Parábolas de Jesús: Las ovejas y las cabras, Mateo 25:31–46
agosto 7, 2018
Enviado por Peter Amsterdam
Parábolas de Jesús: Las ovejas y las cabras, Mateo 25:31–46
[The Stories Jesus Told: The Sheep and the Goats, Matthew 25:31–46]
La parábola de las ovejas y las cabras, que hace alusión al regreso del Hijo del Hombre, es una de las tres que aparecen en Mateo 25. Las otras dos son Las diez vírgenes y El rey y los administradores[1], conocida también como La parábola de las minas. Estas tres narraciones establecen comparaciones entre grupos de personas: las cinco vírgenes prudentes y las cinco insensatas; los que invierten sus talentos y los que los entierran y, en la que estudiaremos a continuación, las ovejas y las cabras.
La parábola comienza así:
Cuando el Hijo del Hombre venga en Su gloria y todos los ángeles con Él, entonces se sentará sobre el trono de Su gloria; y todas las naciones serán reunidas delante de Él. Él separará los unos de los otros, como cuando el pastor separa las ovejas de los cabritos; y pondrá las ovejas a Su derecha y los cabritos a Su izquierda[2].
Estas palabras iniciales reflejan la enseñanza que Cristo nos expresa a lo largo de los Evangelios sobre el papel que desempeña Él en el juicio final. En otro pasaje del libro de Mateo nos enteramos de que el Hijo del Hombre se halla sentado en un trono:
Jesús les dijo: —De cierto les digo que en el tiempo de la regeneración, cuando el Hijo del Hombre se siente en el trono de Su gloria…[3]
Leemos que los ángeles lo acompañarán:
El Hijo del hombre vendrá en la gloria de Su Padre, con Sus ángeles, y entonces pagará a cada uno conforme a sus obras[4].
Y que Él ejecutará juicio:
Como el Padre tiene vida en sí mismo, así también ha dado al Hijo el tener vida en sí mismo; y, además, le dio autoridad de hacer juicio, por cuanto es el Hijo del hombre[5].
Al declarar que «todas las naciones serán reunidas delante de Él», Jesús se refiere al juicio universal, el juicio de toda la humanidad. Jesús hace una analogía entre la humanidad y un rebaño mixto de ovejas y cabras. Era frecuente que cabras y ovejas pastaran juntas en rebaño, y algunos comentaristas sugieren que los pastores separaban a las ovejas de las cabras cada tarde, ya que estas últimas requerían un cobertizo donde resguardarse por ser más susceptibles al frío; las ovejas en cambio preferían dormir al aire libre. Sea como sea, la parábola supone que los pastores de rebaños mixtos separaban a veces las ovejas de las cabras. De igual modo, se nos dice que el Hijo del Hombre separará a la gente en dos grupos, colocando a unos a Su derecha y a otros a Su izquierda.
La temática de separación y juicio aparece ampliamente en las parábolas del Evangelio de Mateo. La de El trigo y la cizaña termina cuando el maestro dice a los siervos que dejen crecer la cizaña junto con el trigo:
Dejen que ambos crezcan juntos hasta la cosecha; y al tiempo de la cosecha diré a los segadores: «Recojan primero la cizaña y átenla en manojos para quemarla, pero el trigo recójanlo en mi granero»[6].
En la parábola de la red de cerco, los pescadores recogieron sus redes y se sentaron a seleccionar los peces. Pusieron los buenos en recipientes y desecharon los malos.
Así será al fin del mundo: saldrán los ángeles y apartarán a los malos de entre los justos[7].
En Las diez vírgenes, las cinco que no tenían reserva de aceite tuvieron que abandonar la fiesta de bodas. Al regresar vieron las puertas cerradas y exclamaron:
«¡Señor, señor, ábrenos!» Pero él les respondió: «De cierto les digo, que no las conozco»[8].
En El rey y los administradores, los que recibieron ya dos, ya cinco talentos, y los invirtieron sabiamente, obtuvieron recompensa; en cambio el hombre que recibió un talento y lo enterró por miedo, fue expulsado:
Al siervo inútil échenlo en las tinieblas de afuera. Allí habrá llanto y crujir de dientes[9].
Todos estos relatos indican que al momento del juicio habrá una separación.
Jesús entrega entonces algunos detalles:
El Rey dirá a los de Su derecha: «Vengan, benditos de Mi Padre, y hereden el reino preparado para ustedes desde la fundación del mundo. Porque tuve hambre, y ustedes me dieron de comer; tuve sed, y me dieron de beber; fui forastero, y me recibieron; estuve desnudo, y me cubrieron; estuve enfermo, y me visitaron; estuve en la cárcel, y vinieron a visitarme». Entonces los justos le preguntarán: «Señor, ¿cuándo te vimos con hambre, y te dimos de comer; o con sed, y te dimos de beber? ¿Y cuándo te vimos forastero, y te recibimos; o desnudo, y te cubrimos? ¿Cuándo te vimos enfermo, o en la cárcel, y te visitamos?» Y el Rey les responderá: «De cierto les digo que todo lo que hicieron por uno de Mis hermanos más pequeños, por Mí lo hicieron»[10].
A esas alturas al Hijo del Hombre se lo denomina Rey y a los invitados a heredar el reino se los califica de benditos. Se los confirma como integrantes del reino de Dios y, a causa del modo de vida que llevaron, comparten la autoridad con su señor en calidad de gobernantes. El mismo concepto aparece en el libro del Apocalipsis:
No tienen necesidad de luz de lámpara ni de luz del sol, porque Dios el Señor los iluminará y reinarán por los siglos de los siglos[11].
Serán sacerdotes de Dios y de Cristo y reinarán con Él mil años[12].
Jesús detalló seis acciones que contribuyen a satisfacer las necesidades ajenas. Dar de comer a los hambrientos y agua a los sedientos son dos de los actos más elementales de bondad. A lo largo del Antiguo Testamento encontramos preceptos que nos instan a alimentar a los necesitados:
El ayuno que Yo escogí: [...] ¿No es que compartas tu pan con el hambriento?[13]
El hombre que es justo, que actúa conforme al derecho y la justicia [...], da su pan al hambriento[14].
Si el que te aborrece tiene sed, dale de beber agua[15].
Acoger a un forastero significa hospedar a un desconocido en tu casa. Ese acto de bondad y hospitalidad refleja la enseñanza del Antiguo Testamento.
El ayuno que Yo escogí: [...] ¿No es que a los pobres errantes albergues en casa?[16]
El anciano dijo: —La paz sea contigo. Lo que te falte quede todo a mi cargo, pero no pases la noche en la plaza. Los hizo entrar en su casa y dio forraje a los asnos. Y ellos se lavaron los pies, comieron y bebieron[17].
En el Antiguo Testamento también se habló de vestir al desnudo.
El hombre que es justo, que actúa conforme al derecho y la justicia [...] da su pan al hambriento y cubre con vestido al desnudo[18].
El ayuno que Yo escogí: [...] ¿No es que cuando veas al desnudo lo cubras?[19]
Visitar y cuidar a los enfermos se consideraba un acto de bondad y un deber religioso. En los escritos judíos anteriores a la época de Jesús hay varias menciones de ello, y en los escritos cristianos se le concede aún más importancia.
En tiempos romanos las cárceles servían de centros de detención mientras los reos aguardaban juicio; no estaban concebidas para cumplir penas prolongadas. Los presos por lo general dependían de sus familias y amigos para obtener comida, agua y otras necesidades. Un retrato de esto se aprecia cuando el apóstol Pablo escribió sobre las visitas y la ayuda que recibió estando preso.
Tenga el Señor misericordia de la casa de Onesíforo, porque muchas veces me confortó y no se avergonzó de mis cadenas, sino que, cuando estuvo en Roma, me buscó solícitamente y me halló[20].
Todo lo he recibido y tengo abundancia; estoy lleno, habiendo recibido de Epafrodito lo que enviasteis, olor fragante, sacrificio acepto, agradable a Dios[21].
La epístola a los hebreos nos dice: Acuérdense de los presos, como si ustedes fueran sus compañeros de cárcel[22].
Los justos a los que alude Jesús en esta parábola y que cuidaron de los menesterosos, no tenían memoria de haber proporcionado comida, agua, ropa u hospitalidad al Rey; de ahí que le preguntaran cuándo lo habían hecho. La respuesta muy conmovedora de Jesús fue que cada acto de bondad que practicaran por alguna persona lo hacían para Él. De cierto les digo que todo lo que hicieron por uno de Mis hermanos más pequeños, por Mí lo hicieron[23]. Un interrogante que surge a partir de esto es: ¿quiénes podrían considerarse uno de Mis hermanos más pequeños? La interpretación más común es que se refiere a cualquier persona necesitada. Algunos exégetas piensan que se refiere a los discípulos de Cristo, antiguos y actuales; otros que se refiere a los misioneros, y otros más sostienen que alude a los judíos. La interpretación que mejor se ajusta al pasaje y a otras enseñanzas de Jesús, como la parábola del Buen Samaritano, parece ser la que manifiesta que representa a cualquier persona desprovista y que todo acto de misericordia que se tenga con alguna persona necesitada es una ofrenda para Él.
Ayudar a los menesterosos tiene sus raíces en el Antiguo Testamento, cuando los generosos se hacían acreedores a la promesa de bendición divina.
Nunca faltarán pobres en medio de la tierra; por eso Yo te mando: Abrirás tu mano a tu hermano, al pobre y al menesteroso en tu tierra[24].
Dar algo al pobre es dárselo al Señor; el Señor sabe pagar el bien que se hace[25].
El de ojos bondadosos será bendito, porque de su pan da al necesitado[26].
Los escritores del Nuevo Testamento expusieron el concepto de generosidad del Antiguo Testamento a la par con las enseñanzas de Jesús sobre el tema.
No se olviden de hacer el bien y de compartir con otros lo que tienen, porque esos son los sacrificios que agradan a Dios[27].
Cada uno debe velar no solo por sus propios intereses, sino también por los intereses de los demás[28].
El que tiene bienes de este mundo y ve a su hermano tener necesidad y cierra contra él su corazón, ¿cómo mora el amor de Dios en él?[29]
En la primera parte de esta parábola Jesús indica que los que actúan con misericordia son las ovejas que están a Su derecha. Dice de ellos: Benditos de Mi Padre […] hereden el reino que ha sido preparado para ustedes desde la fundación del mundo[30]. En la segunda parte, el enfoque cambia.
Entonces dirá también a los de Su izquierda: «Apártense de Mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles. Porque tuve hambre, y no me dieron de comer; tuve sed, y no me dieron de beber; fui forastero, y no me recibieron; estuve desnudo, y no me vistieron; enfermo y en la cárcel, y no me visitaron». Entonces le responderán: «Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, o sediento, o forastero, o desnudo, o enfermo, o en la cárcel, y no te servimos?» Entonces les responderá diciendo: «De cierto les digo, que en cuanto no lo hicieron a uno de estos más pequeños, tampoco me lo hicieron a Mí». Entonces irán estos al tormento eterno, y los justos a la vida eterna[31].
En este caso Jesús califica de malditos a los que se negaron a asistir a los necesitados. Su destino difiere mucho del que aguarda al primer grupo. En este pasaje no se refiere a los que pecaron por culpa de actos declaradamente inmorales como matar o robar, sino a los que pecaron por omisión, no haciendo lo que hubieran debido. Desdeñaron a los necesitados en lugar de ayudarlos y por ello enfrentarán un pavoroso castigo. Se los privará de las bendiciones de Dios y en cambio acabarán en la presencia del diablo y sus ángeles, en un lugar que Jesús describe como el infierno.
Al igual que la parábola del El rico y Lázaro[32] en el Evangelio de Lucas, ésta saca a colación que todos enfrentaremos el juicio y que nuestras acciones piadosas con respecto a los necesitados —o la ausencia de las mismas— tendrán trascendencia en ese momento. Jesús señaló que a Él se lo encuentra en los rostros de los sumidos en pobreza, de los indigentes, de los presos, que en conjunto simbolizan a todo el que padece necesidad. Quienes los tratan con amor y compasión y velan por ellos, lo hacen para Jesús. Los que hacen como que no existieran y se niegan a prestarles ayuda, hacen lo mismo con Él. A los primeros Dios los bendice por el amor y desvelo que demostraron hacia los hambrientos, sedientos, desnudos, enfermos, encarcelados y extranjeros, y los invita a estar en Su presencia. Los que no manifiestan ninguna preocupación, los que no hacen caso a los necesitados o se niegan a ayudarlos, enfrentan un destino muy distinto. Esta parábola ha movido a cristianos de toda la Historia a practicar obras de misericordia como medio de servir a Cristo.
Jesús recalcó la importancia de que Sus seguidores fueran compasivos, poniendo de relieve los desenlaces radicalmente distintos que esperan a quienes por una parte demuestran amor y compasión por los demás, y quienes por la otra se resisten a compartir su pan con los hambrientos, vestir a los desnudos y auxiliar a los menesterosos. Se valió de este relato gráfico como instrumento para fijar la atención en el hecho de que todo el mundo tendrá que dar cuenta de sus acciones o inacciones. Asimismo demostró que somos responsables tanto por nuestros pecados de comisión como por los pecados de omisión. A los creyentes se nos insta no solo a amar a Dios, sino también al prójimo; a reflejar el interés y preocupación que Jesús tiene por los que padecen necesidad y a tomar medidas para ayudar a satisfacer dichas necesidades.
Con esto damos por terminada la serie sobre Las parábolas de Jesús. En este ciclo hemos cubierto un total de 32 narraciones de Jesús. Mi oración es que esta serie haya sido una bendición para ustedes, que los haya ayudado a entender mejor las parábolas de Cristo y que los haya nutrido espiritualmente a ustedes y a las personas con quienes hayan compartido los artículos.
Las ovejas y las cabras, Mateo 25:31–46 (RVA-2015)
31 »Cuando el Hijo del Hombre venga en Su gloria y todos los ángeles con Él, entonces se sentará sobre el trono de Su gloria;
32 y todas las naciones serán reunidas delante de Él. Él separará los unos de los otros, como cuando el pastor separa las ovejas de los cabritos;
33 y pondrá las ovejas a Su derecha y los cabritos a Su izquierda.
34 »Entonces el Rey dirá a los de Su derecha: “¡Vengan, benditos de Mi Padre! Hereden el reino que ha sido preparado para ustedes desde la fundación del mundo.
35 Porque tuve hambre, y me dieron de comer; tuve sed, y me dieron de beber; fui forastero, y me recibieron;
36 estuve desnudo, y me vistieron; enfermo, y me visitaron; estuve en la cárcel, y vinieron a Mí”.
37 Entonces los justos le responderán diciendo: “Señor, ¿cuándo te vimos hambriento y te sustentamos, o sediento y te dimos de beber?
38 ¿Cuándo te vimos forastero y te recibimos, o desnudo y te vestimos?
39 ¿Cuándo te vimos enfermo, o en la cárcel, y fuimos a ti?”.
40 Y respondiendo el Rey les dirá: “De cierto les digo que en cuanto lo hicieron a uno de estos Mis hermanos más pequeños, a Mí me lo hicieron”.
41 »Entonces dirá también a los de Su izquierda: “Apártense de Mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles.
42 Porque tuve hambre, y no me dieron de comer; tuve sed, y no me dieron de beber;
43 fui forastero, y no me recibieron; estuve desnudo, y no me vistieron; enfermo y en la cárcel, y no me visitaron”.
44 Entonces le responderán: “Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, o sediento, o forastero, o desnudo, o enfermo, o en la cárcel, y no te servimos?”.
45 Entonces les responderá diciendo: “De cierto les digo, que en cuanto no lo hicieron a uno de estos más pequeños, tampoco me lo hicieron a Mí”.
46 Entonces irán estos al tormento eterno, y los justos a la vida eterna.
Nota
A menos que se indique otra cosa, todos los versículos de la Biblia proceden de la versión Reina-Valera, revisión de 1995, © Sociedades Bíblicas Unidas, 1995. Utilizados con permiso.
[1] Esta parábola figura en los Evangelios de Mateo y de Lucas. En la serie Las parábolas de Jesús, el relato de El rey y los administradores se basa en Lucas 19:11-27.
[2] Mateo 25:31–33 (RVA-2015).
[3] Mateo 19:28 (RVA-2015).
[4] Mateo 16:27.
[5] Juan 5:26,27.
[6] Mateo 13:30 (NBLH).
[7] Mateo 13:49.
[8] Mateo 25:11,12 (RVC).
[9] Mateo 25:30 (RVA-2015).
[10] Mateo 25:34–40 (RVC).
[11] Apocalipsis 22:5.
[12] Apocalipsis 20:6.
[13] Isaías 58:6,7.
[14] Ezequiel 18:5,7.
[15] Proverbios 25:21.
[16] Isaías 58:6,7.
[17] Jueces 19:20,21 (RVA-2015).
[18] Ezequiel 18:5–7.
[19] Isaías 58:6,7.
[20] 2 Timoteo 1:16,17.
[21] Filipenses 4:18.
[22] Hebreos 13:3 (NVI).
[23] Mateo 25:40 (RVC).
[24] Deuteronomio 15:11.
[25] Proverbios 19:17 (RVC).
[26] Proverbios 22:9 (RVA-2015).
[27] Hebreos 13:16 (NVI).
[28] Filipenses 2:4 (NVI).
[29] 1 Juan 3:17.
[30] Mateo 25:33,34 (RVA-2015).
[31] Mateo 25:41–46 (RVA-2015).
[32] Lucas 16:19–31.