Jesús, Su vida y mensaje: La reconvención de Pedro

febrero 12, 2019

Enviado por Peter Amsterdam

[Jesus—His Life and Message: Peter’s Rebuke]

En el artículo anterior hablamos de que, en el capítulo 16 de Mateo, cuando Jesús preguntó: «Vosotros, ¿quién decís que soy Yo?»[1], Simón Pedro respondió significativamente: «Tú eres el Cristo [el Mesías], el Hijo del Dios viviente»[2]. Jesús lo elogió por su percepción y lo apodó Pedro, que significa «piedra»[3].

Justo después de eso, dice:

Desde entonces comenzó Jesús a declarar a Sus discípulos que le era necesario ir a Jerusalén y padecer mucho a manos de los ancianos, de los principales sacerdotes y de los escribas, y ser muerto, y resucitar al tercer día[4].

Como Sus discípulos ya entendían que Él era el Mesías, empezó a explicarles lo que eso implicaría. Significaría, por una parte, un cambio de lugar, ya que en ese momento se encontraban en Cesarea de Filipo, que era probablemente lo más al norte que Jesús había llegado. Iban a dejar su región natal, Galilea, y dirigirse hacia el sur para ir a Jerusalén, donde Jesús se enfrentaría a los líderes religiosos judíos, sufriría y moriría. Añadió que a los tres días Él resucitaría.

En términos generales, los judíos tenían el concepto de que el Mesías sería un líder político terrenal que derrotaría a sus enemigos, gobernaría desde Jerusalén, la convertiría en una base de poder político, sería descendiente del rey David, vendría después del regreso de Elías y establecería un reino mesiánico que tendría dominio y autoridad sobre todo el mundo. O sea, que oír a Jesús decir que Él iba a sufrir y morir a manos de los líderes religiosos de Jerusalén era diametralmente contrario a todas las ideas que Pedro, y muy probablemente todos los discípulos, tenían sobre el Mesías prometido.

La concepción que tenía Jesús del papel del Mesías era radicalmente distinta de la que tenían Sus discípulos. Él sabía que Su misión requeriría Su padecimiento y Su muerte.

El Hijo del hombre será entregado a los principales sacerdotes y a los escribas. Lo condenarán a muerte y lo entregarán a los gentiles para que se burlen de Él, lo azoten y lo crucifiquen; pero al tercer día resucitará[5].

Fue únicamente después que Pedro profesó que Jesús era el Mesías que este inició el proceso de ayudar a Sus discípulos a entender que el Mesías tendría que sufrir.

El anuncio de Jesús de que sufriría mucho a manos de los ancianos, los principales sacerdotes y los escribas indica que se refería al Sanedrín, consejo que en aquella época constituía la máxima autoridad judía en Israel. El nombre aparece 21 veces en el Nuevo Testamento, y también hay pasajes en los que se alude a él como el Concilio. Estaba presidido por el sumo sacerdote y era la principal autoridad religiosa judía en Israel. En aquel tiempo, la autoridad política en Israel era Roma. Un biblista comenta:

El hecho de que [el sufrimiento de Jesús] tenga su origen en los que componen el Sanedrín muestra el rechazo oficial y judicial de Jesús por parte de los que eran formalmente responsables de la vida de Israel como pueblo de Dios, lo cual da lugar a la paradoja de que el Mesías de Israel fuera rechazado por el liderazgo oficial de Israel[6].

Los discípulos se centraron en lo que había dicho Jesús de que lo matarían, y por lo visto se les pasó por alto una parte significativa de Su declaración: «Y resucitar al tercer día». En el Antiguo Testamento hay predicciones que aluden a la resurrección, aunque no explícitamente. «No dejarás mi alma en el seol»[7]. «Me castigó gravemente el Señor, pero no me entregó a la muerte»[8].

Entonces Pedro, tomándolo aparte, comenzó a reconvenirlo, diciendo: «Señor, ten compasión de Ti mismo. ¡En ninguna manera esto te acontezca!»[9]

Unos versículos antes, en este mismo capítulo, fue Pedro, probablemente expresando la opinión de todos los discípulos, quien dijo: «Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente»[10]. Actuando una vez más como portavoz de los discípulos, Pedro alza la voz, esta vez para contradecir enérgicamente a Jesús y expresar Su consternación y Su incredulidad de que algo así pueda sucederle al Mesías. No se imaginaba que el Mesías pudiera ser otra cosa que popular, bienvenido y exitoso.

La palabra reconvenir es bastante fuerte. Aparece en otros pasajes del Evangelio de Mateo, cuando Jesús reprende a los vientos y al mar[11] y también cuando reprende a un demonio y lo echa fuera de un muchacho epiléptico[12]. El hecho de que Pedro se pusiera a reprender a Jesús indica su sorpresa y horror. La perspectiva de que Jesús, «el Mesías, el Hijo del Dios viviente», fuera rechazado y muerto por los líderes religiosos judíos le parecía inconcebible. Lo vio como un desastre total y recriminó a Jesús por sugerir siquiera que pudiera ocurrir algo así. Le dijo: «¡En ninguna manera esto te acontezca!» En el texto original griego, esto se expresa de un modo muy enfático.

Pero Él, volviéndose, dijo a Pedro: «¡Quítate de delante de Mí, Satanás! Me eres tropiezo, porque no pones la mira en las cosas de Dios, sino en las de los hombres»[13].

La reacción de Jesús ante la reconvención de Pedro fue muy fuerte, y la descripción del lenguaje corporal le imprime todavía más severidad. Pedro había tomado a Jesús aparte; pero dice que este se volvió, encaró a Pedro y lo reprendió duramente. La orden:«¡Quítate de delante de Mí, Satanás!» es similar a la que le dio Jesús a Satanás cuando este lo tentó en el desierto, al comienzo de este evangelio: «Vete, Satanás»[14]. El hecho de que le dijera a Pedro: «¡Quítate de delante de Mí!» enfatiza Su rechazo de la reconvención y Su desvinculación de ella.

Pedro era uno de los más fieles seguidores de Jesús, el mismo del que poco antes había dicho que sería la piedra sobre la que edificaría Su iglesia. A Pedro le debió de resultar tremendamente desconcertante que Jesús le atribuyera a Satanás lo que él acababa de decir. ¿Cómo es que Jesús reaccionó tan bruscamente? Cierto autor escribe:

La elección de este epíteto más bien da a entender que tras los «pensamientos humanos» de Pedro, Jesús discierne un intento de desviarlo del rumbo que Él ha escogido, intento similar al del propio Satanás en Mateo 4:1–11[15].

Jesús le dijo a Pedro que al pronunciar palabras de Satanás estaba siendo un tropiezo para Él. El término griego skándalon, traducido aquí como «tropiezo», aparece como «piedra de tropiezo», «estorbo» o «trampa» en otras versiones. Jesús dejó claro que el mensaje transmitido por Pedro era el de Satanás, que quería convencerlo para que transigiera y tomara el camino más fácil. Era esencialmente el mismo mensaje con el que Satanás ya lo había tentado cuando trató de apartarlo de Su misión, la de dar la vida en sacrificio por los pecados de la humanidad.

Lo llevó el diablo a un monte muy alto y le mostró todos los reinos del mundo y la gloria de ellos, y le dijo: «Todo esto te daré, si postrado me adoras»[16].

En esa ocasión, Satanás tentó a Jesús ofreciéndole un camino fácil: sin padecimientos, sin muerte en la cruz; y ahora, por medio de Pedro, Satanás lo tienta de nuevo.

Jesús señala que la idea que tiene Pedro del Mesías no está en consonancia con el plan de Dios. Le dice: «No pones la mira en las cosas de Dios, sino en las de los hombres»[17]. Los caminos de Dios no siempre coinciden con los nuestros.

«Mis pensamientos no son vuestros pensamientos ni vuestros caminos Mis caminos —dice el Señor—. Como son más altos los cielos que la tierra, así son Mis caminos más altos que vuestros caminos y Mis pensamientos, más que vuestros pensamientos»[18].

Todos los cristianos podemos vernos reflejados en el apóstol Pedro. A veces estamos bien sintonizados espiritualmente: discernimos claramente la verdad de Dios y nos regocijamos en ella. Otras, al igual que Pedro, nos desincronizamos con lo que Dios está obrando en nuestra vida e interpretamos los sucesos a través del prisma de nuestras aspiraciones y deseos.

El apóstol Pedro siempre ha sido para mí una fuente de aliento por su carácter tan humano. A veces estaba lleno de fe e increíblemente sintonizado con lo que Jesús hacía y enseñaba. Cuando el Señor se lo mandó, anduvo sobre las aguas[19]; estuvo presente cuando Jesús se transfiguró[20]; y cuando se disponían a detener a Jesús, trató de defenderlo con una espada[21]. En cierta ocasión declaró: «Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna. Y nosotros hemos creído y conocido que Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente»[22]. Otras veces fue débil y se asustó. La última noche antes de la crucifixión de Jesús, no fue capaz de mantenerse despierto para orar con Él. «Volvió luego a Sus discípulos y los halló durmiendo, y dijo a Pedro: “¿Así que no habéis podido velar conmigo una hora?”»[23] Tras el arresto de Jesús, Pedro negó conocerlo —tres veces— para que no lo detuvieran también a él[24]. Sin embargo, después que Jesús, una vez resucitado, le pidió que apacentara Sus ovejas[25], Pedro dio la vida por su fe en una época de grandes persecuciones.

Al igual que Pedro, todos a veces estamos firmes en nuestra fe y nuestros compromisos para con el Señor, mientras que otras veces nuestras acciones no son coherentes con nuestras creencias, o nuestras convicciones flaquean y fluctúan. Cuando eso sucede, podemos hallar como él perdón y renovada convicción y compromiso esforzándonos por vivir como seguidores de Jesús.


Nota

Todos los versículos de la Biblia proceden de la versión Reina-Valera, revisión de 1995, © Sociedades Bíblicas Unidas, 1995. Utilizados con permiso.


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[1] Mateo 16:15.

[2] Mateo 16:16.

[3] V. una explicación más completa en Jesús, Su vida y mensaje: La profesión de fe de Pedro.

[4] Mateo 16:21.

[5] Mateo 20:18,19. V. también Mateo 17:12,22,23; 20:28; 21:38,39; 26:2.

[6] France, The Gospel of Matthew, 632.

[7] Salmo 16:10.

[8] Salmo 118:18.

[9] Mateo 16:22.

[10] Mateo 16:16.

[11] Mateo 8:26.

[12] Mateo 17:18.

[13] Mateo 16:23.

[14] Mateo 4:10.

[15] France, The Gospel of Matthew, 634–35. V. también Jesús, Su vida y mensaje: La prueba.

[16] Mateo 4:8,9.

[17] Mateo 16:23.

[18] Isaías 55:8,9.

[19] Mateo 14:28,29.

[20] Mateo 17:1–5.

[21] Juan 18:10,11.

[22] Juan 6:68,69.

[23] Mateo 26:40.

[24] Mateo 26:69–74.

[25] Juan 21:17.