Mi encuentro con Phoebe

marzo 21, 2013

Enviado por María Fontaine

(Nota: La mañana del 20 de marzo, tranquilamente durante el sueño, Phoebe se fue a casa a encontrarse con Jesús. Nos alegramos de que ella ahora esté a salvo en los brazos de Jesús, libre de dolor y sufrimiento. En esta época difícil enviamos amor y oraciones fervientes a sus padres, hermanos, amigos y seres queridos.)

Hace menos de dos meses tuve una experiencia inesperada, pero memorable. Me encontraba en un viaje por los EE.UU. y estuve en San Antonio. Allí, una pareja —Keith  y Caryn— ofreció ayudarme con lo que necesitara, que Dios los bendiga. Mencionaron que Phoebe (22 años, hija de Mike [Adam] y Mary) estaba quedándose en casa de unos amigos que vivían en esa zona y preguntaron si me gustaría verla. (A Phoebe, como muchos de ustedes saben, le habían diagnosticado leucemia. En los EE.UU. se había sometido a un tratamiento médico intensivo; con ese tratamiento la leucemia entró en remisión.)

No dejé pasar la oportunidad de conocerla. Había seguido su progreso al ver las peticiones de oración que su mamá había puesto en el sitio web, además de notas que sus padres nos habían escrito.

Por lo que sabía de Phoebe, tenía la certeza de que conocerla sería algo muy inspirador y también esperaba poder infundirle ánimo. Cenamos juntas y Phoebe me dijo que era muy significativo que hubiera llegado en esos momentos, pues dos días antes se había enterado de que el cáncer ya no estaba en remisión sino muy avanzado. Era probable que solo le quedaran cuatro meses de vida como máximo. Más tarde, me contó que siempre tuvo esperanzas de conocerme —incluso lo pidió en oración— y que significaba mucho para ella.

A medida que conversábamos, me di cuenta de que aunque le temblaban las rodillas por así decirlo, su fe era firme. ¿En qué tenía fe? ¿En que saldría de esa dura prueba fácilmente, con plena confianza y sin inmutarse? ¿En que no habría ningún problema, dolor ni dificultad? Al ver que Phoebe había pasado por experiencias muy difíciles, sabía bien que la fe de ella no estaba en esas cosas. Su fe estaba en la confianza en que Dios la amaba y en que Él, en Su sabiduría, sabía lo que en definitiva la haría más feliz; segura de que Él estaba al mando de la situación y no permitiría que nada saliera de Su control; con la seguridad de que la sacaría adelante y la llevaría a un lugar seguro, ya fuera que la sanara de manera sobrenatural aquí en esta vida, o que se la llevara directamente por la puerta del Cielo, donde estaría totalmente sana para siempre.

Cuando Jesús nos acompaña, nos protegerá y caminará con nosotros incluso por el valle de sombra de muerte. Es posible que una niña tenga miedo de enfrentar lo desconocido, pero si uno de sus padres está con ella y la rodea con sus brazos, diciéndole que todo estará bien, ella tiene confianza en seguir adelante, aunque tenga miedo. Lo mismo ocurre con nosotros y Él.

Phoebe fue muy abierta y franca al hablar de la posibilidad de que viajara pronto al cielo. Expresó muy bien cómo se sentía. Pensé que lo hizo de manera asombrosa al tomar en cuenta que hablaba de algo que para la mayoría de las personas es una de las cosas más devastadoras que pueden imaginar y una de las más difíciles de enfrentar. Para mí fue conmovedor pensar en que conversaba con alguien que tal vez pronto estaría en los brazos de Jesús, disfrutando de Su presencia y de todo lo que ofrecía Su hogar celestial. Tuve ganas de decirle: «¡Por favor, dile a Jesús que me viste! ¡Dile que le mando mucho amor!» Lo que se haría cuando alguien va a hacer un viaje donde verá a personas que queremos mucho.

Phoebe tenía muchos interrogantes profundos acerca de los motivos por los que el Señor obraba de esa forma en su vida, lo cual es comprensible, y me contó algunos de ellos. Le parecía que su vida había sido muy corta y que no había tenido oportunidad de concretar sus sueños. La respuesta que el Señor puso en mi corazón fue que el gran amor de Dios, omnipresente, omnipotente, omnisciente, haría que de todos modos cumpliera sus sueños de forma que fuera incluso más fantástica, más emocionante, más gratificante que cualquiera de sus sueños. No sería exactamente como lo habría vivido aquí en la tierra, pero de todos modos se cumplirían sus sueños con creces.

Al hablar con ella me di cuenta de que su fe estaba en que Jesús, en Su amor, le daría lo óptimo. Esa fe no había llegado como un rayo de luz reveladora, como el borbotón de un géiser inesperado, sino que provenía de que toda la vida Phoebe había tenido la experiencia de que Jesús caminaba a su lado y que siempre cuidó bien de ella. Había aprendido a consultar con Él al tomar decisiones difíciles.

Phoebe no había tenido una vida sin problemas. Su vida no había sido exenta de batallas, dudas e interrogantes. En realidad, un aspecto que le había resultado muy difícil fue que había nacido sin dedos en la mano izquierda. Eso le había hecho pasar grandes dificultades: que en su niñez otros niños se burlaran de ella, que la gente se quedara mirándola, que tuviera que depender de otras personas para que la ayudaran a hacer algo. El hecho de ser diferente fue difícil, pero a la edad de dieciséis años tuvo una revelación y encomendó al Señor sus circunstancias. Decidió que iba a fijarse en lo positivo y que alabaría por las muchas cosas buenas de su vida. Me dijo: «Tuve paz, consuelo, y una aceptación de mí misma y del amor del Señor como no los había sentido antes».

Pregunté a Phoebe si había tenido que «perdonar» a Dios por dejar que fuera minusválida. Respondió: «Supongo que en cierto modo, sí. Pero más que eso, tuve que soltar lo que pensaba que era lo correcto y justo. Tuve que dejar mis preguntas y solo confiar en que todo tiene una razón y un propósito».

Me dijo que el don de profecía había estado presente en una gran parte de su vida. Añadió que a cada paso el Señor le habló por su propio conducto o por el de otra persona. Me contó: «Mi conexión con el Señor ha sido lo que me ha mantenido a través de todo».

Como descubrieron todos los que han tenido oportunidad de estar junto a Phoebe, me di cuenta de que ella irradiaba una hermosa luz que provenía de su fe en Jesús. No fue que no tuviera batallas ni temores ni preocupaciones. Enfrentar una transición así de enorme hacia lo desconocido debe haber sido muy atemorizador.

Después de esa visita, hablé varias veces con Phoebe por Skype. Como siempre, ella estaba más preocupada por otros que por ella misma. Me contó: «Me parece que en muchos aspectos esto les cuesta más a mis amigos y a mi familia que a mí, porque para mí es como si dijera: “Sí, voy a morir y por supuesto voy a extrañar a todos; pero voy al cielo”. Claro que al principio será difícil no poder pasar tiempo con la gente que está aquí en la tierra de la manera que lo hago ahora. Sin embargo, creo que en muchos aspectos es más difícil para ellos, porque ellos son los que pierden algo y deben confiar más en el Señor con relación a eso. A ellos les cuesta mucho entender la razón por la que Dios deja que sufra tanto y no me sana».

En ese momento pregunté al Señor si quería dar a Phoebe algunas palabras de ánimo y respondió:

Amada hija, no puedes esperar que todos los demás entiendan tu decisión de poner tu vida en Mis manos. Al ver sufrir muchísimo a un ser querido, algunos se preocupan y a veces hasta pasan batallas más intensas. En muchos casos, pareciera que les acosan las dudas y para ellos es angustioso tratar de hallar fe, incluso más que quien enfrenta el sufrimiento.

Se debe a que quien sufre tiene una gracia extraordinaria para enfrentar lo que Yo he permitido. Les doy esa gracia. Sin embargo, quien ve desde afuera no  tiene esa gracia. Es posible que a quienes te aman les cueste más que a ti aceptar que esto pudiera ser lo óptimo que quiero para ti. Así pues, ten paciencia con ellos. Conforme vean brillar tu fe, eso les dará el consuelo que te he dado en medida extraordinaria, tendrán una paz que sobrepasa el entendimiento de la mente; y con el tiempo les dará fe para confiar en que caminamos juntos durante esta experiencia.

Pregunté a Phoebe: «Si vas al cielo en el futuro cercano, lo que parece probable, ¿deseas algo para quienes se quedan, alguna forma en que pudieran conmemorar tu paso al otro mundo? Si fueran a hacer algo en tu honor, ¿qué te gustaría que hicieran?»

Respondió: «Me gustaría que la gente confiara más en otros, que viera más en profundidad, que viera más allá de lo obvio, que no se juzgaran unos a otros, que se aceptaran unos a otros como son y que estuvieran dispuestos a sacrificarse más por los demás; que pusieran primero a los demás en vez de a ellos mismos».

Quedé muy impresionada porque sus deseos estaban dirigidos a la felicidad de los demás, querer amar a otros incondicionalmente sin juzgarlos, hacer lo que Jesús quiso que hiciéramos: amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos, lo que, al reflexionar en ello, hace maravillas no solo por el que recibe sino también por el que da. De verdad es la clave de la felicidad de todos.

Esto es algo muy hermoso y que edifica la fe. Me lo contaron los padres de Phoebe poco antes de que ella pasara a mejor vida.

A pesar de todo lo que Phoebe tiene que vivir, reconocemos que irradia una gran belleza y gracia. En estos últimos meses, ella ha pasado por momentos muy difíciles. Sin embargo, por la gracia ilimitada de Dios, pese a todo se ha aferrado a su fe. Se aferra. Deja que salte a un primer plano todo lo que ha sido parte de su vida por tantos años. Deja que Jesús le dé la gracia para morir; y al hacerlo, Phoebe tiene un impacto en la vida de todos nosotros de manera única, excepcional.

Nos parece que es importante dejar que esto influya en nuestra vida, permitir que esta experiencia de ver que Phoebe tiene la gracia para morir nos llene del mismo amor y calidez que tiene ella. Queremos que nos ayude a acercarnos más a Jesús, quien nos da mayores fuerzas. Que también nos colme de amor, compasión y paz a medida que continuamos nuestro camino. Es una oportunidad de aprender que si permanecemos cerca de Jesús, Él nos dará lo mismo. Todos vemos la gracia para morir en acción, ¡y es clamorosa! ¡Solo nos queda alabar al Señor y agradecerle por esto y por todo lo que hace en la vida de Phoebe y en la nuestra en estos momentos!

Este es el enlace al blog de Phoebe, donde encontrarán artículos muy alentadores. Lo que ella publicó habla de los pensamientos, luchas y victorias de alguien que con valentía corrió la carrera que muchos verían como reveses abrumadores y que se convirtieron en victorias estupendas y testimonios.


Cuando reflexioné más en la fe de Phoebe, me llegaron los siguientes pensamientos: Para la mayoría, enfrentar la posibilidad de morir en un futuro inmediato puede ser una propuesta que causaría temor. Además de la posibilidad de dolor intenso u otro sufrimiento, a Phoebe le costó dejar en esta tierra a amigos y seres queridos. Se preocupó por ellos y por el dolor que tenían en esos momentos y que sufrirían más adelante. Y claro, el cielo, aunque hemos aprendido mucho de él, no es algo que podamos ver todavía con nuestros ojos para animarnos. Es un camino de fe.

La decisión de Phoebe de no continuar otro posible tratamiento no significó que se había dado por vencida. Su decisión de ponerse en las manos del Señor, cualquiera que fuera el resultado, no significó que le faltó fe para curarse, ni que había perdido esa lucha, sus convicciones ni su espíritu combatiente.

Las decisiones muy difíciles que toman algunas personas en momentos decisivos de su vida pueden no ser del todo comprendidas por otros; se debe a que tomaron esas decisiones cuando ellas y Dios estuvieron a solas y tuvieron una conversación privada.

A mi juicio, en todo lo que soportó Phoebe manifestó gran fe, confianza y dependencia del Señor. No dejó de ver Su rostro mucho más de lo que la mayoría de nosotros imaginamos. Comprendió mejor y de manera más íntima que la mayoría de las personas el sufrimiento, el dolor y todos los temores, dudas y luchas que a menudo acompañan esas circunstancias. Phoebe tuvo un estrecho vínculo con el Señor, lo que se manifestó al haber transformado todo lo que había enfrentado en un testimonio estupendo de confianza y amor al Señor y confianza en que Él la amaba tanto que le daría lo óptimo.

¿Quién puede decir que el Señor no la animó diciéndole que había llegado el momento de ir a casa? El Señor era perfectamente capaz de sanarla del todo, como lo ha hecho en el caso de muchos otros.

El salmista proclamó: «Estimada es a los ojos del Señor la muerte de Sus santos»[1]. Al principio, la idea que tenía del contexto de ese versículo era que se trataba de ser un mártir, pero en realidad se dio en el contexto de un tiempo de gran sufrimiento.

Phoebe no excluyó el hecho de que Dios podría decir en el último momento y de manera inesperada: «Phoebe, esta ha sido una prueba que has pasado airosa, así que ahora voy a sanarte milagrosamente». Podría haber sucedido así, si esa hubiera sido Su voluntad. A veces Dios hace cosas sorprendentes al final de algún proceso. A veces cambia la situación en el último momento por razones que solo Él conoce y entiende. Sin embargo, nos pide que para todo oremos que se haga Su voluntad «como en el Cielo, así también en la tierra». La vida de Phoebe estaba en manos del Señor. Y estoy orgullosa de que Phoebe adoptara esa postura con la que tuvo paz en su corazón. Para mí, ese es el testimonio más contundente de fe. El mayor testimonio de Job no fue decir: «Señor, voy a probar cuánto confío en Ti al tratar de convencerte de que me sanes y lo arregles todo». Su mayor testimonio fue decir: «Aunque Él me matare, en Él esperaré»[2].

Job no dudaba de Dios ni le faltaba fe en Su poder para hacer lo que era aparentemente imposible. Fue lo contrario; su confianza en Dios era tan grande que declaraba que ninguna circunstancia le haría dudar de Dios ni dejar de confiar en Él. La fe es una confianza plena en que Jesús hará lo que solamente Él sabe que es lo mejor para nosotros, porque nos tiene un amor ilimitado.

«Confía en el Señor con todo tu corazón, no dependas de tu propio entendimiento. Busca Su voluntad en todo lo que hagas, y Él te mostrará cuál camino tomar»[3].


Notas:

Doy un agradecimiento especial a Mark, María y Anim (madre del pequeñito William) por recibir a Phoebe en su tranquilo hogar en el campo durante sus últimos meses de vida. Estamos agradecidos de que ella estuvo rodeada de sus padres y hermanos menores (que se mudaron de Indonesia para estar con ella); además, porque la visitaron los otros integrantes de su familia y muchos de sus seres queridos y porque vivió feliz sus últimos días en el lugar que ella eligió. Estamos muy conmovidos por el amor y atenciones que les brindaron, por su fe y ejemplo cristiano.

Jerry Paladino ha escrito una bella canción que encontrarán al final de este artículo del blog Noticias de las buenas acerca de Phoebe.


[1] Salmo 116:15.

[2] Job 13:15.

[3] Proverbios 3:5-6; NTV.

Traducción: Patricia Zapata N. y Antonia López.