Jesús, Su vida y mensaje: La profesión de fe de Pedro

febrero 5, 2019

Enviado por Peter Amsterdam

[Jesus—His Life and Message: Peter’s Profession of Faith]

Como los discípulos de Jesús vivían con Él, aprendían de Él y presenciaban los milagros que Él obraba, con el tiempo entendieron que Él era el anhelado Mesías prometido. Una de las declaraciones más emotivas en que se reconoce a Jesús como Mesías fue hecha por el apóstol Pedro.

Hasta ese momento, Pedro era conocido por su nombre de pila, Simón. Las dos primeras veces que se le menciona en Mateo, se alude a él como «Simón, llamado Pedro»[1]. Pedro es un apodo que le puso Jesús en el episodio descrito en este pasaje.

Tuvo lugar en las cercanías de Cesarea de Filipo, ciudad grecorromana situada en la parte septentrional de Israel, cerca del monte Hermón y a unos 40 km al norte del mar de Galilea. Cesarea de Filipo estaba edificada sobre un imponente acantilado de roca de 30 m de alto y 150 de ancho. Originalmente se llamaba Paneas, ya que era un centro de culto al dios griego Pan. Herodes el Grande construyó allí un templo en honor a Augusto. La ciudad fue ampliada por Felipe el Tetrarca, uno de los hijos de Herodes, y dedicada al César de Roma. Como ya había una ciudad en la costa denominada Cesarea, a esta la llamaron Cesarea de Filipo.

Al llegar Jesús a la región de Cesarea de Filipo, preguntó a Sus discípulos, diciendo: «¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del hombre?» Ellos dijeron: «Unos, Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, Jeremías o alguno de los profetas»[2].

Jesús, llamándose a Sí mismo «el Hijo del hombre»[3], pregunta a Sus discípulos quién es Él para los que no forman parte de Su círculo de seguidores. Al responder, los discípulos le transmiten el punto de vista de los que, por lo menos hasta cierto punto, tienen un buen concepto de Él. En otros pasajes se indica que los escribas y fariseos lo relacionaban con Beelzebú/Satanás[4]; pero la gente común y corriente tenían una opinión de Él mucho más favorable. Algunos pensaban que era Juan el Bautista resucitado.

En aquel tiempo Herodes, el tetrarca, oyó la fama de Jesús, y dijo a sus criados: «Este es Juan el Bautista; ha resucitado de los muertos y por eso actúan en él estos poderes»[5].

Otros creían que Jesús era Elías, que había regresado para cumplir una profecía del Antiguo Testamento:

Yo os envío al profeta Elías antes que venga el día del Señor, grande y terrible[6].

La comparación con Jeremías puede haber sido por la dureza con que la gente de su propio pueblo se opuso a él, sobre todo desde el momento en que predijo la destrucción del templo. Jeremías profetizó:

Si no escucháis estas palabras, por Mí mismo he jurado, dice el Señor, que esta casa quedará desierta[7].

En un pasaje posterior del Evangelio de Mateo dice que cuando Jesús fue juzgado por el Sanedrín, una de las acusaciones presentadas contra Él fue:

Este dijo: «Puedo derribar el Templo de Dios y en tres días reedificarlo»[8].

Está claro que cuando la gente oía a Jesús enseñar y lo veía hacer milagros, se daba cuenta de que era alguien importante enviado por Dios, similar a Juan el Bautista o a profetas como Isaías y Jeremías.

Jesús continúa hablando con Sus discípulos y les dice:

Y vosotros, ¿quién decís que soy Yo?[9]

Dejando la cuestión de lo que piensa la gente sobre Él, les pregunta a Sus seguidores más cercanos, a los que lo han dejado todo para seguirlo, a los que han escuchado tantas enseñanzas Suyas y han presenciado Sus muchos milagros, quién es Él para ellos. La pregunta va dirigida a todos los discípulos presentes, pero es Pedro quien responde en nombre de ellos.

Respondiendo Simón Pedro, dijo: «Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente»[10].

Esta es la única ocasión en el Evangelio de Mateo en que se usan juntos los dos nombres de Pedro. Dado que fue Simón, ahora llamado Pedro, quien hizo esa declaración trascendental, es posible que Mateo decidiera usar ambos nombres, «Simón Pedro», para darle un tono más formal.

¿Qué quiso decir Pedro cuando respondió: «Tú eres el Cristo»? Lo que dijo fue que Jesús era el Mesías. La palabra mesías viene del término hebreo mĕšīāḥ, que significa «ungido» o «escogido». En el Antiguo Testamento se emplea para referirse a los reyes de Israel y al sumo sacerdote, a los que se ungía con aceite cuando eran nombrados para el cargo. En el Nuevo Testamento, que se escribió en griego, la palabra empleada para decir «ungido» es Christos, que en español es Cristo. Así que cuando decimos «Jesucristo», estamos diciendo «Jesús el ungido, el Mesías». Esto mismo viene aclarado en el Evangelio de Juan:

[Andrés] encontró primero a su hermano Simón, y le dijo: «Hemos encontrado al Mesías» que significa «Cristo»[11].

Después de declarar que Jesús es el Cristo, el Mesías prometido, Pedro agrega que es «el Hijo del Dios viviente». En varios pasajes del Antiguo Testamento, Dios es llamado el «Dios vivo».

El Señor es el Dios verdadero: Él es el Dios vivo y el Rey eterno[12].

Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo[13].

Al pasar por Cesarea de Filipo, donde se levantaba un importante templo en honor a falsos dioses paganos, Pedro hace la contundente declaración de que Jesús es el Hijo del Dios verdadero, del Dios vivo.

Entonces le respondió Jesús: «Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás, porque no te lo reveló carne ni sangre, sino Mi Padre que está en los cielos»[14].

Jesús felicita a Pedro por su percepción y lo llama bienaventurado por entender esta profunda verdad. Al hacerlo, emplea el nombre completo de Pedro: Simón, hijo de Jonás. Seguidamente manifiesta que este conocimiento excepcional no lo ha adquirido por sus propios esfuerzos, ni por lo que ha aprendido de otros mortales, sino que le fue revelado por el propio Dios.

Y Yo también te digo que tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré Mi iglesia, y las puertas del Hades no la dominarán[15].

Existen varias correspondencias entre este versículo y el 16 más arriba. En el 16, Pedro declaró el título de Jesús: «Tú eres el Cristo» (el Mesías). En este Jesús declara: «Tú eres Pedro». En ambos se nombra a los padres: Jesús es llamado «el Hijo del Dios viviente»; Pedro, el «hijo de Jonás». Jesús es el Cristo (el Mesías); a Simón también se le da un apodo, Pedro (que significa «piedra»), presagio de su futuro papel. (Es interesante señalar que Jesús le puso a uno de Sus discípulos un apodo que significa «piedra» cerca de una ciudad construida en lo alto de una pared rocosa.) El nombre Petros significa «piedra» o «roca». R. T. France escribe que «aparte de este caso, el nombre Petros es prácticamente inexistente en el mundo antiguo, por lo que es bastante probable que Jesús lo escogiera para Simón pensando en su significado literal»[16].

Pedro debe ser como una piedra que sirva de cimiento para edificar el cuerpo de creyentes, la iglesia. Aunque no siempre se mantuvo firme como una roca, fiel al llamamiento de Jesús, tuvo un papel protagónico en la iglesia primitiva, tal como se aprecia en la primera mitad del libro de los Hechos, donde se relata la revelación que él recibió y a raíz de la cual se acogió a los samaritanos en la fe cristiana[17], así como su papel en la decisión de permitir que los gentiles se integraran en la iglesia[18].

En otros pasajes del Nuevo Testamento se usa la imagen de la piedra que sirve de cimiento a la iglesia en alusión a Jesús. El apóstol Pablo escribió:

Conforme a la gracia de Dios que me ha sido dada, yo, como perito arquitecto, puse el fundamento, y otro edifica encima; pero cada uno mire cómo sobreedifica. Nadie puede poner otro fundamento que el que está puesto, el cual es Jesucristo[19].

En el libro de 1 Pedro dice que Jesús es una «piedra viva», y lo mismo los creyentes:

Acercándoos a Él, piedra viva, desechada ciertamente por los hombres, pero para Dios escogida y preciosa, vosotros también, como piedras vivas, sed edificados como casa espiritual y sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo[20].

Todos los apóstoles son también llamados «el fundamento», junto con Cristo.

Ya no sois extranjeros ni forasteros, sino conciudadanos de los santos y miembros de la familia de Dios, edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo[21].

En el libro del Apocalipsis, los apóstoles son llamados «los cimientos».

El muro de la ciudad tenía doce cimientos y sobre ellos los doce nombres de los doce apóstoles del Cordero[22].

Si bien el Nuevo Testamento habla del cimiento apostólico de la iglesia, el cual incluye a todos los apóstoles, también habla del papel fundacional específico de Pedro. El concepto de Pedro como el primero de los discípulos aparece antes en este evangelio, cuando Mateo los nombra:

Los nombres de los doce apóstoles son estos: primero Simón, llamado Pedro, y su hermano Andrés; Jacobo hijo de Zebedeo, y su hermano Juan[23].

Pedro dirigió durante un tiempo la iglesia de Jerusalén; posteriormente lo hizo Santiago. R. T. France explica en uno de sus libros:

Cuando Santiago se convierte en director de la iglesia de Jerusalén, los cimientos ya están echados. En principio, todos los apóstoles constituyen el fundamento, con Jesús como piedra del ángulo; pero como hecho histórico, debe reconocerse que la primera fase de desarrollo de la iglesia dependió del liderazgo de Pedro, y su rol individual —en cumplimiento de su apodo, «piedra»— es apropiadamente celebrado por Jesús en este pasaje[24].

El vocablo griego traducido como «iglesia» en la frase: «Edificaré Mi iglesia» es ekklēsía. Significa asamblea de personas. En el Nuevo Testamento se traduce 108 veces como «iglesia», 5 como «congregación», 2 como «asamblea» y 1 como «concurrencia». Hoy en día la palabra suele emplearse para referirse a un edificio; pero en el Nuevo Testamento el término griego ekklēsía no significa edificio, sino comunidad de personas. Cuando hablaba de la iglesia, Jesús no se refería a un edificio de piedra, sino a una congregación de creyentes que, como ya hemos dicho, son «como piedras vivas, [y son] edificados como casa espiritual»[25].

Jesús dijo: «Las puertas del Hades no la dominarán [a Su ekklēsía]». La palabra griega traducida como «Hades» en la versión RVR 95 y NBLH se traduce como «reino de la muerte» en otras versiones. En la Antigüedad se consideraba que el Hades era el inframundo, el lugar a donde iban los muertos. Aquí la expresión «puertas del Hades/reino de la muerte» se emplea como metáfora de la muerte, en contraste con la expresión «Dios viviente» del versículo 16. Las «puertas» ilustran el poder aprisionador de la muerte; aun así, esta no puede aprisionar a la iglesia del Dios vivo.

La muerte no pudo aprisionar a Jesús, puesto que Él resucitó. Tampoco aprisionará a los creyentes, que también resucitarán.

Si fuimos plantados juntamente con Él en la semejanza de Su muerte, así también lo seremos en la de Su resurrección[26].

Si solamente para esta vida esperamos en Cristo, somos los más dignos de lástima de todos los hombres. Pero ahora Cristo ha resucitado de los muertos; primicias de los que murieron es hecho, pues por cuanto la muerte entró por un hombre, también por un hombre la resurrección de los muertos. Así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados. Pero cada uno en su debido orden: Cristo, las primicias; luego los que son de Cristo, en Su venida[27].

Tras llamar piedra a Pedro, Jesús dice:

Y a ti te daré las llaves del reino de los cielos: todo lo que ates en la tierra será atado en los cielos, y todo lo que desates en la tierra será desatado en los cielos[28].

Da la impresión de que, cuando habló de las llaves del reino de los cielos, Jesús aludió al libro de Isaías. En esta se cuenta que a Eliaquim, un funcionario del rey Ezequías, se le encargó la tarea de supervisar la casa del rey tras la destitución de Sebna, su predecesor. El profeta Isaías predijo que eso sucedería[29]. En la profecía de Isaías en la que anuncia que Eliaquim asumirá ese cargo, Dios dice:

Pondré la llave de la casa de David sobre su hombro: él abrirá y nadie cerrará, cerrará y nadie abrirá[30].

Jesús estaba comparando a Pedro con el mayordomo o principal administrador de un rey, que tiene autoridad sobre los demás criados y es responsable de administrar los asuntos domésticos del rey.

La metáfora de atar y desatar la usaban los rabinos judíos para declarar lo que estaba prohibido o permitido. Esto indica que Pedro iba a ser uno de los que decidirían lo que se permitiría o no dentro de la iglesia. Se cumplió en el libro de los Hechos, con relación a la cuestión de si admitir o no gentiles en la iglesia, como ya mencionamos. Más adelante en este mismo evangelio, Jesús confirió esta misma autoridad a Sus otros discípulos:

De cierto os digo que todo lo que atéis en la tierra será atado en el cielo; y todo lo que desatéis en la tierra será desatado en el cielo[31].

Lo anterior muestra que, si bien a Pedro se le asignó una función particular como líder, no fue sino el primero entre iguales.

Entonces [Jesús] mandó a Sus discípulos que a nadie dijeran que Él era Jesús, el Cristo[32].

Jesús no quería que Sus discípulos pregonaran que Él era el Mesías, a pesar de haberles confirmado que eso mismo era. En aquel tiempo, el término Mesías (Cristo) tenía una connotación política. Si los discípulos hubieran dado a conocer que Jesús era el Mesías, la gente fácilmente habría pensado que era el líder político o rey cuya llegada se esperaba. En el Evangelio de Juan, después que Jesús alimenta milagrosamente a cinco mil personas ocurre precisamente esto.

Aquellos hombres, al ver la señal que Jesús había hecho, dijeron: «Verdaderamente este es el Profeta que había de venir al mundo». Pero entendiendo Jesús que iban a venir para apoderarse de Él y hacerlo rey, volvió a retirarse al monte Él solo[33].

En esta fase de Su ministerio, Jesús no tenía interés en revelar públicamente Su verdadera identidad. Quería que el conocimiento de que Él era el Mesías no trascendiera más allá de Su círculo de discípulos más cercanos. Ya llegaría el momento de que se supiera, pero todavía no.

La toma de conciencia por parte de los discípulos de que Jesús era el Mesías representa un gran progreso en su crecimiento y percepción espiritual. En el Evangelio de Mateo, a partir de este punto, Jesús comienza a prepararlos para la confrontación que sabe que va a surgir en un futuro próximo.


Nota

Todos los versículos de la Biblia proceden de la versión Reina-Valera, revisión de 1995, © Sociedades Bíblicas Unidas, 1995. Utilizados con permiso.


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[1] Mateo 4:18; 10:2.

[2] Mateo 16:13,14.

[3] V. la explicación de ese término que se presenta en Jesús, Su vida y mensaje: El Hijo del hombre.

[4] https://directors.tfionline.com/es/post/jesus-su-vida-y-mensaje-milagros-14-parte/

[5] Mateo 14:1,2.

[6] Malaquías 4:5.

[7] Jeremías 22:5.

[8] Mateo 26:61.

[9] Mateo 16:15.

[10] Mateo 16:16.

[11] Juan 1:41.

[12] Jeremías 10:10.

[13] Salmo 42:2.

[14] Mateo 16:17.

[15] Mateo 16:18.

[16] France, The Gospel of Matthew, 620,621.

[17] Hechos 8:14–25.

[18] Hechos 10:1–16; 15:4–11.

[19] 1 Corintios 3:10,11.

[20] 1 Pedro 2:4,5.

[21] Efesios 2:19,20.

[22] Apocalipsis 21:14.

[23] Mateo 10:2.

[24] France, The Gospel of Matthew, 623.

[25] 1 Pedro 2:5.

[26] Romanos 6:5.

[27] 1 Corintios 15:19–23.

[28] Mateo 16:19.

[29] Isaías 22:15–20.

[30] Isaías 22:22.

[31] Mateo 18:18.

[32] Mateo 16:20.

[33] Juan 6:14,15.