Más como Jesús: Amor

septiembre 4, 2018

Enviado por Peter Amsterdam

[More Like Jesus: Love]

En el libro de Juan leemos que Dios es amor[1] y que en esto se mostró el amor de Dios para con nosotros: en que Dios envió a Su Hijo unigénito al mundo para que vivamos por Él[2]. Si bien la frase Dios es amor no se encuentra en el Antiguo Testamento, a través de sus páginas leemos acerca del amor de Dios. El término hebreo que se emplea más comúnmente para expresar el amor de Dios en el Antiguo Testamento es chesed o hesed, que traducido significa amor inagotable (NTV), fiel amor (NVI) y misericordia (RV). De las 194 veces en que se usa la palabra, 171 veces alude al amor de Dios.

Cuando Dios se reveló a Moisés, se autocalificó:

El SEÑOR, es Dios misericordioso y compasivo, que no se enoja con facilidad, lleno de fiel amor y lealtad. Muestra Su fiel amor por mil generaciones[3].

Dos veces dentro de este versículo Dios se refiere a Sí mismo empleando la frase fiel amor, y cuando en hebreo antiguo se recurría a la repetición era para dar énfasis a lo expresado. A lo largo del Antiguo Testamento Dios se refiere a Su amor inagotable:

El Señor tu Dios es el Dios verdadero, el Dios fiel, que cumple Su pacto generación tras generación, y muestra Su fiel amor a quienes lo aman y obedecen Sus mandamientos[4].

Su amor inagotable hacia los que le temen es tan inmenso como la altura de los cielos sobre la tierra[5].

El amor del Señor es eterno y siempre está con los que le temen; Su justicia está con los hijos de sus hijos[6].

Desde el Génesis hasta Malaquías se caracteriza a Dios como el que ama fiel y eternamente. Además, el Nuevo Testamento declara sin rodeos que Dios es amor.

A lo largo del Nuevo Testamento se representa a Jesús como el amor que entraña Su Padre por la humanidad.

De tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a Su Hijo unigénito, para que todo aquel que en Él cree no se pierda, sino que tenga vida eterna[7].

El que no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es amor. En esto se mostró el amor de Dios para con nosotros: en que Dios envió a Su Hijo unigénito al mundo para que vivamos por Él. En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que Él nos amó a nosotros y envió a Su Hijo en propiciación por nuestros pecados[8].

Permanezcan en Mi amor. Si guardan Mis mandamientos, permanecerán en Mi amor, así como Yo he guardado los mandamientos de Mi Padre y permanezco en Su amor[9].

Jesús fue el amor de Dios materializado en la Tierra, y a quienes lo amamos y creemos en Él nos instruyó que siguiéramos Sus enseñanzas para que permaneciéramos en Su amor y lo reflejáramos a los demás. Para asistirnos en esta tarea envió al Espíritu Santo, a quien —declaró— el Padre enviará en Mi nombre. Los consolará y les enseñará todas las cosas, y les recordará todo lo que Yo les he dicho[10]. Uno de los frutos del Espíritu es el amor[11].

Conviene saber que hay varios vocablos traducidos a nuestro idioma con la palabra amor pero que en el original griego del Nuevo Testamento poseen diversos significados. Uno de esos términos griegos es éros, que expresa el sentimiento de estar enamorado y también es representativo del amor sexual; sin embargo, no se emplea en el Nuevo Testamento. Otro vocablo traducido como amor es phília, que se emplea para expresar cariño, un vínculo estrecho de amistad profunda, amor por los semejantes, compasión y amor fraternal. El tercer vocablo es storgē, el cual se asocia al amor y afecto que las personas tienen por miembros de su familia, particularmente el que los padres albergan por sus hijos.

El cuarto vocablo y el que se utiliza más comúnmente para expresar amor en el Nuevo Testamento es agápē. Tal como se lo emplea en la Escritura significa el amor de Dios. Por ejemplo, en la frase Dios es amor de 1 Juan 4:8, el vocablo original griego es agápē. Todo lo que hace Dios está impulsado por el amor y brota de Su amor. Agápē se refiere también al amor que abrigamos por Dios[12] y al que manifestamos a los demás como reflejo de Cristo:

Un mandamiento nuevo les doy: Que se amen unos a otros. Así como Yo los he amado, ámense también ustedes unos a otros[13].

Cuando leemos sobre el amor (agápē) en los Evangelios y Epístolas vemos un amor que opta por anteponer las necesidades ajenas a las propias, que acepta molestias e incomodidades, que padece voluntariamente por el bien de otra persona sin esperar por ello nada a cambio. Es un amor que demuestra buena voluntad, fidelidad, compromiso y entereza de carácter. Es el amor que manifestó Jesús y que lo llevó a ofrendar Su vida a fin de que viviéramos con Él eternamente.

Agápē es el amor abnegado que manifestó Jesús y que se nos insta a imitar.

Sean imitadores de Dios como hijos amados, y anden en amor, como Cristo también nos amó y se entregó a sí mismo por nosotros como ofrenda y sacrificio en olor fragante a Dios[14].

Es el amor que Jesús dijo que debiéramos brindarnos mutuamente los cristianos.

Un mandamiento nuevo les doy: Que se amen unos a otros. Así como Yo los he amado, ámense también ustedes unos a otros[15].

Es también el amor que deberíamos demostrar a los que nos persiguen.

Yo les digo: Amen a sus enemigos y oren por quienes los persiguen[16].

En las versiones antiguas agápē se solía traducir por caridad, lo que nos ayuda a entender que este amor es dadivoso y desinteresado. Hace por los demás las cosas que uno quiere que hagan por uno. El llamado a imitar el amor de Jesús es un requerimiento a amar no solo a las personas con las que tenemos una relación cercana y con las que nos sentimos cómodos, o a las que consideremos merecedoras de nuestro amor. Entraña amar a los que no creemos que se lo merecen; a los que piensan, creen y actúan en discrepancia con nosotros. Al fin y al cabo Jesús nos exhortó a amar a nuestros enemigos y a los que nos hacen algún mal o nos maltratan.

El apóstol Pablo llevó el amor (agápē) al terreno de lo práctico cuando en 1 Corintios 13 —llamado frecuentemente el capítulo del amor— definió lo que es, lo que hace y de qué manera se manifiesta. La mayoría de nosotros estamos familiarizados con este pasaje en las traducciones más antiguas de la Biblia. Por eso, para restarle algo de la familiaridad que quizá tengamos con él incluyo a continuación otras cuatro traducciones.

El amor tiene paciencia y es bondadoso. El amor no es celoso. El amor no es ostentoso, ni se hace arrogante. No es indecoroso, ni busca lo suyo propio. No se irrita, ni lleva cuentas del mal. No se goza de la injusticia, sino que se regocija con la verdad. Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta[17].

El amor es paciente, es bondadoso. El amor no es envidioso ni jactancioso ni orgulloso. No se comporta con rudeza, no es egoísta, no se enoja fácilmente, no guarda rencor. El amor no se deleita en la maldad, sino que se regocija con la verdad. Todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta[18].

El que ama tiene paciencia en todo, y siempre es amable. El que ama no es envidioso, ni se cree más que nadie. No es orgulloso. No es grosero ni egoísta. No se enoja por cualquier cosa. No se pasa la vida recordando lo malo que otros le han hecho. No aplaude a los malvados, sino a los que hablan con la verdad. El que ama es capaz de aguantarlo todo, de creerlo todo, de esperarlo todo, de soportarlo todo[19].

Tener amor es saber soportar; es ser bondadoso; es no tener envidia, ni ser presumido, ni orgulloso, ni grosero, ni egoísta; es no enojarse ni guardar rencor; es no alegrarse de las injusticias, sino de la verdad. Tener amor es sufrirlo todo, creerlo todo, esperarlo todo, soportarlo todo[20].

Esta lista que pone a prueba nuestra capacidad de amar es una buena piedra de toque para los que deseamos emular a Jesús, ya que Jesús encarnó ese sentimiento por medio de Su amor extravertido, sufrido, que se entrega a sí mismo y se minimiza a sí mismo[21].

Jesús instruyó a Sus discípulos a que se amaran unos a otros.

Este es Mi mandamiento: que se amen los unos a los otros, como Yo los he amado[22].

Este es Mi mandamiento: que se amen los unos a los otros[23].

Él puso ejemplos de la clase de amor a la que se refería y de cómo demostrar amor en nuestra vida cotidiana.

A cualquiera que te pida dale; y al que tome lo que es tuyo no se lo vuelvas a pedir. Y como quieren que hagan los hombres con ustedes, así también hagan ustedes con ellos[24].

Ustedes deben amar a sus enemigos, hacer el bien y dar prestado, sin esperar nada a cambio. Grande será entonces el galardón que recibirán, y serán hijos del Altísimo. Porque Él es benigno con los ingratos y con los malvados. Por lo tanto, sean compasivos, como también su Padre es compasivo. No juzguen, y no serán juzgados. No condenen, y no serán condenados. Perdonen, y serán perdonados. Den, y se les dará[25].

La primera epístola de Juan se hace eco de los mandamientos de Jesús centrándose en el amor.

Nosotros tenemos este mandamiento de Él: «El que ama a Dios, ame también a su hermano»[26].

En esto hemos conocido el amor, en que Él puso Su vida por nosotros; también nosotros debemos poner nuestras vidas por los hermanos[27].

Hijitos míos, no amemos de palabra ni de lengua, sino de hecho y en verdad[28].

Si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros y Su amor se ha perfeccionado en nosotros[29].

Tener y exhibir amor es vital cuando se pretende llevar una vida que refleje a Jesús. En cierto modo, todas las vías por las que intentamos ser más como Jesús están cimentadas en el amor. Al mirar los artículos de esta serie en retrospectiva nos damos cuenta de que el amor que abrigamos por el Señor y los demás constituye la base de los atributos que nos ayudan a adquirir una mayor semejanza con Cristo. Todas esas virtudes —la compasión, sinceridad, perdón, amabilidad, bondad, benignidad, paciencia, dominio propio, esperanza, humildad, gozo, paz, gratitud, santidad y fidelidad— están radicadas en el amor. Tomar la decisión de cultivar el carácter cristiano, despojarse del viejo yo y revestirse del nuevo[30], como escribió el apóstol Pablo, también radica en el amor. Amamos a Dios porque Él nos amó primero, y basados en Su amor, deseamos vivir de tal manera que lo glorifique. Hacemos el esfuerzo de cambiar, renovar nuestro corazón, voluntad, mente, alma y espíritu porque amamos al Señor y anhelamos parecernos más a Él, reflejarlo, por más que ese reflejo sea apenas un destello de lo que Él es cabalmente. Así y todo, por muy tenue que sea ese destello, resplandece en este mundo de tinieblas y da gloria al que nos creó, nos amó y nos salvó, y junto al cual gozaremos de la eternidad.

Al concluir esta serie mi oración es que de algún modo haya contribuido a que cultiven una mayor semejanza con Cristo, sean un mejor reflejo de Él y logren mayor cercanía con Él. Que Dios los bendiga en su empeño por ser Más como Jesús.


Nota

A menos que se indique otra cosa, todos los versículos de la Biblia proceden de la versión Reina-Valera, revisión de 1995, © Sociedades Bíblicas Unidas, 1995. Utilizados con permiso.


[1] 1 Juan 4:8.

[2] 1 Juan 4:9.

[3] Éxodo 34:6,7 (PDT).

[4] Deuteronomio 7:9 (NVI).

[5] Salmo 103:11 (NTV).

[6] Salmo 103:17 (NVI).

[7] Juan 3:16.

[8] 1 Juan 4:8–10.

[9] Juan 15:9,10 (NBLH).

[10] Juan 14:26.

[11] Gálatas 5:22.

[12] Marcos 12:30.

[13] Juan 13:34 (RVC).

[14] Efesios 5:1,2 (RVA-2015).

[15] Juan 13:34 (RVC).

[16] Mateo 5:44.

[17] 1 Corintios 13:4–7 (RVA-2015).

[18] 1 Corintios 13:4–7 (NVI).

[19] 1 Corintios 13:4–7 (TLA).

[20] 1 Corintios 13:4–7 (DHH).

[21] Eerdmans’ Handbook to the Bible (Grand Rapids: Eerdmans, 1973), 594.

[22] Juan 15:12 (NVI).

[23] Juan 15:17 (NVI).

[24] Lucas 6:30,31 (RVA-2015). Para profundizar más en este pasaje, véase Jesus, Su vida y mensaje: Enseñanzas sobre el amor (1ª parte)

[25] Lucas 6:35–38 (RVC).

[26] 1 Juan 4:21.

[27] 1 Juan 3:16.

[28] 1 Juan 3:18.

[29] 1 Juan 4:12.

[30] Efesios 4:20–24.