Jesús, Su vida y mensaje: Divorcio y segundas nupcias

septiembre 29, 2020

Enviado por Peter Amsterdam

[Jesus—His Life and Message: Divorce and Remarriage]

(En la serie Vivir el cristianismo ya abordamos el tema del divorcio y de volver a casarse en el contexto de la ética cristiana; aquí lo hacemos a modo de comentario de los evangelios.)

Los tres evangelios sinópticos —Mateo, Marcos y Lucas— tocan el tema del divorcio y volver a casarse. El Evangelio de Lucas lo hace con un solo versículo:

Todo el que repudia a su mujer y se casa con otra, adultera; y el que se casa con la repudiada del marido, adultera[1].

En el evangelio de Mateo y en el de Marcos, el tema se trata más a fondo. En este artículo nos centramos en el texto de Mateo.

Jesús […] se alejó de Galilea y fue a las regiones de Judea, al otro lado del Jordán. Lo siguieron grandes multitudes, y los sanó allí[2].

Jesús fue de Galilea, en el norte de Israel, a Judea, en el sur, muy probablemente pasando por la región de Perea, situada al este del río Jordán. Esa era la ruta que tomaban muchos judíos para evitar pasar por territorio samaritano. A lo largo de este viaje, Jesús continuó sanando enfermos. El Evangelio de Marcos señala que, durante este viaje al sur, «volvió el pueblo a juntarse a Él, y de nuevo les enseñaba como solía»[3].

Entonces se le acercaron los fariseos, tentándolo y diciéndole: «¿Está permitido al hombre repudiar a su mujer por cualquier causa?»[4]

No debería sorprendernos que, al acercarse Jesús a la capital, se personaran los fariseos a hacerle preguntas comprometedoras, puesto que ellos tenían en Jerusalén su principal base de poder. El texto de Mateo deja bien claro que en realidad ellos no buscaban una respuesta a esa pregunta; lo que querían era suscitar un tema polémico a modo de trampa, con la esperanza de que Él no lograra contestar satisfactoriamente y eso le causara luego dificultades con los que tenían una opinión distinta.

La pregunta no era si había alguna circunstancia en que el divorcio fuera permisible, ya que en el judaísmo se le reconocía al hombre el derecho a repudiar a su mujer, sobre la base de Deuteronomio 24:1–4. Ella, en cambio, no tenía ningún derecho a divorciarse de su marido. En ciertas situaciones, la mujer podía presentar una petición al tribunal, que podía mandar al esposo que se divorciara; pero aun en ese caso, era el hombre el que repudiaba a la mujer. La pregunta de los fariseos era por qué motivos era lícito que un hombre repudiara a su mujer. ¿Podía hacerlo por cualquier causa?

Deuteronomio 24:1 dice:

Cuando alguien toma una mujer y se casa con ella, si no le agrada por haber hallado en ella alguna cosa indecente, le escribirá carta de divorcio, se la entregará en la mano y la despedirá de su casa.

En las escuelas rabínicas del judaísmo, el debate se centraba en el sentido de la frase «por haber hallado en ella alguna cosa indecente». Existían diversas interpretaciones de la misma: algunos decían que se refería al adulterio, mientras que otros entendían que se aplicaba a cualquier acción de la mujer que molestara a su esposo, como por ejemplo echar a perder la cena. Por el hecho de que había interpretaciones discrepantes sobre los motivos justificados para divorciarse, los fariseos que le hicieron esta pregunta a Jesús sabían que, cualquiera que fuera el bando que Él favoreciera, quienes estuvieran en desacuerdo se ofenderían.

En vez de caer en la celada de los fariseos, Jesús empleó un método rabínico de debate que se basaba en la premisa: «Cuanto más antiguo, mayor su peso». Jesús se remontó a la creación, cuando Dios hizo a Adán y Eva, varón y hembra. Como ese pasaje de las Escrituras era anterior a la ley mosaica, tenía más peso.

Él, respondiendo, les dijo: «¿No habéis leído que el que los hizo al principio, “hombre y mujer los hizo”, y dijo: “Por esto el hombre dejará padre y madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne”? Así que no son ya más dos, sino una sola carne; por tanto, lo que Dios juntó no lo separe el hombre[5].

Los vocablos hebreos traducidos como «dejará» y «se unirá» indican acciones contundentes y decididas. Cuando dos personas se casan, entablan una relación que está por encima de cualquier otra. En aquel tiempo significaba dejar la casa de los padres y fundar un hogar. El vínculo entre marido y mujer es más fuerte que ninguna otra relación.

La frase «los dos serán una sola carne» alude a las relaciones sexuales, que unen íntimamente al marido y su mujer. Leon Morris escribe:

Jesús, entonces, cita las Escrituras para poner de relieve la verdad de que el matrimonio es más que un acuerdo informal que resulta práctico para ambas partes. Es la más íntima de las unidades terrenales, y así debe entenderse[6].

Marido y mujer dejan de ser dos personas aisladas y separadas; han sido unidas por Dios.

Jesús no se puso a favor de unos ni de otros, ya que eso habría ofendido a los partidarios de uno u otro bando, que era precisamente lo que los fariseos esperaban que pasara; sino que rechazó ambas posturas e invitó a los fariseos a fijarse en lo que enseñaban realmente las Escrituras: que la unión matrimonial era más vinculante que lo que ellos daban a entender. Ellos presentaban el matrimonio como una unión que el marido podía disolver, por causa de infidelidad o, según algunos, por casi cualquier motivo; pero eso era contrario a lo que, según las Escrituras, Dios había dicho sobre el matrimonio durante la creación. «Por tanto, lo que Dios juntó no lo separe el hombre.»

La respuesta que dio Jesús no era lo que los fariseos esperaban, por lo que le hicieron una segunda pregunta, señalándole que era Moisés quien había instaurado el divorcio.

Le dijeron: «¿Por qué, pues, mandó Moisés darle carta de divorcio y repudiarla?» Él les dijo: «Por la dureza de vuestro corazón, Moisés os permitió repudiar a vuestras mujeres; pero al principio no fue así»[7].

Los fariseos dijeron que Moisés había instituido el divorcio, pero eso no era cierto. Él no lo instituyó, sino que lo reguló, porque ya se estaban produciendo divorcios. Moisés permitió el divorcio como una concesión, dentro de ciertas pautas, a causa de la dureza de corazón de las personas, aunque no era esa la intención original de Dios. Como de todos modos iba a haber divorcios, era importante que las divorciadas tuvieran legalmente derecho a volver a casarse. Hasta que el marido no daba a la mujer una «carta de divorcio», ella permanecía casada a él y no podía volver a casarse. La carta establecía que ella ya no estaba casada con su marido, con lo que él dejaba de tener todo derecho sobre ella, y ella tenía libertad para casarse con otro. El propósito de esta disposición no era dar por bueno el divorcio, sino que era una concesión por causa de la dureza de corazón de las personas.

Y Yo os digo que cualquiera que repudia a su mujer, salvo por causa de fornicación, y se casa con otra, adultera; y el que se casa con la repudiada, adultera[8].

Si bien Moisés reguló el divorcio, Jesús declaró que el matrimonio debería ser de por vida, por lo que el debate que había entre los judíos sobre cuándo estaba permitido repudiar a la mujer no estaba del todo en armonía con los deseos de Dios. Jesús admitió una excepción en caso de que uno de los cónyuges incurriera en «fornicación», término que en otras versiones de la Biblia se traduce como inmoralidad sexual (NVI) o infidelidad conyugal (CST), todas ellas expresiones para referirse a las relaciones sexuales extraconyugales.

Le dijeron Sus discípulos: «Si así es la condición del hombre con su mujer, no conviene casarse»[9].

Los discípulos, se supone que más tarde, hicieron un comentario sobre esta enseñanza de Jesús. Les pareció que, a la luz de lo que Él había dicho, sería mejor no casarse que verse en un matrimonio difícil sin posibilidad de salirse de él.

Jesús se manifestó en términos bastante fuertes sobre la permanencia del compromiso matrimonial, sobre todo teniendo en cuenta que en aquella época el marido podía disolver el matrimonio con tan solo escribir la fórmula de rigor, firmarla ante testigos y entregársela a su esposa. Jesús quiso dejar bien claro que esa no era manera de tratar el matrimonio que Dios había instituido. Él no definió en qué circunstancias era permisible el divorcio.

Entonces Él les dijo: «No todos son capaces de recibir esto, sino aquellos a quienes es dado»[10].

Al decir «esto», puede que Jesús se refiriera a lo que habían dicho los discípulos, de que no conviene casarse. Si tal es el caso, Jesús quiso decir que, para algunas personas, en efecto es así, aunque se trata de un modo de vida que no todos son capaces de seguir. A continuación habló de los que optan por no casarse.

Hay eunucos que nacieron así del vientre de su madre, y hay eunucos que son hechos eunucos por los hombres, y hay eunucos que a sí mismos se hicieron eunucos por causa del reino de los cielos. El que sea capaz de recibir esto, que lo reciba[11].

En este pasaje, al hacer mención de los que habían sido eunucos desde el vientre de su madre, probablemente aludía a personas que habían nacido con un defecto genético. Al hablar de los que «son hechos eunucos por los hombres», se refería a los que habían sido castrados. Leon Morris escribe:

En la sociedad del siglo I, bastantes hombres habían sido emasculados por gente en las altas esferas. Se hacía como castigo, o bien para contar con personas fiables para trabajar en harenes y sitios así[12].

Seguidamente, Jesús habló de los «eunucos que a sí mismos se hicieron eunucos por causa del reino de los cielos». A lo largo de la historia del cristianismo, siempre ha habido personas que han optado por renunciar al matrimonio con el fin de centrar todos sus esfuerzos en la obra de Dios, siguiendo su particular vocación de servicio a Dios. Jesús no se casó, ni tampoco Juan el Bautista.

Jesús no dijo que ser un eunuco fuera de alguna manera un llamamiento superior, ni que todos Sus seguidores debieran permanecer célibes. Es más bien que algunos son llamados a servir dentro del matrimonio y otros como célibes. Cada persona tiene su camino, cada llamamiento es distinto. Nuestra meta, como creyentes, es amar y servir al Señor lo mejor posible cualquiera que sea la situación a la que Él nos haya llamado.


Nota

Todos los versículos de la Biblia proceden de la versión Reina-Valera, revisión de 1995, © Sociedades Bíblicas Unidas, 1995. Utilizados con permiso.


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[1] Lucas 16:18.

[2] Mateo 19:1,2.

[3] Marcos 10:1.

[4] Mateo 19:3.

[5] Mateo 19:4–6.

[6] Morris, The Gospel According to Matthew, 481.

[7] Mateo 19:7,8.

[8] Mateo 19:9.

[9] Mateo 19:10.

[10] Mateo 19:11.

[11] Mateo 19:12.

[12] Morris, The Gospel According to Matthew, 485.