Gran valor

febrero 11, 2011

Enviado por María Fontaine

Hace poco recibí una carta de una joven en el norte de Europa en la que me contaba que es integrante de LFI tras conocernos a nosotros y a nuestro movimiento misionero y testimonio en Internet.

En la carta señalaba: «Tengo un trastorno emocional neurológico y eso me impide ser buena en el trato social; por lo tanto, mi testificación se ha reducido a dejar folletos en autobuses, tiendas, baños de las gasolineras, etc. Procuro tener folletos siempre conmigo. Mi esperanza es que alguien lea el folleto en el momento indicado y acepte la salvación».

Estoy orgullosa de ella. Se dio cuenta de que Jesús quería que testificara, fue a Internet, descargó folletos y los imprimió. Y empezó a hacer lo que estaba dentro de sus posibilidades. Personas como ella me motivan a esforzarme al máximo en mi servicio a Jesús. Algunos deben quedarse en casa debido a las enfermedades que padecen, pero tienen exitosos ministerios por correo, por teléfono o por medio de la oración. Otros, testifican desde camas de hospital, desde sillas de ruedas o desde refugios para personas sin casa. Si ellos, con graves impedimentos, hacen lo que está dentro de sus posibilidades, donde pueden, con lo que tienen, ¿cómo no dar todo lo que puedo por Jesús, ya que Él ha hecho tanto por mí?

Estoy orgullosa de servir al Señor junto a compañeros como ella, a quien aprecio mucho, que hacen lo que pueden, que no se detienen ni desisten de intentar algo que les parece que no pueden hacer.

Es posible que no tengas mucho que ofrecer, pero de todos modos, das lo que tienes. Pese a las dificultades, las deficiencias, la inferioridad frente a algo, las discapacidades, las enfermedades o los impedimentos, haces la parte que te toca en tu servicio a Jesús. Como el niño que dio su almuerzo a Jesús porque pensó que ayudaría a los demás[1]. ¡Y así fue! Además, lo que Jesús logró ese día por medio de aquella ofrenda probablemente afectó para siempre la vida de ese chico.

Me gusta esta canción:

¿El lugar en que te ha tocado trabajar
parece demasiado pequeño y poco conocido?
Es grande si Dios tiene que ver con ello.

Y Él no olvidará a los Suyos.
¡Lo poco es mucho cuando Dios tiene que ver con ello!
No trabajes por riqueza ni fama.
Hay una corona, y la puedes ganar,
si vas en el nombre de Jesús[2].

Así pues, no menosprecies los pequeños actos que puedes hacer: una sonrisa que puede alegrar el corazón de alguien, una palabra que infunda ánimo, un folleto que lleva el amor de Jesús, una pequeña ofrenda a la obra de Dios o una contribución para ayudar a los pobres. Dios se vale de algunas de las personas más insignificantes y débiles como instrumentos, a fin de que causar un gran impacto en la vida de otros[3].

Este pasaje de las Escrituras siempre me ha animado, y considero que son las palabras que Jesús me dirige: «Bástate mi gracia, porque mi poder se perfecciona en la debilidad». Y entonces, como Pablo, quisiera responder a Jesús: «Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades», para que repose sobre mí Tu poder. «Porque cuando soy débil, entonces soy fuerte»[4]. El Señor quiere que apreciemos nuestra debilidad, pues nos empuja a apoyarnos en Él, y por lo tanto, podemos beneficiarnos más de Su poder y fuerza.

El Señor elogió mucho a la viuda que, aunque había dado muy poco en comparación, entregó más que los ricos, porque dio todo lo que tenía. El Señor dijo de ella: «Pues ellos dieron una mínima parte de lo que les sobraba, pero ella, con lo pobre que es, dio todo lo que tenía»[5]. Tenía muy poco, pero lo dio todo. El Señor podría decir lo mismo de muchos de ustedes que hacen grandes sacrificios para Él. Ve su corazón y sabe lo que les cuesta.

Tengan la certeza de que Jesús, y nosotros, valoramos toda contribución, grande o pequeña. Y apreciamos sus sacrificios, los cuales son grandes a los ojos de Dios.


[1] Juan 6:9–13.

[2] Kittie L. Suffield, 1924.

[3] 1 Corintios 1:26–28.

[4] 2 Corintios 12:9–10.

[5] Lucas 21:4; Nueva Traducción Viviente (NTV).