Parábolas de Jesús: La higuera estéril, Lucas 13:1-9

enero 16, 2018

Enviado por Peter Amsterdam

[The Stories Jesus Told: The Barren Fig Tree, Luke 13:1–9]

La parábola de la higuera estéril se encuentra en el Evangelio de Lucas, capítulo 13. Según Lucas, Jesús se estaba dirigiendo a una muchedumbre. Le preguntaron sobre un incidente en que unas personas del norte de Israel habían sido asesinadas por Poncio Pilato, y en su respuesta mencionó también una torre que al desplomarse mató a 18 personas. Esos incidentes dieron pie a que contara la parábola de la higuera estéril. Por eso me parece pertinente, antes de adentrarnos en la narración, leer el texto que la antecede.

En aquella misma ocasión, algunos estaban allí contándole de ciertos galileos cuya sangre Pilato había mezclado con la sangre de sus sacrificios. Respondiendo Jesús, les dijo: «¿Piensan que estos galileos, porque padecieron estas cosas, habrán sido más pecadores que todos los galileos? Les digo que no; más bien, si ustedes no se arrepienten, todos perecerán igualmente. O aquellos dieciocho sobre los cuales cayó la torre de Siloé y los mató, ¿piensan que ellos habrán sido más culpables que todos los hombres que viven en Jerusalén? Les digo que no; más bien, si ustedes no se arrepienten, todos perecerán de la misma manera»[1].

Cuando la gente le contó a Jesús de un suceso atroz que había ocurrido, Su respuesta abordó una creencia popular en aquella época: que quienes se veían afectados por una tragedia estaban recibiendo «medida por medida» (su justo merecido) y que esas cosas les acontecían a causa de sus pecados. Preguntó retóricamente si los galileos asesinados eran peores pecadores que otros y a renglón seguido respondió a su propia pregunta con un rotundo no. Planteó la misma pregunta poniendo por ejemplo otro caso, y una vez más señaló que no, que esos pobres infortunados que murieron no eran más pecadores que otros.

Jesús expresó claramente que esas tragedias demostraban la fragilidad de la vida, la cual puede terminar de manera imprevista. Por ende recalcó la importancia de arrepentirse, de obtener el perdón que solo Dios puede otorgar.

Prosiguió luego a narrar la parábola:

Cierto hombre tenía una higuera plantada en su viña, y fue a buscar fruto en ella y no lo halló. Entonces le dijo al viñador: «He aquí, ya son tres años que vengo buscando fruto en esta higuera y no lo hallo. Por tanto, córtala. ¿Por qué ha de inutilizar también la tierra?» Entonces él le respondió diciendo: «Señor, déjala aún este año hasta que yo cave alrededor de ella y la abone. Si da fruto en el futuro, bien; y si no, la cortarás»[2].

Las higueras, de las cuales figuran 41 menciones en la Escritura, crecen a una altura que oscila entre los cuatro y los seis metros. En Israel su fruto madura en agosto y septiembre. En varias ocasiones la Escritura alude a sentarse «debajo de su vid» o «debajo de su higuera» como símbolo de paz y prosperidad.

Convertirán sus espadas en rejas de arado y sus lanzas en podaderas. No alzará espada nación contra nación ni se adiestrarán más para la guerra. Cada uno se sentará debajo de su vid y debajo de su higuera. Y no habrá quien los amedrente, porque la boca del SEÑOR de los Ejércitos ha hablado[3].

En aquel día, dice el SEÑOR de los Ejércitos, cada uno de ustedes invitará a su amigo para estar debajo de su vid y debajo de su higuera”[4].

Judá e Israel vivieron seguros, cada uno debajo de su parra y debajo de su higuera, desde Dan hasta Beerseba, todos los días de Salomón[5].

En ciertos pasajes de la Escritura la higuera representa a Israel.

Como uvas en el desierto hallé a Israel; vi a vuestros padres en sus primicias como la fruta temprana de la higuera[6].

Una nación poderosa e innumerable ha invadido mi país: tiene dientes de león, colmillos de leona. Asoló mis vides, desgajó mis higueras. Las peló hasta dejar blancas sus ramas; ¡las derribó por completo![7]

En esta parábola el dueño de una viña en la que crecía una higuera fue a cosechar algunos frutos de esta última. Al no hallar ninguno, habló con el viñatero y le instruyó que la cortara, habida cuenta de que por tres años seguidos el árbol no había producido fruto. No es que el dueño estuviera impaciente; llevaba tres años esperando que diera fruto, pero al cabo de ese largo periodo la higuera seguía estéril. En Levítico el Señor había ordenado que nadie comiera el fruto de un árbol recién plantado hasta que este cumpliera cuatro años.

Cuando ustedes entren en la tierra y planten toda clase de árboles frutales, tendrán por prohibido su fruto. Por tres años les será prohibido; no se comerá. Pero en el cuarto año todo su fruto les será santo, una ofrenda de alabanza al Señor. En el quinto año comerán de su fruto, para que les aumente su rendimiento. Yo soy el Señor su Dios[8].

Pese a que la parábola nos dice que el hombre esperó tres años para que la higuera diera fruto, es posible que quienes escuchaban consideraran que la espera había sido más larga, dado que el dueño no hubiera tenido previsto comerse nada de la fruta los primeros cuatro años. Quizá los oyentes hubieran calculado que el árbol llevaba siete años en el suelo. Durante los primeros cuatros años no le estaba permitido comer la fruta, y añadidos a esos, otros tres. En todo caso, aquel agricultor había esperado con paciencia una importante cantidad de tiempo, pero para entonces estaba ya harto y con toda razón, puesto que había pasado tanto tiempo y la higuera ocupaba espacio en el viñedo despojando de nutrientes a la tierra y a otras plantas. A juicio del dueño, la viña estaría mejor sin la higuera. Así y todo, el viñatero a cargo propuso darle una temporada más, durante la cual le dedicaría mayor atención; y si eso no daba resultado, entonces la cortaría tal como el dueño lo había mandado. Al igual que en otras parábolas, no se nos revela el desenlace. Ignoramos si el dueño concedió ese año de gracia o no.

Los que escriben acerca de las parábolas de Jesús generalmente interpretan esta de dos maneras. La primera es que se refiere a la nación de Israel o a su dirigencia. El texto sigue inmediatamente después de una referencia a Pilato —el prefecto romano—, que mató a varios galileos, lo que recuerda a los oyentes que Israel vive bajo el yugo de Roma. Debido a los pecados de Israel, o de sus dirigentes religiosos, se piensa que Jesús narró esta parábola para advertir al pueblo o a los dirigentes religiosos que debían arrepentirse, toda vez que estaba a punto de llegarles la justicia de Dios. Este mensaje fue parecido al pronunciado por Juan el Bautista, que advirtió:

Además, el hacha ya está puesta a la raíz de los árboles; por tanto, todo árbol que no da buen fruto se corta y se echa al fuego[9].

Tanto el mensaje de Jesús como el de Juan expresaban que la justicia de Dios sobre Israel era inminente y que se precisaba un arrepentimiento. Dentro de esa interpretación, la parábola se puede entender a la luz de escritos judíos en los cuales se personifican los atributos de Dios, y el atributo de la justicia dialoga con el atributo de la misericordia. Si Dios disciplinara a Israel —o a sus dirigentes religiosos— con estricta justicia, Israel perecería. Pero si le demostraba misericordia cabía la posibilidad de que se arrepintiera. En la presente parábola se da voz a los atributos de la justicia y la misericordia, los cuales se expresan en boca del hacendado y del viñador.

Según esta interpretación, Jesús manifestaba sin ambages que el pueblo de Israel o sus dirigentes religiosos o ambos necesitaban arrepentirse antes que fuera tarde. Dios, en Su misericordia, les estaba dando un tiempo para hacerlo; pero una vez cumplido ese tiempo, se ejecutaría Su justicia, y así fue efectivamente. Al cabo de unas décadas, Jerusalén y el templo fueron destruidos por los romanos.

Otros interpretan que esta parábola hacía hincapié en la urgencia de arrepentirse antes que fuera tarde. Pilato mató a unos individuos que no eran mejores o peores que nadie. La torre de Siloé se desplomó y mató al azar a 18 personas que se encontraban en su interior o en los alrededores. Contrariamente a la creencia generalizada en la época de que esas cosas sucedían a la gente por culpa de sus pecados, Jesús indicó que la muerte de esas personas no se debió al pecado. Más bien, según esta interpretación, daba a entender que la vida es frágil e impredecible, y que por tanto es importante que todo el mundo se arrepienta y no espere.

Por medio de esta parábola Jesús dejó la enseñanza de que cada persona dará cuenta de su vida a Dios, y que nadie sabe cuándo le llegará su hora. El tiempo que nos queda a cada uno, sea cuanto sea, es un don de Dios derivado de Su paciencia y misericordia. No es que al concedernos tiempo Dios se esté mostrando indulgente, sino que es paciente al no reaccionar ante los pecados que se están cometiendo contra Él. Concede tiempo a la gente para responder a Su amor, acercarse a Él, arrepentirse. Así lo expresó el apóstol Pablo:

¿Menosprecias las riquezas de Su benignidad, paciencia y generosidad, ignorando que Su benignidad te guía al arrepentimiento?[10]

Su amor y misericordia tienen por objeto acercar a toda la gente a Él, pero en algún momento, a veces insospechadamente, el don del tiempo toca a su fin para cada persona. Entonces se nos llama a dar cuenta de nuestra vida.

En lugar de optar por una interpretación en desmedro de la otra, yo creo que las dos se aplican. Jesús tenía fuertes convicciones sobre lo que ocurriría a Jerusalén, como se evidencia en Su lamento:

¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas y apedreas a los que te son enviados! ¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos, como la gallina a sus polluelos debajo de sus alas, pero no quisiste![11]

Tal como lo expresa esta parábola, el árbol no estaba produciendo fruto y merecía ser arrancado de raíz. No obstante, gracias a la misericordia y amor de Dios, se le concedió más tiempo para que rindiera fruto.

Nos viene bien a nosotros los cristianos entender que cada día es un don de la misericordia de Dios; al mismo tiempo, cada día es una oportunidad de llevar a otros a conocerlo a Él. Como personas que aspiramos a amar al Señor, también podemos aplicar esta parábola a nuestra vida reconociendo que en algún punto desconocido del tiempo exhalaremos nuestro último aliento y que cada día que vivimos es un favor del Señor. Vivimos por Su gracia y por tanto debemos procurar hacerlo conforme a Su Palabra, poniendo para ello todo lo que está dentro de nuestras posibilidades. Naturalmente que nos quedaremos cortos, y cuando así sea, debemos pedirle que nos otorgue Su perdón y arrepentirnos de nuestros pecados, orando como Él nos enseñó: Perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden[12].


La higuera estéril, Lucas 13:1-9

1 En aquella misma ocasión, algunos estaban allí contándole de ciertos galileos cuya sangre Pilato había mezclado con la sangre de sus sacrificios.

2 Respondiendo Jesús, les dijo: «¿Piensan que estos galileos, porque padecieron estas cosas, habrán sido más pecadores que todos los galileos?

3 Les digo que no; más bien, si ustedes no se arrepienten, todos perecerán igualmente.

4 O aquellos dieciocho sobre los cuales cayó la torre de Siloé y los mató, ¿piensan que ellos habrán sido más culpables que todos los hombres que viven en Jerusalén?

5 Les digo que no; más bien, si ustedes no se arrepienten, todos perecerán de la misma manera».

6 Entonces dijo esta parábola: «Cierto hombre tenía una higuera plantada en su viña, y fue a buscar fruto en ella y no lo halló.

7 Entonces le dijo al viñador: “He aquí, ya son tres años que vengo buscando fruto en esta higuera y no lo hallo. Por tanto, córtala. ¿Por qué ha de inutilizar también la tierra?”

8 Entonces él le respondió diciendo: “Señor, déjala aún este año hasta que yo cave alrededor de ella y la abone.

9 Si da fruto en el futuro, bien; y si no, la cortarás”».


Nota

A menos que se indique otra cosa, todos los versículos de la Biblia proceden de la versión Reina-Valera, revisión de 1995, © Sociedades Bíblicas Unidas, 1995. Utilizados con permiso.


[1] Lucas 13:1–5 (RVA-2015).

[2] Lucas 13:6–9 (RVA-2015).

[3] Miqueas 4:3,4 (RVA-2015).

[4] Zacarías 3:10 (RVA-2015).

[5] 1 Reyes 4:25.

[6] Oseas 9:10.

[7] Joel 1:6,7 (NVI).

[8] Levítico 19:23–25 (NBLH).

[9] Lucas 3:9.

[10] Romanos 2:4.

[11] Lucas 13:34.

[12] Mateo 6:12; Lucas 11:4; Marcos 11:25.