Jesús, Su vida y mensaje: Infancia y juventud

enero 20, 2015

Enviado por Peter Amsterdam

(Si lo deseas, puedes consultar el artículo introductorio en el que se explican el propósito y el plan de esta serie.)

En los últimos artículos hablamos de los eventos relacionados con el nacimiento de Jesús. Ahora pasamos a los años que transcurrieron entre Su nacimiento y el comienzo de Su vida pública.

Los Evangelios cuentan que José y María regresaron de Egipto y se establecieron en Nazaret. También refieren un incidente que ocurrió en el Templo cuando Jesús tenía 12 años. No mencionan nada más de Su vida entre Su nacimiento y Su bautismo, cuando ya tenía unos 30 años. Para hacernos una idea general de cómo pudo haber sido Su infancia y juventud, podemos estudiar lo que se sabe de la cultura y las costumbres de aquella época en Israel. Dado que se crió en un pueblo palestino del siglo I, podemos analizar la información histórica de que se dispone sobre la vida en Israel en aquel entonces para sacar conclusiones bien fundamentadas sobre cómo fueron probablemente Sus primeros años.

Por el Evangelio de Mateo sabemos que, una vez muerto el rey Herodes, un ángel se apareció a José en sueños y le dio instrucciones de llevar a María y a Jesús otra vez a Israel. Al regresar y enterarse de que Arquelao, hijo de Herodes, gobernaba en Judea, José tuvo miedo de ir allá y, «avisado por revelación en sueños, se fue a la región de Galilea y se estableció en la ciudad que se llama Nazaret»[1].

La región de Galilea era la parte de Israel que quedaba más al norte, la provincia más alejada de Jerusalén. Por su suelo fértil, sus copiosas precipitaciones y su clima templado, era una de las zonas agrícolas más productivas de Israel. La tierra se trabajaba intensamente para exportar trigo y aceitunas, y también vino. El lago de Genesaret, también conocido como mar de Galilea, proporcionaba abundante pesca, que era la base de una industria de pescado seco[2]. Un refrán judío decía: «Quien quiera hacerse rico, que vaya al norte; quien quiera ser sabio, que venga al sur»[3]. Si bien la intención del dicho era poner de relieve que la sabiduría se hallaba en Jerusalén, en el sur, también dejaba claro que en Galilea —la provincia más próspera del país— era posible enriquecerse. Sin embargo, la riqueza estaba desigualmente repartida: junto a los pocos ricos de la clase alta y una clase media algo más numerosa, consistente en mercaderes y propietarios de tiendas y negocios, estaba la clase baja, conformada por los aparceros y jornaleros.

Los galileos eran tenidos en poco por sus vecinos del sur. Cierto escritor lo explica con estas palabras:

La región de Galilea no era muy respetada por el resto del país. Era la provincia más alejada de Jerusalén y la más atrasada culturalmente. La literatura rabínica de la época presenta a los galileos como palurdos, materia prima para chistes étnicos. Los galileos que aprendían hebreo lo pronunciaban tan mal que en otras sinagogas no se les pedía que leyeran en voz alta la Torá. Su forma descuidada de hablar la lengua común, el arameo, delataba sus raíces galileas (como descubrió una vez Simón Pedro cuando su acento rural lo traicionó en el patio del sumo sacerdote). Las palabras arameas que aparecen en los Evangelios muestran que también Jesús utilizó el dialecto del norte, lo cual sin duda dio lugar a reacciones escépticas: «¿De Galilea ha de venir el Cristo?»[4]

Nazaret, el pueblo de Jesús, era una aldea de quizá 200 almas[5]. Estaba situada a unos diez kilómetros de la Vía Maris, la ruta que unía a Damasco —que en aquella época era un importante núcleo cultural grecorromano y centro de intercambio comercial— con el sur de Israel y con Egipto[6]. A unos cuatro kilómetros al norte estaba Séforis, ciudad helenística de población grecoparlante que en tiempos de Jesús estaba siendo reedificada. Se piensa que quizá José, el padre de Jesús, hizo allí trabajos de construcción.

Lo más probable es que Jesús viviera en Nazaret hasta que tuvo unos treinta años. De pequeño, Su vida debió de ser similar a la de los demás niños de la aldea. Aunque las Escrituras no dan detalles sobre ese período, sabiendo cómo se vivía en una casa de un pueblo judío del siglo I podemos hacernos una idea de las experiencias que tuvo durante Su infancia y juventud.

Jesús fue el primogénito de María. Según la tradición judía de la época, ella debía de tener unos 14 o 15 años más que Él, y José unos 25 años más que su hijo. Por lo que dicen las Escrituras, Jesús tuvo cuatro hermanos menores y al menos dos hermanas. Sus hermanos —Jacobo, José, Judas y Simón[7]— tenían nombres de patriarcas judíos, lo que da a entender que fue una familia muy arraigada en la fe judía. Los Evangelios no dan los nombres de Sus hermanas[8]. Tradicionalmente se considera que Su padre, José, fue carpintero, que trabajaba la madera. La palabra griega (tekton) traducida como carpintero se usaba también para designar a un picapedrero, a un albañil o a cualquiera que hiciera trabajos similares[9].

Jesús se crió en un típico hogar judío; por consiguiente, como todos los varoncitos judíos, en Sus primeros años debió de recibir de Su madre Su formación religiosa. A medida que fue haciéndose mayor, probablemente Su padre comenzó a enseñarle la Torá. Jesús debió de familiarizarse con las oraciones y la comida del día semanal de reposo, y con las festividades, plegarias, himnos y ceremonias de la fe judía. Una vez que se hizo un poco mayor, muy posiblemente empezó a asistir a los cultos en la sinagoga y a escuchar la lectura de las Escrituras. También debió de memorizar muchos pasajes de las Escrituras.

No se sabe si en Nazaret hubo una escuela sinagogal, que sería donde se le habría dado a Jesús algo de enseñanza formal. Sin embargo, por los Evangelios es evidente que Él era docto. Está claro que sabía leer, pues leyó las Escrituras en la sinagoga de Nazaret[10]. También participó en debates con líderes intelectuales, se le llamaba «rabí» (título que se usaba en tiempos de Jesús para dirigirse a los eruditos y maestros de la Torá) y «maestro», y enseñaba en las sinagogas.

David Flusser, escritor y profesor judío, dice:

Al examinar los dichos de Jesús y compararlos con el saber judío contemporáneo, es fácil darse cuenta de que Él distaba mucho de ser un inculto. Manejaba perfectamente tanto las Sagradas Escrituras como la tradición oral, y sabía aplicar ese patrimonio intelectual[11].

Robert Stein escribe:

Si bien no sabemos cómo adquirió Jesús Su formación y educación, está claro que el hecho de que fuera capaz de leer, de debatir las Escrituras y de responder a preguntas de carácter exegético revela que era un hombre culto[12].

Cuando Jesús tuvo edad suficiente, aprendió el oficio de José, Su padre, y probablemente trabajó con él hasta la muerte de este. En una ocasión en que, una vez comenzada Su vida pública, regresó a Nazaret y habló en la sinagoga, los que lo oyeron se escandalizaron y exclamaron: «¿No es este el carpintero?»[13] Según el Evangelio de Mateo dijeron: «¿No es este el hijo del carpintero?»[14] Esas menciones que hay en las Escrituras nos muestran que Jesús debía de tener el mismo oficio que Su padre y que probablemente lo ejerció hasta que dio inicio a Su ministerio hacia los 30 años. Hay indicaciones de que José murió antes de que Jesús empezara Su vida pública, dado que cada vez que se hace referencia a Su familia se nombra a Su madre (y a veces a Sus hermanos), pero nunca a Su padre[15]. Si así fue, entonces Jesús, como primogénito, se habría convertido en jefe del hogar y habría sido responsable de mantener a Su familia.

Por pertenecer a una devota familia judía, Jesús probablemente guardaba la ley mosaica, se desplazaba a Jerusalén para asistir a las diversas festividades anuales y adorar en el Templo, frecuentaba la sinagoga, rezaba las oraciones rituales y hacía todo lo que hacían Sus contemporáneos. Antes de iniciar Su ministerio debió de llevar la típica vida de una persona común de Nazaret. Aunque muy probablemente se destacó por Su comprensión de las Escrituras[16], Su infancia, adolescencia y adultez antes de empezar Su vida pública parecen haberse encuadrado en términos generales dentro de lo que era normal para un judío palestino del siglo I.

Los años que pasó en Galilea observando lo que sucedía a Su alrededor —en los que vio campos maduros listos para la siega, se fijó en los pastores que cuidaban sus rebaños y buscaban ovejas perdidas, asistió a fiestas de boda, vio a jornaleros a la espera de que les dieran trabajo y quizá colaboró en la construcción de un granero para un hombre rico que acababa de recoger una cosecha récord— le proporcionaron experiencias de la vida cotidiana que más tarde aprovechó en Sus enseñanzas y predicación. Debió de observar a los sembradores y viñadores. Sabía de las dificultades de los morosos y que se los encarcelaba por sus deudas. Por el hecho de ser carpintero y albañil puede que tuviera contacto con grandes hacendados y con los administradores que se encargaban de sus negocios. Es posible que conociera a administradores de todo tipo: buenos, astutos y desleales. Los años en que se crió, vivió, trabajó y tuvo diversas experiencias en una aldea galilea debieron de servirle de preparación para el tiempo que pasó luego ministrando y enseñando.

Puede que Jesús hablara los tres idiomas principales que se usaban en la Palestina del siglo I: hebreo, arameo y griego. Lucas cuenta que en la sinagoga le pidieron a Jesús que leyera del libro de los profetas. Leyó a Isaías (un libro bastante difícil de leer en hebreo), lo cual indica que era capaz de leer un hebreo culto. Es posible que conociera más de un dialecto de hebreo, aunque eso era probablemente mucho menos común en Galilea que en Judea[17]. Aunque las Escrituras estaban en una forma culta de hebreo, el dialecto que se empleaba a veces en los debates exegéticos —como los que tuvo Jesús con los escribas y fariseos— era distinto del hebreo de las Escrituras. Para poder tener debates públicos con doctores de la Ley y presentar eficazmente Sus argumentos tenía que saber usar el dialecto apropiado[18].

De todos modos, el hebreo no era la lengua de la calle: el idioma más empleado por los judíos de todas las clases sociales, tanto en Galilea como en Judea, era el arameo[19]. Con toda probabilidad, ese era el idioma que hablaba Jesús a diario.

Se puede afirmar con bastante seguridad que en tiempos de Jesús, después de siglos de gobierno de los seléucidas, que hablaban griego y llevaban a cabo en ese idioma sus actividades administrativas y comerciales, la mayoría de los judíos palestinos cultos de las clases altas sabían al menos algo de griego, sobre todo en las ciudades grandes[20]. Es posible —aunque no seguro— que Jesús supiera algo de griego, ya que Nazaret estaba en la Baja Galilea, región en la que vivían muchos gentiles grecoparlantes. Si bien Él no era de clase alta, puede que por Su trabajo tuviera contacto con gente que hablaba griego. En los Evangelios hay pasajes en los que Jesús conversa con personas que es lógico que no supieran ni hebreo ni arameo, como cuando habla con un capitán romano[21] o con Poncio Pilato[22]. No hay ninguna mención de que hubiera un traductor presente en esas ocasiones; puede que lo hubiera, pero también es posible que Jesús hablara al menos algo de griego[23].

Solo se pueden hacer conjeturas con cierto fundamento en cuanto a los idiomas que hablaba Jesús, la educación que recibió, el oficio exacto que ejerció y casi todos los demás aspectos de Su vida entre Su nacimiento y Su bautismo. Los Evangelios solo nos cuentan un incidente de ese período. Lucas dice:

Iban Sus padres todos los años a Jerusalén en la fiesta de la Pascua. Cuando tuvo doce años, subieron a Jerusalén conforme a la costumbre de la Fiesta. Al regresar ellos, acabada la Fiesta, se quedó el niño Jesús en Jerusalén, sin que lo supieran José y Su madre. Pensando que estaba entre la compañía, anduvieron durante un día, y lo buscaban entre los parientes y los conocidos; pero como no lo hallaron, volvieron a Jerusalén buscándolo.

Aconteció que tres días después lo hallaron en el Templo, sentado en medio de los doctores de la Ley, oyéndolos y preguntándoles. Y todos los que lo oían se maravillaban de Su inteligencia y de Sus respuestas. Cuando lo vieron, se sorprendieron. Su madre le dijo: «Hijo, ¿por qué nos has hecho esto? Tu padre y yo te hemos buscado con angustia». Entonces Él les dijo: «¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que en los negocios de Mi Padre me es necesario estar?» Pero ellos no entendieron lo que les dijo. Descendió con ellos y volvió a Nazaret, y les estaba sujeto. Su madre guardaba todas estas cosas en su corazón. Y Jesús crecía en sabiduría, en estatura y en gracia para con Dios y los hombres[24].

Este pasaje indica varias cosas. En primer lugar, se nos recuerda una vez más la piedad de José y María, pues todos los años asistían a la fiesta de la Pascua en Jerusalén. Eso muestra que Jesús estaba siendo criado en un ambiente de fe. Había visitado el Templo y había presenciado el sacrificio de los corderos y el derramamiento de la sangre sobre las cuatro esquinas del altar para expiar los pecados de Su pueblo. Estaba familiarizado con las celebraciones y el regocijo que había en esas ocasiones, y con las oraciones, los rituales y su significado.

La Pascua se celebraba al anochecer, por lo que necesariamente los que se desplazaban a Jerusalén tenían que pernoctar allí por lo menos una noche. La fiesta de los panes sin levadura comenzaba al día siguiente y duraba siete días. Por consiguiente es probable que, tras recorrer en tres o cuatro días los 130 kilómetros que separaban Galilea de Jerusalén, la familia de Jesús se quedara para la segunda fiesta y permaneciera en Jerusalén la totalidad de los ocho días.

El viaje de Nazaret a Jerusalén era largo, y por seguridad la gente solía ir en grupos. En este caso, es muy posible que José y María fueran acompañados de vecinos y parientes y no se percataran de que Jesús no estaba en el grupo con el que viajaban hasta que terminó el día, después de recorrer unos 30 kilómetros.

Después que volvieron a Jerusalén, lo encontraron en el Templo escuchando y haciendo preguntas a los maestros religiosos, que estaban maravillados de Su inteligencia. La palabra griega traducida como inteligencia se refiere a perspicacia más que a simples conocimientos. Ese incidente en que Jesús estuvo escuchando y haciendo preguntas a los doctores de la Ley es un anticipo de Sus futuros encuentros con ellos, a la vez que refleja Su interés en la Ley y Su piedad. Y el asombro de ellos ante Su inteligencia y Sus respuestas prefigura la reacción popular ante el ministerio de Jesús más adelante.

Aunque este pasaje nos permite entrever la sabiduría de Jesús ya desde jovencito, el punto central es Su alusión a Dios como Su Padre[25]. María le pregunta cómo ha podido portarse así con ellos, pues José y ella lo han estado buscando angustiados.Teniendo en cuenta que llevaba tres días perdido, cualquier padre o madre podrá hacerse una idea de lo preocupados que estaban y se imaginará que las palabras de María que aparecen aquí son una versión suavizada y abreviada de lo que ella debió de decirle.

Jesús responde: «¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que en los negocios de Mi Padre me es necesario estar?» Algunas versiones lo traducen: «En la casa de Mi Padre». En cualquier caso, Jesús deja claro que tiene que estar al servicio de Su Padre, y que en tal vocación Su familia terrenal no va a tener ninguna injerencia[26]. Si bien María dice: «Tu padre y yo», Jesús insiste en que otro Padre es prioritario para Él. Al decir que le es necesario estar en los negocios de Su Padre, denota un sentido del deber como el que demuestra en declaraciones que hace durante Su ministerio al referirse al papel que el Padre le ha asignado.

Es necesario que también a otras ciudades anuncie el evangelio del reino de Dios, porque para esto he sido enviado[27]. Es necesario que el Hijo del hombre padezca muchas cosas y sea desechado por los ancianos, por los principales sacerdotes y por los escribas, y que sea muerto y resucite al tercer día[28] [29].

En este relato ya se advierte la fuerte identificación y relación con Dios que tenía Jesús y se pone de manifiesto que tal relación va a tener precedencia sobre cualquier lazo familiar. Sus padres no entendieron lo que quería decir con eso de que le era necesario estar en los negocios de Su Padre; pero probablemente muchos años después Su mamá, que alcanzó a verlo durante Su vida pública, sí lo entendió. De momento ella «guardaba todas estas cosas en su corazón». Jesús dócilmente volvió a casa con Sus padres, y dice que «crecía en sabiduría, en estatura y en gracia para con Dios y los hombres»[30].


Nota

Todos los versículos de la Biblia proceden de la versión Reina-Valera, revisión de 1995, © Sociedades Bíblicas Unidas, 1995. Utilizados con permiso.


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[1] Mateo 2:22,23.

[2] Riesner, en Dictionary of Jesus and the Gospels, 252.

[3] Edersheim, La vida y los tiempos de Jesús el Mesías, 265.

[4] Yancey, El Jesús que nunca conocí, 57.

[5] Riesner, en Dictionary of Jesus and the Gospels, 36.

[6] Gnilka, Jesús de Nazaret, 96.

[7] Marcos 6:3.

[8] Gnilka, Jesús de Nazaret, 96.

[9] Ibíd., 98.

[10] Lucas 4:16–21.

[11] Flusser, Jesus, 29,30.

[12] Stein, Jesús el Mesías, 108.

[13] Marcos 6:3.

[14] Mateo 13:55.

[15] Juan 2:12, Marcos 3:31, Lucas 8:19.

[16] Lucas 2:46,47.

[17] Wise, «Languages of Palestine», en Dictionary of Jesus and the Gospels, 442.

[18] Ibíd.

[19] Ibíd., 439.

[20] Ibíd.

[21] Mateo 8:5–7,13.

[22] Lucas 23:3; Juan 18:33–38.

[23] Wise, «Languages of Palestine», en Dictionary of Jesus and the Gospels, 443.

[24] Lucas 2:41–52.

[25] Brown, El nacimiento del Mesías, 496,497,512.

[26] Ibíd., 515.

[27] Lucas 4:43.

[28] Lucas 9:22 (v. también Lucas 17:25, 22:37, 24:7).

[29] Brown, El nacimiento del Mesías, 514.

[30] Lucas 2:51,52.