Vivir el cristianismo: Los Diez Mandamientos (La protección de la vida humana, 3ª parte)
marzo 26, 2019
Enviado por Peter Amsterdam
Vivir el cristianismo: Los Diez Mandamientos (La protección de la vida humana, 3ª parte)
Suicidio
[Living Christianity: The Ten Commandments (Safeguarding Human Life, Part 3). Suicide]
(Partes de este artículo provienen del libro Christian Ethics de Wayne Grudem[1])
Investigando el tema del suicidio, leí una introducción sobre el mismo muy reflexiva y redactada con mucha oración, la cual en mi opinión revela lo difícil que es escribir sobre el asunto. Sabiendo que yo no podría expresarlo mejor, la reproduciré textualmente:
El tema del suicidio es sumamente doloroso de tocar siquiera y sobre todo de comentar más a fondo con los que han perdido a un familiar o amigo que se ha quitado la vida. De ahí que cualquier análisis o conversación sobre el asunto debe plantearse con consideración y compasión, reconociendo que el recuerdo de un suicidio cometido hace muchos años puede todavía ser en extremo difícil y doloroso. En todo caso, al abordar cuestiones de índole moral relacionadas con la protección de la vida, resulta necesario examinar el tema del suicidio[2].
La Organización Mundial de la Salud declara:
Cerca de 800.000 personas se suicidan anualmente, lo que equivale a una cada 40 segundos. El suicidio es un fenómeno global y se puede producir a cualquier edad. Hay indicios de que por cada adulto que se quita la vida, otros 20 o más han intentado hacerlo[3].
La fundación norteamericana para la prevención del suicidio afirma:
En 2017 tuvieron lugar aproximadamente 1.400.000 tentativas de suicidio en los EE.UU.[4]
Como ya vimos en Los Diez Mandamientos: La protección de la vida humana, 1ª parte, el sexto mandamiento estipula: No cometerás homicidio[5]. El vocablo hebreo râtsach, traducido por el verbo asesinar, alude al acto de quitar deliberadamente la vida de otra persona. Teniendo en cuenta que la Escritura prohíbe el asesinato de otro ser humano, por lógica se infiere que también prohíbe que uno mismo se quite la vida o se asesine.
La Biblia hace algunas menciones de personas que deseaban la muerte a causa de las circunstancias en que se hallaban. Asimismo contiene pasajes que expresan la trágica y profunda desesperación que puede llegar a experimentar el alma humana. Jonás oró:
Ahora, oh SEÑOR, por favor, quítame la vida porque mejor me es la muerte que la vida[6].
En el libro de Job encontramos expresiones profundamente inquietantes de angustia, dolor, desdicha y desesperanza que algunas personas pueden experimentar en la vida.
Después de esto, Job rompió el silencio para maldecir el día en que había nacido[7]. ¿Por qué no perecí al momento de nacer? ¿Por qué no morí cuando salí del vientre?[8] [...] Ahora estaría yo descansando en paz[9]. ¿Por qué no me enterraron como a un abortivo, como a esos niños que jamás vieron la luz?[10] ¿Por qué permite Dios que los sufridos vean la luz? ¿Por qué se les da vida a los amargados? Anhelan estos una muerte que no llega, aunque la buscan más que a tesoro escondido; ¡se llenarían de gran regocijo, se alegrarían si llegaran al sepulcro![11] No encuentro paz ni sosiego; no hallo reposo, sino solo agitación[12].
También hallamos casos de suicidio en la Escritura. Cuando el rey Saúl afrontaba una derrota militar se dejó caer sobre su propia espada.
La batalla arreció contra Saúl; lo alcanzaron los flecheros y tuvo mucho miedo de ellos. Entonces dijo Saúl a su escudero: «Saca tu espada y traspásame con ella, para que no vengan estos incircuncisos a traspasarme y burlarse de mí.» Pero su escudero no quería, pues tenía gran temor. Tomó entonces Saúl su propia espada y se echó sobre ella[13].
En otra ocasión uno de los asesores más cercanos del rey David, Ahitofel, desertó de David y se unió a la rebelión de Absalón, para luego descubrir desgraciadamente que sus consejos fueron desoídos. Al darse cuenta de que servía a una causa perdida, se quitó la vida.
Ahitofel, viendo que no se había seguido su consejo, ensilló su asno, se levantó y se fue a su casa en su ciudad; y después de poner la casa en orden, se ahorcó. Así murió, y fue sepultado en el sepulcro de su padre[14].
Después que Judas traicionó a Jesús ante los dirigentes judíos, se arrepintió de lo que había hecho.
Entonces Judas, el que lo había entregado, viendo que [Jesús] era condenado, devolvió arrepentido las treinta piezas de plata a los principales sacerdotes y a los ancianos, diciendo: —Yo he pecado entregando sangre inocente.
Pero ellos dijeron: —¿Qué nos importa a nosotros? ¡Allá tú!
Entonces, arrojando las piezas de plata en el Templo, salió, y fue y se ahorcó[15].
De estos ejemplos, a la par con lo que enseña la Escritura sobre honrar y proteger la vida humana, inferimos que el suicidio no compagina con los designios de Dios para los seres humanos y que por tanto es reprobable.
Existe, sin embargo, una diferencia entre suicidarse y entregar la vida sacrificadamente por los demás. Jesús dijo: Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos[16]. Eso fue lo que hizo Jesús cuando se inmoló a Sí mismo voluntariamente por toda la humanidad. Accedió a que se lo llevaran y lo ejecutaran por nuestros pecados. En el Antiguo Testamento, concretamente en el relato de Sansón, vemos un ejemplo de sacrificar la vida por los demás. Mató a los caudillos de los filisteos que oprimían al pueblo de Dios y entretanto él también murió.
Sansón palpó las dos columnas de en medio, sobre las cuales descansaba el edificio; y se apoyó contra ellas, contra una con su mano derecha y contra la otra con su mano izquierda.
Y dijo Sansón: —¡Muera yo con los filisteos!
Entonces empujó con fuerza, y el edificio cayó sobre los jefes y sobre toda la gente que estaba en él. Y fueron más los que mató al morir que los que había matado durante su vida[17].
No cabe duda de que hay momentos en la vida de algunas personas en que su situación se presenta tan negra e irremediable que deducen que la única salida es quitarse la vida. Dios, no obstante, promete que por más que en ese momento no vean una salida, siempre la hay, cuando no en esta vida, en la otra.
No les ha sobrevenido ninguna tentación que no sea humana; pero fiel es Dios, quien no los dejará ser tentados más de lo que ustedes pueden soportar, sino que juntamente con la tentación dará la salida, para que la puedan resistir[18].
La pregunta desde la perspectiva de la ética cristiana es: ¿Puede un cristiano que peca de suicidio obtener perdón de Dios? La respuesta es sí. El suicidio es un pecado, pero todo cristiano peca contra Dios a lo largo de su vida. Todos los cristianos que creen y reconocen en Jesús al Salvador obtienen el perdón de sus pecados. Todo lo que la Escritura enseña acerca de la muerte de nuestro Salvador en la cruz por nuestros pecados, la expiación y el perdón de nuestros pecados, se aplica al pecado de suicidio.
La paga del pecado es muerte; pero el don de Dios es vida eterna en Cristo Jesús, Señor nuestro[19].
Y esta es la voluntad del que me envió: que Yo no pierda nada de todo lo que me ha dado, sino que lo resucite en el día final[20].
Estoy seguro de que ni la muerte ni la vida, ni ángeles ni principados ni potestades, ni lo presente ni lo por venir, ni lo alto ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús, Señor nuestro[21].
En caso de que alguien te pregunte si irá al cielo a pesar de haberse suicidado, es importante indagar por qué te está haciendo esa pregunta, pues no querrías inadvertidamente alentar a alguien a quitarse la vida. Las personas que están pensando en la posibilidad de suicidarse son gente que enfrenta situaciones complejas, que abriga una profunda tristeza, vergüenza, remordimiento, confusión, decepción y desesperanza. En algunos casos, quienes sufren un tormento mental o físico o padecen una enfermedad terminal se plantean poner punto final a su vida. Si alguien en una situación semejante solicitara tu consejo sería importante escucharlo con mucha sensibilidad, orando al mismo tiempo a Dios para que te revele por qué te está preguntando sobre ese tema y qué podrías decir para brindarle esperanza. Siempre es prudente recomendar a quienes están acariciando la posibilidad de suicidarse que soliciten ayuda profesional. En algunos casos también es importante informar a la familia de la persona sobre la conversación que mantuviste con ella en torno al suicidio.
Si estás hablando con un correligionario cristiano que se halla en una situación así, le puedes enseñar algunos versículos para incitarlo a confiar en que con el tiempo Dios lo puede ayudar a superar su trance y que si no se da por vencido, Dios tendrá ocasión de obrar. Si estás hablando con una persona que no es cristiana, sería prudente orar y pedir al Señor que te dé las palabras indicadas y la sensibilidad para saber cómo transmitirle que Dios la ama, que la valora inmensamente y que es importante para Él.
En una situación semejante es vital rezar para que el Espíritu Santo manifieste a través de ti el amor y el interés que Dios tiene por la persona, y que te dé buen criterio y las palabras acertadas de consuelo para llegar a su alma atormentada. Es también importante animar al afectado a solicitar atención médica o sicológica profesional de parte de un consejero capacitado para ello o ayudarle a conseguirla y, de ser necesario, procurar una rápida intervención llamando de parte de él a un número de acceso directo en la ciudad o región que preste asistencia médica de urgencia.
Existen numerosos sitios web que ofrecen instrucciones detalladas sobre lo que se debe hacer y decir en caso de que alguien esté contemplando el suicidio. Aquí tienen enlaces para dos de ellos:
https://es.wikihow.com/prevenir-un-suicidio
El que alguien se quite la vida es una tragedia que no solo pone fin a la vida del suicida, sino que también afecta profundamente a su familia y a los amigos que lo querían, muchas veces por el resto de su vida. La Escritura elogia a quien ofrenda su vida por otra persona, no así al que se autodestruye.
Si alguna vez llegas a un punto en tu vida en que te parece que el único modo de lidiar con los apuros por los que estás pasando es quitándote la vida, comprende que esos pensamientos no provienen de Dios. Pídele a Él fuerzas para resistir esos pensamientos y busca ayuda de otras personas. No trates de enfrentarlo a solas. Cuéntale a alguien la lucha que estás librando. Llama a la línea de atención directa de tu país o al 911 que funciona en varios países.
El Señor nunca te abandonará. Él nunca te conducirá a una situación en la que no haya más remedio que el suicidio. Quizá pienses que es tu única opción, pero esa conclusión nunca es la correcta. Resiste la tentación, pide al Señor que te infunda Sus fuerzas, acude a otras personas para que te ayuden y ten la certeza de que Él estará contigo.
Acerquémonos, pues, con confianza al trono de la gracia para que alcancemos misericordia y hallemos gracia para el oportuno socorro[22].
Nota
A menos que se indique otra cosa, todos los versículos de la Biblia proceden de las versiones Reina-Valera, revisión de 1995, © Sociedades Bíblicas Unidas, 1995, y Reina Valera Actualizada (RVA-2015), © Editorial Mundo Hispano. Utilizados con permiso.
[1] Grudem, Wayne, Christian Ethics (Wheaton: Crossway, 2018).
[2] Grudem, Christian Ethics, 606.
[3] https://www.who.int/es/news-room/fact-sheets/detail/suicide
[4] https://afsp.org/about-suicide/suicide-statistics/
[5] Éxodo 20:13; además, Romanos 13:9.
[6] Jonás 4:3.
[7] Job 3:1 (NVI).
[8] Job 3:11 (NVI).
[9] Job 3:13 (NVI).
[10] Job 3:16 (NVI).
[11] Job 3:19–22 (NVI).
[12] Job 3:26 (NVI).
[13] 1 Samuel 31:3,4.
[14] 2 Samuel 17:23.
[15] Mateo 27:3–5. Otro caso de suicidio se encuentra en 1 Reyes 16:18.
[16] Juan 15:13.
[17] Jueces 16:29,30.
[18] 1 Corintios 10:13.
[19] Romanos 6:23.
[20] Juan 6:39.
[21] Romanos 8:38,39.
[22] Hebreos 4:16.