Jesús, Su vida y mensaje: El nacimiento de Jesús (1ª parte)
diciembre 2, 2014
Enviado por Peter Amsterdam
Jesús, Su vida y mensaje: El nacimiento de Jesús (1ª parte)
(Si lo deseas, puedes consultar el artículo introductorio en el que se explican el propósito y el plan de esta serie.)
Si bien la historia de la vida de Jesús comienza con el relato de Su nacimiento, tal como aparece en los Evangelios de Mateo y Lucas, en cierto modo se inicia mucho antes, ya que en numerosos pasajes del Antiguo Testamento se predijo Su venida y se revelaron datos concretos sobre el Mesías, el Salvador prometido por Dios.
Hay muchas profecías antiguas sobre Su vida y Su muerte, que predicen que nacería en Belén[1], que sería del linaje de Abraham[2], descendiente de Isaac[3] y Jacob[4], de la tribu de Judá[5] y heredero del trono de David[6], cuyo trono sería eterno[7], y que pasaría algo de tiempo en Egipto[8].
En los Evangelios hallamos el cumplimiento de las predicciones del Antiguo Testamento sobre la vida, muerte y resurrección de Jesús y la salvación que trajeron al mundo. Mateo dedica una parte considerable de su evangelio a relacionar profecías del Antiguo Testamento con su cumplimiento en Jesús, el Mesías prometido[9].
Mateo comienza con una genealogía abreviada que demuestra que Jesús satisfizo los requisitos genealógicos que debía cumplir el Mesías prometido. Su genealogía parte de Abraham, padre del pueblo judío, e incluye a los patriarcas Isaac, Jacob y Judá, con lo que enfatiza el carácter judío de Jesús. Al mencionar a David lo presenta como el rey David, para indicar que Jesús, en razón de su linaje davídico, tenía sangre real y con todo derecho y legitimidad podía ser llamado rey de los judíos[10]. Su evangelio enumera las distintas generaciones de descendientes y termina con José, el esposo de María, la madre de Jesús.
El escritor e historiador N. T. Wright comenta:
Si bien la mayoría de los judíos, al reseñar el linaje de Israel, habría comenzado por Abraham, en el siglo I d. C. solo unos pocos judíos selectos podían declararse descendientes del rey David, y eran aún menos los que estaban en condiciones de continuar la enumeración pasando por Salomón y los demás reyes de Judá hasta el exilio. Después de la deportación a Babilonia, la mayor parte del tiempo Israel no tuvo una monarquía en funciones. Los reyes y reinas que hubo en los últimos 200 años antes del nacimiento de Jesús no eran de la familia de David. Herodes el Grande […] no tenía sangre real, y ni siquiera era plenamente judío. […] Mateo está diciendo que este nacimiento es lo que Israel llevaba dos mil años esperando[11].
En su genealogía Mateo menciona a cuatro mujeres, lo cual es atípico en una genealogía bíblica. Tres de ellas —Tamar, Rahab y Rut— no eran de linaje judío, y Betsabé estuvo casada con un heteo, un gentil. Tres de las cuatro eran de dudosa reputación por motivo de las curiosas circunstancias e inusuales relaciones que tuvieron[12]. Al incluir a esas mujeres —particularmente a Tamar, Rahab y Rut, que no eran de origen judío—, es probable que Mateo quisiera dar a entender que Jesús es un salvador para todos los pueblos, no solo para los judíos. Jesús y la salvación son para pecadores y para santos por igual[13]. También es posible que las nombrara debido a las extrañas circunstancias en que concibió María, para mostrar que no era la primera vez que el linaje de David se perpetuaba de formas poco ortodoxas.
Lucas también incluye una genealogía en su evangelio, aunque en vez de remontarse solo hasta Abraham, como Mateo, se retrotrae hasta el primer hombre —Adán— y de él llega hasta Dios mismo. Termina su enumeración con las palabras: «Hijo de Enós, hijo de Set, hijo de Adán, hijo de Dios»[14]. Su genealogía no antecede al relato del nacimiento de Jesús como en el libro de Mateo, sino que está ubicada inmediatamente después de la narración de Su bautismo, cuando el Espíritu Santo descendió sobre Él y una voz del cielo anunció: «Tú eres Mi Hijo amado; en Ti tengo complacencia»[15]. Como Lucas escribió para un público no judío, su intención probablemente era no solo mostrar que Jesús era del linaje de Abraham, sino también que dicho linaje se remontaba hasta el padre de toda la humanidad —Adán— y más allá, hasta el propio Dios. En la genealogía de Lucas se da a entender que Jesús es para todos, tanto judíos como gentiles[16].
Al narrar el nacimiento de Jesús, Mateo y Lucas presentan diferentes aspectos y mencionan distintos sucesos, si bien desarrollan más o menos el mismo tema y hacen hincapié en los mismos puntos significativos. Mateo se centra en José y su función, mientras que el relato de Lucas se centra en el papel de María y cuenta la historia desde el punto de vista de ella.
Mateo en su relato nos cuenta que José era «bueno» o «justo», o sea, un judío observante que cumplía las leyes de Dios. Estaba comprometido con una joven llamada María, y «antes que vivieran juntos se halló que [ella] había concebido del Espíritu Santo»[17].
En la Palestina del siglo I, antes del casamiento había un período de noviazgo. Raymond Brown lo explica de la siguiente manera:
[El procedimiento matrimonial] constaba de dos fases: el intercambio formal de consentimientos delante de testigos y la subsiguiente mudanza de la novia a la casa de la familia del novio. Aunque la palabra «matrimonio» se emplea a veces para designar la segunda fase, se debería aplicar más bien a la primera en razón de sus implicaciones legales. El consentimiento, que solía darse cuando la muchacha contaba entre doce y trece años, constituiría, en nuestra terminología, un matrimonio legalmente ratificado, puesto que daba al joven ciertos derechos sobre la muchacha. Ella era desde entonces su mujer, y cualquier infracción de tales derechos maritales podía castigarse como adulterio. Pero la mujer seguía viviendo con su familia, normalmente alrededor de un año. Entonces tenía lugar la transferencia formal o mudanza de la novia a la casa de la familia del novio, donde él asumía su manutención[18].
Una vez comprometida con José, María ya era considerada su esposa, aunque solo se hubiera cumplido la primera fase del procedimiento matrimonial, y no hubieran comenzado a vivir juntos ni tuvieran relaciones sexuales. Pero resulta que antes de pasar a la segunda fase, María quedó encinta.
El Evangelio de Mateo dice que el embarazo de María fue por obra del Espíritu Santo, pero no da ningún detalle sobre cómo se produjo. Lucas, en cambio, da más detalles y narra que el ángel Gabriel fue enviado a Nazaret, «a una virgen desposada con un varón que se llamaba José, de la casa de David; y el nombre de la virgen era María»[19]. Gabriel le dice a María que ha hallado favor ante Dios y le anuncia: «Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y llamarás Su nombre Jesús. Este será grande, y será llamado Hijo del Altísimo. El Señor Dios le dará el trono de David, Su padre; reinará sobre la casa de Jacob para siempre y Su Reino no tendrá fin»[20].
María le pregunta cómo sucederá eso, puesto que ella es virgen, y el ángel responde:
El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por lo cual también el Santo Ser que va a nacer será llamado Hijo de Dios[21].
María, que probablemente apenas está comenzando la adolescencia, hace la pregunta obvia: cómo va a tener un hijo si tan solo está comprometida y todavía no ha tenido relaciones sexuales con su futuro marido. La respuesta del ángel es que el embarazo se producirá cuando el Espíritu Santo la cubra con Su sombra. Brown escribe:
No hay ninguna insinuación, ni en el texto de Lucas ni en el de Mateo, de que el Espíritu Santo sea el elemento masculino en una unión con María, desempeñando el papel de marido en el acto de engendrar. No solo el Espíritu Santo no es masculino (femenino en hebreo, neutro en griego), sino que la manera de engendrar es implícitamente creativa más que sexual[22]. Ni en Mateo ni en Lucas la generación divina de Jesús es una generación sexual. El Espíritu Santo es el agente del poder creador de Dios, no el componente masculino en un matrimonio entre una divinidad y una mujer[23].
Se trata de una concepción única en toda la Historia. María queda encinta a raíz de un acto creativo de Dios. No se nos dice exactamente cómo ocurrió, de la misma manera que no se nos dan detalles sobre cómo creó Dios el mundo, aparte de que habló y lo hizo.
María da su consentimiento al decir: «Aquí está la sierva del Señor; hágase conmigo conforme a tu palabra»[24]. Fulton Sheen describe la situación de una forma muy bella:
Lo que se llama anunciación fue en realidad un acto en que Dios le pidió a una criatura su libre consentimiento para ayudarlo a incorporarse a la humanidad. […] Lo que hizo, por tanto, fue pedir a una mujer, la cual representaba a la humanidad, que le diera libremente una naturaleza humana con la que Él pudiera iniciar una nueva humanidad. Así como había una vieja humanidad en Adán, habría una nueva en Cristo, el cual fue Dios hecho hombre merced a la libre colaboración de una madre humana[25].
El ángel le da a María una señal de que lo que le anuncia es cierto: le dice que Elisabet, una anciana pariente suya, también ha concebido un hijo. Lucas cuenta que «levantándose María, fue de prisa a la montaña, a una ciudad de Judá», para hacerle una visita a Elisabet, la cual, a pesar de no estar ya en edad reproductiva, también había concebido milagrosamente un hijo[26]. (En las partes 2 y 3 hablaremos más de Elisabet.)
Tras permanecer unos tres meses con Elisabet, María vuelve a su casa en Nazaret con tres meses de embarazo. Al regresar, se encuentra con el evidente problema de que está encinta y José sabe que él no es el padre. Mateo deja bien claro que José y María no habían estado juntos antes de que ella quedara embarazada al escribir: «Antes que vivieran juntos se halló que había concebido del Espíritu Santo»[27].
Podemos imaginarnos el pesar, el dolor, la tristeza, la sensación de haber sido traicionado y el enojo que probablemente embargó a José cuando vio a María encinta, sabiendo que el bebé no era suyo. Mateo dice que estuvo «pensando […] en esto»[28].
Kenneth Bailey escribe:
La palabra griega que se tradujo aquí como «pensando» tiene dos sentidos. Uno, desde luego, es «pensando», «reflexionando». Pero un segundo sentido es «enojándose». ¿No sería enojo el sentimiento natural que lo habría invadido? […] Al enterarse de que su prometida está embarazada, ¿quién va a esperar que se quede sentado, calladito, y «piense» en el asunto? ¿No sería natural que estuviera profundamente decepcionado y de hecho enfadado? […] Una acepción literal del vocablo griego es albergar ira por dentro. […] Quizás una traducción más precisa de la expresión original griega, que capta mejor la autenticidad de esa escena humana, sería «mientras estaba echando humo»[29].
José pensó que su novia, María, había cometido adulterio. Según la ley mosaica, podía ser lapidada por ello[30]. Pero José, «como […] no quería infamarla, quiso dejarla secretamente»[31]. Algunas versiones dicen «abandonarla» o «repudiarla en privado». Un divorcio totalmente secreto era imposible, ya que el marido debía entregar a la esposa la carta o certificado de repudio en presencia de dos testigos. Tampoco era posible ocultar indefinidamente la deshonra de María, pues en poco tiempo todo el mundo sabría de su embarazo, y cualquiera que fuera la razón que alegara José para divorciarse de ella, todos llegarían a la conclusión que el verdadero motivo era adulterio. Al escribir que José decidió dejarla en secreto, puede que Mateo quisiera decir que resolvió no acusarla públicamente de adulterio, con lo que ella habría sido procesada, sino que decidió presentar razones menos graves para divorciarse. Es posible que «dejarla secretamente» signifique dejarla indulgentemente[32]. Para José, un hombre justo que observaba las leyes de Dios, lo correcto era divorciarse de María. Quiso ser compasivo y no tenía pensado aducir adulterio; pero sí tenía la intención de divorciarse de ella conforme a la Ley.
Se nos cuenta que entonces un ángel del Señor «se le apareció en sueños y le dijo: “José, hijo de David, no temas recibir a María tu mujer, porque lo que en ella es engendrado, del Espíritu Santo es. Dará a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús, porque Él salvará a Su pueblo de sus pecados”. Cuando despertó José del sueño, hizo como el ángel del Señor le había mandado y recibió a su mujer. Pero no la conoció hasta que dio a luz a su hijo primogénito, y le puso por nombre Jesús»[33].
El mensaje que se le comunica a José en el sueño acaba con sus planes de divorcio y su reparo de que si se casa con María va a transgredir la ley mosaica. El ángel proclama que el niño es obra del Espíritu Santo, por lo que no hay motivo para que tema infringir la ley de Dios al casarse con ella, ya que no se ha cometido adulterio. José lo entiende y sigue las instrucciones.
José entonces cumple la segunda fase del procedimiento matrimonial al recibir a María en su casa como esposa y por consiguiente responsabilizarse de ella y del niño que va a nacer. Después del nacimiento del niño, le pone por nombre Jesús, tal como le había mandado el ángel. Al ponerle nombre al niño, José lo reconoce como suyo. La ley judía basaba la paternidad en el reconocimiento del niño por parte del hombre. Al ejercer el derecho paterno de dar nombre al niño, José reconoce al hijo de su esposa como hijo legítimo suyo y se convierte así en su padre legal[34].
Si bien José recibe a María en su casa como esposa, no tienen relaciones íntimas hasta después del nacimiento de Jesús. Mateo escribe: «No la conoció hasta que dio a luz a su hijo»[35]. El término griego traducido como «conoció» es un eufemismo que se utiliza en lugar de «tener relaciones sexuales». La postura protestante generalizada es que, si bien no tuvieron relaciones hasta que nació Jesús, después sí consumaron plenamente el matrimonio[36]. Los cuatro evangelistas mencionan a los hermanos de Jesús[37]; Marcos da los nombres de Sus hermanos y menciona también a Sus hermanas.
¿No es este el carpintero, hijo de María, hermano de Jacobo, de José, de Judas y de Simón? ¿No están también aquí con nosotros Sus hermanas? Y se escandalizaban de Él[38].
Algunos sostienen que eran hijos de José de un matrimonio anterior, y que él se había quedado viudo. Es más probable que José y María, después del nacimiento de Jesús, tuvieran un matrimonio normal y criaran juntos al menos siete hijos, siendo Jesús el mayor. Probablemente en Nazaret se sabía que María se había quedado embarazada de Jesús antes de estar viviendo con José, ya que el niño debió de nacer mucho antes de que se cumplieran nueve meses desde que empezó a convivir con él. No se nos dice explícitamente cuál era la actitud de la gente de Nazaret hacia María y Jesús, pero quizá se aprecia brevemente en un incidente posterior, cuando unos judíos al parecer se burlaron de Él diciendo: «¡Nosotros no hemos nacido de fornicación! ¡Un padre tenemos: Dios!»[39]
Los evangelios de Mateo y de Lucas hablan de que María concibió sin intervención humana, por un acto del Espíritu Santo. Tanto José como María tuvieron que tomar decisiones por fe. En el caso de María, optó por creer lo que el ángel le dijo y aceptar la misión de ser la madre del Mesías, el unigénito Hijo de Dios. En el caso de José, optó por creer lo que el ángel le dijo en un sueño, que el niño era del Espíritu Santo y que era todo obra de Dios. Tanto José como María manifestaron su amor a Dios y su confianza en Él mediante las decisiones que tomaron. Eran personas de fe, y claramente los escogidos para criar a Jesús.
Nota
Todos los versículos de la Biblia proceden de la versión Reina-Valera, revisión de 1995, © Sociedades Bíblicas Unidas, 1995. Utilizados con permiso.
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[1] Miqueas 5:2.
[2] Génesis 12:3, 22:18.
[3] Génesis 17:19, 21:12.
[4] Números 24:17.
[5] Génesis 49:10.
[6] 2 Samuel 7:12,13; Isaías 9:7.
[7] Salmo 45:6,7; Daniel 2:44.
[8] Oseas 11:1.
[9] Mateo 2:15,17,23; 4:14; 8:17; 12:17; 13:35; 21:4; 26:56; 27:9.
[10] Morris, The Gospel According to Matthew, 24.
[11] Wright, Matthew for Everyone, Part 1, 2, 3.
[12] En el artículo Cinco mujeres de Navidad hablo más extensamente de esas cuatro mujeres.
[13] Morris, The Gospel According to Matthew, 23.
[14] Lucas 3:38.
[15] Lucas 3:22.
[16] Existen discrepancias entre la genealogía de Mateo y la de Lucas. A lo largo de la Historia se ha vertido mucha tinta para tratar de explicarlas. Algunos consideran que Mateo reseña los antepasados de José, y Lucas los de María; otros, que las disconformidades se deben a un levirato que hubo en una de las líneas de ancestros. Se han propuesto muchas otras explicaciones exhaustivas del asunto. Constituye una cuestión importante para los que creen en la inerrancia de la Biblia, o sea, que toda palabra de las Escrituras es cierta hasta en el menor detalle. No representa un gran problema para los que la consideran infalible —es decir, que lo que enseña es absolutamente cierto—, sin requerir que toda palabra que contiene sea inerrante. Tanto Mateo como Lucas muestran claramente que Jesús descendía del rey David, lo cual se ajusta a las profecías del Antiguo Testamento.
[17] Mateo 1:18.
[18] Brown, El nacimiento del Mesías, 122.
[19] Lucas 1:26,27.
[20] Lucas 1:31–33.
[21] Lucas 1:35.
[22] Brown, El nacimiento del Mesías, 123.
[23] Ibíd., 136.
[24] Lucas 1:38.
[25] Sheen, Vida de Cristo, 20,21.
[26] Lucas 1:39.
[27] Mateo 1:18.
[28] Mateo 1:20.
[29] Bailey, Jesús a través de los ojos del Medio Oriente.
[30] Si resulta ser verdad que no se halló virginidad en la joven, entonces la sacarán a la puerta de la casa de su padre, y la apedrearán los hombres de su ciudad hasta que muera, por cuanto cometió una vileza en Israel al prostituirse en casa de su padre. Así extirparás el mal de en medio de ti (Deuteronomio 22:20,21).
[31] Mateo 1:19.
[32] Brown, El nacimiento del Mesías, 127.
[33] Mateo 1:20,21,24,25.
[34] Brown, El nacimiento del Mesías, 138.
[35] Mateo 1:25.
[36] Este punto se verá más a fondo en la parte 5.
[37] Después de esto descendieron a Capernaúm Él, Su madre, Sus hermanos y Sus discípulos; y se quedaron allí no muchos días (Juan 2:12).
Su madre y Sus hermanos vinieron a Él; pero no podían llegar hasta Él por causa de la multitud (Lucas 8:19).
Mientras Él aún hablaba a la gente, Su madre y Sus hermanos estaban afuera y le querían hablar (Mateo 12:46).
[38] Marcos 6:3.
[39] Juan 8:41.