Jesús, Su vida y mensaje: Milagros (7ª parte)
abril 25, 2017
Enviado por Peter Amsterdam
Jesús, Su vida y mensaje: Milagros (7ª parte)
Milagros sobre la naturaleza (1ª parte)
[Jesus—His Life and Message: Miracles (Part 7). Nature Miracles (Part 1)]
Los Evangelios narran muchos milagros de Jesús, incluidas numerosas curaciones, expulsiones de demonios y hasta resurrecciones de muertos. También relatan milagros de Jesús que invalidaron las leyes de la naturaleza, los cuales los comentaristas suelen denominar milagros sobre la naturaleza.
A lo largo del Antiguo Testamento encontramos pasajes en que Dios hace que ocurran fenómenos que no corresponden al funcionamiento normal de la naturaleza: las plagas de Egipto[1], la separación del mar Rojo[2], el envío de codornices[3], el agua que brotó de la roca[4], el fuego que envió el Señor[5], la vara de Aarón que reverdeció y dio almendras[6], y otros[7]. Los Evangelios cuentan que Jesús también realizó milagros sobre la naturaleza, como caminar sobre el agua[8], calmar una tempestad[9], alimentar a 5.000 personas con apenas unos cuantos panes y un par de peces[10], convertir el agua en vino[11] y hacer que se produjeran unas pescas tremendas[12]. Los siguientes artículos se centrarán en los milagros que realizó sobre la naturaleza.
De la misma manera que los milagros del Antiguo Testamento confirmaron que Dios había conferido poder y autoridad a quienes había ungido como líderes y profetas, los milagros de Jesús en el Nuevo Testamento pusieron de manifiesto que en Él obraba el poder divino. Sus curaciones y exorcismos demostraron que tenía poder sobre las enfermedades y fuerzas espirituales, mientras que los milagros sobre la naturaleza evidenciaron Su autoridad sobre las cosas naturales.
El Evangelio de Lucas narra un milagro sobre la naturaleza que ocurrió en una fase bastante temprana de Su ministerio y que tuvo un tremendo impacto en algunos de los que pronto serían Sus discípulos. Aunque estos versículos se centran mayormente en Pedro, estaban asimismo presentes Jacobo y Juan; y al ver este milagro, también ellos tomaron la decisión radical de dejar su actividad pesquera y seguir a Jesús.
El pasaje comienza así:
Aconteció que estando Jesús junto al Lago de Genesaret, el gentío se agolpaba sobre Él para oír la palabra de Dios. Vio dos barcas que estaban cerca de la orilla del lago; los pescadores habían descendido de ellas y lavaban sus redes. Entró en una de aquellas barcas, la cual era de Simón y le rogó que la apartara de tierra un poco. Luego, sentándose, enseñaba desde la barca a la multitud[13].
El lago de Genesaret se conocía también como el mar de Galilea[14], el mar de Tiberias[15] y, en el Antiguo Testamento, el mar de Cineret[16]. Ese cuerpo de agua tiene mucho más de lago que de mar. Su circunferencia es de aproximadamente 53 km, y tiene 21 km de largo y 13 de ancho. Para apartarse del gentío que se agolpaba a Su alrededor, Jesús se montó a una barca y le pidió al dueño que lo alejara de la costa, para poder enseñar sin que la gente lo aplastara. Los pescadores ya habían terminado de pescar —probablemente habían salido de noche, que era cuando se solía pescar en aguas profundas—, y sus barcas debían de estar amarradas a la costa o subidas a la playa. Los pescadores habían retirado sus redes de las barcas y las estaban lavando.
Al terminar de enseñar, Jesús dirigió Su atención hacia Simón, cuya barca había tomado prestada. Simón era su nombre de pila, pero más tarde Jesús se lo cambió por Cefas (que en griego es Pedro). En el Nuevo Testamento se lo llama Simón, Pedro, Simón Pedro o Cefas.
Cuando terminó de hablar, dijo a Simón: «Boga mar adentro, y echad vuestras redes para pescar». Respondiendo Simón, le dijo: «Maestro, toda la noche hemos estado trabajando y nada hemos pescado; pero en Tu palabra echaré la red»[17].
Pedro y su hermano Andrés eran pescadores de profesión, y compañeros de Jacobo y Juan. Pedro llamó «maestro» a Jesús, título que se usaba para dirigirse a una persona de alta categoría. Al llamarlo «maestro», Pedro demostró reconocer la autoridad de Jesús, por mucho que él estuviera a cargo de la barca. (En ese punto de los Evangelios, Pedro todavía no era discípulo.) Cuando dijo que juntamente con sus socios había estado toda la noche trabajando y no habían pescado nada, el término griego traducido como trabajar significa «agotarse a raíz de un trabajo que requiere tedioso esfuerzo». Por el comentario de Pedro se infiere que este incidente ocurrió durante el día, probablemente por la mañana, poco después de haber estado los pescadores trabajando toda la noche. Pedro sabía que para pescar en aguas profundas lo mejor era salir de noche, utilizando una red para aguas profundas (distinta de las atarrayas que se usaban para pescar de día desde la costa); pero a pesar de saberlo y a pesar de estar exhausto tras una noche infructuosa de pesca, accedió a salir de día, siguiendo las indicaciones de Jesús. Pedro y sus compañeros metieron las redes en las barcas y remaron hacia el interior del lago. Una vez que llegaron a un lugar preciso —presumiblemente donde Jesús les había dicho—, echaron las redes.
Cuando lo hicieron, recogieron tal cantidad de peces que su red se rompía. Entonces hicieron señas a los compañeros que estaban en la otra barca para que acudieran a ayudarlos. Ellos vinieron y llenaron ambas barcas, de tal manera que se hundían. Viendo esto Simón Pedro, cayó de rodillas ante Jesús, diciendo: «Apártate de mí, Señor, porque soy hombre pecador». Por la pesca que habían hecho, el temor se había apoderado de él y de todos los que estaban con él, y asimismo de Jacobo y Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón[18].
Aunque había otros en la barca, este pasaje se centra en Pedro. Al ver el volumen que habían pescado, que las redes, llenísimas, estaban comenzando a deshacerse y que las dos barcas estaban a punto de hundirse a causa de todo el peso, cayó de rodillas ante Jesús. Ese era un gesto de humildad que hacía la gente de aquel tiempo ante alguien a quien consideraba superior. A estas alturas del Evangelio, Pedro todavía no entendía plenamente quién era Jesús; pero al arrodillarse ante Él reconoció Su autoridad y que era un agente de Dios, que actuaba en nombre de Dios.
Los discípulos tardaron un tiempo en entender a cabalidad quién era Jesús. Tres capítulos más adelante en el Evangelio de Lucas, después que Jesús calmó el viento y la tempestad, dice que los discípulos se preguntaron unos a otros: «¿Quién es este, que aun a los vientos y a las aguas manda, y lo obedecen?»[19] Y fue bastante más tarde cuando Jesús le preguntó a Pedro: «¿Vosotros, quién decís que soy?», y este le respondió: «El Cristo de Dios»[20].
En este momento, al principio de su relación, aunque Pedro todavía no tenía una idea general clara, reconoció que Jesús estaba íntimamente conectado con Dios y que Dios obraba por intermedio de Él. Y al darse cuenta de eso, le dijo: «Apártate de mí, Señor, porque soy hombre pecador». Entendiendo la tremenda diferencia que había entre él, un pecador, y Jesús, que hacía las obras de Dios —diferencia evidenciada por el poder con que Jesús había hecho que se produjera aquella pesca milagrosa—, Pedro se sintió indigno de estar en presencia de Jesús. Reconoció la grandeza y santidad de Jesús. Llamarlo «señor» en esta parte del Evangelio no es lo mismo que cuando lo llamó «señor» después de Su resurrección. A estas alturas, utilizar la palabra señor no constituía un reconocimiento de la divinidad de Cristo, sino de Su autoridad y de que Dios obraba a través de Él.
Aunque es posible que Pedro no comprendiera plenamente quién era Jesús, su respuesta fue un buen primer paso. Se humilló y honró al Señor. Al ver las redes rebosantes de peces, reconoció la bondad de Dios. Tal como escribió más tarde el apóstol Pablo:
La bondad de Dios es para guiarte a que te arrepientas[21].
El escritor Darrel Bock lo expresa de la siguiente manera:
La gracia en acción. Pedro el indigno y sus compañeros reciben y observan los favores que les concede un Dios bondadoso por medio de Su agente. Se sienten abrumados. Por consiguiente, el asombro aquí está centrado ante todo en la visita del Dios santo, muy similar al asombro de Elisabet en Lucas 1:43. Dios, obrando por intermedio de Jesús, destila santidad y extraordinario conocimiento. En segundo lugar, el asombro está estimulado por el reconocimiento de que Dios es tan bueno que les concede una pesca abundante. En tercer lugar, la pesca también pone de manifiesto la grandeza y el poder de Jesús. Jesús es el agente de la beneficencia divina[22].
Pedro no fue el único que se asombró ante una pesca tan abundante:
Es que él y todos sus compañeros estaban asombrados ante la pesca que habían hecho, como también lo estaban Jacobo y Juan, hijos de Zebedeo, que eran socios de Simón[23].
La palabra traducida como «asombrados» denota admiración combinada con temor. Considerando que semejante pesca no tenía explicación racional, es comprensible que se sintieran así. Jesús se dirigió a Pedro —y, por extensión, también a los demás— y le dijo: «No temas»[24]. Lo mismo le dijo a él y a otros en varias ocasiones a lo largo de los Evangelios.
No temáis, manada pequeña, porque a vuestro Padre le ha placido daros el Reino[25].
No temáis, pues; más valéis vosotros que muchos pajarillos[26].
No temas; cree solamente y será salva[27].
A continuación le dijo a Pedro, que era el representante también de los demás:
Desde ahora serás pescador de hombres[28].
Pedro y los demás ya no se dedicarán a pescar peces para venderlos en el mercado, sino a pescar personas para conducirlas al reino de Dios. Esos pescadores, «desde ahora», van a romper completamente con su pasado. A partir de ese momento van a ser «pescadores de hombres». La frase de Jesús puede entenderse por una parte como una predicción de que van a lograr eso y por otra como una afirmación de que será un trabajo permanente que tendrán. De la misma manera que han trabajado para capturar peces, desde ese día van a trabajar captando personas para Él.
Trajeron a tierra las barcas y, dejándolo todo, lo siguieron[29].
Después de lo que probablemente había sido la mayor pesca de su vida —desde luego la más excepcional—, aquellos hombres lo dejaron todo atrás para seguir a Jesús en su nueva profesión de pescadores de hombres. Abandonaron sus barcas y su negocio y se comprometieron de por vida a seguir a Jesús.
En este caso vemos que Jesús, sobrenaturalmente, dispuso que los peces estuvieran en un punto preciso del lago o supo dónde iban a estar. En cualquier caso, fue capaz de dirigir a Pedro y a sus compañeros al lugar exacto donde iban a pescar suficientes peces para llenar las dos barcas, un acto que asombró a aquellos pescadores profesionales y los motivó a dejarlo todo para seguirlo.
Jesús, al hacer ese milagro, demostró Su poder sobre la naturaleza, al igual que cuando realizó otros milagros del mismo tipo que estudiaremos en futuros artículos. Esos actos reflejaron el poder creativo de Su Padre. Fueron señales de que Dios obraba por medio de Él, y a la vez manifestaciones del amor de Dios y de los cuidados que nos prodiga. Esos milagros ayudaron a los primeros seguidores de Jesús a entender mejor quién era Él; y aun hoy nos recuerdan que Dios, por la muerte y resurrección de Jesús, no solo nos ha concedido gratuitamente la vida eterna, sino que puede actuar en nuestra vida, cosa que, en efecto, hace.
(Continuará en Milagros sobre la naturaleza, 2ª parte.)
Nota
A menos que se indique otra cosa, todos los versículos de la Biblia proceden de la versión Reina-Valera, revisión de 1995, © Sociedades Bíblicas Unidas, 1995. Utilizados con permiso.
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[1] Éxodo 4:2,3; 7:20; 8:6, 24; 10:13.
[2] Éxodo 14:21.
[3] Éxodo 16:11–15.
[4] Éxodo 17:6.
[5] Levítico 9:24.
[6] Números 17:8.
[7] Josué 3:14–16; 10:13; 1 Reyes 17:14; 2 Reyes 2:8–22; 6:5–7.
[8] Mateo 14:23–32; Marcos 6:47–51; Juan 6:16–21.
[9] Mateo 8:23–27.
[10] Mateo 14:13–23; Marcos 6:30–44; Lucas 9:10–17; Juan 6:1–15.
[11] Juan 2:1–11.
[12] Lucas 5:1–11; Juan 21:4–11.
[13] Lucas 5:1–3.
[14] Marcos 7:31, Mateo 15:29.
[15] Juan 21:1.
[16] Números 34:11.
[17] Lucas 5:4,5.
[18] Lucas 5:6–10.
[19] Lucas 8:25.
[20] Lucas 9:20.
[21] Romanos 2:4 (NTV).
[22] Bock, Luke 1:1–9:50, 458.
[23] Lucas 5:9,10 (NVI).
[24] Lucas 5:10.
[25] Lucas 12:32.
[26] Lucas 12:7.
[27] Lucas 8:50.
[28] Lucas 5:10.
[29] Lucas 5:11.