Reflexiones acerca del pasado
enero 8, 2011
Enviado por María Fontaine
Reflexiones acerca del pasado
Cuando reflexionamos sobre nuestro pasado y vemos lo más destacado y las victorias, las alegrías y la felicidad, también vemos las oportunidades que se perdieron y las pérdidas, los quebrantos y las lágrimas. A menudo nos arrepentimos de algunas cosas y deseamos haber hecho esto, aquello o lo otro, o por lo menos haber hecho ciertas cosas mejor.
El Señor sabe exactamente cómo se siente cada uno de nosotros, lo sabe mejor que nadie en la tierra, porque conoce nuestro corazón y pensamientos. Todos nuestros pensamientos y cada uno de nuestros actos, están escrito en Su libro. También están escritos allí los resultados de nuestros pensamientos, oraciones y actos; las veces en que se cambió de opinión, los corazones que se conmovieron, las vidas que se transformaron, y el efecto que tuvimos en la gente que nos rodea y en el mundo.
Las veces en que diste y entregaste a los demás el amor del Señor se asemejan a un collar de perlas a los ojos del Señor, o a un conjunto de gemas con las que Él forma tu corona de vida; una corona que resplandecerá como las estrellas, a perpetua eternidad[1].
A medida que reflexionamos en nuestro pasado, debemos recordar que sólo vemos una pequeña parte de él, y de manera imperfecta. Vemos los lugares de nuestra senda donde nos quedamos estancados, los sitios donde se terminó la senda o el camino desaparecía, los parajes empinados que nos costó mucho subir, y podemos sentir el impulso de preguntarnos si tomamos la senda correcta en primer lugar. No obstante, el Señor ve que así se forjan los hombres y las mujeres: que por medio de todas esas experiencias, hemos adquirido una gran compasión, que hemos obtenido sabiduría y que llegamos a tener madurez.
Tal vez parezca que nuestra senda fue la equivocada o el camino largo, una senda oscura y fangosa algunas veces. Sin embargo, la Biblia dice que el camino del justo es como la luz de la aurora que resplandece más y más hasta que el día es perfecto[2]. El Señor prometió alumbrar la senda de nuestro futuro, a medida que nos guía hasta ese día en que Él reconcilie consigo todas las cosas (Colosenses 1:20).
Señor, a medida que reflexionamos en nuestra vida y en nuestro pasado, ayúdanos no sólo a reflexionar en lo que quisiéramos haber hecho de manera distinta, sino también en el bien que ha resultado, incluso si parte de ello fue por épocas difíciles. Anima nuestro corazón de modo que sepamos que aunque vemos sólo como por espejo, oscuramente, Tú ves el panorama general con perfecta claridad y ves las decisiones que hemos hecho con el correr de los años a fin de dar, de vivir para Ti, de servirte.
Has tomado nuestros dones de amor, servicio y sacrificio, y a pesar de nuestra fragilidad humana, de nuestros errores y equivocaciones, los has empleado para que mejore la vida de muchas personas. Aunque no podamos ver esos efectos ahora mismo, sabemos que los veremos algún día.