nos procuró salvación por medio de Jesús[34]. Siempre que los creyentes sean generosos con otros —en especial cuando ofrecen ayuda a los que no les corresponden su amor— imitan al Padre y a Cristo.
La bondad es muy similar a la benignidad. Se la menciona pocas veces en los escritos de Pablo[35]. A los insuflados por el Espíritu de Dios se les otorgan fuerzas para llevar una vida de bondad, de belleza moral, la cual resplandece en un mundo menesteroso.
La fe en esta oportunidad significa fidelidad. Quienes son guiados por el Espíritu son leales y fiables. Se puede contar con ellos para que cumplan sus obligaciones.
La mansedumbre figura en otras listas de virtudes presentadas por Pablo[36]. A los que pecan se los debe corregir con mansedumbre, con la benevolencia que caracterizaba a Cristo[37]. A los incrédulos se los debe corregir con suavidad y mansedumbre, a la expectativa de que se arrepentirán[38]. El comportamiento áspero no es representativo de la obra del Espíritu.
El dominio propio es una locución que raramente, solo unas pocas veces, aparece en el Nuevo Testamento[39]. Quienes poseen dominio propio logran refrenarse cuando es necesario.
Contra tales cosas no hay ley[40].
Cuesta interpretar el significado de esta frase corta. Quizá Pablo quiso decir que no hay ley que prohíba el fruto del Espíritu y que por ende no se puede hallar imperfección en dichas virtudes. O tal vez quiso manifestar que la ley jamás puede producir tales cualidades divinas, que son más bien consecuencia de la labor del Espíritu. A lo largo de la Epístola a los Gálatas hemos visto que la ley no puede producir justicia o integridad (3:21) y que los que son guiados por el Espíritu no están bajo la ley (5:18). Es decir que los que viven sujetos a la ley están bajo el dominio del pecado. El Espíritu entonces produce fruto que la ley no puede crear.
Porque los que son de Cristo Jesús han crucificado la carne con sus pasiones y deseos[41].
Los creyentes no necesitan la ley para dominar su conducta. Por cuanto pertenecen a Cristo, han liquidado los deseos de la carne. Este versículo nos remonta a Gálatas 2:20, que dice: Con Cristo he sido juntamente crucificado. La crucifixión de la carne ocurrió entonces al momento de la conversión, cuando los creyentes murieron con Cristo.
La muerte de la carne no significa que a los creyentes no les venga la tentación de los deseos carnales. Sin embargo, la muerte de Cristo en la cruz supuso un golpe de gracia para la carne. A pesar de que los deseos carnales no han desaparecido, ya no reinan ni se imponen. Los que andan en el Espíritu y se guían por Él descubren que triunfan —si bien imperfectamente— sobre las pasiones de la carne que antes los dominaban.
Nota
A menos que se indique otra cosa, todos los versículos de la Biblia proceden de las versiones Reina-Valera, revisión de 1995, © Sociedades Bíblicas Unidas, 1995, y Reina Valera Actualizada (RVA-2015), © Editorial Mundo Hispano. Utilizados con permiso.
[1] Gálatas 5:13.
[2] Gálatas 3:13; 4:4,5.
[3] Gálatas 5:14.
[4] Levítico 19:18.
[5] Marcos 12:28–31; Mateo 22:34–40; Lucas 10:25–28.
[6] Romanos 13:8–10.
[7] Efesios 2:14.
[8] Gálatas 5:15.
[9] Schreiner, Thomas R., «Comentario exegético-práctico del Nuevo Testamento: Gálatas» (Editorial Andamio, 2020).
[10] Gálatas 5:16.
[11] Gálatas 5:17.
[12] Gálatas 5:18.
[13] Gálatas 5:19.
[14] Romanos 1:24, 6:19; 2 Corintios 12:21; Gálatas 5:19; Efesios 4:19, 5:3; Colosenses 3:5; 1 Tesalonicenses 2:3, 4:7.
[15] Gálatas 5:20.
[16] Romanos 1:21–25.
[17] Éxodo 7:11, 22; Isaías 47:9, 12; Apocalipsis 18:23.
[18] 2 Corintios 11:2; Números 25:13; 1 Reyes 19:10; Zacarías 1:14.
[19] Romanos 13:13; 1 Corintios 3:3; 2 Corintios 12:20.
[20] Romanos 2:8; Filipenses 1:17, 2:3.
[21] Gálatas 5:21.
[22] Romanos 1:29; 1 Timoteo 6:4; Tito 3:3.
[23] Gálatas 5:22,23.
[24] Romanos 5:5, 15:30.
[25] Romanos 8:39, 2 Corintios 13:14, Efesios 1:4, 2:4.
[26] Romanos 8:35, 2 Corintios 5:14.
[27] Romanos 14:17.
[28] Filipenses 1:4,18,25; 2:2,17,18,28,29; 3:1; 4:1,4,10.
[29] Romanos 14:17, 15:13.
[30] Romanos 14:17.
[31] Efesios 2:14,15,17.
[32] 2 Corintios 6:6; Efesios 4:2; Colosenses 3:12; 2 Timoteo 3:10.
[33] 2 Corintios 6:6; Colosenses 3:12.
[34] Romanos 2:4; Efesios 2:7; Tito 3:4.
[35] Romanos 15:14; Efesios 5:9; 2 Tesalonicenses 1:11.
[36] Efesios 4:2; Colosenses 3:12; Tito 3:2.
[37] 2 Corintios10:1.
[38] 2 Timoteo 2:25.
[39] Hechos 24:25; 2 Pedro 1:6; 1 Corintios 7:9, 9:25.
[40] Gálatas 5:23.
[41] Gálatas 5:24.