Jesús, Su vida y mensaje: Discipulado (5ª parte)

octubre 10, 2017

Enviado por Peter Amsterdam

[Jesus—His Life and Message: Discipleship (Part 5)]

En los cuatro artículos anteriores sobre discipulado nos dimos cuenta de que seguir a Jesús exige una reorientación de nuestra vida, a fin de priorizarlo en nuestros afectos y relaciones personales, sobre nuestros bienes materiales y deseos. Seguidamente veremos que Jesús ha llamado a Sus seguidores a que lo pongamos aun por encima de nuestra propia vida.

En cada uno de los evangelios sinópticos, Jesús exhorta a Sus seguidores a tomar su cruz y seguirlo[1]. En el Evangelio de Mateo insiste en eso dos veces. La primera está en el capítulo 10, que contiene las instrucciones de Jesús a Sus discípulos antes de enviarlos a proclamar el mensaje: «El reino de los cielos se ha acercado»[2]. Dice:

El que no toma su cruz y sigue en pos de Mí, no es digno de Mí. El que halle su vida, la perderá; y el que pierda su vida por causa de Mí, la hallará[3].

La segunda vez es después de anunciar a Sus discípulos que va a sufrir y ser muerto en Jerusalén[4].

Jesús dijo a Sus discípulos: «Si alguien quiere venir en pos de Mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame, porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de Mí, la hallará»[5].

Tanto Marcos como Lucas incluyen en su evangelio esta segunda ocasión[6].

En este artículo examinaremos esta frase en el contexto del capítulo 10 de Mateo, que no contiene otra cosa que las instrucciones que dio Jesús a Sus discípulos. Les dijo que les daba «autoridad sobre los espíritus impuros, para que los echaran fuera y para sanar toda enfermedad y toda dolencia»[7]. Les mandó: «Sanad enfermos, limpiad leprosos, resucitad muertos, echad fuera demonios»[8]. Sus necesidades estarían atendidas: «No llevéis oro, ni plata, ni cobre en vuestros cintos; ni alforja para el camino, ni dos túnicas, ni calzado, ni bastón, porque el obrero es digno de su alimento»[9].

También les habló de las dificultades que sufrirían por causa de Él:

Guardaos de los hombres, porque os entregarán a los concilios y en sus sinagogas os azotarán; y aun ante gobernadores y reyes seréis llevados por causa Mía, para testimonio a ellos y a los gentiles[10].

El hermano entregará a la muerte al hermano, y el padre al hijo. Los hijos se levantarán contra los padres y los harán morir. Seréis odiados por todos por causa de Mi nombre[11].

Cuando os persigan en una ciudad, huid a otra[12].

Si al padre de familia llamaron Beelzebú, ¡cuánto más a los de su casa![13]

No temáis a los que matan el cuerpo pero el alma no pueden matar; temed más bien a aquel que puede destruir el alma y el cuerpo en el infierno[14].

Tras dar un claro mensaje de que Sus discípulos se expondrían a persecuciones, sufrimientos y hasta la muerte, añadió:

El que no toma su cruz y sigue en pos de Mí, no es digno de Mí. El que halle su vida, la perderá; y el que pierda su vida por causa de Mí, la hallará[15].

Hoy en día los cristianos utilizan a veces metafóricamente la expresión «tomar uno su cruz» en el sentido de tener que soportar una prolongada dificultad, problema o carga. Se dice: «Tal cosa es mi cruz». Sin embargo, en el contexto de lo que Jesús estaba diciendo a Sus discípulos, exhortarlos a tomar su cruz y seguirlo equivalía a decirles que tenían que estar dispuestos a seguirlo hasta la muerte.

Sobre el significado de tomar la cruz, Craig Keener escribe:

Significaba dirigirse al lugar donde uno iba a ser ejecutado, cargando ignominiosamente el pesado madero horizontal (patibŭlum) con el que le iban a causar a uno la muerte, por entre una chusma que lo llenaba a uno de insultos. […] Jesús previó que Él y muchos de Sus seguidores padecerían martirio por el método habitual que usaban los romanos para ejecutar a los delincuentes de clase baja y los esclavos[16].

La crucifixión era cruel en tanto que producía una muerte lenta y dolorosa.

El hecho en sí no dañaba ningún órgano vital ni causaba excesiva pérdida de sangre. Por consiguiente, la muerte se producía despacio, en ocasiones al cabo de varios días, por shock o por un doloroso proceso de asfixia conforme los músculos de la respiración se iban fatigando. La crucifixión era un acto público. La víctima, desnuda, sujeta a una estaca, cruz o árbol, era ridiculizada salvajemente por los frecuentes transeúntes[17].

R. T. France escribe que la crucifixión era «no solo el método más cruel de ejecución de aquella época, sino que además llevaba aparejado un estigma de deshonra social si el reo era una persona libre. Que un familiar fuera crucificado era la mayor de las ignominias. La crucifixión era un acontecimiento eminentemente público que suscitaba escarnio y burlas por parte de todos. Tanto la deshonra pública como el sufrimiento físico comenzaban no cuando el condenado era sujeto a la cruz, sino durante el recorrido por las calles, igualmente público, en el que la víctima debía cargar el pesado travesaño en el que se haría la ejecución, entre las mofas e insultos de la muchedumbre»[18].

Cuando Jesús dijo que un discípulo debía tomar su cruz y seguirlo, estaba aludiendo tanto al martirio como a la deshonra pública. Quiso decir que la decisión de creer en Él y seguirlo podía conducir al rechazo y la ejecución. Si bien eso se lo dijo a los discípulos que estaban entonces con Él, dio a entender que no solo ellos tendrían que negarse a sí mismos y tomar su cruz, sino cualquiera que lo siguiera, es decir, los discípulos de todas las épocas.

Jesús no ocultó las posibles consecuencias de seguirlo, sino que indicó que la lealtad a Dios de un discípulo debe motivarlo, entre otras cosas, a ponerlo a Él por encima de su propia vida. Eso fue lo que hicieron Sus primeros discípulos, y muchos en efecto sufrieron martirio. Aunque la mayoría no nos encontremos en una situación en la que vayamos a tener que morir por nuestra fe, en algunas partes los cristianos sí se enfrentan a esa posibilidad.

En esos versículos Jesús se refería específicamente al martirio; ahora bien, ¿cómo deberían aplicarlos los creyentes que en estos momentos no se arriesgan a morir por su fe? Por supuesto que debemos estar dispuestos a dar la vida por nuestra fe; pero hay otras maneras de poner nuestra lealtad a Dios por encima de nuestra propia vida. Encontraremos algunas pistas examinando qué dijo Jesús de tomar la cruz en el Evangelio de Mateo la segunda vez que habló del tema:

Jesús dijo a Sus discípulos: «Si alguien quiere venir en pos de Mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame»[19].

Negarnos a nosotros mismos puede entenderse como dejar a un lado nuestros deseos personales, ambiciones y objetivos y estar dispuestos a buscar la orientación de Dios. No es que Él nunca nos vaya a indicar que nos esforcemos por realizar nuestras ambiciones y alcanzar nuestras metas. Si buscamos continuamente Su guía, es muy probable que nuestros deseos se ajusten a Su voluntad. El concepto es este: los que seguimos al Señor buscamos en Él orientación, y somos más leales a Él que a nosotros mismos, por lo que, si Sus indicaciones nos conducen por un camino que no va en la dirección que nosotros preferimos, estamos dispuestos a negarnos a nosotros mismos para seguirlo. Darrel Bock lo expresa así:

Los discípulos no actúan conforme a su propia voluntad, sino conforme a la de Dios. Hay un reconocimiento fundamental de vasallaje. Uno dice: «Dios tiene que dirigirme. Yo no quiero ni puedo hacerlo». Los discípulos que siguen a Jesús lo hacen con esa actitud[20].

Los escritos del apóstol Pablo aclaran ese concepto de negarnos a nosotros mismos. Él habla de «hacer morir» nuestros pecados. Explica que los cristianos debemos desoír nuestros deseos malos y pecaminosos, y optar por hacer lo que Dios aprueba.

Haced morir, pues, lo terrenal en vosotros[21].

Si vivís conforme a la carne, moriréis; pero si por el Espíritu hacéis morir las obras de la carne, viviréis[22].

El llamado a ser seguidores de Jesús, a ser discípulos, es un llamado a toda una manera de vivir. Es un llamado a ajustar nuestro orden de prioridades de manera que Dios tenga primacía. No es que no vayamos a tener otros afectos, sino que ante todo vamos a ser leales a Dios, por encima de nuestros deseos, nuestra voluntad, nuestros bienes materiales, nuestros seres queridos y hasta nuestra propia vida. No es una senda fácil, pero Jesús dijo que es la que conduce a la vida.

Entrad por la puerta angosta, porque ancha es la puerta y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos son los que entran por ella; pero angosta es la puerta y angosto el camino que lleva a la vida, y pocos son los que la hallan[23].


Nota

Todos los versículos de la Biblia proceden de la versión Reina-Valera, revisión de 1995, © Sociedades Bíblicas Unidas, 1995. Utilizados con permiso.


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[1] Mateo, Marcos y Lucas.

[2] Mateo 10:7.

[3] Mateo 10:38,39.

[4] Mateo 16:21–25.

[5] Mateo 16:24,25.

[6] Marcos 8:34–37, Lucas 9:23,24, 14:27.

[7] Mateo 10:1.

[8] Mateo 10:8.

[9] Mateo 10:9,10.

[10] Mateo 10:17,18.

[11] Mateo 10:21,22.

[12] Mateo 10:23.

[13] Mateo 10:25.

[14] Mateo 10:28.

[15] Mateo 10:38,39.

[16] Keener, The Gospel of Matthew, 434.

[17] Green y McKnight, Dictionary of Jesus and the Gospels, 147.

[18] France, The Gospel of Matthew, 410.

[19] Mateo 16:24. También Lucas 9:23 y Marcos 8:34.

[20] Bock, Luke Volume 1: 1:1–9:50, 852.

[21] Colosenses 3:5.

[22] Romanos 8:13.

[23] Mateo 7:13,14.