Jesús, Su vida y mensaje: Los discípulos (2ª parte)

mayo 5, 2015

Enviado por Peter Amsterdam

[Jesus—His Life and Message: The Disciples (Part 2)]

A lo largo de Su ministerio, Jesús escogió y comisionó a doce de Sus discípulos para que fueran apóstoles. El Evangelio de Lucas lo narra de la siguiente manera:

En aquellos días Él fue al monte a orar, y pasó la noche orando a Dios. Cuando llegó el día, llamó a Sus discípulos y escogió a doce de ellos, a los cuales también llamó apóstoles: Simón, a quien también llamó Pedro, su hermano Andrés, Jacobo y Juan, Felipe y Bartolomé, Mateo, Tomás, Jacobo, hijo de Alfeo, Simón llamado Zelote, Judas hermano de Jacobo, y Judas Iscariote, que llegó a ser el traidor[1].

El Evangelio de Marcos da el nombre de cada uno de los Doce y también indica con qué propósitos escogió Jesús a ese grupo:

Después subió al monte y llamó a Sí a los que Él quiso, y vinieron a Él. Designó entonces a doce para que estuvieran con Él, para enviarlos a predicar y que tuvieran autoridad para sanar enfermedades y para echar fuera demonios[2].

Mateo se limita a decir que Jesús «reunió a Sus doce discípulos»[3] y da sus nombres[4], mientras que el Evangelio de Juan se refiere con frecuencia a los Doce, pero no dice nada de que fueran escogidos y en ningún momento da el nombre de todos ellos. El libro de los Hechos los enumera a todos[5]. De los nombres, diez aparecen en todas las listas, mientras que dos son distintos. Comentaré ese hecho más adelante.

La decisión de nombrar a los Doce suele entenderse como un acto parabólico, una alusión a las doce tribus originales de Israel[6]. Desde la destrucción del reino de Israel —el de más al norte— en el año 722 a. C., de las doce tribus originales tan solo quedaban dos y media (Benjamín, Judá y la mitad de Leví) dentro de Israel[7], así que algunos comentaristas ven la designación de los Doce como una alegoría de la futura restauración de Israel prometida en el Antiguo Testamento[8]. Otros proponen que simboliza el juicio de Dios, el rechazo de Israel y el llamamiento en su lugar de un nuevo Israel[9]. Robert Stein explica:

Tanto una interpretación como la otra contienen algo de verdad. La llegada del reino de Dios significaba el cumplimiento de las profecías del AT y por consiguiente la «restauración» de Israel, aunque Israel no fue «restaurado» conforme a las expectativas nacionales o políticas de la mayoría de los judíos del siglo I. Al mismo tiempo, es cierto que estaba formándose un nuevo pueblo, que incluía tanto a judíos como a griegos, aunque eso no se manifestaría claramente sino después de la resurrección[10].

Marcos dice que Jesús escogió a esos doce hombres con dos finalidades. Lo hizo en primer lugar «para que estuvieran con Él». Lo van a acompañar durante toda Su vida pública, lo cual significa que lo verán obrar, oirán Sus enseñanzas, aprenderán de Él y serán Sus asistentes. También serán Sus compañeros más íntimos. Witherington explica:

Eso es parte integral del retrato de un Jesús plenamente humano que hace este evangelio. En este caso necesitaba un grupo de apoyo, ansiaba la compañía de otras personas. Vive como miembro de una comunidad, no como un profeta aislado. Estas personas no debían ser meramente Sus pupilos (recordemos que la palabra «discípulo» significa en realidad aprendiz), sino también Sus amigos y colaboradores[11].

El segundo motivo por el que lo hizo fue «para enviarlos a predicar y que tuvieran autoridad para sanar enfermedades y para echar fuera demonios». El vocablo griego para decir «enviar» es apostellō, que es también la raíz de la palabra «apóstol», apostolos. Ese término expresaba el concepto judío de agente (shaliach en hebreo, que significa mensajero o emisario), una persona enviada como representante oficial con la misión de actuar en nombre y con la autoridad de quien la envía. Los apóstoles serán, en cierto sentido, una extensión de Jesús, ya que se les dará autoridad para expulsar demonios y para llevar a cabo en Su nombre, con Su autoridad y poder, las tareas que Él vino a realizar: predicar, enseñar y sanar[12].

Los Doce eran un subconjunto de un grupo más numeroso de discípulos. Aunque no se sabe con exactitud cuántos discípulos siguieron a Jesús durante Su vida, el Evangelio de Lucas dice: «El Señor designó también a otros setenta[13], a quienes envió de dos en dos delante de Él a toda ciudad y lugar adonde Él había de ir»[14]; así que sabemos que había al menos otros setenta.

Más adelante en los evangelios se menciona que había también mujeres que seguían a Jesús:

Aconteció después, que Jesús iba por todas las ciudades y aldeas, predicando y anunciando el evangelio del reino de Dios. Lo acompañaban los doce y algunas mujeres que habían sido sanadas de espíritus malos y de enfermedades: María, que se llamaba Magdalena, de la que habían salido siete demonios, Juana, mujer de Chuza, intendente de Herodes, Susana y otras muchas que ayudaban con sus bienes[15].

Consta que en el momento de la crucifixión de Jesús:

También había algunas mujeres mirando de lejos, entre las cuales estaban María Magdalena, María la madre de Jacobo el menor y de José, y Salomé, quienes, cuando Él estaba en Galilea, lo seguían y le servían; y otras muchas que habían subido con Él a Jerusalén[16].

El escritor Craig Keener explica:

En aquella cultura, las mujeres estaban relegadas, en el mejor de los casos, a desempeñar un papel marginal como discípulas, y no se les permitía ser discípulas de rabinos. Pero estas mujeres habían seguido a Jesús como discípulas en la medida de sus posibilidades. […] Probablemente su «servicio» a Jesús se limitaba en gran parte a los roles que se asignaban en su cultura a las personas de su sexo y clase social. […] De todos modos, es bien significativo el papel especial que se concede a las mujeres entre los discípulos de Jesús, así como la lealtad con la que le correspondieron[17].

R. T. France escribió:

En la cultura que predominaba en tiempos de Jesús, un grupo itinerante muy unido en el que hubiera mujeres se habría considerado socialmente inaceptable; pero en Mateo 27:55,56 descubrimos que las mujeres, a pesar de no haber sido mencionadas en pasajes anteriores, han sido todo el tiempo parte del movimiento de Jesús. Se las describe como las que «lo seguían» durante el período galileo, con ese mismo término que ya vimos que en Mateo connota discipulado. De modo que la ausencia de mujeres en ese grupo específico de trabajo que eran los Doce no constituye una indicación de que no hubiera discípulas[18].

De la misma manera que los Doce eran un subconjunto de la totalidad de discípulos, Pedro y los hijos de Zebedeo —Jacobo y Juan— eran un subconjunto de los Doce. Hubo ocasiones en que Jesús tomó aparte a esos tres: cuando curó a la hija de Jairo[19], cuando se transfiguró[20] y en el huerto de Getsemaní.

Presentaré brevemente algunos datos sobre cada uno de los Doce[21]:

Simón Pedro ocupa un lugar destacado en todas las listas de los Doce, ya que siempre se lo nombra el primero. Se llamaba originalmente Simón, pero Jesús le dio otro nombre, Pedro (Petros en griego, Cefas en arameo), que significa roca o piedra, probablemente en alusión a su futuro liderazgo en la iglesia primitiva.

Ese cambio de nombre nos hace pensar en el Antiguo Testamento, donde Dios a ciertas personas les puso un nuevo nombre (Abram pasó a ser Abraham, Génesis 17:5; Sarai pasó a ser Sara, 17:15; Jacob pasó a ser Israel, 32:28), y da testimonio de la autoridad de Jesús para cambiarle el nombre a Simón y de la nueva fase que se inició en la vida de este[22].

No está del todo claro en qué momento le dio Jesús a Simón su nuevo nombre. Juan sitúa ese hecho cuando Jesús acababa de conocer a Pedro[23]; Mateo, en cambio, cuando el ministerio de Jesús ya estaba más avanzado y Pedro reconoció que Jesús era el Mesías[24]. Lucas y Marcos se limitan a decir que Jesús le cambió el nombre.

Andrés era hermano de Pedro y, como él, pescador. Ambos eran originalmente de Betsaida[25], pero en algún momento se establecieron en Capernaúm. A Andrés solo se lo menciona unas pocas veces en los evangelios y una en el libro de los Hechos[26].

Los hermanos Jacobo y Juan, de Capernaúm, dejaron a su padre y su empresa pesquera para seguir a Jesús. La madre de ellos también siguió al Señor y estuvo presente en la crucifixión[27]. Jacobo fue un mártir de la iglesia primitiva[28]. Aunque no todos los estudiosos lo dan por cierto, Juan tradicionalmente ha sido considerado «el discípulo a quien Jesús amaba»[29].

Lo único que sabemos de Felipe es lo que dice el Evangelio de Juan[30]. Algunos confunden a Felipe el apóstol con Felipe el evangelista, que fue uno de los siete diáconos que escogieron los apóstoles, tal como narra el libro de los Hechos[31].

Bartolomé es un patronímico (un nombre formado por derivación del nombre del padre o de un antecesor). Significa hijo de Ptolomeo[32]. Se especula que tenía otro nombre, posiblemente Natanael. Los motivos para sospecharlo son estos: 1) probablemente el patronímico no era su nombre completo; 2) los sinópticos no mencionan a Natanael, ni Juan a Bartolomé; 3) todas las listas salvo la de Hechos 1:13 ponen a Bartolomé con Felipe; y 4) los hombres mencionados en Juan 21:2 juntamente con Natanael eran todos apóstoles. Por consiguiente, es bastante posible que Bartolomé fuera Natanael.

Mateo es muy probablemente otro nombre de Leví, el recaudador de impuestos que, tras ser llamado por Jesús, ofreció un banquete en Su honor, lo que hizo que los fariseos criticaran a Jesús por comer con pecadores. En Mateo 9:9–11 se le llama Mateo, y en Lucas 5:27–30, Leví, a pesar de que ambos pasajes parecen referir el mismo hecho.

Tomás quiere decir gemelo. En el Evangelio de Juan se le llama también Dídimo, que significa doble.

Tomás, uno de los doce, llamado Dídimo, no estaba con ellos cuando Jesús se presentó[33].

La información sobre Tomás de que disponemos procede del Evangelio de Juan. Cuando Jesús anunció que se iría, «le dijo Tomás: “Señor, no sabemos a dónde vas; ¿cómo, pues, podemos saber el camino?” Jesús le dijo: “Yo soy el camino, la verdad y la vida; nadie viene al Padre sino por Mí”»[34]. Tomás, que no estaba presente la primera vez que Jesús se apareció a Sus discípulos después de Su resurrección, les dijo a los demás: «Si no veo en Sus manos la señal de los clavos y meto mi dedo en el lugar de los clavos, y meto mi mano en Su costado, no creeré»[35]. Por causa de esa declaración, a lo largo de la historia del cristianismo se le ha llamado Tomás el incrédulo. No obstante, fue él quien, al ver al Señor resucitado, pronunció una de las frases cristológicas más importantes del Nuevo Testamento y afirmó explícitamente que Jesús era Dios.

Tomás respondió y le dijo: «¡Señor mío y Dios mío!»[36]

Es difícil identificar con precisión a Jacobo hijo de Alfeo. Algunos consideran que podría ser hermano de Mateo/Leví, dado que Marcos habla de «Leví hijo de Alfeo sentado al banco de los tributos públicos»[37]. Sin embargo, también puede ser que Alfeo fuera un nombre corriente en aquel entonces, así que no hay pruebas concluyentes de que fueran hermanos.

Simón es llamado Zelote en Lucas y «el cananita» en Mateo y en Marcos. Bock explica:

El término empleado en Marcos [y en Mateo] se tradujo erróneamente como «el cananita» en muchas versiones antiguas en inglés, desde la de T. Cranmer en 1539[38].

Algunos comentaristas sugieren que Simón había estado con los zelotes, partido políticorreligioso que promovía el uso de la violencia para liberar a la nación del dominio romano. No obstante, ese partido no se creó formalmente sino un tiempo después de la crucifixión de Jesús. Aunque Simón no formara parte de los zelotes, su seudónimo podría indicar que tenía tendencias nacionalistas. Por otra parte, en el libro de los Hechos Lucas emplea la misma palabra griega, zelotes, en el sentido de una persona que es celosa por la Ley[39] y celosa de Dios[40]. Es posible, pues, que Lucas quisiera indicar que Simón era muy celoso en lo tocante a las Escrituras.

Judas hermano de Jacobo aparece en la lista de los Doce de Lucas[41] y en la del libro de los Hechos[42]. Marcos y Mateo no nombran a Judas, sino a Tadeo[43]. En Mateo, la versión Reina-Valera 95 dice: «Lebeo, por sobrenombre Tadeo». (En griego, Lebeo significa «hombre de corazón», y Tadeo, «hombre de pecho robusto, valiente».) Las demás versiones modernas omiten el nombre de Lebeo como sobrenombre de Tadeo. Muchos comentaristas consideran que Judas y Tadeo eran la misma persona, dado que otros cuatro apóstoles también tenían dos nombres (Simón/Pedro, Tomás/Dídimo, Mateo/Leví, Bartolomé/Natanael).

Jeremias explica:

En siete casos, las listas dan sobrenombres. Todos ellos —en la medida en que es posible determinarlo— son arameos. Los sobrenombres eran extraordinariamente comunes en el judaísmo de la época, ya que eran imprescindibles para distinguir entre los innumerables portadores del mismo nombre. […] Se observa que solamente se incluye el sobrenombre de los discípulos cuyo nombre se repite en las listas. En el grupo de los Doce había seis discípulos que tenían un tocayo; dos se llamaban Simón, dos Jacobo y (según Lucas) dos Judas […]. En esos seis casos, era esencial disponer de otro nombre para distinguirlos. […] Sería bastante comprensible que, después de la Pascua, el segundo Judas fuera conocido en la comunidad por su segundo nombre [Tadeo], el cual […] lo diferenciaría de Judas Iscariote. La tradición lucana habría conservado, entonces, el verdadero nombre del segundo Judas, y la tradición marcana su apodo [Tadeo][44].

Hay distintas teorías sobre el significado del sobrenombre de Judas Iscariote, el discípulo que traicionó a Jesús. La más plausible es que se trate de una referencia a una región de Judea, Queriot[45]. En ese caso, Judas probablemente era el único de los Doce que no era galileo[46]. Otra posibilidad es que el nombre derive de un vocablo arameo que significa falso. De ser así, se usaría como término descriptivo. Una tercera posibilidad es que provenga del latín sicarius, que significa «apuñalador, asesino». En ese caso, se le habría llamado por ese nombre después de la crucifixión de Jesús. La mayoría de los exégetas consideran que Iscariote era un apellido que hacía referencia a Queriot, en Judea.

Los doce apóstoles estuvieron con Jesús desde los primeros momentos de Su vida pública; fueron discípulos que estuvieron constantemente con Él, observando, escuchando y aprendiendo. Con frecuencia no entendían lo que Jesús enseñaba, y su idea del papel que debía desempeñar el Mesías coincidía con el concepto que tenía la mayoría de los judíos del siglo I; o sea, que malinterpretaban muchas cosas. Pero a la larga, gracias a las pacientes enseñanzas de Jesús y al tiempo que pasaron con Él, comenzaron a entender lo suficiente, de manera que cuando Jesús les preguntó:

«Vosotros, ¿quién decís que soy Yo?» Respondiendo Simón Pedro, dijo: «Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente». Entonces le respondió Jesús: «Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás, porque no te lo reveló carne ni sangre, sino Mi Padre que está en los cielos»[47].

Aunque no entendían del todo quién era Jesús, ni el sentido de cada cosa que enseñaba, después de Su resurrección Él les explicó más las Escrituras, con lo que llegaron a comprenderlas cabalmente. «Entonces les abrió el entendimiento para que comprendieran las Escrituras»[48]. Tras llenarse del Espíritu Santo, esos hombres anunciaron la buena nueva del perdón de los pecados y la reconciliación con Dios. La mayoría fueron martirizados por ello, pero cumplieron fielmente la misión que Jesús les había encomendado al decirles: «Id y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado»[49].

A nosotros que somos Sus discípulos, Sus seguidores, nos ha encargado la misma misión:

Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura[50].

Al igual que los primeros discípulos, es posible que no entendamos plenamente todo lo que se puede saber de Dios, de Jesús, de teología, etc.; pero si somos discípulos ya sabemos más que suficiente para esforzarnos por amarlo, vivir para Él, aplicar en nuestra vida Sus enseñanzas y conducir a otros hacia Él. Tal como Él dijo: «Venid en pos de Mí, y os haré pescadores de hombres»[51].


Nota

A menos que se indique otra cosa, todos los versículos de la Biblia proceden de la versión Reina-Valera, revisión de 1995, © Sociedades Bíblicas Unidas, 1995. Utilizados con permiso.


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[1] Lucas 6:12–16.

[2] Marcos 3:13–15.

[3] Mateo 10:1 (RVC).

[4] Mateo 10:2–4.

[5] Hechos 1:13.

[6] Puntos tomados de Stein, Mark, 168.

[7] Damos una explicación más detallada en Jesús, Su vida y mensaje: Antecedentes.

[8] Isaías 11:10–16; 49:6; 56:8; Ezequiel 45:8; Miqueas 2:12.

[9] V. Romanos 9–11.

[10] Stein, Mark, 168.

[11] Witherington, The Gospel of Mark, 151.

[12] Witherington, The Gospel of Mark, 424, 426.

[13] Algunas versiones dicen setenta y dos.

[14] Lucas 10:1.

[15] Lucas 8:1–3.

[16] Marcos 15:40,41. V. también Mateo 27:55,56.

[17] Keener, The Gospel of Matthew, 689,690.

[18] France, The Gospel of Matthew, 375.

[19] Marcos 5:37.

[20] Marcos 9:2.

[21] Esos datos sobre los apóstoles son un resumen de los que expone Bock, Luke Volume 1: 1:1–9:50, 543–547.

[22] Stein, Mark, 171.

[23] Juan 1:42.

[24] Mateo 16:17,18.

[25] Juan 1:44.

[26] Marcos 1:16,29; 13:3; Juan 1:40; 6:8; 12:22; Hechos 1:13.

[27] Mateo 27:56.

[28] Hechos 12:1,2.

[29] Juan 13:23; 19:26; 20:2; 21:7, 20.

[30] Juan 1:43–48; 6:5–7; 12:22; 14:8,9.

[31] Hechos 6:5,6.

[32] Stein, Mark, 173.

[33] Juan 20:24.

[34] Juan 14:5,6.

[35] Juan 20:25.

[36] Juan 20:28.

[37] Marcos 2:14.

[38] Bock, Luke 1:1–9:50, 545.

[39] Hechos 21:20.

[40] Hechos 22:3.

[41] Lucas 6:13–16,

[42] Hechos 1:13.

[43] Mateo 10:3, Marcos 3:18.

[44] Jeremias, Teología del Nuevo Testamento, 271,272.

[45] Josué 15:25, Jeremías 48:24.

[46] Bock, Luke 1:1–9:50, 546.

[47] Mateo 16:15–17.

[48] Lucas 24:45.

[49] Mateo 28:19,20.

[50] Marcos 16:15.

[51] Mateo 4:19.