La posada y el pesebre
diciembre 11, 2012
Enviado por Peter Amsterdam
La posada y el pesebre
Hay ciertos aspectos del relato del nacimiento de Jesús que se introdujeron al pensamiento tradicional pero que no cuadran con los recuentos de los Evangelios. Por ejemplo, el que María y José no encontraran sitio en la posada y tuvieran que hospedarse en un cobertizo o una cueva donde guardaban animales; o eso de que la misma noche que llegaron a Belén, María haya iniciado trabajo de parto; o que los pastores y los tres reyes se hubiesen congregado en torno al pesebre en el que yacía el niño Jesús. Si estudiamos más cuidadosamente los relatos del nacimiento de Jesús, veremos que se nos despliega un panorama bastante diferente al de las tradiciones que se gestaron en torno al mismo.
Para empezar, echemos un vistazo al lugar donde nació Jesús y al tipo de alojamiento que encontraron María y José. El evangelio de Mateo dice que Jesús nació en Belén, sin dar mucho más detalle al respecto. Lucas afirma que Jesús nació en la «ciudad de David», y agrega que la ciudad de David era Belén. A lo largo del Antiguo Testamento, a Jerusalén se la conocía como la ciudad de David, ya que fue ahí donde reinaron David y varios de los reyes que lo sucedieron. No obstante, David nació en Belén y su familia era de allí, razón por la cual, a nivel local también se la conocía como la ciudad de David. Si bien los lectores locales del evangelio de Lucas habrían entendido que se refería a Belén, Lucas menciona específicamente el nombre de la aldea ya que se dirigía a creyentes que no eran judíos, los cuales no tenían punto de referencia alguno.
José y María se trasladaron a Belén porque José era del linaje real del rey David y era obligatorio que regresara a su tierra natal para participar en el censo que se estaba llevando a cabo. Como se requería que las personas regresaran a sus pueblos o ciudades de origen para dicho censo, es muy posible que Belén, una aldea pequeña, estuviera atestada en esa época, y que la mayoría de los hostales estuviesen llenos.
Lo que la mayoría cree es que José y María se dirigieron al albergue comercial más conocido, donde se hospedaba la mayoría de viajeros, y que, como estaba lleno, les negaron el acceso. El hecho de que la aldea de Belén no estuviera ubicada junto a ninguna de las vías principales de acceso hace que sea muy poco probable que tuviera un establecimiento comercial de hospedaje. El término griego que emplea Lucas, y que se traduce como albergue o posada es katalyma, que aparece tres veces en el Nuevo Testamento. En las otras dos instancias, se la traduce como cuarto de huéspedes[1]. Cuando Lucas escribe acerca del buen samaritano que socorre al moribundo y lo lleva al hostal del lugar, emplea la palabra pandocheion[2]. De modo que lo más probable hubiese sido que empleara la misma palabra al referirse a la posada en el relato del nacimiento, si se hubiera referido a un hostal comercial. Es casi seguro que lo que quiso decir es que no tenían sitio en el cuarto de huéspedes, y no en el hostal.
Echemos un vistazo al tema de las viviendas de aquella época. Los hogares de los aldeanos de la Palestina del primer siglo tenían dos habitaciones: la principal, donde las familias cocinaban, comían y dormían, y la segunda, para huéspedes, que normalmente se encontraba al otro extremo de la vivienda y tenía una entrada independiente, o bien estaba construida en un segundo piso, encima de la casa principal.
Jesús hace alusión a ese espacio común o salón único de usos múltiples cuando habla de no esconder nuestra luz bajo un almud, sino más bien ponerla sobre un pedestal donde alumbre a toda la casa[3]. Si toda la casa queda iluminada con una sola lámpara, entonces la casa tendría que constar de una sola habitación.
La habitación principal de la casa incluía también un espacio para los animales, que estaba situado en desnivel, unos pocos peldaños más abajo que el nivel principal, o bien separado de este por unas vigas pesadas. La puerta de entrada a la casa daba a esa zona de aspecto similar al de un portal o retablo, donde se cobijaba a los animales. Para pasar de la sección del establo a la habitación familiar había que subir un par de escalones. La cabeza de un animal grande, como un burro o una vaca, si estaban de pie, llegaría hasta el salón familiar. Se construían unas especies de pesebres cavados en el suelo de la habitación familiar, y allí se ponía la paja para que se alimentaran los animales más grandes. Los animales más pequeños, como las ovejas, comían de unos comederos de madera que se encontraban en la zona del establo. Quienes vivían en aldeas en aquellos tiempos cobijaban a sus animales por la noche, tanto para evitar robos como para calentar un poco la casa. Metían a sus rebaños dentro de la casa al anochecer, y volvían a sacarlos a primera hora de la mañana[4].
Los lectores del evangelio de Lucas del primer siglo hubiesen entendido perfectamente el hecho de que José llevara a su mujer a Belén tal como se requería, con motivo del censo. Como descendientes de David, José y María habrían sido muy bien recibidos por los aldeanos de Belén. Es probable que José tuviese allí parientes o amigos, pero aun de no haber sido así, por ser descendiente de David, se le habría tratado con toda la hospitalidad posible, sobre todo porque María estaba embarazada. En circunstancias normales, se les habría concedido el cuarto de huéspedes en alguna de las casas. No obstante, debido al censo, muchas otras personas estaban obligadas también a acudir a Belén, de modo que no había habitaciones para huéspedes disponibles en las casas privadas de los aldeanos. Acorde con la hospitalidad de la época, a José y María deben de haberlos ubicado en la habitación común —la principal— de la casa de alguien (probablemente de algún familiar o amigo), y durante su estancia allí, al llegar María al término de su embarazo, dio a luz a Jesús.
Tras el alumbramiento, al bebé se lo envolvía en jirones de tela (era una práctica común entre los pobres, en aquella época) y se lo colocaba sobre un pesebre, lo cual significaba ya sea en el comedero cavado en el suelo de la habitación principal cerca de donde se colocaba a los animales, o bien en un pesebre de madera como los que usaban los animales más pequeños, que posiblemente habrían tomado de la zona del establo para colocarlo en la estancia principal de la casa.
Esta manera de entender las circunstancias que rodearon al nacimiento de Jesús se alinea con las costumbres judías de la época y con la hospitalidad que normalmente debía de mostrarse a quienes iban de visita a sus aldeas ancestrales, y particularmente a alguien que llegara al pueblo con una esposa a punto de dar a luz. Que los aldeanos le negaran la hospitalidad a un descendiente de David se habría considerado una afrenta, y una vergüenza para el pueblo.
Entonces, ¿de dónde salieron algunas de las interpretaciones tradicionales del relato de la Navidad? Muchas proceden de un antiguo escrito que data del año 200 d.C., denominado el protoevangelio de Santiago. Los académicos determinaron que quien lo escribió no fue el apóstol Santiago, que tampoco era judío, y que no estaba familiarizado con la geografía ni las tradiciones judías del primer siglo. Cuenta la historia del nacimiento y la vida de María, y continúa hasta el nacimiento de Jesús. De esa historia deriva la idea que tiene mucha gente de que María entró en trabajo de parto la noche que llegó a Belén, que Jesús nació en una cueva, que María se encontraba sola durante el alumbramiento, que José era un anciano que ya tenía hijos varones, y que María no solo era virgen antes de que naciera Jesús sino que permaneció en ese estado toda la vida. Algunos de esos conceptos se infiltraron en los relatos tradicionales de los credos protestantes, católicos y ortodoxos.
Pensé que les resultaría interesante escuchar esta perspectiva poco tradicional de las circunstancias que reinaban cuando nació Jesús. Se las cuento, más que nada para su interés y con el propósito de poner el relato de la Navidad en el contexto del primer siglo. He descubierto que leer los evangelios teniendo una idea más clara del contexto del primer siglo me ayuda a entender mejor a qué se refería Jesús con Sus palabras y acciones.
Naturalmente, no tiene mayor relevancia el que Jesús naciera en una gruta, un cobertizo para animales o una casa de una aldea, e indudablemente no vale la pena montar una polémica en torno a esos detalles. Lo crucial es que naciera, que muriera por los pecados del mundo y que todos tengan la oportunidad de enterarse de lo ocurrido. Conocemos a Jesús porque en algún momento de la vida alguien nos contó acerca de Él, ya sea de niños o más adelante en la vida. Y por ello, hemos sido bendecidos. Jesús nos pide que compartamos con los demás eso que recibimos. Esas son Sus instrucciones para nosotros. Nos pide que sembremos la semilla en la vida de los demás, o que la reguemos o recojamos los resultados, dependiendo del caso. Nos pide que, como seguidores Suyos, manifestemos Su amor y lo demos a conocer a los demás, o que se lo presentemos a quienes aún no lo conocen. Él los guiará en cuanto a qué método utilizar, dependiendo de las personas a las que los guíe, ya que cada persona es diferente y tiene necesidades diferentes. De lo que no cabe duda es que todos lo necesitan. Necesitan Su amor, Su paz y la salvación que les ofrece. Cada uno de nosotros cuenta con los medios para dar a conocer Su persona y Su amor a los demás, de modo que, hagamos todo lo que esté a nuestro alcance, ¿de acuerdo?
Bibliografía
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Brown, Raymond E. The Birth of the Messiah (El nacimiento del Mesías). New York: Doubleday, 1993.
Edersheim, Alfred. The Life and Times of Jesus the Messiah (Vida y tiempos de Jesús el Mesías). Peabody: Hendrickson, 1993.
Green, Joel B. The Gospel of Luke (El evangelio de Lucas). Grand Rapids: William B. Eerdmans, 1997.
Green, Joel B., McKnight, Scot. Editors. Dictionary of Jesus and the Gospels (Diccionario de Jesús y los Evangelios). Downers Grove: InterVarsity, 1992.
Jeremias, Joachim. Jerusalem in the Time of Jesus (Jerusalén en tiempos de Jesús). Philadelphia: Fortress Press, 1975.
Morris, Leon. The Gospel According to Matthew (El evangelio según Mateo). Grand Rapids: William B. Eerdmans, 1992.
Pentecost, Dwight J. The Words & Works of Jesus Christ. Grand Rapids: Zondervan, 1981.
Sheen, Fulton J. Life of Christ. New York: Doubleday, 1958.
Stein, Robert H. Jesus the Messiah. Downers Grove: InterVarsity, 1996.