Lo esencial: La humanidad

julio 24, 2012

Enviado por Peter Amsterdam

La creación del hombre como varón y hembra

En el relato de la creación del capítulo 1 del Génesis, los seres humanos fueron lo último creado. El universo y todo lo que hay en él —el Sol, la Luna, las estrellas, los planetas, los océanos, la tierra, los animales, los peces y las aves—, todo se creó antes que los seres humanos. La Biblia explica que Dios creó a Adán —el primer hombre— y después a Eva —la primera mujer—. (En esta sección de artículos nos concentraremos en lo que guarda relación con los seres humanos. La creación de todo lo demás se tratará en una próxima sección de Lo esencial.)

Historicidad de Adán y Eva

En lo relativo a los orígenes de la humanidad, el cristianismo adhiere a la enseñanza bíblica de que Dios históricamente creó al primer hombre y la primera mujer. Aun sin meterse en el terreno de la cronología de la creación del mundo y de la humanidad por parte de Dios, el relato de la creación y de la existencia de Adán y Eva no se considera mitológico ni un recurso literario. La interpretación cristiana generalizada es más bien concebirlos como personas que realmente existieron y que se encuadran dentro de la historia del mundo.

En la Biblia hay continuidad y conexión entre Adán y las demás figuras históricas del Antiguo Testamento. Se muestra la relación entre la generación del primer hombre y las de los que lo siguieron dentro de la historia del Antiguo Testamento. (Es posible que esas genealogías no incluyan todas las generaciones, sino solo las principales o más importantes, lo cual significaría que transcurrió mucho más tiempo y hubo muchas más generaciones que las que se enumeran.) En Génesis 5 se da la genealogía desde Adán hasta Noé y sus hijos[1]. En Lucas 3, la genealogía desde Adán hasta Jesús[2]. En el Nuevo Testamento se indica claramente que Adán fue una figura histórica.

Así también está escrito: «Fue hecho el primer hombre, Adán, alma viviente»; el postrer Adán, espíritu que da vida[3].

Adán fue formado primero, después Eva[4].

El motivo por el que abordo el tema de la historicidad de Adán y Eva y traigo a colación toda una serie de conceptos en este artículo es que estas cuestiones están vinculadas con la entrada del pecado en la humanidad. Y eso está muy relacionado con el plan divino de salvación por medio de Jesús, que tratamos más a fondo en artículos posteriores.

Sobre la historicidad de las figuras de Adán y Eva y la validez del relato del Génesis, J. I. Packer expone lo siguiente:

Si bien en el Génesis se usa un estilo narrativo algo metafórico, se nos pide que lo interpretemos como un relato histórico. En el Génesis, Adán es vinculado a los patriarcas y juntamente con ellos al resto de la humanidad por medio de las genealogías (capítulos 5, 10 y 11), con lo que se convierte en actor de la historia del espacio-tiempo tanto como Abraham, Isaac y Jacob. […] Cuando Pablo dice: «En Adán todos mueren» (1 Corintios 15:22), está declarando explícitamente lo que el Génesis claramente implica[5].

Los versículos siguientes hablan expresamente de la creación del hombre y la mujer. El primero, de Génesis 1, da una visión de conjunto; los de Génesis 2 y 5 entran en más detalles.

Dijo Dios: «Hagamos al hombre a Nuestra imagen, conforme a Nuestra semejanza […]». Y creó Dios al hombre a Su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó[6].

Dios formó al hombre del polvo de la tierra, sopló en su nariz aliento de vida y fue el hombre un ser viviente[7].

Dios hizo caer un sueño profundo sobre Adán y, mientras este dormía, tomó una de sus costillas y cerró la carne en su lugar. De la costilla que el Señor Dios tomó del hombre, hizo una mujer, y la trajo al hombre. Dijo entonces Adán: «¡Esta sí que es hueso de mis huesos y carne de mi carne! Será llamada “Mujer”, porque del hombre fue tomada»[8].

Cuando Dios creó al hombre, lo hizo semejante a Él. Y al crearlos, los hizo varón y mujer, los bendijo y los llamó Hombre[9].

Igualdad, pluralidad y terminología

El hombre y la mujer, Adán y Eva, fueron creados por Dios. Ambos fueron creados a imagen y semejanza de Dios, y una vez que Dios los creó, los llamó conjuntamente Hombre. En otras épocas era común hablar del hombre para referirse a la humanidad o al género humano, tanto varones como mujeres. Hoy en día no tanto; se suele decir más la humanidad, que es un término más neutro. Para no herir susceptibilidades, en la mayoría de los casos, cuando se escribe o se habla, se considera más apropiado decir humanidad; es lo que yo he procurado hacer en esta serie, y salvo algunas excepciones seguiré haciéndolo. Sin embargo, en la mayoría de las traducciones de la Biblia se habla del hombre, por el hecho de que Dios en un principio llamó así a la humanidad, varones y mujeres conjuntamente. Quizá de esa manera quiso expresar la igualdad de los sexos, aunque generalmente tengan roles distintos.

En Génesis 1:26,27, que vimos hace un momento, «dijo Dios: “Hagamos al hombre a Nuestra imagen, conforme a Nuestra semejanza […]”. Varón y hembra los creó». Ya explicamos en Lo esencial: La Trinidad que Dios existe como una pluralidad, la Trinidad, tres personas en una. Cuando Dios creó a los primeros seres humanos, varón y hembra, los llamó Hombre. Fueron creados con cierto grado de pluralidad. El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo disfrutaban de una amorosa relación entre Sí antes de la creación del mundo[10]; y de forma similar, Dios hizo a Adán y Eva y sus descendientes capaces de amar, de comunicarse y de interrelacionarse en el matrimonio, esa unión por la que dos personas, un hombre y una mujer, se vuelven una sola carne. También nos hizo capaces de tener complejas relaciones personales dentro de la familia, así como relaciones de amistad y dentro de la comunidad. Esas relaciones personales son semejantes a las que se dan dentro de la Divinidad, entre Padre, Hijo y Espíritu Santo.

El teólogo Wayne Grudem lo explica de la siguiente manera:

La unidad interpersonal puede ser especialmente profunda en la familia humana y también en nuestra familia espiritual, la Iglesia. Entre los hombres y las mujeres, la unidad interpersonal alcanza en esta era su expresión más plena en el matrimonio, en el que el esposo y la esposa llegan a ser, en cierto sentido, dos personas en una: «Dejará el hombre a su padre y a su madre, se unirá a su mujer y serán una sola carne» (Génesis 2:24). No se trata tan solo de una unidad física; es también una unidad espiritual y emocional de profundas dimensiones. Un hombre y una mujer unidos en matrimonio son personas que «Dios juntó» (Mateo 19:6).

Hay aquí algo de similitud: así como había trato, comunicación y participación en la gloria entre los miembros de la Trinidad antes de la creación del mundo (v. Juan 17:5,24), Dios hizo a Adán y Eva de forma que hubiera entre ellos amor y comunicación y se dieran honor mutuamente en su relación interpersonal. Por supuesto, tal reflejo de la Trinidad llegaría a expresarse de distintas maneras dentro de la sociedad humana, pero ciertamente existió desde el principio en la íntima unidad interpersonal del matrimonio[11].

Ese es un ejemplo de las similitudes entre Dios y los seres humanos, que fueron hechos a imagen y semejanza de Dios. (El tema de que los seres humanos fueron creados a imagen y semejanza de Dios se trata más a fondo en el siguiente artículo; no obstante, es importante mencionarlo aquí al hablar de la creación del hombre como varón y hembra.)

El que Dios hiciera a Su imagen tanto al varón como a la mujer es una expresión de la igualdad entre los dos sexos. Ambos son igualmente humanos. Así como el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son igualmente Dios en esencia, el varón y la mujer son igualmente humanos en esencia. Son iguales como personas e iguales en importancia.

Wayne Grudem lo expresa así:

Si estamos hechos igualmente a imagen de Dios, desde luego hombres y mujeres son igualmente importantes y valiosos para Él. Tenemos el mismo valor ante Él por toda la eternidad. El hecho de que las Escrituras digan que tanto los hombres como las mujeres están hechos «a imagen de Dios» debiera eliminar todo sentimiento de orgullo o de inferioridad y toda idea de que nuestro sexo es mejor o peor que el otro. En particular, en contraste con muchas culturas y religiones no cristianas, nadie debiera sentirse orgulloso o superior por ser hombre, ni decepcionado o inferior por ser mujer. Si Dios considera que tenemos el mismo valor, el asunto está resuelto, porque la evaluación de Dios es el auténtico criterio para determinar nuestra valía por toda la eternidad[12].

La mujer en la Biblia

El Nuevo Testamento, a pesar de haberse escrito en una sociedad muy dominada por los hombres, enseña la igualdad de las mujeres ante Dios. Muestra fundamental de ello es que el Espíritu Santo se derramó por igual sobre hombres y mujeres.

«En los postreros días —dice Dios—, derramaré de Mi Espíritu sobre toda carne, y vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán; vuestros jóvenes verán visiones y vuestros ancianos soñarán sueños; y de cierto sobre Mis siervos y sobre Mis siervas, en aquellos días derramaré de Mi Espíritu, y profetizarán»[13].

Al hablar de los dones del Espíritu Santo, tanto Pablo como Pedro señalan que son dados «a cada uno», lo cual indica que personas de ambos sexos podían recibirlos. Sabiendo y viendo que el Espíritu se derramó sobre toda carne, tanto varones como mujeres, está claro que al decir «cada uno» no se refiere solo a los hombres. Evidentemente en tiempos del Nuevo Testamento hubo mujeres con dones espirituales.

Todas estas cosas las hace uno y el mismo Espíritu, repartiendo a cada uno en particular como Él quiere[14].

Cada uno según el don que ha recibido, minístrelo a los otros, como buenos administradores  de la multiforme gracia de Dios[15].

Al otro día, […] fuimos a Cesarea; entramos en casa de Felipe, el evangelista, que era uno de los siete, y nos hospedamos con él. Este tenía cuatro hijas doncellas que profetizaban[16].

Durante Su estancia en la Tierra, Jesús se propuso romper los tabús sociales que eran desfavorables para las mujeres. Hablaba con ellas en público[17]; conversó con la samaritana estando solo con ella[18]; aprobó que una mujer se descubriera y lo tocara en la casa de Simón el fariseo[19]; tenía seguidoras que viajaban con Él y con Sus discípulos[20]. Todo eso era culturalmente inaceptable en la sociedad judía de la época.

Kenneth Bailey, autor de Jesús a través de los ojos del Medio Oriente, refiriéndose al trato de Jesús con las mujeres dice:

La mujer [samaritana] se acercó. Al verla, Jesús hubiera debido retirarse cortésmente al menos seis metros, como una indicación de que era seguro y culturalmente apropiado que ella se aproximara al pozo. Jesús no se movió. […] Luego le pide de beber. […] Rompe el tabú social que prohibía que un hombre le hablara a una mujer, particularmente en un lugar deshabitado, sin testigos. […] En la sociedad rural, un extraño ni siquiera miraba directamente a los ojos a una mujer en público. […] Jesús no solo hablaba con las mujeres, sino que las invitaba a unirse a Su grupo de discípulos; fue financiado por mujeres, y algunas viajaban con Él (Lucas 8:1–3). El carácter radical de los cambios que introdujo Jesús en el trato con las mujeres es indescriptible[21].

Refiriéndose a la mujer que le lavó los pies a Jesús y los secó con su cabello, Bailey escribe:

¡La mujer se descubrió y tocó a Jesús! En la sociedad tradicional de Oriente Medio, desde los tiempos de los rabinos judíos hasta el presente, una mujer estaba y sigue obligada a taparse la cabeza en público. La Mishná[22] enumera las faltas por las que un hombre puede divorciarse justificadamente de su esposa sin darle la ketubá (compensación económica). Entre las faltas mencionadas, está «si sale con el cabello suelto, baila en la calle o habla con algún hombre». […] Si salir «con el cabello suelto» podía desencadenar semejante desastre personal y económico, está claro que se consideraba una falta intolerable que acarreaba funestas consecuencias. […] Él [Jesús] hubiera debido sentirse avergonzado de que la mujer lo tocara y escandalizado de que se descubriera. Todos en la sala debieron de suponer que instintivamente consideraría inaceptables esos actos y la rechazaría. […] Pero Él asombró a todos los asistentes al permitir que la mujer siguiera y aceptar sus gestos[23].

Pablo hace hincapié en la igualdad de todas las personas dentro de la Iglesia, inclusive entre las personas de uno y otro sexo:

Todos los que habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo estáis revestidos. Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay hombre ni mujer, porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús[24].

Amy Orr-Ewing, escritora cristiana, hace la siguiente observación sobre la aceptación de las mujeres por parte de Jesús y el papel que desempeñaron en la iglesia primitiva:

En contraste con las normas culturales de la época, Jesús solía revelar grandes verdades teológicas a mujeres. En el evangelio de Juan, la primera persona que descubre la verdadera identidad de Cristo es la samaritana. No debemos subestimar lo radical que es eso: Jesús echó por tierra tabús culturales al enseñar a las mujeres y permitirles ser discípulas Suyas. En realidad, está claro que las mujeres jugaron un papel amplio y enérgico en el ministerio de Jesús, como ejemplos en Su enseñanza y también como receptoras de la misma. Aunque eso puede parecer perfectamente normal y adecuado en el contexto del siglo XXI, debemos recordar lo radical que era en la Palestina del siglo I. Jesús intencionalmente apoyó e incluyó a las mujeres. Se observa una continuación de ese mismo fenómeno en la iglesia primitiva —Lidia, Tabita, las hijas de Felipe—, en la que las mujeres desempeñaron diversas funciones. Si bien es cierto que en los escritos de Pablo hay dos pasajes que parecen contradecir todo eso —donde ordena que algunas guarden silencio y prohíbe a otras que enseñen—, deben entenderse e interpretarse teniendo en cuenta lo demás que dice la Biblia. El propio Pablo da pautas para cuando las mujeres profeticen públicamente y menciona a mujeres que se dedican a la enseñanza, como Priscila [1 Corintios 11:4,5; Hechos 18:24–26][25].

James Leo Garrett expresa de la siguiente manera el valor y el estatus de las mujeres en la Biblia:

Aunque tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento se escribieron en sociedades patriarcales en las que se hacía mucho énfasis en la dominación de los hombres, la Biblia presenta no pocas pruebas de la importancia de las mujeres en la historia de la salvación. En el Antiguo Testamento, María, Débora y Ester ejercieron liderazgo. La actitud de Jesús de cara a las mujeres queda de manifiesto en su encuentro con la samaritana adúltera, con la mujer que padecía una hemorragia, con la sirofenicia, con María y Marta, y con María Magdalena. La reacción de algunas mujeres ante Jesús queda plasmada en el caso de María, Elisabet y Ana. Pablo reconoció como líderes a mujeres como Febe y Priscila[26].

Distintos roles

Tal como explicamos en Lo esencial: La Trinidad (2ª parte), si bien las tres Personas de la Trinidad son igualmente Dios, en esencia tienen distintos roles y funciones dentro de la Divinidad. Esa diferencia de roles no niega Su igualdad, Su divinidad, ni el carácter de personas del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.

El varón y la mujer, hechos tanto el uno como la otra a imagen de Dios e iguales como personas y en esencia, también tienen, según las Escrituras, roles distintos. En los versículos sobre la creación de la mujer se expresa el concepto de la diferencia de roles.

Dijo el Señor Dios: «No es bueno que el hombre esté solo: le haré ayuda idónea para él»[27]

Dios formó, pues, de la tierra toda bestia del campo y toda ave de los cielos, y las trajo a Adán para que viera cómo las había de llamar; y el nombre que Adán dio a los seres vivientes, ese es su nombre. Y puso Adán nombre a toda bestia, a toda ave de los cielos y a todo ganado del campo; pero no se halló ayuda idónea para él. Entonces el Señor Dios hizo caer un sueño profundo sobre Adán y, mientras este dormía, tomó una de sus costillas y cerró la carne en su lugar. De la costilla que el Señor Dios tomó del hombre, hizo una mujer, y la trajo al hombre. Dijo entonces Adán: «¡Esta sí que es hueso de mis huesos y carne de mi carne!  Será llamada “Mujer”, porque del hombre fue tomada». Por tanto dejará el hombre a su padre y a su madre, se unirá a su mujer y serán una sola carne[28].

Aunque Eva fue creada después que Adán, Dios declaró que ambos fueron hechos a Su imagen. Al crear la mujer, Dios hizo una ayuda idónea para el varón. Se considera que esa es la primera indicación de que hay diferencias en el papel del varón y de la mujer, siendo el primero quien manda. La asignación de papeles, con la mujer como ayuda de su esposo y el hombre como líder, es anterior a la desobediencia del hombre, no posterior. Si bien a raíz de la caída del hombre cambiaron algunas cosas en cuanto a la aplicación de esos roles, la distinción de funciones se hizo antes que apareciera el pecado.

Hay otras indicaciones de la diferencia de roles: Adán fue creado primero; a él se le encargó que pusiera nombre a los animales, y fue también él quien llamó «mujer» a Eva; después que ambos pecaron, Dios habló primero con él; Adán es considerado el representante de la humanidad. Todo eso indica que a Adán se le da una función de mando, algo así como Dios Padre ejerce autoridad dentro de la Trinidad. Esa función de mando no elimina la igualdad en cuanto a carácter humano, valía, dignidad y bondad de cada sexo y cada individuo; simplemente expresa una diferencia de roles. Si bien dentro de la relación el hombre tiene cierta autoridad que le fue conferida por Dios, son iguales en cuanto a ser y esencia, e igualmente importantes y significativos.

En las Epístolas, Pablo declara:

Quiero que sepáis que Cristo es la cabeza de todo varón, y el varón es la cabeza de la mujer, y Dios es la cabeza de Cristo[29].

De forma análoga a como Dios Padre es la cabeza del Hijo y tiene autoridad sobre Él, el varón es cabeza de su esposa. Se hace una distinción entre el marido y la mujer en cuanto a autoridad, siendo el esposo la cabeza del matrimonio y de la familia. Juntamente con su función como cabeza viene la responsabilidad de cuidar, atender, mantener y proteger a su esposa y su familia. La Biblia pone al varón como cabeza del matrimonio, pero no dice que los hombres deban tener autoridad sobre las mujeres en todo tipo de relaciones. Evidentemente hay casos tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento de mujeres que ocuparon cargos de liderazgo fuera del matrimonio, por lo que se infiere que hay ocasiones en que las mujeres mandan a los hombres o ejercen autoridad sobre ellos. No obstante, en el matrimonio el papel del hombre es ser cabeza de su familia.

Si bien Adán y Eva tenían roles distintos, se da a entender que había armonía en su relación, de forma similar a como hay armonía y amor entre el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.

Los escritores Lewis y Demarest lo expresan de la siguiente manera:

Antes de su pecado, Adán y Eva gozaban de trato ininterrumpido con su Creador y Sustentador. Por lo visto era normal que se encontraran conscientemente con su Hacedor en la mañana y en la tarde (Génesis 3:8). La primera pareja disfrutaba también de una comunicación fiel y amorosa entre sí. No hay indicios de sospechas, envidias, celos u odio antes de su pecado. El varón y la mujer eran como Dios en cuanto a tener una relación de respeto, amor y confianza[30].

Cuando Adán y Eva pecaron, la distinción de funciones no cambió, pero sí la relación armoniosa de que disfrutaban, tal como Dios indicó cuando le dijo a la mujer: «Tu deseo será para tu marido y él se enseñoreará de ti». Generalmente se acepta que la expresión «tu deseo será para tu marido» refleja la ambición de la mujer de conquistar a su esposo, de rebelarse contra su autoridad dentro del matrimonio o de arrebatarle el rol de mando, lo cual crea desunión o conflictos en la relación. Y al decirle que su marido «se enseñoreará» de ella, se entiende que está anunciando que este abusará de su autoridad para dominarla dictatorialmente, creando también conflictos en la relación.

A la mujer dijo: «Multiplicaré en gran manera los dolores en tus embarazos, con dolor darás a luz los hijos, tu deseo será para tu marido y él se enseñoreará de ti»[31]

Wayne Grudem explica:

Con relación a Adán, Dios le dijo a Eva: «Él te dominará». La palabra dominará (en hebreo, mashal) es un término fuerte que se usa generalmente para referirse al gobierno monárquico, no a la autoridad ejercida dentro de la familia. La palabra no da a entender ninguna participación de los gobernados en el gobierno, sino que sugiere un uso dictatorial, absoluto e inmoderado de la autoridad más que un gobierno considerado y reflexivo. Sugiere severidad más que amabilidad. El sentido de este pasaje es que Adán abusará de su autoridad al dominar duramente a su esposa, dando lugar a dolor y conflictos en una relación que había sido armoniosa. No es que Adán no tuviera autoridad antes de la caída del hombre, sino que después de la caída va a abusar de ella. De manera que la maldición trajo consigo un trastorno, por una parte del liderazgo humilde y considerado de Adán, y por otra de la sumisión inteligente y dispuesta de Eva a ese liderazgo, tal como era antes de la caída[32].

El Nuevo Testamento mandó a los varones cristianos que no fueran duros con sus esposas, y a estas que respetasen la autoridad de sus maridos.

Casadas, estad sujetas a vuestros maridos, como conviene en el Señor. Maridos, amad a vuestras mujeres y no seáis ásperos con ellas[33].

De lo anterior se deduce que, si bien el pecado tuvo como consecuencia el surgimiento de conflictos en la primera pareja conyugal y posteriormente en todos los matrimonios, los cristianos deben conducirse más bien como lo hacían Adán y Eva antes de su desobediencia. Cuando las Escrituras mandan a las mujeres que se sometan a su marido, y a los hombres que no sean duros con ellas, pretenden apartarnos de las consecuencias del pecado y encaminarnos hacia el amor y la armonía en el matrimonio. Nuestra salvación, el ser nuevas criaturas, nuestra regeneración y nuestros progresos en la fe deberían volvernos más como Cristo y ayudarnos a presentar una mejor imagen de Dios.

Unidad en el matrimonio

La unión conyugal de un hombre y una mujer hace de ellos un equipo, y para que un equipo tenga éxito, sus integrantes deben estar unidos, y cada uno debe desempeñar bien su función. Todo equipo necesita una cabeza o capitán. De acuerdo con las Escrituras, en el matrimonio el capitán es el marido. Pero eso no niega la necesidad de que ambos trabajen unidos. El capitán del equipo no debe ser un dictador que no escuche a los demás miembros del mismo ni acepte sus consejos. En un equipo, todos deben estar unidos, lo mismo que en un matrimonio.

Los maridos que son duros y dictatoriales, y las esposas que pretenden llevar la voz cantante en su matrimonio, deben reconocer que tales actitudes y conductas ejemplifican las consecuencias de la caída del hombre. Pero como nuevas criaturas que somos en Cristo, debemos transformarnos más en Su imagen a fin de reflejarlo en nuestras relaciones.

Nosotros todos […] somos transformados de gloria en gloria en Su misma imagen[34].

Dios hizo al varón y a la mujer a Su imagen y semejanza. Esa imagen y semejanza sigue existiendo, si bien ha sido afeada por el pecado. Para Dios, tanto vale el varón como la mujer. En el matrimonio, al varón se le ha dado autoridad; no obstante, hay igualdad entre los dos sexos en cuanto a valía y dignidad. Por ser cristianos, debemos procurar que el matrimonio sea la unión de dos seres humanos con el mismo valor y que desempeñan de manera armoniosa, comprensiva y amorosa el rol que se les ha asignado, siguiendo el ejemplo de la unidad existente en la Trinidad divina.


[1] Génesis 5:1–32.

[2] Lucas 3:23–38.

[3] 1 Corintios 15:45.

[4] 1 Timoteo 2:13.

[5] Packer, J. I.: Concise Theology, Tyndale House Publishers, 1993, p. 81.

[6] Génesis 1:26,27.

[7] Génesis 2:7.

[8] Génesis 2:21–23.

[9] Génesis 5:1,2 (LPD).

[10] Ahora pues, Padre, glorifícame Tú al lado Tuyo, con aquella gloria que tuve contigo antes que el mundo existiera (Juan 17:5).

Padre, aquellos que me has dado, quiero que donde Yo esté, también ellos estén conmigo, para que vean Mi gloria que me has dado, pues me has amado desde antes de la fundación del mundo (Juan 17:24).

[11] Grudem, Wayne: Teología sistemática: Una introducción a la doctrina bíblica, Editorial Vida, Miami, 2007, pp. 475,476.

[12] Grudem, Wayne: Teología sistemática: Una introducción a la doctrina bíblica, Editorial Vida, Miami, 2007, pp. 477,478.

[13] Hechos 2:17,18.

[14] 1 Corintios 12:11.

[15] 1 Pedro 4:10.

[16] Hechos 21:8,9.

[17] Mateo 9:21,22; Mateo 15:21–28; Lucas 13:11–13.

[18] Juan 4:4–26.

[19] Lucas 7:36–44.

[20] Lucas 8:1–3.

[21] Bailey, Kenneth: Jesús a través de los ojos del Medio Oriente, Grupo Nelson, 2012.

[22] El principal cuerpo de leyes civiles y religiosas de los judíos. Constituye la primera parte del Talmud. Se transmitió oralmente de generación en generación hasta su puesta por escrito hacia el año 200 d.C.

[23] Bailey, Kenneth: Jesús a través de los ojos del Medio Oriente, Grupo Nelson, 2012.

[24] Gálatas 3:27,28.

[25] Orr-Ewing, Amy: Isn’t the Bible Sexist?

[26] Garrett, Jr., James Leo: Teología sistemática, bíblica, histórica, evangélica, tomo I, Mundo Hispano, 2007.

[27] Génesis 2:18.

[28] Génesis 2:19–24.

[29] 1 Corintios 11:3.

[30] Lewis, Gordon R., y Demarest, Bruce A.: Integrative Theology, vol. 2, Zondervan, Grand Rapids, 1996, p. 206.

[31] Génesis 3:16.

[32] Grudem, Wayne: Teología sistemática: Una introducción a la doctrina bíblica, Editorial Vida, Miami, 2007, pp. 485,486.

[33] Colosenses 3:18,19.

[34] 2 Corintios 3:18.

Traducción: Jorge Solá y Felipe Mathews.