La espina

febrero 20, 2011

Enviado por María Fontaine

No creo que Dios pretendiera que ningún matrimonio fuese perfecto. Yo lo veo como una «espina» que Él permite que forme parte de la ecuación… ese elemento al que rehuimos, pero que Él sabe bien que nos es necesario. Tal vez se pregunten por qué tiene que haber diferencias, susceptibilidad, malentendidos, celos, resentimiento, comparaciones, sacrificios, discusiones, enojos y emociones negativas, temores, desengaños y adversidades. Nada de eso parece ser muy útil que digamos para forjar un matrimonio sólido.

Me recuerda al conocido refrán: «La adversidad es ocasión de virtud». No podemos escapar al hecho de que el carácter y la fibra moral de la persona se templan en la adversidad. Si no experimentáramos las dificultades de la vida, no aprenderíamos a ejercitar las cualidades que nos hacen mejores personas: la paciencia, la comprensión, el perdón y mucho más.

Los malentendidos, las diferencias, las heridas emocionales e incluso las ofensas nos obligan a responder. Podemos optar por esforzarnos y acudir al Señor para que nos dé más amor, para que nos ayude a perdonar, a tomar la decisión consciente de aprender lo que podamos de la situación. El matrimonio nos ofrece incontables oportunidades de ese tipo.

Lo que importa es la manera en que respondemos ante las circunstancias que enfrentamos en la vida y lo que hacemos con ellas. ¿Aprendemos de nuestras dificultades o nos endurecemos? ¿Nos volvemos más humildes o más soberbios? ¿Buscamos maneras creativas de resolver los conflictos o nos desmoralizamos por completo? ¿Nos esforzamos al máximo por convertirnos en lo que sea necesario para poder manejar la dificultad, u optamos por acusar y criticar? ¿Nos comprometemos cada vez más a «forcejear con el ángel» o sucumbimos ante la tentación de abandonar cuando las cosas se ponen críticas?

Incluso cuando nos esforzamos al máximo, crecemos y maduramos, siempre habrá nuevos retos por delante, porque así lo ha establecido Dios. Así es la vida. Vencemos una dificultad y luego pasamos a la siguiente. Pero cada victoria es un paso hacia adelante. Cada victoria es una experiencia gratificante. Cada victoria implica un avance más en la senda del progreso.

Sin embargo, ¿qué hay de las situaciones en que sencillamente no logramos sobreponernos y quedamos relegados a la frustración permanente en algún aspecto de nuestra vida? Si hemos hecho todo lo posible y hemos orado hasta decir basta, lo que nos dice Dios en Su palabra es que no somos un fracaso y que no está todo perdido. «Habiendo acabado todo, podamos resistir»[1] y dejar que el Señor nos lleve a amar como Dios ama y a perseverar como Cristo perseveró» (2 Tesalonicenses 3:5, NVI).

Puede que el Señor sepa que esas partes espinosas de nuestra vida en el fondo en cierto sentido son más beneficiosas de lo que sería un lecho de rosas. Podemos evaluar la situación junto con nuestro Esposo y pedirle que nos muestre cómo ve Él las cosas y cómo deberíamos verlas nosotros. Podemos darle lugar a que nos muestre las ventajas de nuestra relación en particular, por conflictiva o poco conflictiva que sea. Y luego, podemos alabarlo por nuestra vida y los obstáculos y dificultades que se nos presentan, al igual que las experiencias agradables y placenteras.

Si dialogamos con Él sobre nuestra relación, nos motivará a esmerarnos en los aspectos que debemos fortalecer, nos alentará en aquello en lo que vamos bien encaminados, y nos ayudará a seguir atizando la llama del amor en nuestra relación. Nos ama muchísimo y con Su poder como apoyo, contaremos con la fortaleza y la gracia necesarias para estar a la altura del próximo reto que nos espera.


[1] Efesios 6:13