Jesús, Su vida y mensaje: Milagros (11ª parte)

junio 20, 2017

Enviado por Peter Amsterdam

Expulsiones de demonios (1ª parte)

[Jesus—His Life and Message: Miracles (Part 11). Casting Out Demons (Part 1)]

Los Evangelios cuentan los milagros que realizó Jesús, los cuales dan testimonio de Su poder y autoridad. Una clase de milagros que obró y que demuestran tanto Su autoridad como Su amor y compasión son Sus expulsiones de demonios para liberar a quienes estaban poseídos por ellos.

El Espíritu del Señor está sobre Mí, por cuanto […] me ha enviado […] a pregonar libertad a los cautivos […], a poner en libertad a los oprimidos[1].

En las Escrituras está claro que Jesús fue conocido, entre otras cosas, como un exorcista. Antes de pasar a los relatos de los Evangelios en que Jesús expulsa demonios, quizá convenga que veamos lo que dicen las Escrituras sobre los demonios.

Por supuesto, mucha gente en el mundo de hoy no cree en los demonios, y menos en la posesión demoniaca. Sin embargo, quienes viven en regiones en las que el ocultismo es común y corriente, así como los misioneros que predican el evangelio en tales lugares, se encuentran de vez en cuando con casos de posesión demoniaca y saben que es una realidad. En los Evangelios está claro que Jesús creía que las personas podían estar controladas por demonios, que ese control que ejercían se ponía de manifiesto en el comportamiento de las víctimas y que Jesús tenía poder para expulsarlos. Los Evangelios narran casos concretos en que Jesús echó demonios de personas[2] y también contienen alusiones generales al hecho de que lo hacía, como estas:

Predicaba en las sinagogas de ellos en toda Galilea, y echaba fuera los demonios[3].

Al caer la noche le llevaron muchos endemoniados, y con la palabra echó fuera a los demonios y sanó a todos los enfermos[4].

Se difundió Su fama por toda Siria, y le trajeron todos los que tenían dolencias, los afligidos por diversas enfermedades y tormentos, los endemoniados, lunáticos y paralíticos, y los sanó[5].

Algunos teólogos cristianos modernos han escrito que las enseñanzas de la Biblia sobre los demonios y su intervención en la vida humana son simples supersticiones. No obstante, el Nuevo Testamento menciona repetidamente la existencia de demonios, y Jesús enseñó que los demonios existen y que causan diversos trastornos físicos y mentales. Creer que los demonios existen y pueden afectar a las personas no es lo mismo que creer que todas o siquiera la mayoría de las enfermedades mentales o físicas son causadas por demonios. Vivimos en un mundo imperfecto, en el que las enfermedades, el deterioro y la muerte son aspectos de la vida, sin que tengan ninguna relación con los demonios. A lo largo de la Biblia se entiende que las dolencias —tanto físicas como sicológicas o espirituales— pueden estar originadas por factores naturales, por los efectos de nuestro carácter pecaminoso o por fuerzas demoniacas.

Grados de influencia demoniaca

El Nuevo Testamento menciona que los demonios influyen en ciertas personas:

El Espíritu dice claramente que, en los últimos tiempos, algunos apostatarán de la fe, escuchando a espíritus engañadores y a doctrinas de demonios[6].

Si nuestro evangelio está encubierto, lo está para los que se pierden. El dios de este mundo ha cegado la mente de estos incrédulos, para que no vean la luz del glorioso evangelio de Cristo, el cual es la imagen de Dios[7].

No tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este mundo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes[8].

Según H. A. Virkler, autor de un capítulo sobre la influencia de los demonios incluido en un libro de sicopatología, es posible deducir, a partir de las Escrituras, que existen diferentes grados de influencia demoniaca[9]. El primero es el de no intervención. Las Escrituras dejan bien claro que podemos tener la tentación de pecar sin que haya ninguna influencia demoniaca.

De dentro, del corazón de los hombres, salen los malos pensamientos, los adulterios, las fornicaciones, los homicidios, los hurtos, las avaricias, las maldades, el engaño, la lujuria, la envidia, la calumnia, el orgullo y la insensatez. Todas estas maldades salen de dentro y contaminan al hombre[10].

Cada uno es tentado, cuando de su propia pasión es atraído y seducido. Entonces la pasión, después que ha concebido, da a luz el pecado; y el pecado, siendo consumado, da a luz la muerte[11].

Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá?[12]

Escogemos pecar por causa de nuestros deseos pecaminosos. Además, a veces pecamos cuando un deseo natural —de algo bueno o aceptable en moderación o dentro de ciertos límites fijados por Dios— se convierte en malo al satisfacerlo en exceso. También podemos pecar si permitimos que la manera de pensar del mundo nos conduzca al pecado.

El segundo grado es el de tentación demoniaca. Consta que Satanás tentó a Jesús en el desierto[13]. También incitó al rey David a hacer un censo de Israel que desagradó a Dios.

Se levantó Satanás contra Israel e incitó a David a que hiciera censo del pueblo. […] Esto desagradó a Dios, el cual castigó a Israel. Entonces dijo David a Dios: «He pecado gravemente al hacer esto; te ruego que quites la maldad de Tu siervo, pues he actuado muy locamente»[14].

Dice también que Satanás tentó a Ananías:

Pedro le dijo: «Ananías, ¿por qué llenó Satanás tu corazón para que mintieras al Espíritu Santo y sustrajeras del producto de la venta de la heredad?»[15]

Se considera que el tercer grado es el de opresión demoniaca. La opresión puede entenderse como un nivel más intenso de intervención demoniaca. A veces se describe como influencia, sujeción u obsesión demoniaca. Se cree que en esos casos los demonios ejercen una influencia considerable en la vida de la persona sin que llegue a haber verdadera posesión. El papel de los demonios en esa situación consiste en intensificar las tentaciones. Hay opresión cuando una persona está continuamente asediada y acosada por los poderes de las tinieblas. A continuación, algunos pasajes de las Escrituras que aluden a esa clase de influencia demoniaca:

El dios de este mundo ha cegado la mente de estos incrédulos, para que no vean la luz del glorioso evangelio de Cristo, el cual es la imagen de Dios[16].

Esa forma de sujeción se observa también en el caso de una mujer a la que Jesús liberó de un espíritu que la había incapacitado durante dieciocho años. Él dijo:

A esta hija de Abraham, que Satanás había atado dieciocho años, ¿no se le debía desatar de esta ligadura en sábado?[17]

El cuarto grado es el de posesión demoniaca. En algunos casos —aunque no en todos— en que Jesús expulsó un demonio de una persona, se menciona que esta presentaba ciertos síntomas: una fuerza extraordinaria[18], convulsiones con las que se hacía daño, acompañadas de otros síntomas como echar espumarajos o rechinar los dientes[19], o declaraciones que daban a entender que tenían conocimientos sobrenaturales[20]. En algunos casos da la impresión de que las personas estaban continuamente poseídas, mientras que en otros parece que el demonio iba y venía. En los Evangelios hay ocho pasajes en los que Jesús echa un demonio de una persona en particular[21] y otros siete que mencionan que expulsó demonios en general[22].

El Diablo y sus demonios[23]

A lo largo del Nuevo Testamento se alude al Diablo, considerado el mayor de todos los demonios, el príncipe de los espíritus malignos, el adversario de Dios y de Jesús. La palabra griega empleada en el Nuevo Testamento para referirse al Diablo, diábolos, aparece 37 veces en 35 versículos. En muchos de esos casos es el propio Jesús quien la usa. Veamos algunos ejemplos:

El enemigo que la sembró es el diablo; la siega es el fin del mundo, y los segadores son los ángeles[24].

Dirá también a los de la izquierda: «Apartaos de Mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles»[25].

Vosotros sois de vuestro padre el diablo, y los deseos de vuestro padre queréis hacer. Él ha sido homicida desde el principio y no ha permanecido en la verdad, porque no hay verdad en él. Cuando habla mentira, de suyo habla, pues es mentiroso y padre de mentira[26].

Cuando Jesús fue tentado en el desierto, se enfrentó a Satanás en persona:

Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto para ser tentado por el diablo[27].

En los Evangelios, la palabra griega satanas, traducida como Satanás, se usa como sinónimo de Diablo[28]. También se emplea Beelzebú/Beelzebub:

Los fariseos, al oírlo, decían: «Este no echa fuera los demonios sino por Beelzebú, príncipe de los demonios»[29].

Se utilizan asimismo otras expresiones griegas como títulos del Diablo: ho ponēros, que significa «el malo»[30], así como «el tentador»[31], «el príncipe de los demonios»[32], «el enemigo»[33] y el «príncipe de este mundo»[34].

En el Nuevo Testamento se utilizan dos palabras griegas para referirse a los demonios, los correligionarios de Satanás. La primera es daimónion, con la que se denomina a los espíritus malignos o mensajeros y ministros del Diablo. Aparece 60 veces en 52 versículos. Por ejemplo:

Estaba en la sinagoga un hombre que tenía un espíritu de demonio impuro, el cual exclamó a gran voz[35].

María, que se llamaba Magdalena, de la que habían salido siete demonios[36].

La segunda palabra griega es daimōn, que aparece cinco veces en cinco versículos, entre ellos:

Jesús le ordenaba al espíritu impuro que saliera del hombre, pues hacía mucho tiempo que se había apoderado de él; y lo ataban con cadenas y grillos, pero, rompiendo las cadenas, era impelido por el demonio a los desiertos[37].

Son espíritus de demonios, que hacen señales y van a los reyes de la tierra en todo el mundo para reunirlos para la batalla de aquel gran día del Dios Todopoderoso[38].

Para referirse a un demonio se emplea con frecuencia la palabra espíritu acompañada de un calificativo, como «espíritu malo»[39], «espíritu impuro»[40], «espíritu de enfermedad»[41] o «espíritu mudo y sordo»[42]. Por lo visto existe un número enorme de demonios, ya que el libro del Apocalipsis da a entender que un tercio de los ángeles se descarriaron por culpa de Satanás[43]. En Efesios[44] se expresa el concepto de que existe una jerarquía entre los demonios: hay «principados», «potestades», «gobernadores de las tinieblas de este mundo», «huestes espirituales de maldad en las regiones celestes». Los demonios son seres creados; son personas, son inmortales y son incapaces de reconciliarse con Dios. Si se los compara con los seres humanos, tienen mucho poder; pero es poca cosa comparado con el de Dios.

Expulsión de demonios

El Nuevo Testamento refiere que Jesús concedió a Sus discípulos poder para echar fuera demonios:

Designó entonces a doce para que estuvieran con Él, para enviarlos a predicar y que tuvieran autoridad para sanar enfermedades y para echar fuera demonios[45].

Saliendo, predicaban que los hombres se arrepintieran. Y echaban fuera muchos demonios, ungían con aceite a muchos enfermos y los sanaban[46].

Los Hechos de los Apóstoles contienen pasajes detallados en los que Pedro, Felipe y Pablo expulsan demonios[47].

Jesús y Sus discípulos no fueron los únicos exorcistas que hubo en Israel en aquel tiempo. Cuando los fariseos lo acusaron de expulsar demonios por el poder del Diablo, Jesús les respondió: «Si Yo echo fuera los demonios por Beelzebú, ¿por quién los echan vuestros hijos?»[48]. El éxito de Jesús y Sus discípulos echando fuera demonios hizo que otros emplearan también el nombre de Jesús en sus rituales.

Juan le respondió diciendo: «Maestro, hemos visto a uno que en Tu nombre echaba fuera demonios, pero él no nos sigue, y se lo prohibimos porque no nos seguía»[49].

Algunos de los judíos, exorcistas ambulantes, intentaron invocar el nombre del Señor Jesús sobre los que tenían espíritus malos, diciendo: «¡Os conjuro por Jesús, el que predica Pablo!» Había siete hijos de un tal Esceva, judío, jefe de los sacerdotes, que hacían esto[50].

Las Escrituras enseñan claramente que el Diablo y los demonios existen y que pueden tentar a pecar a las personas, oprimirlas y, en algunos casos, poseerlas. Si bien hoy en día mucha gente no cree que exista el Diablo ni que la posesión demoniaca sea posible, hay numerosos casos documentados de exorcismos, sobre todo en regiones del mundo en las que la población practica el ocultismo, como África, Brasil, etc. También hay casos de posesión en la sociedad occidental. Craig Keener, autor de Miracles, aborda este tema:

Las noticias de personas poseídas por espíritus han sido menos frecuentes en la mayoría de los ambientes dominantes de la sociedad occidental; pero no tanto como para no dar lugar a ningún comentario. Tenemos desde rumores populares hasta declaraciones públicas de un reducido número de siquiatras dispuestos a desafiar los convencionalismos del pensamiento intelectual moderno de Occidente, así que aun en el mundo occidental hay quienes reportan no solo casos de posesión, sino también de expulsiones exitosas de espíritus. […] Otro siquiatra advierte sobre el peligro de considerar que la mayoría de los problemas emocionales son demoniacos, aunque señala que ha visto algunos casos clarísimos de posesión por auténticos espíritus incluso en su propio consultorio siquiátrico. Otro más indica que el 70 por ciento de su labor consiste en tratar casos sicosomáticos, y que en el 4 por ciento de los casos que ha tratado ha tenido que realizar exorcismos. Menciona aproximadamente 280 casos que requirieron exorcismo, particularmente como consecuencia de haber practicado el ocultismo el paciente o su familia[51].

La Iglesia católica cree desde hace mucho tiempo en la expulsión de demonios y tiene sacerdotes designados como exorcistas.

Como veremos en los relatos del Evangelio que estudiaremos en los próximos artículos, Jesús tenía autoridad sobre el Diablo y sus demonios, y mediante esa autoridad liberó a los oprimidos por Satanás.

(Continuaremos con este tema en Expulsiones de demonios, 2ª parte.)


Nota

A menos que se indique otra cosa, todos los versículos de la Biblia proceden de la versión Reina-Valera, revisión de 1995, © Sociedades Bíblicas Unidas, 1995. Utilizados con permiso.


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[1] Lucas 4:18.

[2] Mateo 9:33, 17:18, 15:22–28; Lucas 4:33–36, 8:29–34.

[3] Marcos 1:39.

[4] Mateo 8:16.

[5] Mateo 4:24.

[6] 1 Timoteo 4:1.

[7] 2 Corintios 4:3,4 (NVI).

[8] Efesios 6:12.

[9] Los párrafos sobre los cuatro grados de influencia demoniaca son una versión condensada del capítulo Demonic Influence, Sin, and Psychopathology, de H. A. Virkler, incluido en Baker Encyclopedia of Psychology & Counseling (2ª ed.), de D. G. Benner y P. C. Hill (eds.), (Grand Rapids, EE. UU.: Baker Books, 1999), 326–328.

[10] Marcos 7:21–23.

[11] Santiago 1:14,15.

[12] Jeremías 17:9.

[13] Mateo 4:1–11.

[14] 1 Crónicas 21;1,7,8.

[15] Hechos 5:3.

[16] 2 Corintios 4:4 (NVI).

[17] Lucas 13:16.

[18] Hacía mucho tiempo que se había apoderado de él; y lo ataban con cadenas y grillos, pero, rompiendo las cadenas, era impelido por el demonio a los desiertos (Lucas 8:29).

Respondiendo el espíritu malo, dijo: «A Jesús conozco y sé quién es Pablo, pero vosotros, ¿quiénes sois?» El hombre en quien estaba el espíritu malo, saltando sobre ellos y dominándolos, pudo más que ellos (Hechos 19:15,16).

[19] Respondiendo uno de la multitud, dijo: «Maestro, traje a Ti mi hijo, que tiene un espíritu mudo, el cual, dondequiera que lo toma, lo sacude; echa espumarajos, cruje los dientes y se va secando. Dije a Tus discípulos que lo echaran fuera, pero no pudieron» (Marcos 9:17,18).

[20] Estaba en la sinagoga un hombre que tenía un espíritu de demonio impuro, el cual exclamó a gran voz, diciendo: «¡Déjanos! ¿Qué tienes con nosotros, Jesús nazareno? ¿Has venido para destruirnos? Yo sé quién eres: el Santo de Dios» (Lucas 4:33,34).

[21] Mateo 15:22–28, 17:14–18; Marcos 7:26–30, 9:17–27; Lucas 4:33–36, 8:27–39, 9:38–42, 11:14.

[22] Mateo 4:24, 8:16; Marcos 1:32–34, 39, 16:9; Lucas 4:40,41, 8:2.

[23] Esta sección es un resumen del capítulo «Demon, Demon Possession», de W. A. Elwell y B. J. Beitzel, incluido en el libro Baker Encyclopedia of the Bible (Vol. 1). (Grand Rapids, EE. UU.: Baker Book House, 1988), 610–612.

[24] Mateo 13:39.

[25] Mateo 25:41.

[26] Juan 8:44.

[27] Mateo 4:1.

[28] Mateo 4:1 dice: «Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto para ser tentado por el diablo». Describiendo el mismo episodio, Marcos 1:13 dice Satanás en vez de el diablo: «Estuvo allí en el desierto cuarenta días. Era tentado por Satanás».

[29] Mateo 12:24.

[30] Mateo 13:19,38; Juan 17:15; Efesios 6:16; 2 Tesalonicenses 3:3; 1 Juan 2:13,14, 3:12, 5:18,19.

[31] Mateo 4:3.

[32] Mateo 9:34, 12:24.

[33] Mateo 13:39.

[34] Juan 16:11.

[35] Lucas 4:33.

[36] Lucas 8:2.

[37] Lucas 8:29.

[38] Apocalipsis 16:14.

[39] Hechos 19:12,13.

[40] Mateo 10:1; Marcos 1:23, 26; Hechos 5:16

[41] Lucas 13:11.

[42] Marcos 9:25.

[43] Apocalipsis 12:4.

[44] Efesios 6:12.

[45] Marcos 3:13,14.

[46] Marcos 6:12,13.

[47] Hechos 5:16, 8:6,7, 16:16–18.

[48] Mateo 12:27.

[49] Marcos 9:38.

[50] Hechos 19:13,14.

[51] Craig S. Keener, Miracles tomo 2 (Grand Rapids: Baker Academic, 2011), 838–39.