Escuchar puede transformar una vida
septiembre 6, 2014
Enviado por María Fontaine
Escuchar puede transformar una vida
Aunque en Internet y en libros se encuentra bastante acerca de la importancia de escuchar, quise saber lo que Jesús diría con relación a ese tema, sobre todo porque está relacionado con nosotros, Sus seguidores. Somos Sus representantes y nuestro trabajo es reflejar Su naturaleza en un mundo donde hace mucha falta que se den ejemplos vivos del amor, cuidado y Espíritu de Dios. Esto es lo que Él tenía que decir:
Jesús: En el mundo de hoy, para muchas personas una de las mayores carencias es la falta de contacto con otras personas. Las familias están dispersas, las amistades se distancian debido al estrés y los problemas de la vida cotidiana. En muchos casos, los matrimonios se convierten en uniones de conveniencia en vez de en el fundamento para criar y educar a sus hijos de modo que sean personas equilibradas, llenas de fe.
En la cultura de egoísmo que se extiende en gran parte del mundo y con el aumento de la delincuencia incluso en aldeas y pequeños pueblos, puede ser difícil saber a quién recurrir en un momento de necesidad. La decadencia moral generalizada puede dejar a la gente sintiéndose sola, con temor, y con una falta de tranquilidad y motivación que la comunicación positiva humana y la confianza mutua contribuye a fomentar.
Tienes algo poderoso en tus manos, si lo utilizas. Es el instrumento de escuchar. Incluso si ahora mismo te parece que no tienes un corazón quebrantado por los que me necesitan, si haces el esfuerzo de escuchar a otros, empezarás a descubrir cosas que tal vez no has notado antes: su deseo de que otros los aprecien, su necesidad de que alguien se interese por ellos y los comprenda.
En el caso de muchos, no se satisface la necesidad de ser escuchados. A medida que te des cuenta de que la gente está muy triste y sola, sentirás la obligación de prestar oído a alguien. La compasión que sentirás será una manifestación de Mi amor por esas personas. El hecho de que alguien las considere lo suficientemente importantes como para escucharlas hará que tengan confianza y una perspectiva positiva. No puedes arreglar todos los problemas, pero puedes comunicar Mi esperanza, amor y fuerzas por medio de un acto tan sencillo como escuchar a alguien.
En un artículo que leí hace poco se daba un buen ejemplo de lo importante que puede ser en la vida de alguien el que se le escuche. La joven que escribió el artículo explicó que había sufrido depresión y soledad, y que no se sentía comprendida. En gran medida, era debido a que no tenía con quien hablar de sus dificultades. Sentía un enorme vacío en su vida. Sentía que había fracasado. Le daba la impresión de que los miembros de su familia y amigos no la entendían y que les faltaba el tiempo o la paciencia para escucharla. Se sentía asfixiada, aislada e invisible.
Luego, le sucedió algo increíble. Conoció a alguien que estaba dispuesto a escucharla con interés y sin juzgarla. El acto sencillo de tener suficiente interés como para escucharla tuvo un gran impacto en su salud, actitud, sensación de valor propio y en toda su perspectiva de la vida. La muchacha comentó:
Que me hayan escuchado tuvo ese gran efecto que me dio una curación inmensa. Fue la primera vez en mi vida que me pareció que me habían escuchado, que me comprendían bien, que lo que tenía que decir tenía sentido. Me sentí importante y que era visible de nuevo. Al igual que la mayoría de personas con depresión, me faltaba motivación y autoestima. La necesidad más básica del ser humano es que se le comprenda; en épocas de depresión es algo de importancia fundamental, casi como la necesidad de aire.
Ser comprendida de inmediato cambió mi perspectiva: de sentirme invisible a sentirme visible, de sentirme deprimida a sentirme animada, de sentirme contraída a sentirme expandida, de sentirme desesperada a sentirme con esperanzas. Hizo que me levantara de nuevo y atendiera mis necesidades básicas. Sin prisa pero sin pausa, logré salir de la depresión gracias a que fui escuchada, y eso cambió mi vida para siempre[1].
Esa joven no recibió soluciones, consejos ni respuestas. En cambio, la persona que la escuchó le hizo preguntas que invitaban a la reflexión. Preguntas como estas: «En el fondo, ¿qué es lo que quieres? ¿Qué te hace feliz? ¿Por qué estás agradecida?» Y «¿Cómo puedes perdonar?» En este caso, los resultados de escuchar fueron muy claros y profundos.
La depresión, aunque no sea muy grave en la vida de la persona, de todos modos dificulta su habilidad para el desempeño de sus tareas y le roba la alegría de vivir. Las estadísticas de los centros de control de enfermedades calculan que en los EE.UU. uno de cada diez adultos sufre una depresión[2].
Los que atienden a personas que sufren una depresión profunda o que amenazan con suicidarse deben escuchar mucho y con compasión. Lo mismo se aplica a los que trabajan en gestión de crisis, negociaciones con secuestradores o en dar asesoramiento a alguien que sufre una profunda pena. En muchos casos, las personas que pasan por una crisis y a quienes dan asesoramiento han vivido por años con emociones reprimidas, hasta que ya no lo pueden soportar y reaccionan con desesperación, ira o desesperanza.
A menudo están abrumadas por una pena profunda o dolor, o les parece que no valen nada, y no tienen esperanza de ser comprendidas. Cuando escuchas a alguien, demuestras que tienes interés. Dar a alguien toda la atención, aunque sea por poco tiempo, puede transformarlo de manera radical. En algunos casos, hasta podría salvarle la vida.
Sin embargo, no solo los que están deprimidos necesitan que se les escuche. A todos les hace falta.
Cuando nos escuchan, eso nos crea, hace que nos desarrollemos y nos expandamos[3].
Cuando escuchamos a alguien, empezamos a entender lo profundo de su necesidad. Escuchar prepara el camino para presentar a esa persona la amistad de quien escucha mejor que nadie. El que escuches a alguien puede contribuir a que crea que Dios lo escuchará. Sabe que te preocupas; por lo tanto, empieza a confiar en lo que le dices. Eso puede dar oportunidad a que le hables de Jesús.
Escuchar es una señal de respeto. Hace que las personas se sientan valoradas. Es una señal de amor. Escuchar a alguien hace posible que cambie.
Cuando se me ha escuchado, soy capaz de percibir de nuevo mi mundo de una nueva manera y seguir adelante. Es asombroso que los elementos que parecen insolubles se vuelven solubles cuando alguien escucha; que cuando nos han escuchado, las confusiones que parecen irremediables se vuelven arroyos relativamente claros[4].
Keith, un integrante de la Familia, captó la cuestión de manera estupenda:
En nuestro ministerio de ayuda a los desamparados hemos aprendido que damos un regalo muy valioso a alguien cuando lo escuchamos. Las personas sin hogar han sufrido mucho. Además, sufren por que las vean con desdén o desprecio, aunque en muchos casos la desgracia que les ocurrió le podría haber sucedido a cualquiera. Muchos han perdido el amor propio a tal grado que no tienen motivación. Sentarnos, procurar que se abran y escucharlos con atención, todo eso les da validez como personas. Los sana, los ayuda y les da esperanza. Los ayuda a creer que deben ser especiales para Dios, como todos lo somos.
Las personas sin hogar no son las únicas que necesitan que se les preste oído. ¡Todas las personas del mundo quieren ser escuchadas!
Escuchar de verdad a alguien es una oportunidad de causar un impacto en una persona que Jesús ama. Es una oportunidad de ser un ejemplo vivo de la preocupación y amor de Aquel que no solo está dispuesto a escuchar, sino que también tiene el poder y la sabiduría para guiar a esa persona en todo desafío que enfrente. Nuestro Creador hace que deseemos ser comprendidos y comprender a otros. No podemos entender a otra persona sin escucharla. Si manifiestas interés en una persona, eso contribuye a que le parezca que alguien se interesa, a hacerle sentir que tiene algo valioso que ofrecer, y que podrá hallar las soluciones a lo que la oprime.
Al escuchar a alguien sin juzgarlo, con sinceridad, pueden cambiar la perspectiva que tenga esa persona de sí misma, de su situación y de su futuro. Expresar preocupación por medio de escuchar puede crear lazos de confianza entre la persona que escucha y la persona que es escuchada, ya sea que se trate de compañeros de trabajo, adolescentes, familiares o pares. Puede aliviar la depresión, el temor, la ira, la actitud desafiante o la rebeldía.
Escuchar derriba barreras y acerca a las personas. Escuchar tiene poder creativo. Saca a alguien de su retraimiento; y al hablar, esa persona verá cómo puede avanzar o hacer un cambio en su vida. A medida que escuches, esa persona podrá oír en su interior lo que Dios ha puesto ahí, ideas y planes que aún no ha reconocido. ¿Te ha pasado a veces que has tenido la necesidad de hablar con alguien de tus desafíos y problemas, y casi sin que esa persona dijera nada, la situación te pareció más clara y se te abrió un camino para ver algunas soluciones?
A medida que escuchas a otra persona, eso la ayuda a escucharse a sí misma. La gente necesita eso. En la actualidad, el mundo va tan de prisa que muchos no dedican tiempo a escuchar sus propios pensamientos, ni saben cómo hacerlo. Los resultados de escuchar —la esperanza renovada, la curación emocional, la motivación para levantarse y volverlo a intentar y que el que es escuchado se da cuenta de que es importante para ti y para Dios— son beneficios enormes que provienen de algo que cualquiera puede hacer. Sí, toma tiempo. En efecto, hace falta aprender y practicar; y, sí, no es fácil escuchar mucho más que hablar y limitarse a estar presente para apoyar a alguien, concentrándose plenamente en esa persona. Sin embargo, bien vale la pena el precio que se paga.
¿Puedes ayudar a que cambie la vida de alguien al manifestar un deseo de escuchar lo que dice su corazón? No hace falta que seas un gran conversador ni una persona muy culta. No es necesario que tengas un lugar en particular destinado para esa tarea. Todo lo que necesitas es a ti, y un corazón colmado de interés y el amor del Señor. Tu centro de operaciones se encuentra donde sea que estés. Tu cliente es la persona que esté cerca de ti. Las herramientas de tu oficio son tu corazón, tus ojos y tus oídos: tu corazón que siente; tus ojos que notan los hombros caídos de esa persona, la expresión abatida o de preocupación; y tus oídos que escuchan. Puedes demostrar interés al dedicar tiempo a escuchar, a entender su corazón y luego, cuando esa persona esté lista, decirle cómo acercarse más a Jesús, quien puede ayudarla a salir de todos los problemas, de todas las dificultades, y que puede proveer para todas sus necesidades. Invertir tiempo en otra persona puede hacer que haya cambios en su corazón y espíritu, y que esos cambios duren para siempre. Todo comienza con la sencilla tarea de escuchar.