Virtudes de los seguidores de Cristo: paciencia
agosto 6, 2024
Enviado por Peter Amsterdam
Virtudes de los seguidores de Cristo: paciencia
[Virtues for Christ-Followers: Patience]
La paciencia de Dios se aprecia claramente a lo largo de las Escrituras, y en el Nuevo Testamento se nos exhorta a cultivar esa virtud y aprender a ser pacientes. La paciencia está relacionada con las otras virtudes, tal como se pone de manifiesto en 1 Corintios 13, el hermoso capítulo sobre el amor, que dice: «El amor es paciente»[1]. Cuando tenemos paciencia con los demás, los tratamos con amabilidad, compasión, dulzura y humildad. La paciencia es obra del Espíritu de Dios, que nos capacita para soportar situaciones difíciles y hacer frente a las presiones de la vida sin perder la calma y la compostura.
A menudo el concepto de paciencia se expresa con palabras como fortaleza —la capacidad de soportar la adversidad— o perseverancia —la capacidad de hacer progresos a pesar de los obstáculos—. La Biblia contiene ejemplos de personas que perseveraron pacientemente en circunstancias difíciles o penosas, como Job, David, Jacob y José. Todos ellos soportaron las adversidades con paciencia y confianza en Dios y constituyen un ejemplo para los creyentes. «Las cosas que se escribieron antes, para nuestra enseñanza se escribieron, a fin de que, por la paciencia y la consolación de las Escrituras, tengamos esperanza»[2].
Los siguientes artículos hacen hincapié en estos principios.
Los procesos divinos
A los cristianos los procesos nos resultan molestos. Queremos que las personas superen su duelo rápidamente. Nos incomoda que el perdón tome tiempo. Esperamos curaciones instantáneas y presionamos a las personas para que se transformen radicalmente sin un período de incubación.
Reflexionando sobre el nacimiento de Cristo, me di cuenta de lo siguiente: Cuando Jesús se convirtió en un bebé, Dios dio su visto bueno a un proceso lento.
El ángel anunció la salvación a los pastores; pero lo que ellos vieron en el pesebre fue un niño de aspecto normal y corriente, un niño que necesitaría tiempo para crecer. Transcurrirían más de tres décadas antes de que se descubriera el significado del plan de redención de Dios.
Entretanto, Jesús tuvo que pasar por la dentición, el control de esfínteres y la pubertad. Tuvo que aprender a andar y a hablar. Fue necesario que tuviera la experiencia de pasar noches en vela y participar en innumerables conversaciones, con callos en las manos, aliento a pescado y algún que otro dedo del pie dolorido por un golpe.
¿Por qué hizo Dios eso? ¿Por qué no envió a Su hijo como un hombre adulto que fuera directo a la cruz, o al menos directo a Su ministerio público?
Jesús pasó la mayor parte de Su vida terrenal en un proceso de desarrollo, «creciendo en sabiduría y en estatura», como dice la Escritura. […] Eso debe de significar que la bendición de Dios plena y sin reservas recae tanto sobre el proceso como sobre la culminación del mismo. El llegar a ser formaba parte de Su plan tanto como el desenlace. La gracia para ir despacio es parte integral de la esencia misma de la Encarnación. […]
Nos quejamos cuando Dios no actúa enseguida. Pero recuerda lo que dice Pedro: «El Señor no tarda en cumplir Su promesa, según entienden algunos la tardanza. Más bien, Él tiene paciencia con ustedes, porque no quiere que nadie perezca, sino que todos se arrepientan» (2 Pedro 3:9, NVI).
Cuando compramos nuestra casa hace 12 años, el constructor estaba despachando viviendas a un ritmo récord. A nosotros nos pareció bien: teníamos muchas ganas de mudarnos. Pero ciertos aspectos de la construcción no hubieran debido hacerse deprisa. Lo constatamos cuando las tuberías de desagüe se atascaron cinco días después de recibir las llaves. A día de hoy, la casa sigue teniendo defectos [achacables] a lo precipitada que fue su construcción.
Dios se mueve despacio por nuestro bien. Lo que se requiere de nosotros no es paciencia, sino sumisión.
Dios actúa incluso cuando yo no lo veo. [Eso] nos enseña a ser comprensivos con los demás, porque todos estamos en proceso de desarrollo. Si Dios no espera que ya hayas alcanzado tu pleno desarrollo, ¿cómo voy a exigirte yo más?
Uno de los clamores de la Biblia es: «¿Hasta cuándo, Señor?» Pero el hecho de que Jesús viniera al mundo como un bebé me da permiso para aceptar y —¿por qué no?— incluso para disfrutar la lentitud de mis propios progresos. Jeff Peabody[3]
Los planes maestros divinos
En Hechos 17:26 (NVI) el apóstol Pablo menciona un plan que engloba todos los planes jamás concebidos. Dice: «De un solo hombre hizo [Dios] todas las naciones para que habitaran toda la tierra; y determinó los períodos de su historia y las fronteras de sus territorios». O sea que Dios tenía un plan desde el principio mismo, y el acto de la creación no fue un capricho. No es que Dios no tuviera nada que hacer un domingo por la tarde y bum, decidiera crear la Tierra. Hay un plan general que se va cumpliendo cada día de la existencia de la humanidad en el planeta Tierra.
No obstante, hay algo aún más impresionante con relación a cada uno de nosotros: todo ser humano que haya pisado la Tierra fue el resultado de un acto intencional de creación. Dios es todo un planificador. Tiene planes para todos. El rey David afirmó acerca de Él: «Tus ojos vieron mi cuerpo en gestación: todo estaba ya escrito en Tu libro; todos mis días se estaban diseñando, aunque no existía uno solo de ellos»[4]. Y en una conversación en la que Job describe la naturaleza de Dios, le dice: «Tú has determinado la duración de nuestra vida. Tú sabes cuántos meses viviremos, y no se nos concederá ni un minuto más»[5].
Imagínate a Dios planificando la vida de Moisés. En el primer capítulo Moisés no estaría partiendo el mar Rojo; de hecho, el plan ni siquiera se pondría en marcha cuando recibiera instrucciones de Dios ante una zarza ardiente en el monte Horeb. Hay como 80 años de capítulos y páginas previos a esos dos acontecimientos. Al estudiar la vida de Moisés es fácil que nos maravillemos por los 40 años que estuvo cuidando ovejas; nos ponemos a pensar en toda la paciencia que debía de haber adquirido para cuando se acabó esa experiencia. Pero ahora me doy cuenta de que en todo esto en realidad fue Dios quien dio ejemplo de paciencia. Imagínate crear un personaje que solo estará listo para hacer lo que tienes pensado para él 80 años después de crearlo.
En una carta a los Romanos, Pablo, refiriéndose a Dios, lo llama «el Dios de la paciencia»[6]. La Biblia lo describe como un ser paciente y lento para la ira; esa es una de las características que se le atribuyen. Si Dios fue tan paciente en cuanto al cumplimiento de Sus planes para Moisés y toda la humanidad, se me ocurre que no es exagerado imaginarnos que Él quiere que nosotros también seamos pacientes en lo que respecta a Su actuar en nosotros. Si Él cree que vale la pena la espera, también nosotros debemos creerlo. T. M.[7]
La paciencia de Job
En una sociedad en la que valoramos la inmediatez, esperar parece algo anticuado y quizás incluso desagradable. Pero la paciencia es un concepto profundamente bíblico, cuya práctica puede llevarnos a vivir bien y prudentemente en un mundo perdido, confiando en los propósitos y las promesas de nuestro buen Dios. La Biblia nos manda ser «imitadores de aquellos que por la fe y la paciencia heredan las promesas» (Hebreos 6:12). Job es uno de los personajes señalados en las Escrituras por su notable paciencia.
En el relato bíblico, Job es un hombre piadoso que Dios permite que pase por muchas pruebas. Pierde sus riquezas, pierde su salud y pierde a sus hijos; y su mujer y amigos lo cuestionan y se vuelven contra él. A raíz de sus numerosas desgracias y penas, Job lidia con preguntas y dudas, pero permanece conectado con Dios a través de la oración, confiando activamente en que Él lo ayudará a superar ese ciclo de tanta adversidad.
Job declara: «Aunque Él me mate, en Él esperaré» (Job 13:15), y: «Yo sé que mi Redentor vive, y que al fin se levantará sobre el polvo,y que después de deshecha esta mi piel, en mi carne he de ver a Dios» (Job 19:25,26).
Al final, la paciencia de Job se ve recompensada. Si bien Dios no explica plenamente el porqué de todo lo sucedido, reivindica a Job reprendiendo a sus amigos por criticarlo y devolviéndole su familia y su fortuna. En el libro de Santiago se anima a los creyentes a emularlo: «Tened también vosotros paciencia […]. Nosotros tenemos por bienaventurados a los que sufren. Habéis oído de la paciencia de Job, y habéis visto el fin que le dio el Señor, porque el Señor es muy misericordioso y compasivo» (Santiago 5:8,11). […]
Job no es el único a quien la Biblia elogia por su paciencia. En el mismo pasaje de Santiago donde se le menciona también dice: «Hermanos míos, tomad como ejemplo de aflicción y de paciencia a los profetas que hablaron en nombre del Señor» (Santiago 5:10). La Epístola a los Hebreos indica que Abraham, «habiendo esperado con paciencia, alcanzó la promesa» (Hebreos 6:15).
El ejemplo de Job y de otros personajes de las Escrituras que manifestaron paciencia puede ser aleccionador para nosotros si decidimos cultivar una paciencia que honre a Dios en lugar de exigir tenerlo todo al instante. […]
Algunos de los pasajes más hermosos del libro de Job son aquellos en los que él expresa su fe en la bondad del carácter de Dios a pesar de no tener pruebas de esa bondad en el momento en que hace su oración. Del mismo modo, cuando a nosotros nos da la impresión de que las nubes oscurecen la bondad de Dios, podemos confiar en que Su bondad permanece, así como tenemos la certeza de que el sol volverá a brillar. […]
Y [podemos] rezar, como Pablo, para ser «fortalecidos con todo poder según la potencia de Su gloria, para obtener toda perseverancia y paciencia, con gozo» (Colosenses 1:11, NBLA). Jessica Udall[8]
Paciencia perseverante
Cuesta imaginarse que un hombre con una amable sonrisa, enclenque y tullido, pueda poner el mundo patas arriba. Sin embargo, eso fue lo que logró William Wilberforce, al que describieron en una ocasión como un camarón; pero no lo consiguió por la fuerza.
La trata de esclavos de finales del siglo XVIII movía a miles de africanos, cientos de buques y millones de libras esterlinas. De ella dependía la economía de Gran Bretaña y de gran parte de Europa. Pocos tenían conocimiento de los horrores del denominado Pasaje del medio a través del Atlántico, en el que se calcula que moría uno de cada cuatro africanos.
Wilberforce sí los conocía, y estaba profundamente preocupado.
En mayo de 1788, Wilberforce, con la ayuda del investigador Thomas Clarkson (a quien Wilberforce elogió por sus aportes fundamentales al éxito de la causa), presentó en el Parlamento del Reino Unido una moción de 12 puntos en la que se condenaba dicha trata. La moción fue rechazada. Los dueños de plantaciones, los empresarios, los armadores, los tradicionalistas e incluso la Corona se opusieron. Los abolicionistas eran considerados radicales peligrosos.
Sin embargo, Wilberforce se negó a rendirse, y en 1791 presentó otro proyecto de ley contra la trata de esclavos, el cual tampoco fue aprobado.
Sufrió otra derrota en 1792.
Otra en 1793.
Otras más en 1797, 1798 y 1799. Y de nuevo en 1804 y 1805.
Pero poco a poco el público comenzó a apoyar los esfuerzos de los abolicionistas, y en 1806 el Parlamento abolió la trata de esclavos en todo el Imperio Británico. Wilberforce lloró de alegría.
Como no era de esas personas que se duermen en los laureles, a continuación se propuso liberar a todos los esclavos. Esto también requirió una notable persistencia. Pero en el verano de 1833, el Parlamento aprobó por fin la ley de abolición de la esclavitud. Tres días después, Wilberforce falleció.
Wilberforce y sus aliados (nunca actuó solo ni se atribuyó a sí mismo todo el mérito) consiguieron librar a Gran Bretaña, la mayor potencia mundial de la época, del mayor mal de la época, tan solo aplicando con constancia una combinación de fe, acción política y persistencia. Mark Galli[9]
*
Esa clase de paciencia constante y perseverante está estrechamente vinculada a la esperanza. En circunstancias adversas somos pacientes porque estamos convencidos de que el Señor nos dará la gracia y nos ayudará a salir airosos en el momento que considere oportuno, tal como lo hizo con los patriarcas de la fe. Como enseñó Pablo en la Epístola a los Romanos: «Alégrense en la esperanza, muestren paciencia en el sufrimiento, perseveren en la oración»[10]. Y Santiago habla de dejar que la paciencia lleve a buen término su obra en nosotros: «La prueba de vuestra fe produce paciencia. Pero tenga la paciencia su obra completa, para que seáis perfectos y cabales, sin que os falte cosa alguna»[11].
El siguiente pasaje ilustra este principio:
Los frutos del Espíritu describen a la perfección cómo es Jesús y cómo actúa: «La clase de fruto que el Espíritu Santo produce en nuestra vida es: amor, alegría, paz, paciencia, gentileza, bondad, fidelidad, humildad y control propio» (Gálatas 5:22,23, NTV).
¿De qué manera produce Dios esa clase de fruto en nosotros? Poniéndonos en situaciones que son lo contrario del fruto que quiere producir en nosotros. Es fácil amar a personas encantadoras; Dios te enseñará a amar poniéndote con personas que no son encantadoras, para que no te quede más remedio que aprender a amar. En los períodos de duelo aprenderás a ser alegre. Aprenderás a tener paciencia cuando tu paciencia se ponga a prueba.
Dios quiere que desarrolles tu carácter. Tal vez tú preferirías que el proceso fuera rápido y fácil, como cuando interactúas con una máquina expendedora. Una máquina expendedora te da lo que quieres al instante, pero mucho de lo que ofrece no es más que basura que a la larga te hace daño. Dios es al revés que una máquina expendedora. Su forma de actuar es lenta y a veces difícil, pero con el tiempo te sirve para adquirir fortaleza de carácter.
Recuerda que crecer espiritualmente es algo para toda la vida. Ten paciencia. Rick Warren[12]
También podemos practicar la paciencia mostrándonos tolerantes con los defectos, faltas y fallos ajenos. Todo el mundo tiene defectos, inclusive tú. La paciencia en este caso consiste en tolerar los defectos ajenos que nos resultan molestos. Debemos soportar pacientemente por amor las faltas de los demás[13].
Conviene que recordemos que Dios es paciente con nosotros todos los días. No solo aguanta nuestras excentricidades, sino también nuestros pecados. Él no se enoja ni se molesta a causa de nuestras faltas y fallos, sino que manifiesta Su amor y misericordia siendo paciente con nosotros una y otra vez. De manera similar, los que somos seguidores Suyos debemos ser misericordiosos y pacientes y tratar a los demás como nos gusta que nos traten[14]. Jerry Bridges señala:
«Dios nos soporta pacientemente todos los días, y nosotros todos los días tenemos la tentación de impacientarnos con nuestros amigos, vecinos y seres queridos. ¡Y eso que nuestras faltas y fallos delante de Dios son mucho más graves que esas acciones insignificantes de otras personas que a menudo nos irritan! Dios nos pide que soportemos amablemente las debilidades ajenas, que las toleremos y perdonemos así como Él nos ha perdonado a nosotros». Jerry Bridges
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«Lo único que nos hace ser amorosos y pacientes con los que nos molestan e irritan es ver a Dios en todo. En ese momento ellos pasar a ser, para nosotros, simples instrumentos para que se cumplan los tiernos y sabios propósitos de Dios para con nosotros, y al final incluso llegamos a agradecerles interiormente las bendiciones que nos traen». Hannah Whitall Smith
«Cuando la Biblia habla de paciencia, […] se refiere a una virtud que va mucho más allá de la mera capacidad de esperar una ganancia futura. Es más que el descanso o la paz de quien confía en que Dios sabrá determinar el momento idóneo para cada cosa. La paciencia que se contempla aquí se centra más en las relaciones con las otras personas. Es la paciencia de la longanimidad y de la tolerancia por parte de quien ha sido agraviado. Esa es la clase de paciencia que más cuesta». R. C. Sproul
Oración para pedir paciencia
Señor Jesús, el significado original de paciencia es «capacidad de padecer», y Tú en verdad sufriste infinitamente para no darme a mí el castigo que me merecía a causa de mis pecados. Has sido indeciblemente paciente conmigo. Haz que esa verdad me haga ser paciente con las personas de mi entorno, con mis circunstancias y con todo lo que dispongas en mi vida. Amén. Tim Keller
Reflexiones
«Alégrense en la esperanza, muestren paciencia en el sufrimiento, perseveren en la oración» (Romanos 12:12, NVI).
«Cuesta esperar, pero si vas a caminar con Dios tienes que cultivar en tu corazón la paciencia para esperar en Él.» James K. Saah
«El Dios de la paciencia y de la consolación os dé entre vosotros un mismo sentir según Cristo Jesús» (Romanos 15:5).
«La paciencia es el resplandor trascendente de un corazón cariñoso y tierno que mira con bondad y amabilidad a las personas con las que se relaciona.» Billy Graham
(Más sobre la virtud de la paciencia en Más como Jesús: Paciencia. Continuará.)
Nota
A menos que se indique otra cosa, todos los versículos de la Biblia proceden de la versión Reina-Valera, revisión de 1995 © Sociedades Bíblicas Unidas, 1995. Utilizados con permiso.
[1] 1 Corintios 13:4 (NTV).
[2] Romanos 15:4.
[3] Jeff Peabody, «What Christmas Says to the Impatient Pastor», Christianity Today, 22 de diciembre de 2015.
[4] Salmo 139:16 (NVI).
[5] Job 14:5 (NTV).
[6] Romanos 15:5.
[7] Adaptación de un artículo de Solo una cosa, «Paciencia y los planes de Dios», publicado en Áncora en 2017.
[8] https://www.crosswalk.com/faith/spiritual-life/what-does-it-mean-to-have-the-patience-of-job.html
[10] Romanos 12:12 (NVI).
[11] Santiago 1:3,4.
[13] Efesios 4:2.
[14] Lucas 6:31.