La realidad de la grandeza

febrero 13, 2016

Enviado por María Fontaine

[The Reality of Greatness]

Alguien con quien me comunicaba mencionó a los «grandes» del cristianismo. Aunque he empleado ese término —creo que todos lo hemos hecho— y admiro en gran medida a quienes el Señor ha puesto a la vista del público como ejemplos, me pareció que el Señor quería que comprendiera mejor cómo ve Él la grandeza.

Entre ellos están Amy Carmichael, Adoniram Judson, la madre Teresa y muchos otros de los que hemos oído hablar y de los que hemos leído que han hecho grandes cosas y dieron su vida con amor sacrificado. No le quito importancia a eso en absoluto. Sin embargo, por medio de una pregunta sencilla, pero profunda, el Señor me señaló algo que me abrió una nueva perspectiva.

Dijo:

«La madre Teresa dio un ejemplo magnífico de determinación, fe y superación; ¿y las otras mujeres que trabajaron junto a ella todos esos años en los barrios marginales y en los vertederos de la India, pero que nunca recibieron elogios o reconocimiento por parte del público? ¿Ellas fueron menos grandes?

»¿Y qué me dicen de cualquier otro seguidor Mío, integrante de Mi reino, que me siguió de todo corazón, y que dio abnegadamente porque Mi Espíritu lo motivó a hacerlo? Con independencia de que a otros su contribución les pareciera grande o pequeña, si a diario ellos se esforzaron al máximo para dedicar su vida a Mi servicio, ¿acaso no son grandes también? Lo son a Mis ojos.

»Con frecuencia en esta vida, los que lo dan todo tal vez no sean alabados ni se les dé reconocimiento por su amor y dedicación. Es posible que pocas personas se den cuenta de lo que ellos han sacrificado por Mí. Es posible que a muchos les parezca que son insignificantes o de poca importancia».

Es natural que quieran comparar una cosa con otra, una persona con otra. En muchos casos, así funciona nuestra mente. Tenemos tendencia a considerar a los que el Señor ha puesto en el centro de atención como que son más grandes que el resto. Sin embargo, el Señor en Su sabiduría pone a algunos como modelos a seguir, no porque sean mejores ni porque hayan logrado más que otros, sino para recordarnos que «el más importante entre ustedes debe ser el sirviente de los demás»[1].

No es la admiración de los demás lo que hace grande a una persona. Es su fuerte conexión con Jesús lo que inspira un amor que se sacrifica por los demás, a medida que siguen Su ejemplo. Esa grandeza es algo que todo hijo de Dios sincero —sea conocido o desconocido— puede vivir a su manera al hacer lo que Jesús le ha pedido que haga.

Como dice en 1 Pedro 5:6: «Humíllense, pues, bajo la poderosa mano de Dios, para que Él los exalte a su debido tiempo». A medida que dejamos que Jesús dirija nuestra vida, y nos humillamos delante de Él al aceptar y hacer lo que Él nos indica que es más importante, y ponemos todo nuestro empeño, nos volvemos grandes a Sus ojos. Al igual que los niños emulan a sus padres y aprenden de ellos, porque confían en el amor que les tienen, Jesús nos pide que confiemos en Su amor por nosotros y que imitemos el ejemplo que Él nos ha dado de amor sacrificado. Colocar nuestra vida en Sus manos es humillante, pero es la manera más segura de hallar la gloria que solo Dios puede darnos.

Para terminar este breve artículo, les dejo unos pasajes de sabiduría de la Palabra:

Él, llamando a un niño, lo puso en medio de ellos, y dijo: «En verdad les digo que si no se convierten y se hacen como niños, no entrarán en el reino de los cielos. Así pues, cualquiera que se humille como este niño, ése es el mayor en el reino de los cielos».  Mateo 18:2-4 NBLH

El que es más pequeño (humilde) entre todos ustedes, ése es grande.  Lucas 9:48 NBLH

Así dice el Alto y Sublime que vive para siempre, cuyo nombre es Santo: «Yo habito en lo alto y santo, y también con el contrito y humilde de espíritu, para vivificar el espíritu de los humildes y para vivificar el corazón de los contritos».  Isaías 57:15

Les digo que éste descendió a su casa justificado pero aquél no; porque todo el que se engrandece será humillado, pero el que se humilla será engrandecido.  Lucas 18:14 NBLH


[1] Mateo 23:11 NTV.