Reflexiones sobre nuestra identidad (1ª parte)
marzo 21, 2015
Enviado por María Fontaine
Reflexiones sobre nuestra identidad (1ª parte)
[Thoughts on Identity—Part One]
¿Cuál es nuestra identidad en Cristo?
Muchos conferencistas y escritores cristianos han tratado el tema de nuestra identidad en Cristo. Existen opiniones dispares sobre cómo puede definirse nuestra identidad en Jesús. La mayoría parece concluir que nuestra identidad espiritual consiste en todo lo que se nos promete cuando lo aceptamos a Él.
No obstante, como no es realista pensar que en el presente podemos apropiarnos de cada una de esas promesas, en el fondo eso no responde a la pregunta: «¿Cuál es mi identidad en Cristo ahora mismo, hoy?» Muchas de esas promesas, por ejemplo, tienen que ver con el Cielo y la eternidad.
Algo que puede ayudarnos a entender nuestra identidad en Cristo ahora mismo es examinar lo que constituye nuestra identidad humana. Nos identificamos unos a otros por ciertas características físicas como nuestro nombre, cultura, trabajo, edad o estatus. También se nos conoce por nuestra personalidad, actitud, esperanzas y aspiraciones. Todo eso contribuye a lo que somos como personas en un momento dado. Sin embargo, con el paso del tiempo, a medida que vamos aprendiendo y acumulando experiencia, ciertos aspectos de esa identidad cambian. No es que nuestra identidad sea estática.
Nuestra identidad humana está constantemente desarrollándose y ampliándose, por lo que es posible que lo que nos identificaba ayer no coincida con nuestra identidad en el futuro. Por ejemplo, una mujer hoy puede estar soltera y ser la Srta. Lara, y mañana estar casada y ser la Sra. de Busquets. Es posible que el año pasado fueras un ejecutivo de una empresa y hoy en día trabajes por cuenta propia. Tu aspecto físico cambia a medida que maduras y envejeces.
Pues yo considero que esa otra faceta fundamental de lo que somos —nuestra identidad en Cristo— se desarrolla prácticamente de la misma manera que nuestra identidad humana. En otras palabras, no es estática, sino que cambia continuamente. Con el tiempo podemos llegar a desarrollar una mayor parte del potencial que tenemos en Jesús, así como con el tiempo podemos desarrollar en mayor medida el potencial genético de nuestro organismo físico.
Nuestra identidad en Cristo va desarrollándose y madurando en el transcurso de nuestra vida terrenal e incluso a lo largo de la eternidad. A medida que vamos aprendiendo lo que somos y lo que podemos llegar a ser a raíz de nuestra relación con Dios, nuestras cualidades como creyentes se vuelven cada vez más patentes en nuestra vida cotidiana. Esa es nuestra identidad en Jesús.
Tanto nuestra identidad humana como nuestra identidad en Jesús están en pleno desarrollo, y juntas constituyen esa creación única de Dios que es cada uno de nosotros. Tenemos la oportunidad de tomar la decisión de reformar y mejorar lo que somos y lo que llegaremos a ser.
Quisiera someter a tu consideración una serie de descripciones y reflexiones sobre nuestra identidad en Cristo y cómo puede desarrollarse. Aunque no están en ningún orden en particular, espero que sirvan para tratar claramente este tema.
Jesús: Los derechos y privilegios (y también las obligaciones) que según la Biblia se te confieren han estado a tu disposición desde el momento en que me aceptaste. Disfruta de la impresionante maravilla de pertenecer a Mi casa real. A medida que tu relación conmigo vaya madurando, tu identidad como persona que me sigue se irá afirmando y puliendo.
Es como tocar el piano. El piano, que representa las promesas que Yo te he hecho, no cambia. Su capacidad de servir para crear música hermosísima es invariable, desde el momento en que el alumno comienza a pulsar torpemente las teclas y a explorar sus sonidos y va aprendiendo a combinarlos en melodías. El piano sigue siendo el mismo en todo momento, desde el principio de la experiencia de aprendizaje del alumno hasta que este se convierte en maestro y es capaz de interpretar una composición que transporta a los oyentes hasta el Cielo con su belleza.
El piano no cambia. Sin embargo, las melodías que emanan de él van creciendo, desarrollándose y cambiando dramática y continuamente conforme aumenta la destreza y la pasión del que se esfuerza por descubrir sus sonidos más profundos y perfectos.
No sé tú, pero yo estoy emocionada con la idea de continuar el proceso de desarrollar mis melodías espirituales. A continuación incluyo una breve lista de algunas de las numerosas realidades de la Palabra de Dios sobre las que puedes edificar. (En el segundo artículo de esta serie encontrarás una lista más extensa de versículos de la Biblia sobre el tema.) Puedes invocar estas declaraciones y pedirle a Dios que te ayude a desarrollar el potencial que hay en las promesas que te ha hecho, hoy y todos los días.
1. Soy embajador de Cristo.
«Somos embajadores en nombre de Cristo, como si Dios rogara por medio de nosotros; os rogamos en nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios». 2 Corintios 5:20 (RVR 95)
2. Puedo ser una luz para los demás.
«Dejen que sus buenas acciones brillen a la vista de todos, para que todos alaben a su Padre celestial». Mateo 5:16 (NTV)
3. Dios me ha autorizado para hacer discípulos de todas las naciones.
«Jesús se acercó y les habló diciendo: “Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra. Por tanto, id y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado. Y Yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo”». Mateo 28:18–20 (RVR 95)
4. Jesús me ha encomendado una misión de vital importancia.
«Como Tú me enviaste al mundo, así Yo los he enviado al mundo». Juan 17:18 (RVR 95)
5. Dios me escogió y me tiene mucho cariño.
«Hermanos amados de Dios, sabemos que Él los ha escogido». 1 Tesalonicenses 1:4 (NVI)
6. Soy colaborador de Dios.
«Nosotros, como colaboradores de Dios, les rogamos a ustedes que no reciban Su gracia en vano». 2 Corintios 6:1 (RVC)
7. Puedo confortar a los demás hablándoles del glorioso futuro que Dios nos tiene reservado.
«Nosotros, los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor. Por tanto, alentaos los unos a los otros con estas palabras». 1 Tesalonicenses 4:17,18 (RVR 95)
8. Ninguna condenación pesa ni pesará nunca sobre mí.
«Ya no hay ninguna condenación para los que están unidos a Cristo Jesús». Romanos 8:1 (NVI)
9. He sido perdonado.
«En Él tenemos la redención mediante Su sangre, el perdón de nuestros pecados, conforme a las riquezas de la gracia que Dios nos dio en abundancia con toda sabiduría y entendimiento». Efesios 1:7,8 (NVI)
10. Con Jesús puedo encarar y superar cualquier cosa en la vida.
«Todo lo puedo en Cristo que me fortalece». Filipenses 4:13 (RVR 95)
11. Jesús es mi amigo.
«Ya no os llamaré siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor; pero os he llamado amigos, porque todas las cosas que oí de Mi Padre os las he dado a conocer». Juan 15:15 (RVR 95)
12. Soy hijo adoptivo de Dios.
«Todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios. Y ustedes no recibieron un espíritu que de nuevo los esclavice al miedo, sino el Espíritu que los adopta como hijos y les permite clamar: “¡Abba! ¡Padre!”» Romanos 8:14,15 (NVI)
13. Soy la esposa de Cristo.
«Si ella se une a otro hombre mientras su marido vive, comete adulterio, pero si su marido muere, ella queda libre de esa ley; de modo que, si se une a otro hombre, no comete adulterio. Así también ustedes, hermanos míos, por medio del cuerpo de Cristo han muerto a la Ley, para pertenecer a otro, al que resucitó de los muertos, a fin de que demos fruto para Dios». Romanos 7:3,4 (RVC)
14. Tengo la mente de Cristo.
«¿Quién conoció la mente del Señor? ¿Quién lo instruirá? Pues bien, nosotros tenemos la mente de Cristo». 1 Corintios 2:16 (RVR 95)
15. Me he liberado de mis vicios y adicciones.
«Él nos ha librado del poder de las tinieblas y nos ha trasladado al reino de Su amado Hijo». Colosenses 1:13 (RVR 95)
16. Tengo acceso a la curación y el perdón de Dios.
«¿Está alguno enfermo entre vosotros? Llame a los ancianos de la iglesia para que oren por él, ungiéndolo con aceite en el nombre del Señor. Y la oración de fe salvará al enfermo, y el Señor lo levantará; y si ha cometido pecados, le serán perdonados». Santiago 5:14,15 (RVR 95)
17. Soy ciudadano del Cielo.
«Ya no sois extranjeros ni forasteros, sino conciudadanos de los santos y miembros de la familia de Dios». Efesios 2:19 (RVR 95)
«Nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo». Filipenses 3:20 (RVR 95)
18. Nunca estoy solo.
«No te desampararé ni te dejaré». Hebreos 13:5 (RVR 95)
19. Se me ha concedido el grandísimo privilegio de activar el poder de Dios por medio de la oración en beneficio de los demás.
«Te ruego que ores por todos los seres humanos. Pídele a Dios que los ayude; intercede en su favor, y da gracias por ellos. Ora de ese modo por los reyes y por todos los que están en autoridad, para que podamos tener una vida pacífica y tranquila, caracterizada por la devoción a Dios y la dignidad. Esto es bueno y le agrada a Dios nuestro Salvador, quien quiere que todos se salven y lleguen a conocer la verdad». 1 Timoteo 2:1–4 (NTV)
He preparado unos ejercicios que me han resultado útiles. Cuanto más interiorizamos lo que Jesús ha dicho que podemos ser y hacer como hijos de Dios, más reflejamos Su Espíritu, y así desarrollamos y ampliamos nuestra identidad en Jesús. Espero que algunos de estos ejercicios te ayuden, así como cualquier otro que tú quieras añadir.
1. Expresa tu aceptación de lo que Jesús te ha dado como seguidor Suyo. Comprométete a incorporar todo eso a tu vida, de manera que tu identidad en Él se vuelva cada día más clara, más firme y más profunda. Cuanto más concuerdes mentalmente con lo que Él dice de ti en Su Palabra, más se reflejará Su Espíritu en tu comportamiento de una manera única. Esa es tu identidad en Jesús.
2. Lee los anteriores enunciados y versículos y los que hay en el siguiente artículo de la serie. Medita sobre lo que significa para ti personalmente cada uno de ellos. Es posible que te resulte más fácil concentrarte en ellos si los lees en voz alta.
3. Personaliza cada uno de ellos integrándolo en una oración, a modo de afirmación o declaración de alabanza.
4. Cántalos cuando pases un rato de devoción con Jesús. Puedes musicalizar algunos poniéndoles melodías sencillas; de esa manera los recordarás con más facilidad. Están escritos para ti personalmente como hijo de Dios. Representan lo que eres en Jesús. Es cierto que son para todo el cuerpo de Cristo; pero al pensar en ti, Dios piensa en cada una de esas promesas o declaraciones y en cómo se te aplican a ti individualmente.
5. Recítaselos con vehemencia al Enemigo si alguna vez te quiere hacer dudar.
6. Memoriza todos los que puedas.
7. Entérate del contexto de esos versículos, leyendo otros cercanos o el capítulo en el que se encuentran.
8. Léelos en otras versiones para verlos expresados en otras palabras y así quizá llegar a entenderlos mejor.
9. Busca al Señor para averiguar cuál sería para ti la manera más eficaz de aplicar cada versículo a tu vida.
10. Conciénciate de que tu faceta espiritual tiene una importancia vital. Toma la resolución de hacer coincidir tu forma de pensar con lo que la Palabra de Dios dice de ti como hijo Suyo y ciudadano del Cielo.
11. Lee con frecuencia la lista de declaraciones bíblicas de este artículo y el siguiente. Convéncete de que son para ti.
12. Mi oración: «Gracias, Señor, por el impresionante y espectacular regalo que me hiciste al adoptarme en Tu familia, por bendecirme con la oportunidad de ser un reflejo de Ti cada vez que opto por conducirme con amor. Gracias por dejarme tener una identidad celestial en Ti. He decidido que quiero llegar a conocer y entender mejor Tu naturaleza. Cultivando una relación contigo cada vez más profunda y personal estoy aprendiendo a aplicar Tus promesas, de manera que los beneficios que me proporcionen realcen mi identidad en Ti.
»El deseo de mi corazón es acercarme a Ti y aprovechar todo lo que me has dado para convertirme en un reflejo más nítido y fiel de Tu Espíritu en este mundo. Sé que ahora mismo no alcanzaré a ver la plena manifestación de lo que has prometido que llegaré a ser; pero confío en que cada promesa se cumplirá, si no en esta vida, en la eternidad. Lo pido en el nombre de Jesús».
Jesús: Una expresión natural de tu admiración y amor por alguien consiste en emular o esforzarte por adquirir los atributos o cualidades que observas en esa persona.
Así también crece nuestra relación. Cuanto más me estudies para conocer Mi naturaleza y Mis palabras, más elementos descubrirás en Mí que puedes emular. Cuanto más adoptes Mi manera de ser, mejor captarás la verdad que hay en las promesas que te he dado y cómo las puedes aplicar a tu vida. Sigues siendo la misma persona, pero Mi Espíritu está realzando tanto las cualidades con que te doté desde el día en que naciste como las que quedaron a tu disposición en el momento en que me aceptaste.
Si estudias, memorizas y te aplicas las promesas de Dios contenidas en la Biblia, se desarrollarán en ti las cualidades que forman parte de tu identidad en Cristo.
Por ejemplo, si no consigues deshacerte de tus sentimientos de culpa y te parece que siempre te remorderán las faltas que has cometido, puedes hallar libertad en el conocimiento de que Jesús dice que ya no hay condenación para los que son Suyos[1].
Si te consideras prisionero de tus temores, puedes declarar con fe que las cosas cambiarán al confiar en Él: «En el día que temo, yo en Ti confío»[2].
Si las circunstancias te hacen sentirte anodino, insignificante o despreciable, puedes declarar con absoluta seguridad: «Dios dice que soy Su creación, Su obra maestra; por consiguiente, sé que soy importante para Él»[3].
Si el Diablo te susurra al oído: «En el fondo, nadie se preocupa por ti», devuélvele el golpe recordándole que lo que importa son las promesas de Dios. Dios te ha escogido, y el amor que te tiene es incondicional[4].
Cuando te parezca que no tienes nada que ofrecer, recuerda que eres hijo de Dios y que Él mismo dice que te ha confiado la labor más importante que pueda haber como embajador Suyo[5].
Si estás ansioso y estresado, agitado o preocupado, no te quedes en ese estado de infelicidad. Cree lo que Él te dice en Su Palabra: «Mi paz os doy»[6]. Esa paz está ahí, a tu disposición, si decides aceptarla.
Puedes probar a repasar toda la lista de versículos de la segunda parte, que será mi próximo artículo en Rincón de los Directores. Léelos, medita sobre cada uno de ellos, concéntrate en lo que ha dicho Dios y convéncete de que todo eso puede ser cierto en tu caso. Deja los pensamientos negativos.
Recuerda que la opinión de Dios es la que importa. ¡Puedes escoger aceptarla y vivir victoriosamente! Acepta lo que Dios dice de ti, admite que es cierto y conviértete en la persona que puedes llegar a ser.
¿Por qué debemos esforzarnos tanto por descubrir y desarrollar nuestra identidad en Jesús? Hay beneficios obvios, como la mayor fe y confianza que tenemos cuando sabemos quiénes somos en Él y estamos persuadidos de que Él nos ama incondicionalmente. Sin embargo, hay una razón de más peso todavía: cuanto más se desarrolla nuestra identidad en Él, más evidente es eso para los demás.
Si los demás observan en nosotros manifestaciones positivas del Espíritu de Dios, desearán adquirir ellos mismos esas cualidades. Tal vez ese sea el punto de partida para que personas que no han aceptado a Jesús deseen conocerlo, se acerquen a Él e inicien el proceso de desarrollar su propia identidad en Cristo. ¡Qué mayor recompensa podríamos recibir!