Jesús, Su vida y mensaje: Los «Yo soy»

enero 23, 2018

Enviado por Peter Amsterdam

El pan de vida (1ª parte)

[Jesus—His Life and Message: The “I Am” Sayings. The Bread of Life (Part 1)]

En el Evangelio de Juan, Jesús se describe a Sí mismo empleando distintas metáforas: «Yo soy el pan de vida»[1], «Yo soy la luz del mundo»[2], «Yo soy la puerta de las ovejas»[3], «Yo soy el buen pastor»[4], «Yo soy la resurrección y la vida»[5], «Yo soy el camino, la verdad y la vida»[6] y «Yo soy la vid verdadera»[7]. Esas expresiones, junto con otras frases en que Jesús dice: «Yo soy», son significativas por cuando muestran que Él era la encarnación de Dios y llevaba el divino nombre.

Narra el libro del Éxodo que Moisés le preguntó a Dios Su nombre, y este le respondió:

«Yo soy el que soy». Y añadió: «Así dirás a los hijos de Israel: “Yo soy” me envió a vosotros»[8].

En la religión israelí, «Yo soy» era el nombre personal de Dios. Se representaba con el tetragrámaton YHWH (que se pronuncia Yahweh)[9].

En otros pasajes del Antiguo Testamento, Dios emplea la expresión «Yo soy» seguida de una descripción de Sí mismo; por ejemplo en estos:

Yo soy el Señor, el Dios de tu padre Abraham y el Dios de Isaac[10].

Yo soy el Señor, tu sanador[11].

¡Yo soy tu salvación![12]

Vean ahora que Yo, Yo soy el Señor, y fuera de Mí no hay dios. Yo hago morir y hago vivir. Yo hiero y Yo sano, y no hay quien pueda librar de Mi mano[13].

De modo que en el Evangelio de Juan, cuando Jesús emplea esa misma expresión, se entiende que quiere decir que Él es la encarnación del Señor y portador del nombre divino[14].

En Juan 8:28 está claro que los que escucharon a Jesús en el templo comprendieron las implicaciones de lo que Él quería decir, ya que le respondieron:

«Aún no tienes cincuenta años, ¿y has visto a Abraham?» Jesús les dijo: «De cierto, de cierto os digo: Antes que Abraham fuera, Yo soy». Tomaron entonces piedras para arrojárselas, pero Jesús se escondió y salió del Templo[15].

Consideraron blasfemo que se igualara a Dios.

Jesús vino al mundo para traernos la presencia de Dios. Hizo todas Sus obras en nombre de Su Padre, para darlo a conocer y glorificarlo.

Yo he venido en nombre de Mi Padre[16].

Las obras que Yo hago en nombre de Mi Padre, ellas dan testimonio de Mí[17].

He manifestado Tu nombre a los hombres que del mundo me diste[18].

Les he dado a conocer Tu nombre y lo daré a conocer aún[19].

Todo lo que pidáis al Padre en Mi nombre, lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo[20].

La forma en que Jesús empleó la expresión «Yo soy» no tenía precedente. Cierto autor explica:

En los muchos «Yo soy», Jesús se aplica públicamente el divino nombre de Dios, así como Su presencia y autoridad. Jamás un profeta o sacerdote de la historia de Israel habría hecho eso. Para el judaísmo es la afirmación cristológica más importante, la que hizo que en el evangelio el público creyera en Él o lo acusara de blasfemia[21].

En este y en los siguientes artículos examinaremos los «Yo soy» de Jesús y veremos qué fue lo que reveló de Sí mismo y de Su Padre a los oyentes de entonces y de ahora.

«Yo soy el pan de vida»

En el capítulo 6 de Juan se narra que Jesús dio de comer pan y pescado a cinco mil personas[22]. Después de eso se retiró solo a un monte, mientras los discípulos se montaban en una barca y zarpaban hacia Capernaúm. Tras remar tres o cuatro millas, se encontraron con que ya había oscurecido, y el lago estaba agitado a causa del viento, con lo que les costaba avanzar. Entonces vieron a Jesús acercarse caminando sobre el agua. Lo recibieron en la barca e inmediatamente después llegaron a tierra[23].

Al día siguiente, cuando algunos de los que habían comido pan y pescado se dieron cuenta de que Jesús no estaba, «entraron en las barcas y fueron a Capernaúm, buscando a Jesús. Y hallándolo al otro lado del mar, le preguntaron: “Rabí, ¿cuándo llegaste acá?” Respondió Jesús y les dijo: “De cierto, de cierto os digo que me buscáis, no porque habéis visto las señales, sino porque comisteis el pan y os saciasteis”»[24].

Teniendo en cuenta que la muchedumbre había querido hacerlo rey después de comer el pan que Él había provisto, no es de extrañar que al día siguiente lo buscaran. Jesús no contestó su pregunta, sino que sacó a la luz sus motivos. No estaban interesados en el sentido del milagro que Él había obrado, ni en Su identidad; solo les importaba el hecho de que Él les había dado pan. Un comportamiento parecido tenía la gente con los emperadores romanos de la época. «Los emperadores romanos y otros políticos apaciguaban al pueblo regalándole comida. Al igual que los clientes romanos, la gente se unía al séquito de Jesús solo para recibir comida gratis»[25].

Jesús prosiguió:

Trabajen, no por el alimento que perece, sino por el alimento que permanece para vida eterna, el cual el Hijo del Hombre les dará, porque a Él es a quien el Padre, Dios, ha marcado con Su sello[26].

En la Antigüedad los sellos tenían diferentes usos. Se solían adherir a distintos objetos como prueba de propiedad, servían para autenticar documentos, y los gobernantes ocasionalmente entregaban su sello a alguien a quien le encargaban que actuara en nombre suyo. Este pasaje da a entender que el Padre había validado a Jesús por medio de las señales y milagros que Él hacía. Existe otra interpretación, que corresponde a la forma en que viene traducida esta frase en algunas biblias: «Sobre este ha puesto Dios el Padre Su sello de aprobación».

«¿Qué tenemos que hacer para realizar las obras que Dios exige?», le preguntaron. «Esta es la obra de Dios: que crean en aquel a quien Él envió», les respondió Jesús[27].

Como Jesús les había dicho que trabajaran por la comida que permanece para vida eterna, querían saber cómo definía Él el trabajo. En la tradición judía, las obras no se separaban de la fe, ya que la fe se entendía con frecuencia como una obra entre muchas más[28]. Pero aquí Jesús definió la fe de otra manera: dijo que la obra que era necesaria para alcanzar la vida eterna era creer en Él. Le preguntaron qué obras (en plural) se esperaban de ellos, y Jesús les contestó que la obra (en singular) que debían realizar era creer en Él. Cierto autor lo explica así:

La única «obra» de Dios que importa es la que Él realiza en ellos para que «crean» en Jesús, a quien Él ha enviado[29].

Jesús aclaró que Dios no nos pide que realicemos obras para acumular mérito en el Cielo, sino que tengamos fe.

Entonces le dijeron: «¿Qué señal, pues, haces Tú, para que veamos y te creamos? ¿Qué obra haces? Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como está escrito: “Les dio a comer pan del cielo”»[30].

Es bastante curioso que aludan a la señal del maná que Dios dio a los hebreos en el desierto cuando justo el día anterior Jesús había multiplicado cinco panes para alimentar a cinco mil personas. Da la impresión de que están pidiendo una señal habiéndola ya recibido. Quizá la diferencia radica en el hecho de que Jesús les ha dado de comer una vez, mientras que el maná cayó sobre el desierto durante cuarenta años. En el judaísmo existía la expectativa de que, al igual que Moisés, el redentor postrero haría que volviera a descender maná para alimentar a la gente[31]. Como ya lo han visto dar de comer a cinco mil personas, al pedir una señal para poder creer demuestran que en realidad no les interesa ver y creer, sino tan solo que les regalen más comida.

Y Jesús les dijo: «De cierto, de cierto os digo: Moisés no os dio el pan del cielo, pero Mi Padre os da el verdadero pan del cielo, porque el pan de Dios es aquel que descendió del cielo y da vida al mundo»[32].

Jesús les recordó que no había sido Moisés, sino Dios quien les había enviado el maná en el desierto. El maná no era el «verdadero pan» del Cielo, sino una imagen terrenal y material de ese pan. Mantuvo vivo al pueblo de Dios durante cuarenta años, y sirvió también para prefigurar el «pan de Dios», que da «vida al mundo».

En este evangelio Jesús alude al mundo en varias ocasiones: «¡Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo!»[33] «De tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a Su Hijo unigénito, para que todo aquel que en Él cree no se pierda, sino que tenga vida eterna. Dios no envió a Su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por Él»[34].

Le dijeron: «Señor, danos siempre este pan». Jesús les respondió: «Yo soy el pan de vida. El que a Mí viene nunca tendrá hambre, y el que en Mí cree no tendrá sed jamás»[35].

Los que lo oyeron entendieron que el pan era una metáfora para referirse a algún don divino y respondieron de forma positiva. Dejaron de pedir pan normal para comer, o siquiera maná. Comenzaron a darse cuenta de que Jesús, de alguna manera, les ofrecía vida, incluso vida eterna, puesto que antes les había dicho que no trabajaran por el alimento que perece, sino «por el alimento que permanece para vida eterna»[36].

La inequívoca declaración de Jesús de que Él es el pan de vida constituye el primero de los «Yo soy» que hay en este evangelio. Considerando que acaba de decir que «el pan de Dios es aquel que descendió del cielo y da vida al mundo», está claro que se está refiriendo al hecho de que Él vino del Cielo, de Su Padre. Habiendo dicho antes a los oyentes que trabajaran por «el alimento que permanece para vida eterna», ahora está diciendo que Él es la senda que conduce a esa vida.

El «pan de vida» es lo mismo que el «pan de Dios» mencionado previamente. La expresión «pan de Dios» indica que la fuente de ese pan es Dios, mientras que «pan de vida» da a entender que ese pan es la fuente de la vida eterna. Jesús seguidamente declara que Él es ese pan, el que da esa vida. En cierto modo, eso traslada el énfasis de lo que Él hace a quién es, como veremos con mayor detalle en la segunda parte de este capítulo[37].

(Continúa en la 2ª parte.)


Nota

A menos que se indique otra cosa, todos los versículos de la Biblia proceden de la versión Reina-Valera, revisión de 1995, © Sociedades Bíblicas Unidas, 1995. Utilizados con permiso.


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[1] Juan 6:35,41,48,51.

[2] Juan 8:12, 9:5.

[3] Juan 10:7,9.

[4] Juan 10:11,14.

[5] Juan 11:25.

[6] Juan 14:6.

[7] Juan 15:1,5.

[8] Éxodo 3:14.

[9] En ciertas versiones del Antiguo Testamento, cuando la palabra Señor viene escrita toda en mayúsculas, SEÑOR, es porque se ha puesto como traducción del tetragrámaton y se refiere al nombre de Dios.

[10] Génesis 28:13 (NBLH).

[11] Éxodo 15:26 (RVC).

[12] Salmo 35:3.

[13] Deuteronomio 32:39 (NBLH).

[14] Green y McKnight, Dictionary of Jesus and the Gospels, 355.

[15] Juan 8:57–59.

[16] Juan 5:43.

[17] Juan 10:25.

[18] Juan 17:6.

[19] Juan 17:26.

[20] Juan 14:13.

[21] G. M. Burge, «“‍I Am‍” Sayings», en Green y McKnight (eds.), Dictionary of Jesus and the Gospels, 353–356.

[22] Jesús, Su vida y mensaje: Milagros (8ª parte).

[23] Juan 6:16–21. V. también Jesús, Su vida y mensaje: Milagros (10ª parte).

[24] Juan 6:24–26.

[25] Keener, The Gospel of John, A Commentary, Volume 1, 676.

[26] Juan 6:27 (NBLH).

[27] Juan 6:28,29 (NVI).

[28] Keener, The Gospel of John, A Commentary, Volume 1, 677.

[29] Michaels, The Gospel of John, 367.

[30] Juan 6:30,31.

[31] Michaels, The Gospel of John, 321, nota al pie 88.

[32] Juan 6:32,33.

[33] Juan 1:29.

[34] Juan 3:16,17.

[35] Juan 6:34,35.

[36] Juan 6:27 (NBLH).

[37] Michaels, The Gospel of John, 373.