Mujeres piadosas: En la iglesia de hoy en día

mayo 31, 2016

Enviado por Peter Amsterdam

[Women of Faith: In the Church Today]

(Este es el último de una serie de cuatro artículos que examinan el papel de la mujer en el Nuevo Testamento, a fin de arrojar luz sobre su significativa participación en los orígenes del cristianismo y su importante rol en la iglesia de hoy en día.)

Tal como vimos en los tres primeros artículos de esta serie, Jesús, Pablo y la iglesia primitiva rompieron las barreras religiosas, culturales y de género que había en la sociedad judía de su tiempo. Jesús mandó a Sus discípulos que anunciaran el evangelio a todo el mundo, no solo a los judíos[1]. Pablo enseñó que entre los creyentes no hay diferencia entre esclavos y personas libres. Asimismo dejó bien claro que tampoco la hay entre hombres y mujeres, que en Jesús todos somos uno[2]. Pablo en sus Epístolas también reconoce el valor de las mujeres en los ministerios espirituales, admite que pueden tener los dones del Espíritu en la misma medida, muestra que las acepta como profetisas, maestras, diaconisas y colaboradoras y las pone por las nubes.

Se suele plantear esta pregunta:

Si Pablo manifestó claramente que en Cristo los hombres y las mujeres son iguales, ¿por qué escribió: «No permito a la mujer enseñar, ni ejercer dominio sobre el hombre, sino estar en silencio»[3], y también: «Vuestras mujeres callen en las congregaciones, porque no les es permitido hablar, sino que deben estar sujetas […].Y si quieren aprender algo, pregunten en casa a sus maridos, porque es indecoroso que una mujer hable en la congregación»[4]?

Hoy en día en la iglesia existen dos escuelas de pensamiento sobre cómo interpretar esos pasajes (y algunos versículos paulinos más que parecen decir que el hombre y la mujer no son iguales en asuntos espirituales).

Una de ellas es la interpretación complementaria, que sostiene que Dios estableció una distinción entre el hombre y la mujer y la creó a ella con el propósito de que estuviera sujeta a él, bajo su autoridad final y dirigida por él tanto en el hogar como en la iglesia[5].

La otra es la interpretación igualitaria, que sostiene que la Biblia promueve la igualdad de sexos y no enseña un rol de género que subordine la mujer al hombre. Dicha interpretación defiende la igualdad en cuanto a valor intrínseco, jerarquía, privilegios y categoría, como parte de la identidad básica de cada persona, prescindiendo de las funciones estereotipadas de género[6].

Las iglesias que se adhieren a la interpretación complementaria restringen los cargos que puede ocupar una mujer dentro de la iglesia. Aunque se le permite enseñar las Escrituras y predicar a otras mujeres y a los niños, no puede enseñar ni dirigir a hombres. No puede ser pastora ni anciana en la iglesia, ya que si lo fuera ejercería autoridad sobre varones. El versículo que dice: «El marido es cabeza de la mujer, así como Cristo es cabeza de la iglesia» se interpreta en el sentido de que el esposo es el jefe de la familia y está por encima de la mujer, y esta por tanto debe someterse a él[7]. Por otra parte, los partidarios de la interpretación igualitaria consideran que la mujer es igual de capaz y está igualmente autorizada a predicar, enseñar y ocupar cargos de liderazgo, y que en el matrimonio el marido y la mujer son iguales.

Ahondar en el sentido de cada uno de los versículos de la Biblia en los que difieren esas dos corrientes de interpretación sería un análisis muy técnico que requeriría un montón de texto. En vez tratar de hacer eso, revisaré algunos puntos de la interpretación igualitaria, por considerar que esta sigue más de cerca los principios que enseñó Jesús sobre las mujeres mediante lo que dijo y Su forma de tratarlas.

Al comparar los versículos en los que Pablo dice que la mujer debe permanecer en silencio y no ejercer autoridad sobre el hombre[8] con su visión general de la igualdad de todos los que están en Cristo, uno se da cuenta de que debía de referirse a situaciones particulares de las iglesias a las que escribía. Es muy posible que en 1 Timoteo aludiera a un problema concreto relacionado con ciertas mujeres que habían aprendido una falsa doctrina y a las que por consiguiente no se les permitía enseñar. Cuando habla del atavío femenino, probablemente quería corregir un problema causado por la presencia de mujeres adineradas que hacían alarde de su riqueza[9].

En 1 Corintios, justo después de decir que Dios no es Dios de confusión[10], Pablo habla de que las mujeres deben guardar silencio en la iglesia y explica que, si tienen preguntas, deben hacérselas a su marido en casa. Numerosos intérpretes consideran que esos versículos se escribieron para abordar ciertos casos, a nivel local, en que las mujeres cristianas, liberadas del patriarcado social al que habían estado sometidas, hacían un uso excesivo de su derecho a hablar, hasta el punto de que eso suponía un trastorno. Pablo quería decir que un servicio de culto en la iglesia no era la ocasión indicada para hacer preguntas, ya que estas entorpecían el desarrollo normal del oficio.

En el contexto de la generalidad de los escritos de Pablo, la instrucción de que las mujeres deben aprender en silencio probablemente iba dirigida a unas iglesias en concreto, por problemas específicos que causaban ciertas mujeres. En otros pasajes Pablo habla muy bien de las mujeres que oran y profetizan en la iglesia, así que sopesando lo uno con lo otro se puede entender que en esa única ocasión en que dijo que las mujeres no debían hablar en la iglesia no pretendía establecer una regla universal en ese sentido.

En 1 Corintios 11 Pablo declara que el marido es la «cabeza de la mujer», lo que se puede interpretar como una enseñanza de que la mujer está subordinada a su esposo.

Quiero que sepáis que Cristo es la cabeza de todo varón, y el varón es la cabeza de la mujer, y Dios es la cabeza de Cristo[11]. El varón no debe cubrirse la cabeza, pues él es imagen y gloria de Dios; pero la mujer es gloria del varón, pues el varón no procede de la mujer, sino la mujer del varón; y tampoco el varón fue creado por causa de la mujer, sino la mujer por causa del varón[12]. Pero en el Señor, ni el varón es sin la mujer ni la mujer sin el varón, porque, así como la mujer procede del varón, también el varón nace de la mujer; pero todo procede de Dios[13].

Efesios 5 dice algo similar:

Las casadas estén sujetas a sus propios maridos, como al Señor, porque el marido es cabeza de la mujer, así como Cristo es cabeza de la iglesia, la cual es Su cuerpo, y Él es su Salvador. Así que, como la iglesia está sujeta a Cristo, así también las casadas lo estén a sus maridos en todo[14].

Un punto clave para entender lo que enseña Pablo es el significado de «cabeza». La palabra griega traducida como «cabeza», kephalē, raramente significaba «líder» o «jefe» en el griego antiguo. Con frecuencia tenía el sentido de «origen», como cuando se habla de la cabeza o principio de un río. En 1 Corintios 11, Pablo se refiere a Génesis 2, donde dice que Eva fue formada a partir de una costilla de Adán. Por consiguiente, el hombre es origen de la mujer en un sentido literal. De manera similar, Dios Padre es origen del Hijo, y Jesús es el origen de la iglesia. Pablo dice que la cabeza (u origen) de todo varón es Cristo, la cabeza (u origen) de la mujer es el hombre, y la cabeza (u origen) de Cristo es Dios Padre[15]. Si Pablo hubiera querido decir que el marido es el jefe, habría empleado el término griego archon, con el que uno se refería a un comandante o gobernante; pero no lo hizo.

En Efesios, Pablo estaba pensando en Cristo como Salvador, siervo y principio de la salvación —no en Cristo como soberano y señor— cuando dijo: «Cristo es cabeza de la iglesia»[16]. No estaba diciendo que el esposo debía adoptar la típica actitud patriarcal que era común en su época, cuando el varón gobernaba firmemente en su casa; sino que este debía ser la cabeza imitando el sacrificio y la muerte de Cristo por la iglesia. Jesús dio Su vida por amor a la humanidad. A los maridos también se les manda que pongan su vida por su esposa. Lo que posibilita la sumisión de la esposa es que el marido la ame a la manera de Cristo, poniendo los intereses de ella por encima de los suyos. Por amor a su esposa, el marido se somete a los intereses de ella. Hay sumisión mutua. A los maridos se les manda amar a su esposa «como Cristo amó a la iglesia y se entregó a Sí mismo por ella»[17]. «Así también los maridos deben amar a sus mujeres como a sus mismos cuerpos»[18]. «Cada uno de vosotros ame también a su mujer como a sí mismo; y la mujer respete a su marido»[19].

Pablo manda a los cristianos que se sometan unos a otros, y en el siguiente versículo dice que la esposa debe someterse a su marido[20]. La idea es que haya sumisión mutua. Tal sumisión se advierte también en el pasaje en que Pablo dice:

La mujer no tiene dominio sobre su propio cuerpo, sino el marido; ni tampoco tiene el marido dominio sobre su propio cuerpo, sino la mujer[21].

Así como los hombres y las mujeres son iguales ante Dios, en el matrimonio el marido y la mujer son iguales. Puede que desempeñen distintas funciones en su unión, pero estas no son jerárquicas, sino que tienen su base en las habilidades de cada cual. Por ejemplo, si uno de los cónyuges tiene más habilidad para manejar la economía, probablemente debería ser esa persona quien se encargue de hacerlo.

Los partidarios de la interpretación complementaria consideran que la mujer está subordinada al hombre, algo que tiene sus raíces en el relato de la creación, y por cuatro motivos: la mujer fue creada después que el hombre, a partir del hombre, recibió de él su nombre y fue creada para el hombre. Invocan la siguiente frase de Pablo:

El varón no procede de la mujer, sino la mujer del varón; y tampoco el varón fue creado por causa de la mujer, sino la mujer por causa del varón[22].

Al examinar esos conceptos, uno descubre que esos versículos pueden interpretarse de otras maneras y que no significan necesariamente que la mujer está subordinada al hombre.

Puede que Dios hiciera a la mujer a partir del hombre para indicar que, de todas las criaturas, solo ella es una compañera idónea para él. Es posible que tuviera la intención de enfatizar la similitud del hombre y la mujer, que le permite a esta ser una ayuda de la misma clase que él. En el Antiguo Testamento, ponerle nombre a una persona denotaba autoridad sobre ella. Con relación a eso de que el hombre le puso nombre a la mujer, cabe decir que cuando Adán ve a Eva por primera vez no la llama Eva. La llama varona, con lo que da a entender que la reconoce como su homóloga. Solo consta que la llamó Eva después del pecado, no antes[23].

Algunos, al leer que Dios dijo: «No es bueno que el hombre esté solo: le haré ayuda idónea para él»[24], concluyen que la mujer fue creada para estar subordinada al hombre. Sin embargo, para entender bien este versículo hay que fijarse en el significado de la palabra hebrea `ezer, traducida como «ayuda». De las 20 veces que aparece en el Antiguo Testamento, 17 son para aludir a Dios, nuestro ayudador, y las otras 3 para referirse a aliados militares. Se traduce como «socorro», «protector», «libertador», «fuerza» y «poder». En ningún caso indica subordinación. En vez de considerar a Eva inferior a Adán o a su servicio, el hecho de que la mujer fuera creada «por causa del varón» o como su «ayuda» quiere decir que ella lo rescató de su soledad. No indica que ella tenga un rol servil[25].

Adán y Eva decidieron por igual desobedecer a Dios. Según el Génesis, Eva fue la primera que lo hizo, pero Adán estaba con ella y escogió libremente comer del fruto prohibido. Ambos tuvieron el mismo grado de culpa. A consecuencia del pecado de ambos, ciertas cosas cambiaron. Dios maldijo a la serpiente (el diablo), que al final será derrotada; las mujeres tienen más dolores de parto; la tierra fue maldita; la gente desde entonces tiene que trabajar para comer, y termina muriendo físicamente. Dirigiéndose a Eva, Dios también le dijo:

«Tu deseo será para tu marido y él se enseñoreará de ti»[26]. Se entiende que esto quiere decir: «Desearás controlar a tu marido, pero él te dominará».

Dios les permitió comer de todos los árboles menos del «árbol del conocimiento del bien y del mal»[27]. Después que desobedecieron, fueron echados de la presencia de Dios, expulsados del paraíso para que no tuvieran acceso al árbol de la vida. Si bien Satanás y la tierra fueron malditos a consecuencia del pecado, las Escrituras no dicen que Adán y Eva fueran malditos, sino que las circunstancias cambiaron y se volvieron más difíciles para ellos. La irrupción del pecado en su vida alteró su relación. Uno de los cambios fue que las mujeres desde entonces han deseado controlar a sus maridos, y estos las han dominado. Los igualitaristas no ven en esto que Dios decretara que el marido deba dominar a su mujer, sino más bien una descripción de las consecuencias de su pecado y del estado de la humanidad a raíz de la aparición del pecado y la separación de Dios. Entendida de esta manera, la dominación masculina no es algo que Dios instituyera, sino un efecto del pecado[28].

En general, los versículos del Nuevo Testamento que parecen relegar a la mujer a un papel o una función subordinada en la iglesia y en el matrimonio son de los más difíciles de entender de la Biblia. Por eso debemos considerarlos en el contexto de todas las enseñanzas del Nuevo Testamento. Está claro que Jesús, a lo largo de Su vida pública, presentó a distintas mujeres como buenos ejemplos en Sus parábolas y enseñanzas y que fueron consideradas testigos fidedignas, incluso discípulas. En la iglesia primitiva se ve que hubo mujeres que desempeñaron importantes funciones, incluso como líderes y maestras. Se habla de la necesidad de la sumisión mutua de los cristianos. De modo que al toparnos con algunos pasajes de Pablo referentes a problemas causados por algunas mujeres en ciertas iglesias, pasajes que tienden a contradecir la postura general que él tenía de que las mujeres y los hombres son iguales ante el Señor, nos damos cuenta de que se trata de disposiciones temporales para lugares concretos, no de reglas universales.

Ambos sexos han sido creados por igual a imagen de Dios. A todos se nos ofrece la salvación por igual, y los que la aceptan se salvan de la misma manera ante Dios. Todos recibimos dones del Espíritu Santo, conforme a lo que este determina. Los hombres y las mujeres están igualmente llamados a anunciar el evangelio. En el matrimonio somos iguales, y se nos manda someternos unos a otros en amor.


Nota

Todos los versículos de la Biblia proceden de la versión Reina-Valera, revisión de 1995, © Sociedades Bíblicas Unidas, 1995. Utilizados con permiso.


[1] Id y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado. Y Yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo (Mateo 28:19,20).

[2] Todos los que habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo estáis revestidos. Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay hombre ni mujer, porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús (Gálatas 3:27,28).

[3] 1 Timoteo 2:12.

[4] 1 Corintios 14:34,35.

[5] Stanley J. Grenz y Denise Muir Kjesbo, Women in the Church (Downers Grove: IVP Academic, 1995), 18.

[6] Ibíd.

[7] Efesios 5:23,24.

[8] No permito a la mujer enseñar, ni ejercer dominio sobre el hombre, sino estar en silencio (1 Timoteo 2:12).

Vuestras mujeres callen en las congregaciones, porque no les es permitido hablar, sino que deben estar sujetas, como también la Ley lo dice. Y si quieren aprender algo, pregunten en casa a sus maridos, porque es indecoroso que una mujer hable en la congregación (1 Corintios 14:34,35).

[9] Que las mujeres se atavíen de ropa decorosa, con pudor y modestia: no con peinado ostentoso, ni oro ni perlas ni vestidos costosos, sino con buenas obras, como corresponde a mujeres que practican la piedad (1 Timoteo 2:9,10).

[10] 1 Corintios 14:33.

[11] 1 Corintios 11:3.

[12] 1 Corintios 11:7–9.

[13] 1 Corintios 11:11,12.

[14] Efesios 5:22–24.

[15] Alan F. Johnson, ed., How I Changed My Mind About Women in Leadership (Grand Rapids: Zondervan, 2010), 230.

[16] Ibíd.

[17] Efesios 5:25.

[18] Efesios 5:28.

[19] Efesios 5:33.

[20] Efesios 5:21,22.

[21] 1 Corintios 7:4.

[22] 1 Corintios 11:8,9.

[23] Grenz y Kjesbo, Women in the Church, 162,163.

[24] Génesis 2:18.

[25] Grenz y Kjesbo, Women in the Church, 164.

[26] Génesis 3:16.

[27] Génesis 2:17.

[28] Grenz y Kjesbo, Women in the Church, 168,169.