Jesús, Su vida y mensaje: Últimas apariciones de Jesús (2ª parte)

agosto 16, 2022

Enviado por Peter Amsterdam

[Jesus—His Life and Message: Final Appearances of Jesus (Part 2)]

El final largo de Marcos

El último capítulo del libro de Marcos (Marcos 16) cuenta que María Magdalena, María la madre de Jacobo, y Salomé llevaron especias al sepulcro de Jesús para ungirlo[1]. Al entrar en el sepulcro, vieron a un joven (un ángel) sentado a la derecha, vestido con una túnica blanca, y se alarmaron[2]. El ángel dijo a las mujeres: «“Id, decid a Sus discípulos y a Pedro que va delante de vosotros a Galilea. Allí le veréis, tal como os ha dicho”. Y ellas salieron y huyeron del sepulcro, porque el temor y el asombro se habían apoderado de ellas, y no dijeron nada a nadie, porque tenían miedo»[3].

En este punto (Marcos 16:8) termina el Evangelio de Marcos en algunas traducciones de la Biblia. Otras versiones, sin embargo, incluyen doce versículos más (Marcos 16:9–20). Esos versículos se conocen como el final largo. Cuando se incluyen en las Biblias actuales, suelen estar impresos en cursiva y entre corchetes para diferenciarlos de los primeros ocho versículos de este capítulo. Algunos de los primeros cristianos, como Justino Mártir (ca. 100–165), citaron el versículo Marcos 16:20 en sus escritos, al igual que otros escritores cristianos de los siglos I y II, por lo que hay motivos para aceptarlos como originales. Por otra parte, estos últimos doce versículos no figuran en algunos de los manuscritos griegos, latinos, siríacos, coptos y armenios más antiguos, por lo que también es posible que sean un añadido posterior.

Como algunos biblistas los incluyen en sus comentarios sobre el Evangelio de Marcos, y como el final largo está en la mayoría de las biblias, comentaremos aquí estos versículos.

Habiendo, pues, resucitado Jesús por la mañana, el primer día de la semana, apareció primeramente a María Magdalena, de quien había echado siete demonios. Yendo ella, lo hizo saber a los que habían estado con Él, los cuales estaban tristes y llorando. Ellos, cuando oyeron que vivía y que había sido visto por ella, no lo creyeron[4].

Dice que el domingo, primer día de la semana, Jesús se apareció a María Magdalena. Los evangelios de Lucas y Juan también cuentan que María Magdalena participó en el descubrimiento de que Jesús ya no estaba en el sepulcro, y que fue a decirles a los discípulos que Su cuerpo había desaparecido. En el Evangelio de Marcos, los discípulos, que estaban tristes, llorando por la muerte de Jesús, se negaron a creer que María Magdalena lo había visto y que estaba vivo. Su reacción es similar a la que se menciona en el Evangelio de Lucas: «A ellos les parecían locura las palabras de ellas, y no las creyeron»[5].

Pero después apareció en otra forma a dos de ellos que iban de camino al campo. Ellos fueron y lo hicieron saber a los otros; y ni aun a ellos les creyeron[6].

Esto es parecido a lo que cuenta el Evangelio de Lucas sobre dos discípulos que iban a pie a Emaús y se encontraron con Jesús en el camino, pero no lo reconocieron[7]. No se nos explica en qué otra forma se les apareció, ni si lo reconocieron inmediatamente. Al igual que los discípulos que se dirigían a Emaús, estos volvieron al lugar donde estaban los demás discípulos para decirles que habían visto a Jesús; pero no les creyeron.

Finalmente se apareció a los once mismos, estando ellos sentados a la mesa, y les reprochó su incredulidad y dureza de corazón, porque no habían creído a los que lo habían visto resucitado[8].

Cuando Jesús más tarde se apareció a los once mientras comían juntos, les reprochó sus dudas y su dureza de corazón. Cuesta imaginar que los once no creyeran que sus condiscípulos les decían la verdad; pero teniendo en cuenta todo lo que había sucedido —el arresto, la crucifixión, la sepultura y la resurrección de Jesús—, probablemente esos eran momentos difíciles y confusos para los discípulos.

Y les dijo: «Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura»[9].

Jesús dijo que encomendaba a Sus seguidores la misión de tomar Su mensaje, el evangelio, y darlo a conocer a todos, incluidos los gentiles. Las últimas palabras del Evangelio de Mateo expresan esas mismas instrucciones de una forma más detallada. «Id y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado. Y Yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo»[10]. Al decirles que predicaran el mensaje a toda criatura les dio a entender que Su mensaje debía llevarse más allá de Israel, más allá del judaísmo, que debía divulgarse en «todas las naciones». Los discípulos tenían la misión de comunicar el evangelio a todos, en todas partes.

El que crea y sea bautizado, será salvo; pero el que no crea, será condenado[11].

La fe y creencia en Jesús son clave para salvarse. Eso queda bien claro a lo largo de los evangelios. «El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que se niega a creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él»[12]. «El que en Él cree no es condenado; pero el que no cree ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios»[13].

Estas señales seguirán a los que creen: En Mi nombre echarán fuera demonios, hablarán nuevas lenguas, tomarán serpientes en las manos y, aunque beban cosa mortífera, no les hará daño; sobre los enfermos pondrán sus manos, y sanarán[14].

La promesa de las señales que acompañarán a los creyentes concuerda con lo que dice el libro de Juan: «De cierto, de cierto os digo: El que en Mí cree, las obras que Yo hago, él también las hará; y aún mayores hará, porque Yo voy al Padre»[15].

El libro de los Hechos habla del cumplimiento de las señales que Jesús dijo que acompañarían a los creyentes. «Por la mano de los apóstoles se hacían muchas señales y prodigios en el pueblo»[16]. Describe asimismo ocasiones en que los discípulos echaron fuera demonios y hablaron en lenguas, como cuando el apóstol Pablo expulsó un espíritu de una mujer.

Aconteció que mientras íbamos a la oración, nos salió al encuentro una muchacha que tenía espíritu de adivinación, la cual daba gran ganancia a sus amos, adivinando. Esta, siguiendo a Pablo y a nosotros, gritaba: «¡Estos hombres son siervos del Dios Altísimo! Ellos os anuncian el camino de salvación». Esto lo hizo por muchos días, hasta que, desagradando a Pablo, se volvió él y dijo al espíritu: «Te mando en el nombre de Jesucristo que salgas de ella». Y salió en aquella misma hora[17].

En cuanto a hablar en lenguas, el libro de los Hechos refiere que «cuando llegó el día de Pentecostés estaban todos unánimes juntos. De repente vino del cielo un estruendo como de un viento recio que soplaba, el cual llenó toda la casa donde estaban; y se les aparecieron lenguas repartidas, como de fuego, asentándose sobre cada uno de ellos. Todos fueron llenos del Espíritu Santo y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba que hablaran»[18].

Los dos últimos versículos del final largo del Evangelio de Marcos dicen:

Y el Señor, después que les habló, fue recibido arriba en el cielo y se sentó a la diestra de Dios. Ellos, saliendo, predicaron en todas partes, ayudándolos el Señor y confirmando la palabra con las señales que la acompañaban[19].

Este evangelio termina con la ascensión de Jesús al Cielo.

El final del Evangelio de Mateo

Los últimos cinco versículos del Evangelio de Mateo contienen el encargo de Jesús a Sus discípulos.

Los once discípulos fueron a Galilea, a la montaña que Jesús les había indicado. Cuando lo vieron, lo adoraron; pero algunos dudaban[20].

A diferencia de los otros evangelios, que narran las apariciones de Jesús en la región de Judea, el Evangelio de Mateo solo menciona Su aparición a las dos Marías en Judea, y luego se centra en Su presencia en la región de Galilea.

Unos versículos antes, Jesús había pedido a las mujeres: «Id, dad las nuevas a Mis hermanos, para que vayan a Galilea, y allí me verán»[21]. Aquí explica que Jesús había mandado a los discípulos que fueran a un monte concreto de Galilea. No tenemos forma de identificar esta montaña; pero los discípulos conocían bien Galilea y sabían a qué lugar se refería. Una vez en el monte, se les apareció Jesús resucitado.

Su reacción al ver a Jesús fue adorarlo. Era una reacción natural por parte de los discípulos, ya que veían vivo delante de ellos a quien había sido crucificado y sepultado. Había vencido a la muerte, así que adorarlo como su Señor resucitado era la reacción lógica. Sin embargo, el texto dice también que algunos dudaban, aunque no explica por qué dudaban o estaban indecisos. Cierto autor escribe:

Tal vez no estaban seguros de que la persona que veían fuera el que había sido crucificado. Tal vez no estaban seguros de que Jesús realmente hubiera resucitado. Tal vez se preguntaban si aquello era una visión y no una persona real. Tal vez no estaban seguros de que fuera realmente Jesús quien estaba ante ellos[22].

En el Evangelio de Lucas, los dos discípulos que fueron con Jesús a Emaús no sabían quién era.

Algunos autores afirman que quienes tenían dudas no eran de los once, sino que estaban presentes otros creyentes, quizás algunos de los 500 hermanos a los que se refiere el apóstol Pablo en 1 Corintios. «Después apareció a más de quinientos hermanos a la vez, de los cuales muchos viven aún y otros ya han muerto»[23]. En cualquier caso, dice que, aunque los discípulos lo adoraron cuando lo vieron, algunos tenían dudas.

Jesús se acercó y les habló diciendo: «Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra»[24].

Es probable que Jesús estuviera inicialmente a cierta distancia de los discípulos; pero luego se les acercó y comenzó a hablarles. Les explicó que las cosas habían cambiado sustancialmente. Tras haber resucitado, ya no era un «varón de dolores, experimentado en sufrimiento; […] azotado, como herido y afligido por Dios»[25]. Ahora se le había dado plena autoridad tanto en el Cielo como en la Tierra.

Por tanto, id y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado. Y Yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo[26].

Como a Jesús se le ha dado plena potestad, tiene autoridad para encargarles a los discípulos que vayan y hagan discípulos en todas partes. Esta instrucción es distinta de otra que les había dado antes en este evangelio, cuando les mandó: «Por camino de gentiles no vayáis, y en ciudad de samaritanos no entréis»[27]. Ahora debían ir a todas las naciones y divulgar en ellas Su mensaje.

Jesús mandó a los discípulos que bautizaran a los creyentes en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, o sea, el Dios trino, la Trinidad. A lo largo del Nuevo Testamento se alude a la Trinidad.

La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo sean con todos vosotros[28].

Id y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo[29].

Dios es el que nos mantiene firmes en Cristo, tanto a nosotros como a ustedes. Él nos ungió, nos selló como propiedad Suya y puso Su Espíritu en nuestro corazón como garantía de Sus promesas[30].

Hay un solo cuerpo y un solo Espíritu, tal como ustedes fueron llamados a una misma esperanza gloriosa para el futuro. Hay un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo, un solo Dios y Padre de todos, quien está sobre todos, en todos y vive por medio de todos[31].

Nosotros debemos dar siempre gracias a Dios respecto a vosotros, hermanos amados por el Señor, de que Dios os haya escogido desde el principio para salvación, mediante la santificación por el Espíritu y la fe en la verdad[32].

Respondiendo el ángel, le dijo: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por lo cual también el Santo Ser que va a nacer será llamado Hijo de Dios»[33].

Además de salir y hacer discípulos, los seguidores de Jesús debían enseñarles a guardar todas las cosas que Él les había mandado. Algunas traducciones de la Biblia dicen: «Enseñándoles a obedecer todo lo que les he mandado a ustedes»[34]. Los creyentes han sido llamados a enseñar y también a observar personalmente las enseñanzas de Jesús, a aplicarlas en su vida cotidiana. Vivir y difundir el mensaje del amor de Dios, de la muerte sacrificial de Jesús y Su don de vida eterna, es una misión que Él nos ha encargado a cada uno.

Si vivimos en amor y servicio a Dios, si nos esforzamos por difundir Su mensaje de amor y salvación, sentiremos alegría y paz al escuchar la promesa de Jesús:

Yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo[35].


Nota

A menos que se indique otra cosa, todos los versículos de la Biblia proceden de la versión Reina-Valera, revisión de 1995 © Sociedades Bíblicas Unidas, 1995. Utilizados con permiso.


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[1] V. Jesús, Su vida y mensaje: La resurrección (1ª parte)

[2] Marcos 16:5.

[3] Marcos 16:7,8.

[4] Marcos 16:9–11.

[5] Lucas 24:11.

[6] Marcos 16:12,13.

[7] V. Lucas 24:13–16. V. también Jesús, Su vida y mensaje: La resurrección (2ª parte)

[8] Marcos 16:14.

[9] Marcos 16:15.

[10] Mateo 28:19,20.

[11] Marcos 16:16.

[12] Juan 3:36.

[13] Juan 3:18.

[14] Marcos 16:17,18.

[15] Juan 14:12.

[16] Hechos 5:12.

[17] Hechos 16:16–18.

[18] Hechos 2:1–4.

[19] Marcos 16:19,20.

[20] Mateo 28:16,17 (NVI).

[21] Mateo 28:10.

[22] Morris, The Gospel According to Matthew, 745.

[23] 1 Corintios 15:6.

[24] Mateo 28:18.

[25] Isaías 53:3,4.

[26] Mateo 28:19,20.

[27] Mateo 10:5.

[28] 2 Corintios 13:14.

[29] Mateo 28:19.

[30] 2 Corintios 1:21,22 (NVI).

[31] Efesios 4:4–6 (NTV).

[32] 2 Tesalonicenses 2:13.

[33] Lucas 1:35.

[34] Mateo 28:20 (NVI).

[35] Mateo 28:20.