Vivir el cristianismo: Los Diez Mandamientos (La protección de la vida humana, 1ª parte)

marzo 12, 2019

Enviado por Peter Amsterdam

Defensa propia

[Living Christianity: The Ten Commandments (Safeguarding Human Life, Part 1). Self-Defense]

La Biblia enseña que Dios creó a los seres humanos a Su imagen.

Dijo Dios: «Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza [...]. Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó.»[1]

La Escritura no explica exactamente qué significa el que Dios haya creado a los seres humanos a Su imagen y semejanza. No obstante, ya que fuimos creados así, cosa que no ocurre con ninguna otra criatura, podemos deducir al menos parcialmente lo que eso supone. Los humanos poseemos una capacidad intelectual superior a la de los animales; no actuamos movidos exclusivamente por el instinto, sino que hacemos uso de la razón para tomar decisiones. Tenemos la habilidad de idear y concebir cosas y luego fabricarlas, por lo que en cierto sentido tenemos capacidad creadora y por ende la posibilidad de cambiar y mejorar nuestro mundo. Podemos escribir, numerar, realizar cálculos matemáticos, componer música, organizar, razonar, reír y mucho más, capacidades que no poseen los animales, al menos no en el mismo grado que nosotros. Además tenemos una similitud moral con Dios, en el sentido de que podemos distinguir entre lo que está moralmente bien o mal, correcto o equivocado. Estas y otras cualidades exclusivas de los seres humanos nos distinguen de los animales y pueden concebirse como reflejo de la imagen y semejanza de Dios.

El relato de la creación en el Génesis no es la única ocasión en que se aduce que la humanidad está hecha a imagen de Dios. En los tiempos de Noé, el SEÑOR vio que la maldad del hombre era mucha en la tierra, y que toda tendencia de los pensamientos de su corazón era de continuo solo al mal[2]. Pero acerca de esto Dios dijo: Yo enviaré un diluvio de aguas sobre la tierra, para destruir todo ser en que haya espíritu de vida debajo del cielo; todo lo que hay en la tierra morirá[3].

Después del diluvio Dios declaró:

Por la propia sangre de ustedes pediré cuentas. Pediré cuentas a todo animal y al hombre. Yo pediré cuentas a cada uno por la vida del hombre. El que derrame sangre de hombre, su sangre será derramada por hombre; porque a imagen de Dios Él hizo al hombre[4].

El vocablo hebreo shaphak, traducido en este versículo con el verbo derramar, significa «derramar en gran cantidad, provocando la muerte». Por lo tanto derramar sangre de hombre significa quitar injustamente la vida de otra persona, asesinarla[5]. Dado que los seres humanos están hechos a semejanza de Dios, asesinar a un semejante es contrario a la ley divina.

El sexto mandamiento refleja esta prohibición. La versión Reina-Valera de 1960 lo presenta diciendo: No matarás[6]. La palabra hebrea râtsach, traducida por el verbo matar, significa asesinar o aniquilar. De ahí que la mayoría de las traducciones de la Biblia expresen más acertadamente este versículo con la frase no cometerás homicidio[7]. Sin embargo, râtsach se emplea también en el sentido de causar la muerte humana por descuido o negligencia, lo que hoy se conoce como homicidio sin premeditación. Por eso a veces no se traduce como asesinar. En ninguna instancia se emplea con relación a la matanza de animales o a las muertes habidas en la guerra y solo en una oportunidad se usa en la Escritura en el contexto de una ejecución judicial. A lo largo del Antiguo Testamento se utiliza otro vocablo hebreo para referirse a una ejecución legal.

El mandamiento de no asesinar figura y se alude a él en reiteradas ocasiones en el Nuevo Testamento[8]. Jesús lo mencionó específicamente en tres oportunidades:

Ustedes han oído que fue dicho a los antiguos: No cometerás homicidio; y cualquiera que comete homicidio será culpable en el juicio[9].

Del corazón salen los malos pensamientos, los homicidios...[10]

—¿Por qué me preguntas acerca de lo bueno? Hay uno solo que es bueno. Pero si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos.

Le dijo: —¿Cuáles?

Jesús respondió:

—No cometerás homicidio[11].

Si bien queda claro que está mal cometer homicidio, el sexto mandamiento saca a colación también varias cuestiones éticas con respecto a la vida y la muerte, temas como el de obrar en defensa propia, la guerra, el suicidio, la eutanasia, la pena capital, el aborto y problemas asociados al término de la vida. Tengo pensado abordar estos temas en artículos que editaremos próximamente y comenzaré aquí con el de obrar en defensa propia.

¿Es ética y moralmente aceptable defenderse uno mismo cuando es objeto de un ataque físico o detener un ataque así contra otras personas? Jesús enseñó el concepto de «poner la otra mejilla» cuando alguien nos ofende o nos insulta. Exhortó a los creyentes a no desquitarse por esos mismos medios[12]. Sin embargo, en contraste con el acto de responder con violencia a un insulto, la idea de obrar en defensa propia difiere en cuanto entraña el uso de la fuerza para protegerse uno mismo de un agresor que comete o amenaza con cometer un acto inminente de violencia contra uno.

Existen ejemplos bíblicos de individuos que se resguardaron de violencia escapando de situaciones peligrosas que les habrían causado daño[13]. El propio Jesús actuó en varias ocasiones para huir de la muchedumbre enardecida que pretendía matarlo.

Levantándose, lo echaron fuera de la ciudad y lo llevaron hasta la cumbre del monte sobre el cual estaba edificada la ciudad de ellos, para despeñarlo; pero Él pasó por en medio de ellos y se fue[14].

Tomaron entonces piedras para arrojárselas, pero Jesús se escondió y salió del Templo y, atravesando por en medio de ellos, se fue[15].

Intentaron otra vez prenderlo, pero Él se escapó de sus manos[16].

Escapar de las multitudes para protegerse era una forma de defenderse a sí mismo, aunque no hay indicios de que Jesús recurriera a la fuerza física cuando lo hacía.

Mientras investigaba un poco el tema de la defensa personal encontré que muchos especialistas en artes marciales enseñan que en la medida de lo posible es mejor retirarse de un enfrentamiento que pelear. Uno de ellos escribió:

Al cabo de más de veinte años de adiestramiento en artes marciales puedo decir con toda seguridad que aprendí algunas técnicas muy eficaces de defensa personal. Mi favorita: huir de los altercados. La segunda: apartarse de los altercados. La tercera: apaciguar los altercados en donde uno esté[17].

Enseguida añadió:

Este el principio cardinal de la defensa personal: Haz lo que puedas por evadir un enfrentamiento físico, pero en el momento en que la evasión falle, ataca explosivamente con el fin de escapar […]. Tu objetivo es evadirte.

Pese a que el Antiguo Testamento prohibía el asesinato, no impedía que la gente se protegiera. Hasta permitía matar a alguien en determinadas circunstancias. Por ejemplo, si alguien irrumpía en una casa en plena noche amparado en la oscuridad, el dueño de casa podía defenderse a sí mismo y a su familia, y si el ladrón terminaba muriendo en el proceso, no se responsabilizaba al dueño de casa por su muerte. Ahora bien, si alguien asaltaba la casa durante el día, al dueño de casa no le estaba permitido matarlo; en caso de hacerlo, se le consideraba culpable de la muerte.

Si el ladrón, sorprendido forzando una casa, es herido y muere, el que lo hirió no será culpado de su muerte. Pero si es de día, el autor de la muerte será reo de homicidio[18].

Durante el día el dueño podía defenderse, mas no emplear fuerza mortal, ya que en esas circunstancias el intruso podía ser reconocido y por tanto, atrapado y castigado. Además era más probable que a la luz del día hubiera otras personas por ahí que fueran testigos del robo y pudieran ayudar a aprehender al ladrón.

En otras partes del Antiguo Testamento encontramos episodios en que se instruyó a la gente que tomara precauciones defensivas con el objeto de protegerse. Nehemías aleccionó a los obreros que reconstruían la muralla alrededor de Jerusalén para que tuvieran sus armas a la mano. Así estarían preparados para pelear contra quienes los atacaran[19]. Cuando se urdió un complot siniestro para aniquilar a todos los judíos que habitaban en el reino de Persia, la reina judía Ester le reveló la maniobra a su marido el rey. Al enterarse, el rey Asuero permitió que los judíos preservaran su vida matando a los que pretendían matarlos a ellos[20].

En el Nuevo Testamento no hay muchas referencias a la defensa propia. No obstante, leemos que Jesús, poco antes de Su crucifixión, aludió a que Sus discípulos portaran espadas para defensa personal.

Entonces les dijo: —Pues ahora, el que tiene bolsa, tómela; y también la alforja. Y el que no tiene espada, venda su manto y compre una.

Entonces ellos dijeron: —Señor, he aquí dos espadas.

Y Él dijo: —Basta[21].

Jesús indicó que dos espadas para la defensa del grupo eran suficientes. De ello se infiere que aprobaba que los discípulos dispusieran de algún medio de protección.

Más tarde Jesús reprendió a Pedro por cortarle la oreja a un siervo del sumo sacerdote cuando los soldados llegaron a apresarlo. Eso, sin embargo, parecer ser porque Jesús no quería que Sus discípulos lo defendieran y quizá perdieran la vida en el intento, a sabiendas de que Su muerte era la voluntad de Su Padre.

Entonces Simón Pedro, que tenía una espada, la desenvainó, hirió al siervo del Sumo sacerdote y le cortó la oreja derecha. El siervo se llamaba Malco. Jesús entonces dijo a Pedro: —Mete tu espada en la vaina. La copa que el Padre me ha dado, ¿no la he de beber?[22]

Uno de los que estaban con Jesús, echando mano de su espada, hirió a un siervo del sumo sacerdote y le quitó la oreja. Entonces Jesús le dijo: —Vuelve tu espada a su lugar, porque todos los que tomen espada, a espada perecerán[23].

En el Evangelio de Lucas leemos:

Entonces respondiendo Jesús, dijo: —¡Basta de esto!

Y tocando su oreja, lo sanó[24].

Aunque a los cristianos no se nos prohíbe defendernos a nosotros mismos y a nuestra familia de intentos de causarnos daño, ¿qué pasa cuando se nos persigue por nuestra fe? La Escritura no enseña que los cristianos deban defenderse por la fuerza en situaciones así. Jesús aconsejó a Sus discípulos:

Cuando los persigan en una ciudad, huyan a la otra[25].

No dijo a los creyentes que tomaran armas y las emplearan en defensa propia cuando los persiguieran por su fe. El apóstol Pedro señaló el ejemplo de Jesús cuando enfrentó la muerte:

Cuando lo maldecían, no respondía con maldición; cuando padecía, no amenazaba, sino que encomendaba la causa al que juzga justamente[26].

Si bien es lícito que los cristianos se evadan de una situación de persecución o que soliciten protección policial o gubernamental y que se resguarden de una agresión física real, diríase que desquitarse físicamente de nuestros perseguidores no es la respuesta indicada. En un caso de persecución que no entrañe inminente violencia física, la medida adecuada de defensa propia es procurar la protección de las autoridades judiciales y recurrir a los tribunales presentando una querella contra los perseguidores. En caso de que el gobierno sea el origen de la persecución, obtener asistencia jurídica o huir a otro país sería lo aconsejable en vez de tomar las armas contra las autoridades de gobierno.

En caso de que tú o tus seres queridos afronten actos de violencia que pongan en riesgo sus vidas, moralmente la Escritura te permite defenderte y amparar a tu familia. Lo ideal es que las acciones que se tomen sean suficientes para desarmar o aprehender al agresor sin tener que hacer mucho daño o quitarle la vida. Huelga decir que la primera línea de acción dentro de lo posible debiera ser explorar vías para apaciguar la situación y apartarte del peligro sin recurrir a la violencia. De ser posible llama a la policía y espera a que llegue; sin embargo, cuando eso no sea factible es moralmente aceptable defenderte.

Pese a que es lícito defenderte y defender a tus seres queridos, es también importante comprender que la Escritura enseña que el amor, el perdón, ofrecer la otra mejilla y buscar la paz son principios cristianos cardinales. Estos aspectos del cristianismo marcan la tónica general en lo que a las interacciones con los demás se refiere.

Bienaventurados los pacificadores, porque serán llamados hijos de Dios[27].

Amen a sus enemigos y hagan bien a los que los aborrecen; bendigan a los que los maldicen y oren por los que los maltratan. Al que te hiera en la mejilla preséntale también la otra; y al que te quite el manto no le niegues la túnica[28].

No paguen a nadie mal por mal. Procuren lo bueno delante de todos los hombres.  Si es posible, en cuanto dependa de ustedes, tengan paz con todos los hombres[29].


Nota

A menos que se indique otra cosa, todos los versículos de la Biblia proceden de las versiones Reina-Valera, revisión de 1995, © Sociedades Bíblicas Unidas, 1995, y Reina Valera Actualizada (RVA-2015), © Editorial Mundo Hispano. Utilizados con permiso.


[1] Génesis 1:26,27.

[2] Génesis 6:5.

[3] Génesis 6:17.

[4] Génesis 9:5,6.

[5] Génesis 37:22; Números 35:33; 1 Reyes 2:31; Ezequiel 22:4.

[6] Éxodo 20:13 (RVR 95).

[7] Éxodo 20:13.

[8] Romanos 13:9, 1:29; 1 Timoteo 1:8,9; Santiago 2:11, 4:2; 1 Juan 3:12,15; Apocalipsis 9:21, 16:6, 21:8, 22:15.

[9] Mateo 5:21.

[10] Mateo 15:19.

[11] Mateo 19:17,18.

[12] Jesús, Su vida y mensaje: El Sermón del Monte. No tomar represalias

[13] 1 Samuel 19:10: David huyó cuando Saúl intentó matarlo con una lanza. 2 Corintios 11:32,33: El apóstol Pablo se escondió y evadió la captura descolgándose por una ventana en un canasto.

[14] Lucas 4:29,30.

[15] Juan 8:59.

[16] Juan 10:39.

[17] https://hinessight.blogs.com/hinessight/2012/02/best-self-defense-technique-run-away.html

[18] Éxodo 22:2,3.

[19] Nehemías 4:16–18.

[20] Ester 8:10,11.

[21] Lucas 22:36–38.

[22] Juan 18:10,11.

[23] Mateo 26:51,52.

[24] Lucas 22:51.

[25] Mateo 10:23.

[26] 1 Pedro 2:23.

[27] Mateo 5:9.

[28] Lucas 6:27–29.

[29] Romanos 12:17,18.